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26 jun 2018

Reseña: Selection Day, de Aravind Adiga

Aravind Adiga, Selection Day (Londres: Picador, 2016). 331 páginas.
Una costumbre muy australiana que he adoptado es la de sentarse delante en el taxi, en el asiento del copiloto, cuando eres el único pasajero. Esta práctica tan igualitaria y desembarazada te permite compartir buenas charlas con el taxista. Como por mi trabajo suelo tomar taxis al y del aeropuerto, en esos trayectos (que suelen durar casi media hora) coincido con muchos taxistas de origen indio. Y más tarde o más temprano terminamos hablando de cricket, la verdaderamente gran pasión deportiva del subcontinente.

A quien nunca haya oído hablar del cricket como obsesión de los más de 1.000 millones que viven en la India le recomiendo que busque – aunque sea sólo por pura curiosidad – los emolumentos que reciben los jugadores que participan en la IPL. No es de extrañar que los muchachos que malviven en los suburbios de las metrópolis indias sueñen con triunfar en el mundo del cricket, el (mal) llamado ‘gentleman’s game’. Uno podría nombrar como ejemplo la historia de un pelusa argentino artista con el balón, y cómo el dinero transformó su vida.

Radha Krishna y Manjunath son los dos hijos de Mohan Kumar, vendedor ambulante de chutney, venido de un entorno rural a Mumbai, donde se unió a la ingente marea humana que busca su suerte en la descomunal ciudad a orilla del Mar de Arabia. Los dos muchachos tienen talento para el cricket: su padre realiza ofrendas frecuentes al dios del cricket, y obliga a los dos adolescentes a entrenar día, tarde y noche, y a seguir absurdos hábitos de higiene y cuidado personal. Llegado el momento, vende el futuro de sus hijos con un contrato de patrocinio a un empresario de dudosa moralidad.

Complejo Bandra Kurla de Mumbai. Aviga lleva a Javed y Manju a pasar un buen rato. O algo parecido a un buen rato.
¿Dónde está la madre de los chicos? En su momento hizo las maletas y huyó de la crueldad y violencia del monstruo con el que se casó. Radha y Manju han crecido sin su madre, supeditados a las tiránicas imposiciones y castigos de un psicópata obsesionado con ganar dinero sacrificando a sus hijos.

La novela sigue los altibajos en la carrera de los dos jóvenes jugadores. Si en un primer momento Radha parece destinado a triunfar, es Manju quien finalmente se erige como gran promesa del cricket indio. Pero Aviga tiene otros temas en mente: el despertar de los adolescentes a la sexualidad. Manjunath Kumar entabla amistad con otro jugador, un musulmán de clase acomodada llamado Javed, cuya indiferencia ante el prospecto de alcanzar los laureles del éxito deportivo y su rechazo a las imposiciones paternas siembran la duda en el más joven de los hermanos.

Como hizo en The White Tiger, y en Last Man in Tower, Aviga realiza aquí una dura crítica de la India del siglo XXI, abarcando temas como la desigualdad social, la violencia de género, la religión y sus tabúes y dogmas represivos, o el descubrimiento de la sexualidad entre los adolescentes bajo la fuerza irreprimible de la cultura patriarcal en una sociedad sexista y misógina. La historia de Radha y Manjunath nos hace reflexionar sobre el porvenir que escogemos desde pequeños: ¿hay realmente opciones en un lugar como los suburbios pobres de Mumbai?

Sachin Tendulkar, el "pequeño Maestro" al que aspiran en convertirse miles de jóvenes jugadores en toda la India. El esbozo  es obra de Sohambanerjee1998.
Aviga crea personajes ciertamente plausibles, algunos llenos de contradicciones. Por ejemplo, un cazador de talentos apodado Tommy Sir, que reflexiona sobre el cricket en India en estos términos:
“Ay, mi tesoro, mi cricket. Amañado, hecho una mierda.
Tommy Sir podría haber roto a llorar.
¿Cómo fue que esto, nuestra armadura, el símbolo de nuestra caballerosidad, nuestro propio Roncesvalles, nuestra Excalibur, se haya transformado en lo opuesto, y se haya convertido en algo tan repugnante?” (p. 163, mi traducción)
Pues eso. Porque es el propio Tommy Sir quien deja a los dos jóvenes jugadores en las garras del inescrupuloso Anand Mehta y sucumbe a las exigencias del padre.

