30 nov 2021

Reseña: The Tribute, de John Byron

John Byron, The Tribute (South Melbourne: Affirm Press, 2021). 414 páginas.

Andries van Wesel, más conocido por su nombre latinizado, Andreas Vesalius, fue un médico flamenco del siglo XVI. Su más distinguida contribución a la ciencia fue la exhaustiva y completa descripción de la anatomía del ser humano, que condensó en un libro, titulado De humani corporis fabrica libri septem.

'El Maestro', según Porter. Estatua de Vesalius. Fotografía de Manuela Gößnitzer. 
En su excelente debut en el siempre dificil envite de la ficción, el australiano John Byron crea un espeluznante personaje obsesionado con rendir tributo a Vesalius. ¿Cómo? Con sacrificios humanos, utilizando víctimas propicias residentes en la gran conurbación de Sydney. Con cada una de sus víctimas, el cirujano asesino, Stephen Porter, reproduce uno de los capítulos del libro de Vesalius.

Sin embargo, Stephen no es el único criminal de esta novela. No se trata de un thriller al uso: prácticamente desde el principio la identidad del asesino nos es revelada. Cuando la dirección de la investigación va a parar a las manos del detective David Murphy, comienza el desarrollo de una trama excelentemente ideada y construida. Desde su puesto en el centro de asistencia al cliente del banco para el que trabaja, el asesino selecciona a sus víctimas. La policía no logra encontrar hilo alguno que conduzca hacia Porter. Hasta que el propio asesino cometa un error, naturalmente.

Y ese error se produce en unos grandes almacenes cuando una mujer engreída y egoísta se salta la cola de la caja para pagar sus compras. Porter la elige y la mata: ese será su error, porque en los centros comerciales siempre hay cámaras de circuito cerrado.

Para tratar de encontrar pistas que ayuden a la Policía de Nueva Gales del Sur a encontrar y detener al asesino en serie, Murphy recluta a su hermana Jo, académica experta en historia del arte. De hecho, en los primeros compases Jo ha dado una conferencia pública en la Universidad de Sydney, en la que ensalza los méritos de la Fabrica de Vesalius.

La portada de De humani corporis fabrica libri septem
Por medios nada lícitos Murphy identifica al blanco de la investigación policial. Porter logra escapar al cerco. Y es entonces cuando Murphy idea la trampa con la que quiere atraparlo. Y esa trampa implica el sacrificio de su esposa: Sylvia.

La novela despliega una estructura sumamente acertada. Pese a las subtramas que pueblan la narración, el ritmo es ágil. Los saltos en el punto de vista narrativo permiten que cambie constantemente la perspectiva entre el detective Murphy, Jo, Sylvia y el mismo Stephen Porter.

El autor incluye una breve introducción de cada uno de los tomos del libro de Vesalius: ‘Los huesos y los cartílagos’, ‘Los ligamentos y los músculos’, ‘Las venas y las arterias’, ‘Los nervios’, ‘Los órganos de nutrición y reproducción’, ‘El corazón y los órganos relacionados’ y ‘El cerebro’.

Murphy es sin duda el personaje central de la novela. El retrato que dibuja Byron del detective es absolutamente implacable. Un tipo brutal, alcoholizado y pendenciero, con algunos tintes de racismo y propenso violento, además de manipulador y misógino. De hecho, en la nota que sigue a la novela, escribe el autor acerca del verdadero tema de la novela: “la gente que sigue perpetrando las diversas formas de guerra doméstica asimétrica no captan este mensaje – el cual es, para dejarlo meridianamente claro: Que es inaceptable, qué mierdas, y ya es hora de parar, qué hostias. El control coercitivo, el abuso psicológico, el abuso económico, el aislamiento social, los insultos y humillaciones, la falta de respeto, la intimidación, la violación conyugal y la no conyugal, las palizas, los feminicidios: Todo eso tiene que terminar ya, y ha de ser para siempre. […] Con cada vez menos excepciones, nosotros, los hombres, somos los abusadores, nosotros somos los atacantes, nosotros somos los violadores, nosotros somos los asesinos. Esta epidemia no terminará mientras no la detengan los hombres. Y eso depende de nosotros, no de las víctimas. […]

En un libro en el que no faltan pasajes humorísticos – “… Ser poli ya es malo de por sí, pero trabajar en el comercio aplasta la fe que puedas tener en la naturaleza humana. Este es un sector que podría convertir al Dalai Lama en Vlad Țepeș, el Empalador.” (p. 249, mi traducción) – John Byron demuestra su profundo conocimiento del habla coloquial y las jergas en las calles y bares de Sydney. Detrás de este libro hay muchísima investigación, mucho trabajo de campo y un enorme amor por su ciudad natal. The Tribute fue finalista del Premio Literario del Premier de Victoria a manuscritos no publicados. Nada mal para un debut.

Además, encontrar mi nombre en las páginas dedicadas a los agradecimientos ha significado un hermosísimo detalle para mí. ¡Gracias a ti, John!

Wedding Cake Island, Coogee Beach. Fotografía de T. Wykes.

