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6 abr 2024

Kangaroo Island Wilderness Trail

El Kangaroo Island Wilderness Trail es un sendero de unos 66 km. de longitud, que normalmente se hace en cinco días. Si además caminas algunos de los pequeños recorridos sugeridos por la guía oficial del Parque, la distancia total puede superar fácilmente los 72 km. El sendero discurre por el Parque Nacional Flinders Chase, en el oeste de la Isla de los Canguros. Las guías recomiendan emprenderlo entre finales de marzo y principios de noviembre, cuando el calor no aprieta tanto.

El sendero se inauguró en 2016, pero tras los brutales incendios que en diciembre de 2019 y enero de 2020 redujeron casi el 40% de la superficie de la isla a cenizas estuvo cerrado hasta diciembre de 2023. La recuperación, no obstante, es evidente en todo el trayecto. Se calcula que más de 40.000 koalas (por mencionar solo una de las especies más características de la zona) perecieron en los incendios.

El sendero se puede hacer pernoctando en los campamentos del Parque Nacional (hay que obtener el permiso pertinente y pagar por ello) o mediante el sistema de transporte diario desde tu alojamiento al inicio de cada etapa diaria y recogida (acordada con el conductor) unas cuantas horas después.

La mejor manera de llegar a la isla es con el transbordador de SeaLink. El viaje dura unos 50 minutos y puedes llevar tu propio vehículo. 
La isla no es ni pequeña ni grande. La población permanente no llega a los 5000 habitantes.
Uno de los koalas residentes en el Discovery Caravan Park en Karatta, que hacen las delicias de los huéspedes.

Día 1: Rocky River (unos 15 km.) Desde el cruce de South Coast Rd con West End Highway hasta Snake Lagoon.
El inicio del sendero está muy bien acondicionado. El nuevo Centro de Visitantes del Parque Nacional Flinders Chase abrirá en los próximos meses. 
Tras unos dos o tres kilómetros en dirección norte, el sendero llega a unas charcas donde a veces se pueden avistar ornitorrincos. Tras rodear el recinto, la senda gira hacia el oeste, camino de la costa. En algunas partes de la ruta, la vegetación está recuperando su frondosidad.
El mirador de Pardalote se encuentra más o menos a mitad de camino. Las vistas son del Rocky River. 
En este paraje del río, a unos dos kilómetros del punto final del trayecto del primer día, llamado The Cascades, se forma una charca lo bastante grande como para albergar una pareja de ornitorrincos, cuyas cabezas asomaron breves instantes mientras engullíamos el almuerzo.
Si ha habido fuertes lluvias en el área, el sendero ofrece la opción de evitar el lecho del río, que en verano suele estar seco.
Rocky River.
La erosión de la roca arenisca en el lecho del río ha creado algunas formas sorprendentes. Lo que yo veía eran los dedos de los pies de unos gigantes enterrados bajo el lecho del río. 

Día 2: Maupertius Bay (unos 19 km.) Desde Snake Lagoon/Rocky River hasta el Faro del Cabo de Couedic o Admiral's Arch.
Rocky River cerca de su desembocadura en Maupertuis Bay.
En la desembocadura de Rocky River se ha formado una preciosa playa de arena. 
A veces es importante saber los horarios de las mareas. Unos dos kilómetros adelante, el sendero ofrece dos opciones: por las dunas o por la orilla de la playa de Maupertuis.
Un ejemplo de la flora de la zona de las dunas.
La playa de Maupertuis.
Tras atravesar la playa, el sendero sube hacia los acantilados y los sigue en dirección sur. Esta parte del sendero queda muy expuesta, tanto al viento como al sol o la lluvia, según sea el día. La vegetación es escasa y se ha adaptado a las condiciones.
El sendero discurre por un terreno sin lugares para resguardarse de la lluvia. El suelo es rocoso y arenoso. La senda está, por lo general, bien señalizada, aunque en algunas partes hay que pararse y buscar la senda. El sentido común, no obstante, te dice que el océano va a estar en todo momento a tu derecha. 
Los acantilados, con la playa de Maupertius al fondo. Durante toda la caminata te acompaña el rítmico rumor del oleaje. Desde la llegada de los colonizadores europeos, esta parte de la costa fue escenario de numerosísimos naufragios. El océano Austral no perdona.
Un solitario canguro junto al sendero. La especie autóctona de la Isla de los Canguros tiene un pelaje mucho más oscuro y grueso y suele ser de tamaño algo más pequeño que las otras especies dominantes en el resto del continente. 
El final del itinerario del segundo día lleva por una pista de mantenimiento de la línea eléctrica. Al fondo, el faro.
Las focas son el mayor aliciente que atrae a los autobuses de turistas a Admiral's Arch. Hay otros lugares de la isla donde es posible avistarlas, pero en este lugar están muy cerca.

