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24 feb 2015

Reseña: On Such a Full Sea, de Chang-rae Lee

Chang-rae Lee, On Such a Full Sea (Londres: Little, Brown, 2014). 352 páginas.

¿Cómo serán nuestras sociedades dentro de doscientos o trescientos años? ¿Será el calentamiento global un factor determinante en la reestructuración del orden social en un futuro quizás no tan lejano? ¿Qué aspiraciones tendrán los futuros ciudadanos, qué inquietudes? Esta es solo una de las ideas que puede barajar el lector de On Such a Full Sea, la última novela de este talentoso novelista estadounidense nacido en Corea.

Una joven llamada Fan, chica corriente que no destaca ni por su belleza ni por su inteligencia, de raza asiática, baja estatura y entregada a su trabajo como submarinista en los enormes tanques piscifactorías de la pequeña ciudad de B-Mor (el guiño a Baltimore es evidente) se escapa para buscar a su novio, Reg. Este ha desaparecido sin dejar rastro tras ser reclutado a la fuerza por las autoridades (el Directorio). Lo curioso del caso es que Reg parece estar libre de las enfermedades causadas por el mal que en la novela se identifica solamente por la letra C, y que tarde o temprano afecta a todos los habitantes del planeta. Lo que no sabe Reg es que tras un único encuentro sexual con Fan, la joven ha quedado embarazada.

El mundo de On Such a Full Sea (título que Lee toma prestado del Julius Caesar de Shakespeare) bos presenta una sociedad distópica, altamente jerarquizada y estratificada. Los habitantes de B-Mor son en realidad los descendientes de inmigrantes llegados varias generaciones antes de un lugar llamado Nueva China, en el que la vida se volvió imposible a causa de la altísima contaminación. Se dedican principalmente a la producción de alimentos, destinados a las ciudades “estatutarias”, centros urbanos en los que residen las élites económicas e intelectuales, separadas del resto del territorio por autopistas de peaje y cuerpos de seguridad. El ancho campo restante es lo que el narrador (sobre este narrador cabe añadir más cosas) denomina “los condados”, zonas indeterminadas en las que subsisten quienes pueden, entre bandas de ladrones y asesinos que recorren las regiones a la caza de dinero, comidas, esclavos. Así pues, tenemos un universo dividido en tres partes: la zona oscura y peligrosa, una suerte de zona intermedia terrenal (B-Mor) y una asociación de paradisíacos lugares de lujo y privilegio con clases sociales plenamente establecidas, las ciudades estatutarias.

En su huida, Fan sufre diversas peripecias, la primera de la cuales es un atropello en la carretera, accidente tras el cual es recogida por Quig y (a regañadientes) Loreen. Quig, antiguo veterinario expulsado de Asociación Estatutaria debido al comercio ilegal de drogas, la cura y le permite recuperarse en el asentamiento conocido como The Smokes, del cual es el líder. Allí ejerce la medicina y extrae beneficios de todo aquel que llega en busca de ayuda. Cuando el asentamiento está a punto de quedarse sin agua, Quig emprende un viaje acompañado de Loreen y Fan en busca de una taladradora potente y de medicamentos para el hijo de Loreen. ¿Destino? Una ciudad estatutaria llamada Séneca.

Quizás el aspecto más intrigante de esta novela sea el carácter del narrador. Con una voz anónima que habla en primera persona del plural en nombre de los habitantes de B-Mor, Chang-rae Lee crea un filtro narrativo sumamente atractivo: el narrador nos recuerda repetidamente que no ha sido testigo de la historia de Fan, la cual nos narra al tiempo que la envuelve en rumores, dudas y especulaciones. El narrador pone pues en duda la veracidad de la historia que cuenta, en un sutil intento por otorgarle a Fan (y a Reg) un estatus de heroína legendaria, mítica. La narración intercala por otra parte reflexiones de cierta índole filosófica sobre la vida en B-Mor y los leves cambios de rebeldía que experimenta su sociedad una vez la historia de Fan y Reg cobra visos de verdad/leyenda. Este recurso es desde luego arriesgado, pero no me cabe duda alguna de que Lee consigue lo que persigue, pese a que el ritmo de la narración decaiga en algunos momentos.

