28 dic 2021

Reseña: My Hundred Lovers, de Susan Johnson

Susan Johnson, My Hundred Lovers (Crows Nest: Allen & Unwin, 2012). 266 páginas.

Si tuvieras que componer una lista de las cien personas, objetos, lugares, comidas, bebidas, entretenimientos (o cualquier otra cosa que quieras incluir) que o bien has amado o te han encantado a lo largo de tu vida, ¿Qué o quiénes entrarían en esa lista? ¿Y a qué edad deberíamos comenzar a recopilar tales inventarios?

Con My Hundred Lovers, la australiana Susan Johnson produce un relato basado en cien adorables aspectos vitales. Con una voz narrativa que varía a lo largo del libro entre la primera y la tercera persona (e incluso en algunos capítulos, la segunda persona en un tono medio acusatorio). No se trata de una autobiografía, aunque haya en el libro muchos puntos que referencien a la vida de esta singular autora.

La protagonista es Deborah, quien está a punto de cumplir los (injustificadamente) temidos cincuenta. La memoria es la herramienta que Deborah emplea para realizar una evocación de sus experiencias sensuales, sexuales desde la adolescencia hasta la más reciente etapa de su vida. No es un relato cronológico: de hecho, ese es un gran acierto antes que una falta.

Al tiempo que transmite elegantemente el temor al inevitable declive físico y mental que acompaña al envejecimiento, Johnson examina no solamente los placeres sexuales de la vida de Deborah, sino también las sensaciones más mundanas de carácter sensual y físico: sabores, sonidos, vistas, o incluso el contacto de nuestro cuerpo con el viento, la lluvia, el barro. Es, en definitiva, la invitación que realiza Deborah/Johnson a celebrar la vida pese a que y/o conforme ésta va enfilándose hacia el día en que dejemos de poder disfrutarlas.

Escrita en cortos capítulos, Johnson escribe con sutileza, alternando entre la franqueza, el erotismo o el lirismo. El efecto es sorprendente, sobre todo porque el punto de vista narrativo cambia de un capítulo al siguiente y cada capítulo renueva la manera en la que Johnson cuenta la historia.

Dejando de lado los elementos menos placenteros de la historia de Deborah (los hay – los años vividos con la madre alcohólica, la ausencia constante del padre, la traición de la hermana, el truncamiento de la relación con su esposo) My Hundred Lovers es un libro que, sin llegar a entusiasmar, encanta por su naturalidad.

Te invito a leer un fragmento de los capítulos 10, 11 y 12, que Susan Johnson decidió juntar en uno solo.

El queso El chocolate ꟷ El croissant

[…]

Nunca podría casarme con algo que no tuviese una boca.

[…]

Desde muy al principio de mis días he tenido affaires con la comida que le da vida a mi cuerpo. Puede que la comida no tenga boca, pero de todos modos es algo animado, creado por la danza del agua, el calor y la luz.

He tenido affaires interminables con los quesos franceses, cremosos y pegajosos, hechos de leche fresca de vaca, que adquieren una vida plena y madura mediante la confluencia del tiempo y el aire. El rico y distintivo olor de un brie de Melun curado se me ha derramado en el interior de la nariz y la boca, haciendo que se inundase de agua y deseo.

Fotografía de Thesupermat
He amado siempre cómo el chocolate con leche se disuelve sobre la lengua, de ese brote de ensueño de una fragancia espesa y sensual que se extiende desde la lengua hasta el paladar hasta encender todos los receptores de placer que hay en el cerebro.

Fotografía de David Wilmot de Wimbledon
Y luego está el croissant. ¡Un objeto tan breve, tan perecedero! Tan lleno de vida y, sin embargo, tan efímero como la más frágil de las mariposas, muerto al final del día, su lozanía acabada a las pocas horas. Le feuilletage, capa sobre capa de hojaldre espoleada por la levadura, fogosa con la mantequilla, estirada y doblada tan cuidadosamente como si se tratase de una carta escrita a mano.

Imagen de SKopp
En el hemisferio norte los croissants tienen una temporada, igual que los espárragos o las cerezas, y la temporada del croissant es breve, desde fines de octubre a principios de noviembre. Después, las cosechas de trigo del verano se mezclan con cosechas más antiguas, y el hojaldre elaborado a partir de trigos mezclados es inferior.

La particular fragancia cálida y gratificante de un buen croissant au berre en plena temporada, preferiblemente si lo comes en una cafetería parisina en un pálido día de otoño, recién salido del horno, caliente y vivo.

[…] El afamado pátissier parisino Pierre Hermé dice que el indicio de un croissant es bueno es que deberías poder oír cómo sufre mientras lo comes. (p. 26-28, mi traducción)

26 dic 2021

Reseña: Benang, de Kim Scott

Kim Scott, Benang: from the Heart (North Fremantle: Fremantle Arts Centre Press, 2009 [1999]. 500 páginas.

Hace nueve años que, en respuesta al comentario de una lectora del blog, dije que tenía este libro en la estantería y que esperaba que llegase el momento de poder leerlo. El momento le llegó a Benang. Por fin.

Publicado por vez primera en 1999, Benang continúa siendo un libro complejo, que supone un reto para sus lectores. Scott lo escribió cuando todavía era un hombre joven (nació en 1957) en una época en la que la lucha por el reconocimiento de los derechos de los pueblos originarios en Australia progresaba pese a las trabas que los conservadores ponían una y otra vez.

El narrador de Benang avisa al lector desde la primera oración: “Sé que incomodo a la gente y que hago pasar vergüenza incluso a quienes vienen a oírme cantar. Eso, lo lamento, pero no cómo toda la cháchara y las risitas nerviosas se desvanecen cuando me levanto del suelo y, mientras revoloteo en medio del humo de la hoguera, me giro lentamente a examinar ese pequeño círculo del que soy el centro.

Entonces lo sentimos, compartimos el silencio.“ (p. 7, mi traducción)

Es la historia que cuenta Harley, el joven al que trataron de criar como hombre de raza blanca. Con suma destreza, Scott introduce en la narración las narrativas familiares que contradicen el intento de borrado o eliminación de un pasado indígena, de sus orígenes Nyoongar. La novela incluye múltiples fragmentos y extractos de documentos auténticos extraídos de los archivos oficiales, entre ellos los escritos por llamado (la cruel ironía no debe escaparnos a ninguno) el Protector Principal de los Aborígenes, Auber Octavius Neville, arquitecto de la histórica política de asimilación (rayana en la destrucción) cultural, cuya significación palmaria hizo patente Kenneth Branagh en la película Rabbit Proof Fence.