Día 3: Sanderson Beach (unos 16 km.) Desde Weir's Cove hasta Banksia Camp/Sanderson Beach.
Construida a principios del siglo XX, esta casa en Weir's Cove sirvió para almacenamiento de víveres y alojamiento de quienes construyeron el faro del cabo de Couedic. La ruina forma parte ahora del patrimonio del Parque Nacional Flinders Chase.
Los acantilados de la costa sur de la isla son, en algunas partes, incluso más altos que los de la oeste.

Por alguna razón que desconozco y que en todo caso no me resultaría lógica, el sendero se adentra en el interior del Parque Nacional en vez de seguir la costa. Hay una carretera que discurre pegada a los acantilados y que lleva a las Rocas. El sendero agrega unos cuatro kilómetros al trayecto, pero no es eso lo peor. Es increíblemente monótono y apenas hay puntos de referencia en el horizonte.
Remarkable Rocks (Las Rocas Asombrosas): punto de parada obligada para los autobuses que, cargados de turistas y sus teléfonos móviles, quieren hacerse decenas de fotos que pueden luego compartir en sus redes sociales. Son unas moles de granito que el tiempo ha erosionado hasta formar un conjunto de ... pues eso, rocas asombrosas. 
El color que impregna la roca es real.
En esta playita protegida por muchas rocas no tan asombrosas, a unos cincuenta metros del sendero, se puede avistar una fantástica colonia de focas. Las que estaban en el remanso se lo estaban pasando pipa, dando saltos y jugueteando. Poder observar animales disfrutando de su entorno es todo un lujo.
¿Puedes verlo? Busca las púas... Tras el arbusto se esconde un equidna, que no me dio tiempo a hacerle una foto de cuerpo entero.
Este lagarto sí se dejó fotografiar. Merodeaba el campamento donde termina esta parte tercera del Kangaroo Island Wilderness Trail.
El incendio de 2020 arrasó todas las instalaciones del Parque Nacional Flinders Chase. Banksia Camp ofrece ahora unas instalaciones muy buenas. Incluso hay una terraza para organizar una cena al fresco si tras andar casi 50 kms. en tres días te quedan ganas...

Día 4: Grassdale (unos 13 km.) Desde Banksia Camp hasta Hanson Beach.

El inicio de la cuarta etapa se hace por una pista desde el campamento hacia la playa de Sanderson. El sendero se retoma cerca de la playa, a mano izquierda.
Espectaculares vistas mirando hacia el este del océano Austral, en la costa sur de la Isla de los Canguros.
La vista hacia el oeste. Se pueden divisar las Rocas en la distancia.
Este paraje tiene uno de los nombres más curiosos que he oído en mucho tiempo: Cape Younghusband.
El sendero cruza la finca donde se ubica un alojamiento de lujo total, de esos que cobran 2500 euros la noche con pensión completa. Al estar rodeado por el Parque Nacional Flinders Chase, el acceso no está vedado a quienes realizan la caminata de cinco días. 
Este canguro parecía medio ciego y algo sordo. No reaccionó cuando pasamos a su lado.
Una vez dejas atrás el lujoso Southern Ocean Lodge, el sendero sigue hacia el este, entre los eucaliptos que siguen recuperándose del fuego que masacró la fauna y la flora de buena parte de la isla. 
El contraste entre las ramas superiores chamuscadas en 2020 y la vegetación que se ha regenerado desde entonces es visible en toda la isla.
Final de la cuarta etapa: Hanson Beach.

Día 5: Kelly Hill (unos 8 km.) Desde Tea Tree Camp o Hanson Beach hasta Kelly's Caves.

Al poco de iniciar el quinto día del sendero, tienes la opción de cruzar el río (River South West) con este bote, tirando de la cuerda. La otra opción consiste en caminar hasta la playa, recorrerla toda y conectar con el sendero un poco más adelante.
La senda se sitúa entre un sistema de dunas a la derecha y otro sistema de lagunas, en su mayoría secas en esta época del año. 
Uno de los pocos eucaliptos centenarios que parece haber sobrevivido a los incendios.
Wilderness Lagoon todavía tiene agua después de un caluroso verano.