Está claro: quien no consiga triunfar como bateador para el combinado selecto de Mumbai siempre tendrá la posibilidad de conducir taxis en Melbourne, o Sydney, o Canberra (atención: modo sarcasmo: la mayoría de los taxistas indios en Australia con quienes he hablado son graduados, pero se ven obligados a tomar ese trabajo a falta de mejores ofertas.)

Aviga demuestra con Selection Day ser un autor mordaz, dueño de una inquebrantable mirada crítica, ducho en el uso del lenguaje para conseguir los efectos que busca. Aunque debido a su temática deportiva (un deporte totalmente desconocido en los países de habla castellana), dudo mucho que esta novela llegue a aparecer en el mercado latinoamericano. Lo cual es una pena.

31 jul 2013

Reseña: Last Man in Tower, de Aravind Adiga

Aravind Adiga, Last Man in Tower (Leicester: WF Howes, 2011). 599 páginas.

Una película que más me gustaba compartir con los estudiantes de español avanzado, hace ya años, fue La comunidad de Alex de la Iglesia, y con Carmen Maura en el papel estelar. Se trataba de una comedia negra en la que se esboza un retrato despiadado de una comunidad de vecinos madrileña, en una crítica atroz de la codicia y la envidia que pueden vivir en cuerpo y alma tras las paredes de los apartamentos contiguos al nuestro. En Last Man in Tower, Aravind Adiga nos introduce en otra comunidad de vecinos, pero el escenario no es el centro de Madrid sino uno de los barrios de la populosa ciudad india de Mumbai.

Para ver el tráiler de La Comunidad, haz clic aquí.

Vakola es uno de los polos del imparable desarrollo urbanístico de Mumbai; es terreno abonado para la corrupción de los promotores inmobiliarios. Shah, rico hecho a sí mismo, es el halcón inmobiliario que quiere echarle sus garras a un viejo edificio en el que vive una bien avenida comunidad multirracial con diferentes creencias religiosas. Un total de quince apartamentos, en los que viven unas trece familias y una joven periodista sola, y uno de los pisos está desocupado. Shah proyecta construir un gran complejo de apartamentos de lujo, y para ello debe comprar el edificio de la Vishram Society.
Marina Drive, Mumbai (Fuente: Wikicommons Images)
El edificio ya no tiene el esplendor de sus primeros años: los monzones han dejado huella, y el poder adquisitivo de los propietarios no es tan alto que les permita hacer reparaciones costosas. El olor del dinero o el brillo del oro pueden ser suficientes para convencer a la mayoría de ellos de que vendan. Si bien en un principio no todos estarán dispuestos a marcharse, poco a poco la codicia y la esperanza de mejorar su posición económica hacen mella en su determinación. Solamente un viejo maestro que cuenta con el respeto de todos ellos se mantiene en su oposición a la oferta del promotor, pero con el paso del tiempo los demás lo verán como el obstáculo entre ellos y el dinero.

Una narración cronológica que comienza un 11 de mayo con la visita de un joven muy bien vestido a la Vishram Society. El joven hace muchas preguntas sobre el edificio y sus residentes y propietarios. La historia avanza hasta la fecha límite que les ha puesto el promotor para que todos firmen el acuerdo con su empresa inmobiliaria. Un par de días después el temido desenlace tiene finalmente lugar (si bien no en la forma que uno pudiera haber esperado). La parte final de la novela se sitúa ya a fines del mismo año, concretamente el 23 de diciembre, cuando algunos de los personajes se reúnen otra vez en la playa de Juhu alrededor de un partido informal de cricket.
La playa de Juhu, Mumbai. Fuente: Wikicommons Images.
La comunidad de Vishram Society constituye un retablo de la ciudad de Mumbai, pero Adiga centra la narración en los dos personajes que definen el conflicto, y que curiosamente nunca llegan a conocerse. El primero es Masterji, viejo maestro viudo, ya retirado pero testarudo y orgulloso, que persiste en vivir en la sola compañía de los recuerdos de su difunta esposa y de su hija, fallecida muchos años antes en un accidente de tren. El otro es el promotor inmobiliario, un empresario sin moral, implacable y emprendedor, rápido y sagaz a la hora de hacer entrega de un soborno a la policía, o de comprar los servicios de unos matones para que le den un buen susto a algún anciano inquilino díscolo.