Al yuxtaponer la transcripción literal de los textos históricos con la narración que hace Harley, Scott pone el acento en el racismo institucional de los colonizadores de Australia Occidental. El contraste es descarnado y brutal. En un cuadro impasible en el que entra toda clase de crímenes, atrocidades, humillaciones e indignidades infligidas en los antecesores de Harley, las palabras de los funcionarios gubernamentales hacen incluso más grande esa herida.

Benang se sitúa en la vasta región entre Albany y Esperance, en Australia Occidental. En la fotografía, East Mount Barren y las blanquísimas arenas de Four Mile Beach, en las afueras de Hopetoun.

En una narrativa fragmentada, deliberadamente desorganizada y dispersa, son las experiencias de los ancestros las que cuentan y se cuentan, hasta cerrar el círculo de la historia de la familia que se inicia con la llegada de Sandy, náufrago de un buque dedicado a la caza de focas. Con Fanny tiene tres hijos (Sandy el segundo, Harriette y Dinah) sobre cuyos destinos e historias vitales se construye esta historia de oprobio y supresión.

En la novela, Scott expone la manera en la que el discurso racializado del poder colonial construye estratos de poder y represión cultural, lingüística y económica. A medida que avanza en su narración, Harley va dejando detrás la ira, la confusión y la sensación de pérdida absoluta de identidad para acercarse a un momento de sanación y el reconocimiento de que puede haber un futuro. Después de todo, nos dice Scott, “hay una palabra Nyoongar, que a veces se escribe «benang», que significa mañana. Benang es el mañana.” (p. 464, mi traducción).

Una excelente novela que en su día recibió el Premio Miles Franklin. Muy merecidamente.

11 dic 2021

Reseña: In., de Will McPhail

Will McPhail, In. (Londres: Sceptre, 2021). 267 páginas.

La primera novela gráfica de McPhail, bastante más conocido por las viñetas que crea para The New Yorker, tiene como protagonista a Nick, un joven ilustrador de una gran ciudad estadounidense. Es un joven de naturaleza muy curiosa, indagador y observador de la vida, las personas y las cosas que lo rodean.

'Mind your own business, man!'(p. 25)
Nick piensa que la comunicación con los demás debería generar sentido. ¿Y quién no?, añado yo. Su arte para el dibujo a veces le complica las cosas, como cuando en el metro una mujer lo censura por dibujarla sin su permiso.

Pero su vida va a verse trastocada por dos sucesos. Primero, conoce a Wren, una atractiva oncóloga que ni es convencional ni tolera la tontería. Los dos se zambullen en una intensa relación. Que venga lo que haya de venir, ¿no? Mientras que Wren es mucho más experta en lidiar con los momentos más incómodos de la rutina diaria, Nick no parece contar con los mecanismo necesarios para enfrentarse a los protocolos típicos y lo profundamente trivial en la interacción que la vida diaria nos exige. ¿Aporta significado un silencio o la desviación de una mirada?

Cuando tu nombre acarrea una carga insoslayable...
Pero de pronto, una losa le cae encima: a su madre la diagnostican con un cáncer incurable. Si hasta entonces Nick había tratado de encontrarles sentido a los momentos en los que enlazaba con otras personas, desde ese vuelco todo parece oscilar entre lo más absurdo o lo más revelador. McPhail cambia entonces su técnica al color para indicarnos que lo nos muestra son las ensoñaciones de Nick, un extraordinario y espectacular paisaje en el que no hay palabras.

Un mundo paralelo donde dormir despierto.

A lo largo de la narración, McPhail hace un uso en parte excesivo de unos primeros planos en los que los rostros están casi desencajados. Ojos como platos para darnos a entender las interrogantes que se plantean en las cabezas de los personajes.

Si ya es duro al perder a alguien mayor que tú... ¿Quién quiere extrañar lo que hubiera ocurrido con alguien mucho más joven? 

In. es una emotiva historia en la que McPhail aborda temas urgentes en estos momentos: esa desesperante sensación de estar alienados aun dentro de una sociedad hiperconectada. El hecho d que en nuestras acecha la muerte en todo momento; la inevitabilidad de esta y el retraimiento emocional y social que por activa y por pasiva la sigue.

Un brillante debut de un excelente ilustrador.

30 nov 2021

Reseña: The Tribute, de John Byron

John Byron, The Tribute (South Melbourne: Affirm Press, 2021). 414 páginas.

Andries van Wesel, más conocido por su nombre latinizado, Andreas Vesalius, fue un médico flamenco del siglo XVI. Su más distinguida contribución a la ciencia fue la exhaustiva y completa descripción de la anatomía del ser humano, que condensó en un libro, titulado De humani corporis fabrica libri septem.

'El Maestro', según Porter. Estatua de Vesalius. Fotografía de Manuela Gößnitzer. 
En su excelente debut en el siempre dificil envite de la ficción, el australiano John Byron crea un espeluznante personaje obsesionado con rendir tributo a Vesalius. ¿Cómo? Con sacrificios humanos, utilizando víctimas propicias residentes en la gran conurbación de Sydney. Con cada una de sus víctimas, el cirujano asesino, Stephen Porter, reproduce uno de los capítulos del libro de Vesalius.

Sin embargo, Stephen no es el único criminal de esta novela. No se trata de un thriller al uso: prácticamente desde el principio la identidad del asesino nos es revelada. Cuando la dirección de la investigación va a parar a las manos del detective David Murphy, comienza el desarrollo de una trama excelentemente ideada y construida. Desde su puesto en el centro de asistencia al cliente del banco para el que trabaja, el asesino selecciona a sus víctimas. La policía no logra encontrar hilo alguno que conduzca hacia Porter. Hasta que el propio asesino cometa un error, naturalmente.

Y ese error se produce en unos grandes almacenes cuando una mujer engreída y egoísta se salta la cola de la caja para pagar sus compras. Porter la elige y la mata: ese será su error, porque en los centros comerciales siempre hay cámaras de circuito cerrado.

Para tratar de encontrar pistas que ayuden a la Policía de Nueva Gales del Sur a encontrar y detener al asesino en serie, Murphy recluta a su hermana Jo, académica experta en historia del arte. De hecho, en los primeros compases Jo ha dado una conferencia pública en la Universidad de Sydney, en la que ensalza los méritos de la Fabrica de Vesalius.

