27 feb 2012

Reseña: The Happiest Refugee, de Anh Do


Anh Do, The Happiest Refugee (Crows Nest: Allen & Unwin, 2010). 232 páginas.



La autobiografía no es un género que se haya prodigado mucho entre mis lecturas en los últimos años, y pienso que la razón estriba en que las vidas de los demás raramente me atraen tanto que quiera descubrir más sobre ellos. Sin embargo, hace poco dos personas distintas y en contextos muy diferentes me mencionaron y recomendaron este libro, The Happiest Refugee, del australiano nacido en Vietnam Anh Do, y por esa razón decidí hacer una inmersión en el género de las memorias.

Anh Do es muy conocido en Australia por sus frecuentes apariciones en TV, donde ha hecho de casi todo. Confieso no obstante que apenas lo he visto en acción en TV, puesto que suele trabajar en los canales comerciales, a los que casi nunca me asomo, y en todo caso no creo que fuera justo valorar este libro en virtud de su perfil público como comediante o presentador en TV.

Lo interesante de este libro es sin duda el origen de la familia Do en Australia. Cuando hizo el viaje en un cochambroso barco pesquero con sus padres y hermano pequeño Khoa, Anh Do era muy pequeño. La narración de la atroz travesía desde el delta del Mekong hasta que son rescatados y finalmente trasladados a un campo de refugiados constituye un relato sobrecogedor y electrizante por lo genuino que es, aunque esté basado fundamentalmente en el testimonio de sus padres y otros familiares que los acompañaban.

De la enorme multitud de refugiados que salieron de Vietnam tras el final de la guerra, muchos terminaron acogidos en Australia. En muchos de los pueblos australianos del interior no es raro que el consabido restaurante chino que existe ya en más de medio mundo lo regente una familia vietnamita. En un caso del que me llegaron ecos muy tardíos, las habladurías, maliciosas e infundadas, apuntaban a la ‘misteriosa’ desaparición de perros y gatos callejeros cuando los ‘asiáticos’ abrieron el restaurante.

La narración de esa horrenda travesía en barco en busca de una vida mejor huyendo del régimen comunista de la posguerra no tendría nada de singular. Como la que narra Anh Do hubo muchas. Un relato ficcional – naturalmente, basado en testimonios de personas reales – lo hizo ya en su momento otro autor australiano de origen vietnamita, Nam Le, en la colección de cuentos titulada The Boat, y que ya reseñé hace casi dos años (aquí). The Boat ya ha sido traducida al castellano, por cierto, pero parece haber pasado desapercibido para los lectores en lengua castellana.

Los cerca de cuarenta adultos y niños que se apiñaban como podían en el reducido espacio del pesquero podrían muy fácilmente haber perecido en su travesía. Como suele acontecer en la vida de cualquier persona, es la casualidad (el azar, o si alguien prefiere llamarlo así, el destino) la que rige los acontecimientos y nos cambia la vida para bien o para mal. En el caso de Do, el azar quiso que, en el transcurso de los dos ataques por parte de piratas que sufrieron en su singladura por el océano Índico no fueran asesinados ni los echaran por la borda, ni que por causa de la tempestad que les sorprendió no se hundiera el barco, ni que murieran deshidratados o de inanición cuando las reservas de agua y de víveres se les habían prácticamente agotado. Los rescató un buque alemán in extremis.

Tras su posterior llegada a Australia, la historia de la familia Do es la de muchísimas otras familias de emigrantes – un relato de enormes (pero no siempre insalvables) dificultades, de mucho esfuerzo, de privaciones, de afán de mejora, de tentativas que triunfan y de inversiones que fracasan, de desencantos y de alegrías. En el caso de Do, cuando su padre abandona la casa familiar y desaparece de sus vidas (Anh tiene un hermano y una hermana, ambos más jóvenes que él), la curva del grado de estrechez se acercó peligrosamente a la desgracia.

Conforme avanza en el tiempo y se acerca al presente, el libro se va transformando no obstante en una colección algo deslavazada de anécdotas, que nos cuentan cómo tomó la decisión de no hacerse abogado y convertirse en comediante, decisión que le llevó a triunfar en el mundo del espectáculo, y cómo consiguió convencer a la chica de quien siempre estuvo enamorado de que se casase con él. Esta es en mi opinión la parte menos interesante: pasa de puntillas por cuestiones que pueden ser de mucho más interés para el lector. Vuelve a establecer el contacto con su padre, pero de las largas conversaciones que mantuvieron muchas noches a lo largo de los años apenas se nos ofrece un resumen.

Do quiere centrar más la atención del lector en la “felicidad” que tiene, y que conste que tiene todo el derecho a hacerlo: dados los terribles inicios de su vida, el que haya llegado adonde ha llegado en Australia no puede ser solamente fruto del azar o la casualidad, tiene que haber mucho mérito por su parte.

Lo que se echa en falta (y pienso que con toda probabilidad habría enriquecido el libro un 200%) son algunas reflexiones sobre la vida en la Australia actual o sobre la situación – similar a la que provocó la huida de los Do de Vietnam – de los miles de refugiados (afganos en su mayoría, pero también iraquíes e iraníes) en los campos de detención gestionados por empresas privadas que ganan las subcontratas del gobierno. Son personas y niños a quienes los gobiernos australianos de ambos signos (conservador y laborista) han estigmatizado con la anuencia de los principales medios de comunicación (en vez de comunicación, ‘mindless entertainment’ es una descripción mucho más rigurosa). No puedo creer que Anh Do no haya siquiera considerado la situación – seguro que lo ha hecho. ¿Por qué no hacer que pase a formar parte de su relato?

Adoptando la perspectiva del momento actual de su vida, Do desborda un optimismo que, personalmente, me resulta casi insufrible. No oculta que es un devoto cristiano, pero tampoco hace aspavientos de su fe – cosa que se agradece – ni achaca a un supuesto ser superior la fortuna de seguir vivo, haber triunfado en la vida a los 33 años o haber hallado “la felicidad” (sea eso lo que sea). Puede que la suya sea una historia notable, pero a mí no me cautivó.

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