La senda, camino de Kelly Hill.
En el habla colonial del siglo XIX, esta majestuosa planta (Xanthorrhoea), también llamada grasstree, era conocida como Blackboy. Su flor es un larguísimo tubo de color oscuro y destaca entre los arbustos. Véase la siguiente fotografía.  
Tras caminar cerca de diecisiete horas (a una media de aproximadamente 3,85 km/hora, que no está nada mal) y recorrer los 66 kilómetros del sendero y unos tres o cuatro extra, llegas a tu meta. Han valido la pena los dolores, los sudores y los muchos pinchazos de los arbustos.

7 sept 2023

Reseña: The Shrinking Nation, de Graeme Turner

Graeme Turner, The Shrinking Nation (St. Lucia: UQP, 2023). 232 páginas.

El próximo catorce de octubre será un día importante en Australia. La ciudadanía debe decidir (puesto que el voto es obligatorio) en referéndum si aprueba o no una enmienda a la Constitución, por la cual los pueblos originarios pasarían a contar con un órgano consultivo y asesor propio, que aportaría sus puntos de vista al ejecutivo federal en relación con todos los temas que les afectan, en un nivel político similar al del parlamento federal.

El Profesor Graeme Turner ha publicado hace apenas tres meses este ensayo en el que denuncia la desastrosa situación a la que la miopía, cuando no la incompetencia, la desidia o incluso la perversidad de diversos gobiernos que los australianos hemos sufrido en las dos últimas décadas ha abocado al estado-nación.

Turner es historiador cultural. Ha estudiado en profundidad las transformaciones y vicisitudes por las que la cultura política australiana ha pasado desde la segunda mitad del siglo XX hasta nuestros días, y los resultados de sus investigaciones apuntan «a un cambio en la política cultural del país tan dramático que debe hacer que nos preguntemos qué lo ha impulsado. ¿Qué nos dice la manifiesta aceptación por parte de los australianos de la resistencia de sus políticos al cambio acerca de la cultura, el desplome de la confianza en la política y la democracia, el grado variable de identificación con los intereses de la nación y cómo se conceptualizan exactamente dichos intereses en la mente de los ciudadanos?» (p. 38, mi traducción).

Y no es que Australia sea un caso singular. En los últimos diez o quince años, la mayoría de las democracias occidentales han visto que la tendencia a enfrascarse en agrios enfrentamiento entre los actores políticos no solamente socava la estabilidad de la acción de gobierno sino que puede llevar a hechos lamentables de violencia e insurrección en nombre de falsos mesías y espurios salvadores de la libertad. El prácticamente absoluto cierre de las fronteras del país durante casi dos años por la pandemia del Covid-19 fue visto por muchos australianos como un recorte de sus libertades más que un mecanismo de protección a la ciudadanía. Fue un arma de doble filo, sin duda: «Australia es el único estado-nación que no solamente se negó a permitir que miles de sus ciudadanos regresaran a su casa mientras buscaban refugio de la pandemia o trataban de reunirse con sus familias, sino que además prohibió a sus ciudadanos, a los titulares de visados temporales, los residentes permanentes y los titulares de la doble nacionalidad salir del país. […] En tanto que provocación a ese sentido de pertenencia a la nación que sintieron los australianos, así como a sus derechos humanos como ciudadanos de un país soberano, es difícil imaginar alguna otra acción de la Commonwealth de Australia que socavara más sustancialmente la confianza en el gobierno». (p. 81, mi traducción).

Alguien dejó este mensaje en tierra Bidjigal, en lo que se conoce como Mascot, cerca del aeropuerto de Sydney en diciembre de 2022. Por mucho que se les haya robado, humillado y maltratado... Estas tierras siempre han sido, son y serán de los pueblos indígenas australianos. Fotografía de Kgbo. 

La severa crítica que Turner hace de los gobiernos federales desde el comienzo del siglo XXI está perfectamente justificada y comprende ambos lados del espectro parlamentario, tanto la coalición liberal-nacionalista como el partido laborista, y los medios de comunicación de masas, en particular el conglomerado mediático propiedad de Rupert Murdoch.