La portada de De humani corporis fabrica libri septem
Por medios nada lícitos Murphy identifica al blanco de la investigación policial. Porter logra escapar al cerco. Y es entonces cuando Murphy idea la trampa con la que quiere atraparlo. Y esa trampa implica el sacrificio de su esposa: Sylvia.

La novela despliega una estructura sumamente acertada. Pese a las subtramas que pueblan la narración, el ritmo es ágil. Los saltos en el punto de vista narrativo permiten que cambie constantemente la perspectiva entre el detective Murphy, Jo, Sylvia y el mismo Stephen Porter.

El autor incluye una breve introducción de cada uno de los tomos del libro de Vesalius: ‘Los huesos y los cartílagos’, ‘Los ligamentos y los músculos’, ‘Las venas y las arterias’, ‘Los nervios’, ‘Los órganos de nutrición y reproducción’, ‘El corazón y los órganos relacionados’ y ‘El cerebro’.

Murphy es sin duda el personaje central de la novela. El retrato que dibuja Byron del detective es absolutamente implacable. Un tipo brutal, alcoholizado y pendenciero, con algunos tintes de racismo y propenso violento, además de manipulador y misógino. De hecho, en la nota que sigue a la novela, escribe el autor acerca del verdadero tema de la novela: “la gente que sigue perpetrando las diversas formas de guerra doméstica asimétrica no captan este mensaje – el cual es, para dejarlo meridianamente claro: Que es inaceptable, qué mierdas, y ya es hora de parar, qué hostias. El control coercitivo, el abuso psicológico, el abuso económico, el aislamiento social, los insultos y humillaciones, la falta de respeto, la intimidación, la violación conyugal y la no conyugal, las palizas, los feminicidios: Todo eso tiene que terminar ya, y ha de ser para siempre. […] Con cada vez menos excepciones, nosotros, los hombres, somos los abusadores, nosotros somos los atacantes, nosotros somos los violadores, nosotros somos los asesinos. Esta epidemia no terminará mientras no la detengan los hombres. Y eso depende de nosotros, no de las víctimas. […]

En un libro en el que no faltan pasajes humorísticos – “… Ser poli ya es malo de por sí, pero trabajar en el comercio aplasta la fe que puedas tener en la naturaleza humana. Este es un sector que podría convertir al Dalai Lama en Vlad Țepeș, el Empalador.” (p. 249, mi traducción) – John Byron demuestra su profundo conocimiento del habla coloquial y las jergas en las calles y bares de Sydney. Detrás de este libro hay muchísima investigación, mucho trabajo de campo y un enorme amor por su ciudad natal. The Tribute fue finalista del Premio Literario del Premier de Victoria a manuscritos no publicados. Nada mal para un debut.

Además, encontrar mi nombre en las páginas dedicadas a los agradecimientos ha significado un hermosísimo detalle para mí. ¡Gracias a ti, John!

Wedding Cake Island, Coogee Beach. Fotografía de T. Wykes.

“Desde los altavoces llegaba la melodía surfera de Midnight Oil, ‘Wedding Cake Island’, en una llamada al orden para los nadadores en el extremo norte de la playa de Coogee. La excitada cháchara cesó al tiempo que el sonido de las guitarras se elevaba con la suave brisa otoñal de Sydney; justo entonces, sonó el pistoletazo de salida y se puso en marcha el Festival Anual de Natación de la Playa de Coogee. Jo entró corriendo en el agua, se zambulló por debajo de la ola que rompía en ese momento, reapareció en la superficie y aceleró con rumbo a Nueva Zelanda.

Tras rebasar Wedding Cake Island, pronto tuvo que enfrentar las sacudidas del oleaje en mar abierta al otro lado de las rocas durante unos cien metros, y luego viró hacia el canal entre el islote y la sólida base del promontorio del Sur de Coogee, dejando detrás la marejada. Tras pasar por delante de la Piscina de Señoras, los competidores nadaron en línea paralela a la playa, por detrás de las olas que rompían cerca de la orilla. Jo pisó el acelerador. Adelantó a la mayoría de los participantes, ya cansados, y entonces viró a la izquierda, se enganchó a la ola que llegaba por detrás de ella y que la impulsó hasta la orilla. Exultante y jadeando, cruzó la línea de meta: le ardían las piernas. Había hecho un tiempo un poco por encima de los cuarenta y seis minutos. Su plusmarca.” (p. 1, mi traducción) 

24 nov 2021

Dante's The Divine Comedy, translated by Clive James: A Review

Dante, The Divine Comedy (London: Picador, 2013). 526 pages. Translated into English by Clive James.

I confess to not having read Dante until now. I knew that the Divina Commedia is a 14th-century masterpiece and that it has influenced many a significant writer ever since it was published. When Clive James completed his lifetime project of translating it into English, I wanted to read it. His poetry I find extremely appealing and exquisite. How would an Australian poet manage such a huge challenge? I felt curiosity, even though the book has taken years to make it to the top of my reading list.

As a translator, I am aware that verse translation is an extremely demanding task. An oft-repeated dictum (thanks, Robert Frost) is that poetry is what gets lost in in the translation. When James took up the challenge of translating 100 Cantos, he was not only demonstrating his literary courage but also showing off his poetic skills. Was his decision not to include footnotes beyond the audacious? Was it doomed? The answer is no.

Every future student of translation should read his introduction to his massive effort. He sets out to make the poem acquire the fluidity in English that the original Tuscan Italian has. His most significant decision (and probably the most successful overall) is to write Dante into quatrains: abab, cdcd, and so on and so forth. Only the last two lines of every Canto are rendered as couplets.

To a 21st-century reader, however, the Divine Comedy is not as appealing a book as it would have been to Dante’s contemporaries. His is a realm of mostly spiritual, religious concerns which I have very little interest in, to be honest. What appeals me in this massive book is its lyrical qualities: the rhythm, the sparkle, the energy he infuses into his translation.

“For all the gold there is, and all that’s gone,/ Would give no shred of peace to even one/ Of these drained souls.” 'Hell', Canto 7. Illustration by Gustave Doré, 1857.