Adiga indaga en la gradual degeneración moral de los vecinos de Masterji, quienes a medida que se acerca la fecha límite que el promotor les ha dado para formalizar la venta del inmueble se vuelven más impacientes, y su malquerencia hacia Masterji  adquiere tintes grotescos, llegando a embadurnarle la puerta de la casa con la caca de Ramu, el hijo con síndrome de Down de la Sra. Puri, su vecina.

Como en su anterior novela (publicada en 2008) que ya reseñé en 2011, The White Tiger, Adiga no escatima recursos para llevar al lector a considerar los temas de la codicia y la corrupción, y la desintegración moral que, según parece, es tan sencillo causar en personas cuya única esperanza de una vida mejor puede ser la oferta de un promotor inmobiliario. Sin embargo, esta no es una obra que despliegue la imparable fuerza y el ímpetu de la ya reseñada Behind the Beautiful Forevers de Katherine Boo, que trata también de la ciudad de Mumbai. Last Man in Tower vale como obra de ficción: Adiga maneja bien el suspense hasta el final, pero los personajes están un poco desdibujados.

Como en el caso de los personajes de La comunidad, tras haber cruzado un determinado umbral, ya no hay marcha atrás ni freno. El futuro se escribe con la tinta de los billetes del Banco de India. Agárrense fuerte al autorickshaw, porque el viaje puede ser movidito.
Fuente: Wikicommons Images.


27 sept 2011

Reseña: The White Tiger, de Aravind Adiga


Aravind Adiga, The White Tiger (Londres: Atlantic Books, 2008). 321 páginas.

Lo primero que llama la atención de The White Tiger es el formato que adopta su autor: escrita en forma de larga carta dirigida al Primer Ministro de la República Popular China en la víspera de su visita oficial a India, puede que esta sea un brillante ejemplo del género de la picaresca en el siglo XXI. En un descarnado relato en primera persona, el narrador nos va haciendo un retrato de su inmenso país, examinando con cierto distanciamiento los contrapuntos entre la inmensa pobreza y miseria de los desposeídos frente al poder despiadado de los privilegiados.


La historia del narrador, Balram, nos lleva desde sus orígenes en un villorrio en lo que él denomina “the Darkness” hasta sus oficinas en la ciudad de Bangalore, instalado como exitoso empresario. El suyo es un largo viaje, tanto físico como metafórico, desde Laxmangarh, el pueblo, cercano a uno de los lugares de peregrinación de los hindúes, del cual dice con sorna: ‘Me pregunto si Buda cruzó las calles de Laxmangarh – hay algunos que dicen que lo hizo. Para mí, que lo hizo a la carrera – tan rápido como pudo – y que cuando llegó a la otra punta, ¡nunca se volvió para mirar!’


Su vida, que habría estado destinada a la miseria y encuadrada siempre por el sistema de castas, cambia cuando, tras haber aprendido a conducir, consigue trabajo como chófer del hijo del terrateniente del pueblo, al cual asesinará, según confiesa al principio de su relato.


En su nuevo trabajo se traslada a Delhi, donde es testigo de los arreglos corruptos de la clase política india. Las desigualdades se hacen explícitas en sus descripciones: mientras sus amos viven en el lujo más absoluto y sobornan a políticos, policías y jueces, los que tienen la fortuna de servirles (por unos salarios ínfimos) viven en los sótanos de las torres de apartamentos, infestados de cucarachas y mosquitos, siempre atentos a las llamadas urgentes que requieren sus servicios.


Balram no reclama en ningún momento ninguna autoridad moral. Sabe que es un asesino, es consciente de su inmoralidad y de su cinismo; tal como hiciera el Lazarillo en el siglo XVI, Balram nos dice que ha triunfado porque ha dejado de ser un esclavo: 'I’ve made it! I’ve broken out of the coop!'. Al matar a su amo y robarle la fortuna que iba a entregarle a los políticos corruptos, Balram rompe sus cadenas y sale para siempre de la jaula que es India para los pobres.


Hay en la novela un tono subyacente de protesta, de ira, y también de compasión para quienes nunca podrán salir de esa jaula. Balram es más antihéroe que otra cosa: un rufián sin escrúpulos que elabora en su larga misiva al Presidente chino (escrita a lo largo de siete noches) una perspicaz alegoría sobre la sociedad india de principios del siglo XXI. Una de las escenas más acertadas es la descripción de los ricos haciendo footing, encerrados en el condominio de la torre de apartamentos, dando vuelta tras vuelta por el patio de cemento mientras los criados les sujetan las toallas y las botellas de agua mineral.