“Desde los altavoces llegaba la melodía surfera de Midnight Oil, ‘Wedding Cake Island’, en una llamada al orden para los nadadores en el extremo norte de la playa de Coogee. La excitada cháchara cesó al tiempo que el sonido de las guitarras se elevaba con la suave brisa otoñal de Sydney; justo entonces, sonó el pistoletazo de salida y se puso en marcha el Festival Anual de Natación de la Playa de Coogee. Jo entró corriendo en el agua, se zambulló por debajo de la ola que rompía en ese momento, reapareció en la superficie y aceleró con rumbo a Nueva Zelanda.

Tras rebasar Wedding Cake Island, pronto tuvo que enfrentar las sacudidas del oleaje en mar abierta al otro lado de las rocas durante unos cien metros, y luego viró hacia el canal entre el islote y la sólida base del promontorio del Sur de Coogee, dejando detrás la marejada. Tras pasar por delante de la Piscina de Señoras, los competidores nadaron en línea paralela a la playa, por detrás de las olas que rompían cerca de la orilla. Jo pisó el acelerador. Adelantó a la mayoría de los participantes, ya cansados, y entonces viró a la izquierda, se enganchó a la ola que llegaba por detrás de ella y que la impulsó hasta la orilla. Exultante y jadeando, cruzó la línea de meta: le ardían las piernas. Había hecho un tiempo un poco por encima de los cuarenta y seis minutos. Su plusmarca.” (p. 1, mi traducción) 

24 nov 2021

Dante's The Divine Comedy, translated by Clive James: A Review

Dante, The Divine Comedy (London: Picador, 2013). 526 pages. Translated into English by Clive James.

I confess to not having read Dante until now. I knew that the Divina Commedia is a 14th-century masterpiece and that it has influenced many a significant writer ever since it was published. When Clive James completed his lifetime project of translating it into English, I wanted to read it. His poetry I find extremely appealing and exquisite. How would an Australian poet manage such a huge challenge? I felt curiosity, even though the book has taken years to make it to the top of my reading list.

As a translator, I am aware that verse translation is an extremely demanding task. An oft-repeated dictum (thanks, Robert Frost) is that poetry is what gets lost in in the translation. When James took up the challenge of translating 100 Cantos, he was not only demonstrating his literary courage but also showing off his poetic skills. Was his decision not to include footnotes beyond the audacious? Was it doomed? The answer is no.

Every future student of translation should read his introduction to his massive effort. He sets out to make the poem acquire the fluidity in English that the original Tuscan Italian has. His most significant decision (and probably the most successful overall) is to write Dante into quatrains: abab, cdcd, and so on and so forth. Only the last two lines of every Canto are rendered as couplets.

To a 21st-century reader, however, the Divine Comedy is not as appealing a book as it would have been to Dante’s contemporaries. His is a realm of mostly spiritual, religious concerns which I have very little interest in, to be honest. What appeals me in this massive book is its lyrical qualities: the rhythm, the sparkle, the energy he infuses into his translation.

“For all the gold there is, and all that’s gone,/ Would give no shred of peace to even one/ Of these drained souls.” 'Hell', Canto 7. Illustration by Gustave Doré, 1857.

And yet it is true the brilliance is not everywhere across the book. Expecting absolute perfection throughout its 100 Cantos would be unreasonable. James skilfully shifts between formal and less formal registers. He does not translate for scholars but rather for ordinary readers. Having had the chance to translate Shakespeare into contemporary Spanish, I know how hard the challenge is, and how rewarding it can feel even when the translation is less than perfect.

I’ll quote one fragment, an example of what I mean by sparkle, freshness, and brilliance. It’s the beginning of Canto 8 from the ‘Purgatory’:

Now was the hour that longing turns around,

For sailors, towards what they left behind,

The hour that melts their hearts when, outward bound,

For just one day, the last light brings to mind

That they have said goodbye to dearest friends;

The hour that pierces the new pilgrim deep

With love, if he should hear what the bell sends

From far away, the sound of chimes that weep

In mourning for the dying day. It ends

In sadness…


As James’s reader, I am grateful for a translation that aims for readability, that eschews the footnotes and the scholarly paratext that normally accompany classics in our time. Highly recommended.

15 nov 2021

ACT Northern Border Trail: de Mulligans Flat a Hall

En 2013 se dio inicio a un fantástico proyecto en el Territorio de la Capital Australiana: el Sendero del Centenario (The Centenary Trail). En su totalidad tiene 145 km., y la dificultad varía considerablemente según la zona que atraviesa. Está concebido para senderistas y ciclistas de montaña. Este post cubre el tramo entre Mulligans Flat y la aldea de Hall.

La caminata recorre aproximadamente 15 km y tomará entre 3 y 4 horas, según el ritmo que uno aplique. Desde Mulligans Flat, el inicio es una exigente subida hasta el sendero propiamente dicho en el límite de la línea que divide Canberra de Nueva Gales del Sur.

El sendero sigue en gran medida esa línea divisoria, zigzagueando en dirección norte y noroeste primero, para después girar hacia el sur camino de Hall. Se pasa por Oak Hill, un lugar para acampar mantenido por el gobierno de Canberra (hay agua de lluvia y baños, pero está prohibido encender fuego) y One Tree Hill.