And yet it is true the brilliance is not everywhere across the book. Expecting absolute perfection throughout its 100 Cantos would be unreasonable. James skilfully shifts between formal and less formal registers. He does not translate for scholars but rather for ordinary readers. Having had the chance to translate Shakespeare into contemporary Spanish, I know how hard the challenge is, and how rewarding it can feel even when the translation is less than perfect.

I’ll quote one fragment, an example of what I mean by sparkle, freshness, and brilliance. It’s the beginning of Canto 8 from the ‘Purgatory’:

Now was the hour that longing turns around,

For sailors, towards what they left behind,

The hour that melts their hearts when, outward bound,

For just one day, the last light brings to mind

That they have said goodbye to dearest friends;

The hour that pierces the new pilgrim deep

With love, if he should hear what the bell sends

From far away, the sound of chimes that weep

In mourning for the dying day. It ends

In sadness…


As James’s reader, I am grateful for a translation that aims for readability, that eschews the footnotes and the scholarly paratext that normally accompany classics in our time. Highly recommended.

15 nov 2021

ACT Northern Border Trail: de Mulligans Flat a Hall

En 2013 se dio inicio a un fantástico proyecto en el Territorio de la Capital Australiana: el Sendero del Centenario (The Centenary Trail). En su totalidad tiene 145 km., y la dificultad varía considerablemente según la zona que atraviesa. Está concebido para senderistas y ciclistas de montaña. Este post cubre el tramo entre Mulligans Flat y la aldea de Hall.

La caminata recorre aproximadamente 15 km y tomará entre 3 y 4 horas, según el ritmo que uno aplique. Desde Mulligans Flat, el inicio es una exigente subida hasta el sendero propiamente dicho en el límite de la línea que divide Canberra de Nueva Gales del Sur.

El sendero sigue en gran medida esa línea divisoria, zigzagueando en dirección norte y noroeste primero, para después girar hacia el sur camino de Hall. Se pasa por Oak Hill, un lugar para acampar mantenido por el gobierno de Canberra (hay agua de lluvia y baños, pero está prohibido encender fuego) y One Tree Hill.

Hay tramos de pista en los llanos donde las bicicletas pueden avanzar muy rápido.

Vista panorámica del norte de Canberra, incluido Gungahlin, desde Oak Tree Hill.

Otra vista del norte de Canberra, en dirección sur hacia Belconnen.

El placer de encontrar y tocar árboles centenarios en el camino.

En las partes más boscosas no es inusual toparse con canguros, e incluso tímidos swamp wallabies como éste.

Un lagarto shingleback (Tiliqua rugosa) tomando el sol en los primeros días de la primavera de 2021 en mitad del sendero.

El sendero está muy bien señalizado. Además, el continuo paso de bicicletas de montaña ha dejado marcado el camino de manera inconfundible. El costado derecho (Nueva Gales del Sur) está completamente delimitado por las cercas de las granjas. 

Si los 15 km. no son suficientes, he aquí una idea: comienza la caminata desde Goorooyarroo Nature Reserve, al sur de Mulligans Flat y pernocta en el Northern Border Camp. No hay conexiones con el transporte público en ninguno de los lugares mencionados, pero sí hay paradas de autobús cerca de Mulligans Flat. Un autobús sale de Yass (Nueva Gales del Sur) y por Hall camino de Canberra, una vez al día, de lunes a viernes.

La calle principal de Hall. El pueblito cuenta con un bar, una cafetería y algunas tiendas más. Lamentablemente, no existe lugar alguno que ofrezca alojamiento.

14 nov 2021

Reseña: El hombre que se creía Vicente Rojo, de Sònia Hernández

Sònia Hernández, El hombre que se creía Vicente Rojo (Barcelona: Acantilado, 2017). 137 páginas.

La narradora de esta nouvelle de Sònia Hernández estaba atravesando una profunda crisis profesional y existencial cuando le surgió una magnífica oportunidad de tratar de relanzar su vida. Desde muy bajos niveles de autoestima y un desolador horizonte profesional, anímico y familiar, tras conocer a un famoso pintor la señora puede escribir un reportaje o un artículo para el periódico en el que solía trabajar.

La oportunidad se le presenta cuando su hija Berta se desmaya mientras escrutaba uno de los cuadros del pintor Vicente Rojo, expuesto en su instituto. El hecho es, sin embargo, que Berta estaba jugando a algo que ella denomina prosopagnosia. La prosopagnosia es un trastorno de carácter neurológico que ocasiona que quien lo padece no pueda reconocer los rostros de personas que ya conoce. Berta suele jugar frente al espejo en casa o con compañeros de clase: aguantan la respiración hasta que la falta de oxígeno en sus cerebros distorsiona la visión de las personas y objetos que tienen delante.

Es el pintor quien ayuda a Berta a volver a su casa. El entorno doméstico está muy lejos de ser el ideal para una adolescente obsesionada con la fealdad. Todo es feo, según Berta. Comenzando por ella misma. El padre se marchó. La madre tiene serios problemas de sobrepeso. Cuando conoce al hombre que dice ser Vicente Rojo, se agarra a la circunstancia de tener a su alcance una posible exclusiva con el pintor como a un clavo ardiendo. ¿Una salida, un augurio de superación personal y logros profesionales que barrunten un regreso a una existencia más tolerable?

Vicente Rojo: El verdadero. Fotografía de Milton Martínez - Secretaría de Cultura CDMX. 
La narración está concebida como una suerte de confesión. Y es este tema el que explota la autora con cierta fruición. Tenemos por lo tanto una narradora nada fiable inmersa en una fuerte crisis existencial que desearía reconvertirse en algo. Pero Hernández lo que hace es rizar el rizo: la madre es un personaje que se cree voz narradora poco fiable. Al comienzo de la historia repite hasta tres veces que su edad es cuarenta y tres años. Y que a esa edad, pues debe estar cerca del final. ¿De qué? Ni se sabe, ni realmente importa.

La segunda parte del libro apenas desarrolla la trama. Berta sugiere que sea el pintor, sea Vicente Rojo o no, quien ayude a la comunidad escolar del instituto a pintar un gran mural en honor de su compañero y amigo Mario, que ha sido diagnosticado con una grave enfermedad. El hombre que se cree Vicente Rojo titubea, no tiene nada claro que su contribución vaya a tener significancia. Pero la madre insiste y le visita en su estudio en entrevistas que con cada vez mayor frecuencia semejan ser sesiones terapéuticas. La labor periodística deja de ser una prioridad.

