20 ago 2018

Reseña: The Leavers, de Lisa Ko

Lisa Ko, The Leavers (Chapel Hill, NC: Algonquin Books, 2017). 335 páginas.
Peilan Guo es una joven nacida en una humilde aldea china llamada Minjiang. Huérfana de madre, Peilan aspira a conseguir sacar de la miseria a su padre, pescador que apenas consigue llenar la mesa cada noche. ¿Cómo mejorar su nivel de vida? Hay que emigrar, y Guo lo hace. Primero a la capital de la provincia, Fuzhou, donde Peilan coserá inacabables turnos seis días por semana en una fábrica textil hasta terminar extenuada. ¿Sería suficiente para salir de la pobreza?

El centro de Fuzhou, en fotografía de Rolf Baur en 2007.
Pero cuando queda embarazada de su novio del pueblo, decide emigrar mucho más lejos: los Estados Unidos. Con el dinero de un prestamista y el apoyo logístico de los contrabandistas de personas entra en el país de manera ilegítima. Desde ese momento su vida penderá de un hilo, y lo sabe. En Nueva York, Peilan (que ahora se llamará Polly) da a luz a su hijo, al que llamará Deming. Cuando no puede hacerse cargo de él, lo devuelve a China para que sea el abuelo quien cuide del niño.

A los pocos años, sin embargo, el abuelo muere, y Deming regresa con ella a Nueva York. El chico crece como cualquier otro muchacho de Chinatown. Su madre ambiciona una vida mejor para él. Salir de Nueva York y encontrar un trabajo mejor pagado sería un sueño hecho realidad. Florida podría ser ese lugar soñado.

Un día la madre de Deming no vuelve del trabajo que había conseguido en el salón de manicura donde estaba trabajando. Van pasando los días y no hay noticias de ella, y Deming no tiene muy claro qué hacer. Su instinto es echarse a sí mismo la culpa.

Con once años, sin nadie que quiera (o pueda) hacerse cargo de él, Deming es adoptado por una pareja de académicos que no han tenido nunca hijos, Kay y Peter. Desde ese mismo momento su identidad legal es diferente: Daniel Wilkinson. Tras haber pasado años en un diminuto apartamento del Bronx donde solamente se hablaba el dialecto chino de Fuzhou, Deming/Daniel tiene una enorme habitación para sí mismo en una casa enorme. Pero adaptarse a ser adoptado no es fácil. Deming es el único alumno chino en la escuela de Ridgeborough. Es el objeto de miradas casi insultantes, y de comentarios abiertamente racistas. De pronto ya no tiene a nadie con quien hablar en su lengua materna.

Unos diez años más tarde, Daniel recibe un email de Michael, el chico con quien muchos años compartió horas frente a la tele y un colchón donde dormir en el Bronx. En la vida de Daniel reaparece Deming, y los interrogantes sobre qué pasó con su madre se vuelven muy insistentes. Y lo que es peor: su adicción al juego en línea le ha llevado a un callejón sin salida. Solo la música parece ofrecerle un punto de anclaje personal.

Se trataba de imágenes de video de un disco de verdad, que giraba mientras Jimi Hendrix tocaba 'A Merman I Should Turn to Be' de 1983. Daniel y Peter estaban sentados y escuchaban cómo el tema se desaceleraba y luego volvía a coger ritmo. Arrastrándose, avanzando a un ritmo lento. "Esa cinta que va hacia atrás, es una pizca exasperante," le dijo Peter. "Pero en aquella época no les hacían falta las computadoras para hacer buena música." “Es un temazo, Papá. Uno de sus mejores.” (p. 248-9, mi traducción)

La novela está narrada con dos voces distintas: la de Peilan y la de Deming. Y el contraste es altamente efectivo. Mientras que la madre le habla en primera persona a un tú (Deming) en un tono confesional, la historia de Daniel/Deming se narra en tercera persona, desde el punto de vista del joven chino-americano.

Cuando el reencuentro con su madre tiene lugar, Deming conocerá la verdad de lo que sucedió, lo que le partió en dos mitades cuyos puntos de encuentro, pese a los años trascurridos, contienen algunas fisuras.

The Leavers se agrega a una larga lista de obras de ficción que exploran la experiencia migratoria. En el caso de Peilan Guo, el trauma parecería insuperable. En una época en la que ese discurso populista tan conservador, rayano en el puro fascismo, señala a los inmigrantes para buscar un fácil chivo expiatorio, cabe recordar que son muchos los casos en los que esos inmigrantes terminan estando en una situación mucho peor de la que se alejaron. Como en el caso de Polly, el sueño americano deviene en pesadilla.

Es sin duda alguna Peilan/Polly el personaje que mejor juego da en The Leavers. En ningún momento Lisa Ko busca otorgarle un estatus de ‘santa’, el de una madre próvida. Nadie es perfecto. Muy al contrario: en uno de los episodios que confiesa, Polly cuenta cómo abandona en un bolso al bebé Deming, alejándose a la carrera del lugar. Cinco minutos después, arrepentida, vuelve a recogerlo. La suya es una lucha diaria entre sus aspiraciones y la realidad cotidiana que las aplasta.

The Leavers no puede dejar a nadie indiferente. Los capítulos en los que Peilan narra su arresto y posterior internamiento en un campo de detención tienen el sabor de lo auténtico. Al lector le queda la sensación de que las fuentes de información que ha utilizado Ko son completamente verídicas, genuinas. Un buen libro, que se hizo merecedor del Premio PEN/Bellwether de 2017. La única pega que se le puede poner es la presencia de graves errores tras galeradas. Tres monstruosos ejemplos: “You needed a mother, and if I wasn’t a mother, than who was?” (p. 255); “The man he looked nothing like, whom, if he had been alive, would probably never accept Daniel as a true Wilkinson.” (p. 262); “Six ring roads, each one larger then the next…” (p. 282). ¿Cabe culpar a la tecnología de este tipo de errores? Albergo muy serias dudas.

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