Turner es particularmente duro con los primeros ministros Abbott y Morrison, pero el autor ahonda en las causas de este deprimente escenario en el que los cimientos de la sociedad australiana parecen haberse desmoronado: las llamadas guerras culturales. «…ha habido una enérgica utilización de la idea de cultura como arma divisoria, en una escrupulosa obstrucción a los proyectos de construcción comunitaria anteriormente descritos. Estas guerras culturales han abarcado décadas, y sus repercusiones sociales y culturales de largo plazo han explotado el profundo filón del prejuicio y la división tan arraigado en la cultura y la sociedad australiana». (p. 167, mi traducción)

El capítulo final del libro, a modo de conclusión, lleva por título ‘Somewhere in here, there is a better country trying to get out’ [En alguna parte, aquí dentro, hay un país mejor que intenta emerger]. The Shrinking Nation es un oportuno libro de publicación muy reciente —apareció en junio— y plantea significativos interrogantes tras un muy completo estudio de los problemas que aquejan al sistema político australiano actualmente.

Uno quisiera pensar que el domingo quince de octubre, este país, al que me sumé hace más de dos décadas, amanezca mejor. Que los australianos habremos decidido dar un paso adelante en pos del progreso y la armonía. Los sondeos, sin embargo, no son nada halagüeños y no son motivo de optimismo. En mi opinión, tras la magnífica percepción que la organización del Mundial Femenino había transmitido al mundo, la comunidad internacional estará más que decepcionada si no damos este importante paso adelante. Tiempo al tiempo. Ojalá este 14 de octubre sea un día de celebración para todos; y en todas partes.

19 ago 2023

Reseña: Australian Deserts: Ecology and Landscapes, de Steve Morton

 
Steve Morton, Australian Deserts: Ecology and Landscapes (Melbourne: CSIRO Publishing, 2022). 298 páginas.

Para quienes no han visitado Australia, comprender las distancias, la vastedad del continente, resulta difícil. Si llegas al país en avión, cuando el aparato procedente de algún aeropuerto asiático o del Oriente Medio empieza a volar por encima de la costa del noroeste, has de saber que te quedan todavía cuatro horas y media hasta llegar a Sydney o Melbourne. Esas cuatro horas y pico, el avión va a estar cruzando la enorme extensión desértica del corazón de Australia.

Leerse este libro de Steve Morton equivale prácticamente a hacer una asignatura de un curso de posgrado en ecología del desierto australiano. Es, en cierto modo, un libro de texto a la vieja usanza, con la salvedad de que el autor incluye anécdotas personales y valoraciones subjetivas sobre el tema que trata. Morton adora los ecosistemas de los desiertos australianos, que son numerosos, bastante diferentes entre sí y completamente diferentes de otros desiertos, tanto los septentrionales (p. ej., el Sahara) como meridionales (Atacama).

«…cómo estos animales pasan meses y años enterrados en una suerte de cámara bajo la tierra, esperando la oportunidad de que se dé un breve encuentro con el mundo que hay arriba. Un amigo me sorprendió al lanzarme esta pregunta: “¿Y para qué? ¿De qué sirve un animal que se pasa el 99 % de su vida enterrado y aletargado?” En mi respuesta, le apuntaba que se le había presentado de forma real la evolución, que el punto del modo de vida de la rana excavadora es sencillamente que funciona. Y es por esta razón que nos fascinan los desiertos. En el más inclemente de los lugares, los resultados de la evolución se hacen más evidentes, tal como nos demostraba el ejemplo del insólito milagro de la rana excavadora». (p. 17, mi traducción) Fotografía de Michael Barritt y Karen May.
En poco más de doscientas cuarenta páginas Morton sintetiza décadas de investigación, trabajo de campo y decenas de miles de horas de observación y estudio. En nueve capítulos, el ecólogo analiza la flora, la fauna, los suelos, las masas de agua, su creación, persistencia y desaparición y las consecuencias que ésta tiene. Dos elementos son constantes en la explicación que da Morton de los desiertos australianos: 1) que la impredecibilidad de la precipitación lluviosa marca el curso de la vida de prácticamente todas las especies de los seres vivos en estos lugares; y 2) que la gran carencia en nitrógeno y fósforo de los suelos del interior de Australia ha determinado la evolución de la flora, que a su vez influye de forma decisiva en la fauna a la que da cobijo y alimento.