Hay tramos de pista en los llanos donde las bicicletas pueden avanzar muy rápido.

Vista panorámica del norte de Canberra, incluido Gungahlin, desde Oak Tree Hill.

Otra vista del norte de Canberra, en dirección sur hacia Belconnen.

El placer de encontrar y tocar árboles centenarios en el camino.

En las partes más boscosas no es inusual toparse con canguros, e incluso tímidos swamp wallabies como éste.

Un lagarto shingleback (Tiliqua rugosa) tomando el sol en los primeros días de la primavera de 2021 en mitad del sendero.

El sendero está muy bien señalizado. Además, el continuo paso de bicicletas de montaña ha dejado marcado el camino de manera inconfundible. El costado derecho (Nueva Gales del Sur) está completamente delimitado por las cercas de las granjas. 

Si los 15 km. no son suficientes, he aquí una idea: comienza la caminata desde Goorooyarroo Nature Reserve, al sur de Mulligans Flat y pernocta en el Northern Border Camp. No hay conexiones con el transporte público en ninguno de los lugares mencionados, pero sí hay paradas de autobús cerca de Mulligans Flat. Un autobús sale de Yass (Nueva Gales del Sur) y por Hall camino de Canberra, una vez al día, de lunes a viernes.

La calle principal de Hall. El pueblito cuenta con un bar, una cafetería y algunas tiendas más. Lamentablemente, no existe lugar alguno que ofrezca alojamiento.

14 nov 2021

Reseña: El hombre que se creía Vicente Rojo, de Sònia Hernández

Sònia Hernández, El hombre que se creía Vicente Rojo (Barcelona: Acantilado, 2017). 137 páginas.

La narradora de esta nouvelle de Sònia Hernández estaba atravesando una profunda crisis profesional y existencial cuando le surgió una magnífica oportunidad de tratar de relanzar su vida. Desde muy bajos niveles de autoestima y un desolador horizonte profesional, anímico y familiar, tras conocer a un famoso pintor la señora puede escribir un reportaje o un artículo para el periódico en el que solía trabajar.

La oportunidad se le presenta cuando su hija Berta se desmaya mientras escrutaba uno de los cuadros del pintor Vicente Rojo, expuesto en su instituto. El hecho es, sin embargo, que Berta estaba jugando a algo que ella denomina prosopagnosia. La prosopagnosia es un trastorno de carácter neurológico que ocasiona que quien lo padece no pueda reconocer los rostros de personas que ya conoce. Berta suele jugar frente al espejo en casa o con compañeros de clase: aguantan la respiración hasta que la falta de oxígeno en sus cerebros distorsiona la visión de las personas y objetos que tienen delante.

Es el pintor quien ayuda a Berta a volver a su casa. El entorno doméstico está muy lejos de ser el ideal para una adolescente obsesionada con la fealdad. Todo es feo, según Berta. Comenzando por ella misma. El padre se marchó. La madre tiene serios problemas de sobrepeso. Cuando conoce al hombre que dice ser Vicente Rojo, se agarra a la circunstancia de tener a su alcance una posible exclusiva con el pintor como a un clavo ardiendo. ¿Una salida, un augurio de superación personal y logros profesionales que barrunten un regreso a una existencia más tolerable?

Vicente Rojo: El verdadero. Fotografía de Milton Martínez - Secretaría de Cultura CDMX. 
La narración está concebida como una suerte de confesión. Y es este tema el que explota la autora con cierta fruición. Tenemos por lo tanto una narradora nada fiable inmersa en una fuerte crisis existencial que desearía reconvertirse en algo. Pero Hernández lo que hace es rizar el rizo: la madre es un personaje que se cree voz narradora poco fiable. Al comienzo de la historia repite hasta tres veces que su edad es cuarenta y tres años. Y que a esa edad, pues debe estar cerca del final. ¿De qué? Ni se sabe, ni realmente importa.

La segunda parte del libro apenas desarrolla la trama. Berta sugiere que sea el pintor, sea Vicente Rojo o no, quien ayude a la comunidad escolar del instituto a pintar un gran mural en honor de su compañero y amigo Mario, que ha sido diagnosticado con una grave enfermedad. El hombre que se cree Vicente Rojo titubea, no tiene nada claro que su contribución vaya a tener significancia. Pero la madre insiste y le visita en su estudio en entrevistas que con cada vez mayor frecuencia semejan ser sesiones terapéuticas. La labor periodística deja de ser una prioridad.

También el pintor terminará confesando su mentira vital. La lección que nos invita a extraer El hombre que se creía Vicente Rojo, pienso, es que todos podemos reinventar nuestra persona, romper con el pasado para construir una nueva identidad que nos satisfaga. O que nos deje vivir en paz. Y eso merece celebrarse con una opípara merienda, aunque solo sea por superar una vez más la sensación de que llegaba un final de algo. ¿De un libro sobre un hombre que se creía Vicente Rojo?

23/12/2021. My slightly different review of the English translation of the book (published as Prosopagnosia) has appeared in The AALITRA Review (16) 2021.

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