También el pintor terminará confesando su mentira vital. La lección que nos invita a extraer El hombre que se creía Vicente Rojo, pienso, es que todos podemos reinventar nuestra persona, romper con el pasado para construir una nueva identidad que nos satisfaga. O que nos deje vivir en paz. Y eso merece celebrarse con una opípara merienda, aunque solo sea por superar una vez más la sensación de que llegaba un final de algo. ¿De un libro sobre un hombre que se creía Vicente Rojo?

23/12/2021. My slightly different review of the English translation of the book (published as Prosopagnosia) has appeared in The AALITRA Review (16) 2021.

26 oct 2021

El solc: un poema de Warwick McFadyen

Fotografia de Mak Richard

El solc

La superfície es trenca i en la separació 

hi escapen les línies de l'oneig.

Formen una cresta i llavors s'esvaïen dins del plec

que s'arrombolla i dorm sota l'escuma.

És així com m'esquitxa cada moment

des del gronxar del bressol fins a la fossa silent;

aquesta és la veu que ha deixat de viatjar

llevat del que va deixar i el que va donar.

Aquest és el solc que s'eixampla, que duu

l'eco i la crida d'una vida que és ara passat

cap als meus dies lligats a la riba. L'aigua

se'm esmuny entre les mans, tot i que l'agafo amb fermesa.


Traducció de 'The Wake', de Warwick McFadyen. El poema va aparèixer en un article de l'autor a The Guardian el 10 d'octubre. El fill de McFadyen, Hamish, va morir ara fa dos anys. Tenia 21 anys.

17 oct 2021

Reseña: Zeroville, de Steve Erickson

Steve Erickson, Zeroville (Nueva York: Europa Editions, 2007). 329 páginas.

“Fuck continuity”. A la mierda la continuidad. Como propuesta filosófica en torno a la creación artística, la frase anterior vale tanto para el cine como para la literatura. Una trama absolutamente lineal puede que sea tan atractiva como una que no lo es; pero una narración discontinua, con narradores no fiables y saltos cronológicos también tiene su gracia. Y leerla suele bastante entretenido (y a propósito de esto, me viene a la memoria Larva, ese monstruo literario informe que nos regaló Julián Ríos a todos los que amamos la literatura y que debo releer algún día, antes de que sea demasiado tarde).

Ike Jerome ha huido de la pesadilla viviente que es su padre en Pennsylvania y se ha cruzado el país entero para llegar a Los Ángeles. Se ha rapado la cabeza y se ha hecho tatuar una imagen de Liz Taylor y Montgomery Clift en la película Un lugar en el sol. Ha descubierto el cine; el veneno del celuloide lo tiene atrapado y no lo soltará.

¿Qué hacer en un lugar como Hollywood? Lo primero es cambiar de nombre. Pasará a llamarse Vikar. Luego, encontrar trabajo en la industria que crea sueños. Sus comienzos no son muy prometedores, pues la policía lo arresta cerca del lugar donde Manson ha asesinado a Sharon Tate y otras cuatro personas.

El caso es que Vikar va abriéndose camino, consolidando algunas conexiones que casi pueden llamarse amistades y prendándose de una belleza llamada Soledad. Es un alma inquieta, una mente atormentada por imágenes, sueños y sonidos.

La Soledad de Vikar parece estar basada en la sevillana Soledad Rendón Bueno, conocida por le nombre artístico de Soledad Miranda. Imagen procedente del film She Killed in Ecstasy de Jess Franco.  

Gracias a Dorothy, Vikar aprende a editar filmes. Reclutado por su amigo y mentor, Viking Man, esa habilidad técnica le llevará a España en los últimos años de la dictadura fascista. Allí lo secuestra un grupo guerrillero que quiere producir una película que mate a Franco, utilizando al padre del jefe guerrillero como actor, fragmentos del NO-DO, fragmentos del western que estaba editando hasta ese momento y también algunas imágenes de la famosísima Emmanuelle, ya un clásico por entonces.

Años más tarde Vikar recibirá un premio especial en Cannes tras rescatar el montaje de una película cuyo director ha abandonado tras un desacuerdo con los productores. Las desventuras de Vikar en la Côte d'Azur son de lo más divertido.

Es evidente que Erickson está haciendo uso de figuras históricas de la industria cinematográfica para sus propios fines. Es un libro a ratos difícil, casi siempre con guiños humorísticos, que tiene una estructura extraña. El autor divide el texto en secciones normalmente muy breves, numeradas hasta el 227, que dice que “Vikar no lo sabe, pero ahora todo se ha puesto a cero de nuevo.” Y a partir de ahí la cuenta es regresiva hasta el final. Es por supuesto un recurso extraño, pero no tan provocador como el que utilizó en Our Ecstatic Days, reseñada en este blog hace cuatro años.

La novela fue descuartizada en el formato cinematográfico por James Franco en 2019. Una gran decepción, y no solo por los cambios argumentales que el guion introduce.

En todo caso, vale la pena leerla; que el lector trate de extraer las enseñanzas sobre el séptimo arte y la creatividad e innovación que Vikar nos ofrece.  

Zeroville la publicó en castellano Pálido Fuego en 2015, con traducción a cargo de José Luis Amores.

2 oct 2021

Reseña: Cuarto de derrota, de Víctor Sombra

Víctor Sombra, Cuarto de derrota (Cáceres: La Moderna, 2020). 271 páginas.

Precedido por un acertadísimo prólogo a cargo de Ignacio Echeverría, Cuarto de derrota recoge diversas contribuciones periodísticas del autor, radicado en Suiza, en un libro que, aunque resulte más bien inclasificable, deja un muy buen sabor de boca.

Al referirse al libro que prologa, Echevarría echa mano de la palabra «instalación» con el fin de tratar de identificar para el lector el texto o los textos que tiene por delante. Resalta que “lo relevante […] es el juego de relaciones que se establece entre las distintas piezas”. Coincido con él: aun distando mucho de ser un rompecabezas literario, Cuarto de derrota es un encaje de textos que en buena medida se complementan y suceden, tanto temática como estilísticamente.

Así, la primera pieza (subtitulada “a modo de introducción”) se llama ‘Mortales inmortales’. Sombra lo sitúa en la librería Albatros de Ginebra, que regenta un buen amigo suyo. El lugar, según me dice el sabelotodo Google, existe. Viene a ser una presentación del elenco de personas/personajes que van a desfilar por el libro. El propósito es la recreación de las personas en hologramas lectores, “luces […] luciérnagas librescas […] que revolotean de libro en libro, dejando el testimonio de su lectura” y que abren “senderos de lectura significativos”. Una utopía tecnológica para fomentar lo que el autor llama «bibliodiversidad».