En años recientes se ha hecho más que evidente que la atmósfera del planeta se está calentando, y Morton incluye la siguiente advertencia hacia el final del libro: «El impacto del calor estival es agobiante para los seres humanos, puesto que el tamaño de nuestros cuerpos hacen difícil el esconderse del sol y del calor. La supervivencia depende de nuestra capacidad para cobijarnos del sol, que resulta ser el principio adoptado por la mayoría de los animales de la Australia árida. Los animales más pequeños, tanto los invertebrados como los vertebrados, se ocultan en madrigueras y oquedades, y muchos de ellos limitan su actividad a la noche. Los mamíferos más grandes el ganado, los dingos, los humanos y los canguros deben buscar la sombra de árboles o cuevas. Las aves son inusualmente resilientes al calor porque su temperatura corporal normal de 41ºC es tres grados superior que la de los mamíferos, lo que les otorga un colchón envidiable; aun así, las aves comienzan a sufrir a temperaturas superiores a los 45ºC. Durante el día, el estrés térmico del verano es un riesgo constante para los animales vertebrados activos». (p. 229, mi traducción)

Australian Deserts ofrece una abundancia de detalles sobre especies, lugares e interacciones entre los distintos componentes que integran ese ecosistema que describe. Y destaca especialmente la importancia que el fuego como técnica de dominio del medio ambiente ha tenido en la antiquísima cultura indígena: «Con frecuencia, los debates en torno al fuego implican una mezcla de ciencia y cultura. La gente de ascendencia europea muchas veces albergan muchas dudas respecto al fuego: parece una creencia implícita que una tierra ennegrecida es algo malo. En cambio, recuerdo ver el gozo en los rostros de las mujeres Warlpiri en Papunya mientras iban prendiendo fuego para luego cazar varanos gigantes, y así hacer una buena limpieza del terreno. Pienso que sería prudente intentar comprender el lugar por sus propios méritos en vez de reflejar inconscientemente una cultura septentrional europea que todavía se está adaptando a la realidad de una Australia que es propensa al fuego. La tierra donde crece la hierba spinifex arde porque es lo que ha hecho durante millones de años. La gestión de las extensiones altamente combustibles y muy poco pobladas de los desiertos occidentales australianos requiere un cierto grado de aceptación de incendios a gran escala». (p. 67, mi traducción)

«El pergolero moteado occidental es un curioso personaje entre las aves frugívoras. Depende de la higuera de roca, un inusual árbol que posee follaje denso y brillante y que está confinado a riscos y desfiladeros. Las higueras de roca producen al menos algo de fruta todo el año, y a estos pájaros les encanta su fruta, lo que explica la estrecha relación entre planta y ave. Los pergoleros moteados occidentales parecen ser pájaros sedentarios, que se mueven en un ámbito local en respuesta a la producción de fruta por parte de las higueras. Son polígamos, y como es el caso en la mayoría de los pergoleros, la hembra construye el nido en un arbusto, con frecuencia en el interior de una planta de muérdago, donde cuida en solitario a las crías. Para atraer a las hembras y copular con ellas, el pergolero construye un emparrado en forma de pérgola con hierba y palitos debajo de un matorral, y luego lo decora con bayas verdes o blancas, conchas de caracoles, piedrecitas, huesecillos y objetos fabricados por el hombre. Se encarga del emparrado todo el año, pero la crianza tiene lugar sobre todo en los meses más cálidos». (p. 96-7, mi traducción) Fotografía de JJ Harrison.

A veces sorprende con propuestas que parecen ser contrarias al espíritu ecologista del que hace gala en todo el libro: «La introducción de más escarabajos peloteros casi seguro ayudaría a reducir esta peste [las moscas del outback australiano]. En el sureste y suroeste de Australia, se produce una mayor mortalidad de moscas allí donde los escarabajos peloteros introducidos son abundantes, porque sus actividades causan que los excrementos se sequen más rápido y se mueran los huevos y las larvas. […] A lo sumo, los escarabajos peloteros reducen a la mitad la duración y la intensidad de las plagas de moscas. Los que vivimos en el Outback nos beneficiaríamos de que se introdujese una mayor gama de escarabajos peloteros». (p. 139, mi traducción)

«… las chinches asesinas son habituales en los desiertos. La mayoría tienen la apariencia de una mantis religiosa, con las largas patas delanteras levantadas delante del cuerpo erecto para poder extenderlas repentinamente y atacar. […] Tras realizar una emboscada con éxito, una chinche asesina perfora a su víctima con su fuerte probóscide, a través del cual inyecta una especie de saliva que inmoviliza a su presa. Las toxinas deben de ser ciertamente poderosas, puesto que con frecuencia las chinches asesinas matan insectos de tamaño sustancialmente mayor que ellas mismas». (p. 154, mi traducción) Fotografía de TJ Eales.

Es un maravilloso compendio de estudio, erudición y observación que tardará muchos años en ser superado.

El diablo espinoso o móloc se hidrata, es decir, bebe, a través de la piel. ¡Quién pudiera hacer lo mismo! Fotografía de Ian Brennan.

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