A pesar de ese subrepticio sarcasmo, a pesar del humor que desborda el relato, desde la primera página hay un recurso narrativo que no termina de cuajar al cien por cien: Balram nos cuenta su historia en inglés, idioma que, según nos dice, ni siquiera es capaz de hablar. Es una voz mediada por el autor (quien completó sus estudios en las universidades de Columbia y Oxford). Para muchos lectores (en especial para quienes no conozcan India en profundidad, como es mi caso) eso no supondrá ninguna mella, ni la disfrutarán menos.


The White Tiger fue premiada con el Man Booker de 2008. Es un relato que cautiva desde el primer párrafo. Te dejo aquí mi traducción de las dos primeras páginas.
Para el despacho de:
Su Excelencia Wen Jiabao,
Oficina del Primer Ministro,
Beijing,
Capital de China, nación amante de la libertad

Del despacho de:
‘El tigre blanco’
Un hombre que piensa, un emprendedor
Residente en el centro mundial de la tecnología y de la subcontrata
Ciudad de la Electrónica, Fase 1 (en las inmediaciones de Hosur Main Road),
Bangalore, India

Señor Primer Ministro:
Excelencia,
Ni usted ni yo hablamos inglés, pero es que hay algunas cosas que solamente pueden decirse en inglés.
Pinky Madam, la exmujer de mi antiguo empleador, el Sr. Ashok, me enseñó una de esas cosas; y hoy, a las 23:32 horas, que fue hace ahora unos diez minutos, cuando la señorita de Radio Nacional India anunció que ‘el Primer Ministro Jiabao visitará Bangalore la próxima semana’, enseguida dije eso mismo.
De hecho, cada vez que hombres ilustres como usted visitan nuestro país, lo digo. No es que yo tenga nada en contra de los hombres ilustres. En cierto modo, Excelencia, yo me considero uno de ellos. Pero cada vez que veo a nuestro Primer Ministro y a sus distinguidos compinches de camino al aeropuerto en sus coches negros, y cómo se bajan de ellos y hacen sus namastes ante ustedes, frente a las cámaras de TV, y cómo les hablan de lo recta y venerable que es la India, pues me sale decir esa cosa en inglés.
Su Excelencia nos visita esta semana, ¿no es verdad? La Radio Nacional India es normalmente de fiar para estas cosas.
Era una broma, Excelencia.
¡Ja!
Por eso quiero preguntarle a usted directamente si de verdad va a venir a Bangalore. Porque, si es cierto, tengo algo importante que decirle. Fíjese, la locutora de la radio dijo: ‘El Sr. Jiabao tiene una misión: quiere conocer la verdad sobre Bangalore.’
Se me heló la sangre. Si hay alguien que sabe la verdad sobre Bangalore, soy yo.
Luego, la locutora anunció: ‘El Sr. Jiabao quiere conocer a algunos empresarios indios y escuchar el relato de sus éxitos de sus propios labios.’
La locutora explicó un poquito.
Parece ser, Excelencia, que ustedes los chinos están por delante de nosotros en todos los aspectos, excepto que ustedes no tienen empresarios.
Y nuestra nación, aunque no tenga agua potable, ni electricidad, ni un sistema de alcantarillado, ni transporte público, ni sentido de la higiene, ni de la disciplina, ni de la cortesía, ni de la puntualidad, sí cuenta con empresarios. Miles y miles de ellos.
Especialmente en el campo de la tecnología. Y esos empresarios — nosotros los empresarios — hemos montado todas estas empresas de subcontratas que virtualmente dirigen América en la actualidad.
Usted espera aprender cómo crear algunos empresarios chinos, por eso está aquí de visita. Eso me ha hecho sentirme bien. Pero entonces me di cuenta de que, de conformidad con el protocolo internacional, el Primer Ministro y el Ministro de Asuntos Exteriores le recibirán en el aeropuerto, con guirnaldas de flores, pequeñas estatuillas de sándalo para llevarse a casa, y un librito repleto de información sobre el pasado, el presente y el futuro de la India.
Y fue entonces cuando me salió decir esa cosa en inglés, excelencia. En voz bien alta.
Eso fue a las 23:37. Hace cinco minutos.
Yo no suelo soltar tacos ni maldigo. Soy un hombre de acción y de cambio. Fue ahí, y en ese instante, que decidí comenzar a dictar una carta dirigida a usted.

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