Ya la primera pieza de este montaje atrapa al lector. ‘Diacronía y tránsito del fantasma’ aborda la crisis social que la codicia de bancos y especuladores inmobiliarios causó en España tras 2008. Tras hacer un somero repaso de los datos disponibles para la segunda década del siglo, Sombra plantea la terrible hipótesis de que muchas de las personas desahuciadas hayan pasado a ser «fantasmas»: “es posible imaginar…que cientos de miles de personas, deslizándose en el olvido y silencio institucionales, hayan acabado por desvanecerse. […] Esto explicaría por qué el Gobierno los omite de su relato.” (p. 27-8).

Diferentes gobiernos, en lugar de aportar soluciones, han optado por agravar la situación: “la venta de la vivienda social a los mismo agentes cuya voracidad desempeñó un papel tan decisivo en el origen de la crisis. […] en una operación que hace risible al bombero pirómano, a los agentes más desbocados del mercado inmobiliario.” (p.37)

El camino que se abre está claro: uno puede concluir que el sistema económico neoliberal y sus políticas buscan desaparecer a sus víctimas, los vulnerables, y borrarlos del mismo modo que uno puede eliminar lo escrito en un procesador de textos con la tecla retroceso o seleccionándolo y pulsando cualquier otra tecla.

El texto anterior lo sigue con un relato de la librera Edith, que trabajó en una librería de Erfurt en la República Democrática Alemana hasta 1986. Sombra nos cuenta cómo lectores y libreros sorteaban los obstáculos y dificultades que enfrentaba la distribución de libros en la época en que los libros de George Orwell eran requisados en la frontera.

El carácter de los textos que componen Cuarto de derrota es extraordinariamente variado. Así, el cuarto, ‘Cartas del inframundo y postales de aquí cerca’, nos acerca a Australia por medio de Jake Bilardi, el joven australiano que se radicalizó en Melbourne y se unió al Estado Islámico, poniendo fin a su vida en un atentado suicida en Ramadi, Iraq. Es una meditación en torno a los motivos que llevan a un chico a luchar contra un sistema que le hacía sentirse marginado, solo, sin sentido. Sombra concluye el artículo con humor, retocando una de las fotos de Bilardi junto a dos de sus compañeros para darle tres futuros alternativos al camino que tomó.

By all means, fight the system, sure. But fight it in alternative, less violent ways...

El texto que da título al libro, ‘Cuarto de derrota. Apuntes sobre el pecio cibernético’, retoma a personajes aparecidos en el tercer capítulo (‘¡Libertad al autómata!’) y plantea una especie de thriller repleto de comentarios sobre teoría literaria y en torno a la historia y la teoría de la cibernética y la robótica. Dos de los asistentes a la presentación de un libro en Albatros causan una enorme conmoción cuando dos autómatas disparan contra la conferenciante. Las tres balas no alcanzan su objetivo, pero dañan tres libros que reposaban en las estanterías: Robinson Crusoe, Quédate este día y esta noche conmigo y Treasure Island. ¿Casualidad?

Tras el inaudito misterio que Sombra sitúa en la sala donde se decide el rumbo de la nave (la metáfora no es mero capricho ni coincidencia), Sombra relata retazos de la historia de Oleg Lavrentiev, un oscuro soldado soviético que diseñó planes para el desarrollo de un reactor que permitiera la fusión nuclear controlada. Es urgente que quienes están al mando en el cuarto de derrota de este planeta en el que vivimos consideren que la inversión en los bocetos y planos de Lavrentiev puede ser una solución inmediata al calentamiento global.

El libro concluye con una breve obra teatral titulada ‘La Tigreca’, en la que los personajes ya conocidos reaparecen para descifrar un asesinato, revelar los trapos sucios de diversas empresas que se aliaron con el nazismo para controlar el mercado de la industria química o construir una meditación sobre la intervención de autómatas en nuestro futuro.

Si algún defecto se le puede encontrar a Cuarto de derrota, es el hecho de que contiene bastantes erratas. Como ya se pudo constatar en La quimera del Hombre Tanque, Sombra es audaz en su escritura: consigue, por ejemplo, que Borges le hable a Mercè Rodoreda en catalán, juntando al genio argentino con la autora en un banco de un parque ginebrino. Un libro sorprendente, que rehúye insolentemente su categorización. Era, pienso yo, ciertamente inconcebible a priori.

Nota: Le agradezco al autor la oportunidad de leerlo y reseñarlo. Gracias, Víctor.

17 sept 2021

Reseña: The Warrior, the Voyager, and the Artist, de Kate Fullagar

Kate Fullagar, The Warrior, the Voyager, and the Artist (New Haven y Londres: Yale University Press, 2020). 306 páginas.

Leemos muchas obras nuevas de ficción porque buscamos algo en ellas con lo que identificarnos o identificar a otros que creemos o deseamos conocer; o quizás sea porque esas historias que se narran en las novelas forman parte de lo que, a fin de cuentas, viene a ser nuestra época, el contexto de nuestras vidas. O puede que sea todo lo contrario: las leemos para escapar de la desangelada existencia que llevamos, especialmente ahora que por decreto nos dicen que debemos pasar semanas dentro de casa sin apenas opciones para moverse.

Sin embargo, creo que también se debería proponer la lectura de un cierto tipo de libro de historia. Un relato histórico basado o intuido en evidencias disponibles, que el historiador o la historiadora aderece con deducciones plausibles. Un libro de historia también nos debería permitir intuir o imaginar cómo fueron las vidas de personas que hicieron lo impensable: viajar desde muy remotos rincones del planeta a la metrópolis más importante del siglo XVIII: Londres.

Eso se propuso hacer Kate Fullagar en este singular volumen que tituló The Warrior, the Voyager, and the Artist: Three Lives in an Age of Empire [El guerrero, el viajero y el artista: Tres vidas en una era imperial]. Las tres vidas que menciona el subtítulo corresponden a tres hombres. Cada uno de ellos procedía de un continente diferente, en un momento de la Historia en el que la exploración del planeta alcanzó su máximo apogeo.

Samuel Johnson. Fotografía de Beckslash. 

Del primero han quedado muchos datos. Se trata del pintor Joshua Reynolds, retratista inglés nacido en Devon, que se convirtió en el primer Presidente de la Royal Academy of Arts, y quien se codeó con intelectuales de la talla de Samuel Johnson o Edmund Burke.

El guerrero se llamaba Ostenaco y fue uno de los miembros de una delegación de la nación cheroqui que visitó Londres en 1762. Además de presentarse como líder militar en la capital del imperio contra el que se enfrentaba su pueblo por su supervivencia, en Londres ejerció de diplomático. Fue recibido en audiencia por el rey Jorge III. Un detalle muy importante es el hecho de que Ostenaco y sus acompañantes fueron a Londres con el propósito de firmar un acuerdo de paz y garantizar de ese modo la continuidad de la nación cheroqui. Incluso llevaba consigo cartas de presentación firmadas por el gobernador de Virginia, Francis Fauquier, cuando todavía era colonia británica. La visita duró unos cuantos meses del año 1762. De la visita quedan muchos testimonios, entre ellos el retrato que le hizo Reynolds. Pero Fullagar hace un viraje de perspectiva significativo: trata de hacerle intuir al lector cómo habría sido la experiencia para los cheroquis.

La cultura y sociedad cheroquis eran muy distintas de la inglesa del siglo XVIII. Para empezar, la organización de su sociedad era muy diferente de la británica, era esencialmente matriarcal y en ella prevalecía el deseo de armonía sobre todas las cosas. El libro recoge muchos testimonios de encuentros y desencuentros, de incidentes y molestias padecidas por los extranjeros en una ciudad donde el gentío los observaba con exagerada e insana curiosidad.

El retrato de cuerpo entero que hizo Reynolds de Mai.
El segundo visitante llegó varios años más tarde. Fue un joven de lo que hoy en día se conoce como islas de la Sociedad o Polinesia francesa. Se llamaba Mai y nació en Ra’iatea. Durante su niñez, la isla fue invadida por los guerreros de otro archipiélago, Bora Bora, y Mai huyó con otros compatriotas a Tahití.

Un lugar en el mundo. Isla Rai'atea.

En 1774 Mai logró convencer al Capitán James Cook para que le permitiera ir en los navíos ingleses a Londres. Su objetivo era conseguir las armas y los suministros necesarios para contraatacar a los Bora Bora y recuperar su isla. Nunca le proporcionaron la ayuda que quería y que pensaba que los ingleses le habían prometido. Mai no pudo recuperar su tierra. Durante su estancia en Londres también posó para Reynolds.

La mirada del artista siempre influye en lo mirado. Autorretrato de Joshua Reynolds.

La tesis de Fullagar se podría resumir en una frase. Ya en el siglo XVIII el imperio británico estaba ejerciendo su poderosa influencia en dos lugares tan alejados entre sí como la nación cheroqui al oeste de las Apalaches o los archipiélagos del Pacífico Sur. La idea misma de un joven que desplazase en barco desde Tahití hasta Londres con el solo propósito de adquirir armas y recuperar su isla muestra hasta qué punto el fenómeno globalizador que suponen todos los imperios puede instigar tácticas tan insospechadas entonces como la de Mai.

Mediante tres biografías conectadas esencialmente en la del artista Reynolds, Fullagar nos permite indagar, imaginar y vislumbrar los varios modos en que ambos hombres colonizados encararon, resistieron o incluso alteraron la penetración colonial del imperio en otras culturas y civilizaciones.

Doscientos cincuenta años más tarde, ¿ha cambiado tanto el mundo? La tecnología ha acelerado el proceso, pero me temo que la quintaesencia del colonialismo sigue muy presente.

"Lo que Ostenaco pensase de haber posado para un retratista es igualmente dificil de concretar. No subsiste ninguna prueba directa. No podía valerse de las prácticas indígenas de pintar retratos, pues no existía ninguna en la cultura cheroqui. La pintura era algo importante para los cheroquis del siglo XVIII, pero en tanto que sustancia para ponerse en los rostros en vez de una con la que representarlos. De hecho, un clan entero dentro del sistema de parentesco de siete clanes estaba dedicado a la pintura. El clan Ani-Wodi, o clan de la pintura, se encargaba de crear el ungüento rojizo que utilizaban los guerreros cuando partían hacia la batalla. Normalmente, Ostenaco se habría puesto la pintura de base ocre del clan Ani-Wodi en la frente para dar a entender que pasaba al estatus de guerrero. Para poder retocar las marcas, llevaría encima unas pequeñas bolas huecas de arcilla durante las batallas, las cuales podía abrir, y encontrar en ellas pintura ocre seca que rápidamente podía mezclar con agua." (p. 96, mi traducción)

10 ago 2021

Reseña: Collected Short Fiction, de Gerald Murname

Gerald Murnane, Collected Short Fiction (Artarmon: Giramondo, 2018). 471 páginas.
Como mucha otra gente, suelo leer las opiniones que otros y otras escriben acerca de los libros que he leído. No creo que sea tan mala idea comprobar a posteriori si coincido o no en la valoración de un libro en particular. El hecho es que no me sorprendió para nada descubrir que alguien confesase que había abandonado la lectura en la página 139 de este volumen que recoge una buena parte de los relatos breves de Murnane en un periodo que abarca desde 1979 hasta 2002.

La razón de ese abandono es lo de menos, pues cada lector es libre de decidir si quiere seguir o no leyendo lo que tiene entre sus manos. Murnane escribe lo que escribe, mucho más para sí mismo que para sus potenciales lectores. Ahí estriba lo que resulta, a fin de cuentas, sumamente paradójico en la obra de Murnane: el autor escribe de/desde su mundo interior (insiste hasta la saciedad que el “mundo real” no forma parte de su ficción). Su escritura es siempre una propuesta de puente que brinda una entrada mediante la lectura, pero es siempre el autor quien dicta los términos. Quizás citando un fragmento (de ‘Boy Blue’) se entienda lo que quiero decir:

“Esta es una historia acerca de un hombre y su hijo y la madre del hombre. Al hombre recién mencionado se le llamará en esta historia el hombre o el padre; al hijo recién mencionado se le llamará en esta historia el hijo o el hijo del hombre; a la madre recién mencionada se le llamará en esta historia la madre o la madre del hombre. Se mencionarán otros personajes en esta historia, y cada uno de esos personajes se distinguirá de los demás personajes, pero ninguno de los personajes tendrá lo que pudiera considerarse un nombre por parte de cualquier persona que lea u oiga la historia. A toda persona que lea estas palabras u oiga estas palabras leídas en voz alta y desee que los personajes de la historia tuvieran cada uno un nombre se le invita a considerar la siguiente explicación, pero a recordar al mismo tiempo que las palabras de la explicación forman parte de esta historia.

Estoy escribiendo estas palabras en el lugar que muchas personas llaman el mundo real. Casi todas las personas que viven o han vivido en este lugar tiene o ha tenido un nombre. Cada vez que una persona me dice que él o ella prefiere que los personajes de una historia tengan un nombre, supongo que dicha a persona le gusta fingir, cuando está leyendo una historia, que los personajes de la historia están viviendo o han vivido en el lugar donde esa persona está leyendo. Otras personas pueden fingir sea lo que sea que quieran fingir, mas yo no puedo fingir que algún personaje en una historia que yo u otra persona haya escrito sea una persona que vive o ha vivido en el lugar donde me hallo sentado escribiendo estas palabras. Considero que los personajes de las historias, incluida la historia de la cual es parte esta oración, están en el lugar invisible que con frecuencia denomino mi mente. Me gustaría que el lector o el oyente advierta que he escrito la palabra están y no la palabra viven en la oración previa. (de ‘Boy Blue’, p. 284, mi traducción)

Murnane abre por lo tanto una ventana al lector, pero la construye a su manera y es tan estrecha que quien le lee está siempre constreñido por sus condiciones. Su escritura es mera autoficción, en el sentido de que nunca se evade de su propio mundo interior y recalca su intrínseca naturaleza ficcional.

El volumen ayuda, por otro lado, a entender mejor la trayectoria literaria de este singular (e inclasificable) autor australiano. Los temas son recurrentes: resurgen en sus relatos de la misma manera que aparecen en sus novelas: las combinaciones de colores de los jinetes en carreras de caballos que tienen lugar en el hipódromo de su imaginación. Libros cuyo contenido se olvida y reaparece en forma de imagen o sensación de haber creado una imagen en el momento de su lectura. Imágenes de paisajes inventados de lugares nunca visitados o solamente vistos en películas o en sellos filatélicos.

No es fácil explicar cómo es la obra de Murnane a quien no lo haya leído. En el relato titulado “In Far Fields” narra cómo se ve a sí mismo realizando una descripción de su mente a una estudiante en su curso de escritura creativa: “Durante los años mencionados en el primer párrafo de esta obra de ficción, a veces les decía a uno u otro de mis estudiantes en mi despacho que cualquier persona a quien le pagasen por enseñar a otras personas cómo escribir obras de ficción debería poder escribir, en presencia de una o varias de esas otras personas, la totalidad de una obra de ficción nunca escrita previamente y explicar al mismo tiempo qué había supuestamente causado que cada una de las oraciones de la obra fuese escrita tal como había sido escrita. Entonces escribiría una oración en una hoja de papel. Luego le leería la oración en voz alta a mi estudiante. Luego le explicaría a mi estudiante que la oración era el relato de un detalle de una imagen en mi mente. Explicaría además que la imagen no era una imagen que yo hubiera visto recientemente en mi mente por vez primera ni una imagen que yo viese en mi mente a largos intervalos, sino una imagen que veía en mi mente con frecuencia. Explicaría que la imagen de la que yo había comenzado a escribir estaba conectada por medio de fuertes sentimientos a otras imágenes en mi mente.

Entonces pasaría a decirle a mi estudiante que mi mente consistía únicamente de imágenes y sentimientos; que había estudiado mi mente durante muchos años y en ella no había encontrado otra cosa que imágenes y sentimientos; que un diagrama de mi mente semejaría un mapa vasto e intricado de imágenes para sus pequeños pueblos y con sentimientos por las carreteras que cruzan la campiña abundante en pastos que hay entre los pueblos. Cada vez que hubiese visto en mi mente la imagen de la que había comenzado a escribir justo en ese momento, le diría a mi estudiante, había sentido esos fuertes sentimientos que conducen de esa imagen lejana hacia la campiña repleta de pasto de mi mente y hacia otras imágenes, incluso si pudiera no haber visto todavía ninguna de esas otras imágenes. No dudaba, le diría a mi estudiante, que uno tras otro detalle de una tras otra de esas otras imágenes aparecería en mi mente mientras seguía escribiendo acerca de la imagen de la que había comenzado a escribir en la hoja de papel que tenía ante mí.” (‘In Far Fields’, pp. 218-9, mi traducción)

Las carreteras que cruzan la campiña abundante en pastos que hay entre los pueblos. Entrada a Warrugul, Victoria. Fotografía de Mattinbgn.
Todos los relatos que se incluyen en este volumen recopilatorio aparecieron en revistas o volúmenes diversos. Pese a su uniformidad y la recurrencia de motivos en la mayoría de ellos, hay uno que resalta porque difiere de todos los demás: ‘Land Deal’. En apenas cinco páginas y (lo que es inusual en Murnane) en primera persona del plural, Murnane adopta la voz del pueblo indígena que poblaba lo que es hoy en día Melbourne (Bunurong Boon Wurrung y Wurundjeri Woi Wurrung, de la nación Kulin) para narrar el tratado por el que vendieron su tierra a John Batman en 1835:

John Batman. Fotografía de Biatch 

“Ciertamente no teníamos motivos para quejarnos en aquel momento. Los hombres venidos de ultramar explicaron amablemente todos los detalles del contrato antes de que lo firmáramos. Por supuesto, había algunos asuntos menores que debiésemos haber cuestionado. Mas hasta los más avezados de nuestros negociadores se distrajeron al ver el pago que se nos ofrecía.

[…] Habíamos reconocido una correspondencia casi milagrosa entre el acero y el vidrio y la lana y la harina de los extranjeros y esos metales, telas y alimentos sobre los que tan frecuentemente postulábamos y especulábamos, o con los que soñábamos.” (‘Land Deal’, p. 45, mi traducción)

El relato se publicó por primera vez en 1980. Es evidente que, en 2021, por el tema en el que incide la técnica utilizada por Murnane no se sostiene. El mundo ha cambiado mucho desde 1980. Quizás no tanto como quisiéramos, pero no podemos dejar de aspirar a algo mejor.

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