La trama se complica un poco más cuando los tres viajeros llegan a Séneca tras salir vivos de una emboscada en mitad de los condados, gracias a la astucia y presencia de ánimo de Fan. Quig entrega a Fan a un matrimonio sin hijos, pero cuando el dueño de la casa, Leo, intenta violarla la primera noche, su mujer (la Sra. Cathy) le golpea en la cabeza y le provoca un derrame cerebral. Fan empieza a acostumbrarse a vivir en la gran mansión, aprendiendo el oficio de sirvienta. Hay algo extraño y un poco siniestro en esa casa, como descubrirá Fan cuando Cathy la invite a pasar la noche en sus aposentos. Esta es, en mi opinión, la parte más sorprendente de la novela. Es un episodio que precede al giro argumental que ha de llevarnos al desenlace. Chang-rae Lee ya ha escrito varias obras que me resultaron amenas y satisfactorias (si te interesa saber de mi opinión respecto a ellas, están en el blog), pero On Such a Full Sea es un territorio nuevo, un reto distinto del que sale muy airoso.

La incógnita de si Fan encontrará a Reg impulsa la trama y mantiene por supuesto el interés del lector, pero es la posibilidad de que Fan encuentre a su hermano mayor, Bo Liwei (uno de los pocos jóvenes de B-Mor que consiguió aprobar los exámenes de acceso a la escuelas privilegiadas de la Asociación Estatutaria), lo que crea un aliciente argumental añadido, que en ningún momento resulta enrevesado ni arduo de seguir. El desenlace, pese a ser abierto y algo extraño, culmina una estupenda novela de uno de los autores estadounidenses a tener en cuenta en los próximos aňos.

3 feb 2015

Reseña: Aloft, de Chang-rae Lee

Chang-rae Lee, Aloft (Waterbill, Maine: Wheeler Books, 2004). 493 páginas. (Large-print edition.)

Puede que volar sea hoy en día una actividad tan rutinaria que apenas prestemos atención al hecho físico de estar en las alturas. Yo mismo esquivo el asiento de la ventanilla en el avión siempre que puedo. Pero lo cierto es que la altura nos permite una más que simbólica distancia y una especial perspectiva respecto a la tierra firme, espacio en el que residimos, y al cual en última instancia terminaremos por regresar definitivamente, como suele decirse, a criar malvas.

Jerry Battle, el narrador/protagonista de la tercera novela de Chang-rae Lee, ha adquirido una avioneta tras su jubilación prematura. Un caro juguete sin duda que utiliza como guarida para evadirse de la realidad cotidiana. Su crisis vital se ha agudizado después de que Rita Reyes, una hermosa puertorriqueña que entró en su vida tras contratarla para cuidar de sus dos hijos tras la muerte (¿accidente o suicido?) de su esposa Daisy, le haya abandonado.

Pese a todo lo anterior, podría decirse que hasta ese momento la vida ha sido bastante amable con Jerry. Vive holgadamente, y los cabos familiares parecen estar bien atados: su viejo (Hank) está en una residencia para ancianos; su hijo (Jack) ha tomado con las riendas del negocio familiar de jardinería ornamental y vive en la opulencia de una McMansion mientras su esposa (Eunice) sirve exquisitos canapés, hojea catálogos y se pasea de tienda en tienda en un lujoso Range Rover; y su hija (Theresa) anuncia su intención de casarse con su prometido Paul porque está embarazada. Casi todo a pedir de boca, ¿no? Venga pues, arriba, arriba, a dejarse flotar entre las nubes y negar “LO REAL”, así, en mayúsculas, tal como lo dice él mismo.

El problema de pasarse mucho tiempo en las alturas es que con frecuencia dejamos de poder ver los detalles. De repente, todo parece venirse abajo para Jerry. La compañera de la agencia de viajes donde trabaja algunas horas por pasar el tiempo tiene una crisis y termina en el hospital; la empresa de los Battle no se sobrepone a las dificultades financieras en las que Jack la ha metido tras una fallida expansión; y para colmo de males, Theresa revela que padece un cáncer y decide seguir adelante con el embarazo pese a que ello pondrá en peligro su vida. Además, cuando su mejor amiga en la residencia casi se asfixia con un hueso de pavo, Hank se deprime y escapa sin avisar. Los problemas se le acumulan a Jerry, y Rita no parece querer saber nada de él.

Lee escribe la historia de Jerry en primera persona, dotándole de una voz propia muy característica, si bien su nivel de erudición no termina de resultar absolutamente convincente (¿Es creíble que un constructor de jardines jubilado de 59 tacos mencione a Lacan, por poner un ejemplo?). Si tras leer lo anterior piensas que Aloft puede ser una carga, prefiero entonces desdecirme, porque no lo es.

Es el tono confesional y terriblemente directo de Jerry, no exento de ironía, lo que hace la novela mucho más agradable y llevadera. Si en un principio se muestra como un hombre egoísta, exigente, poco leal y esquivo al compromiso, los acontecimientos lo llevan a cambiar de actitud vital. Lee sabe cómo hacer que se active nuestra simpatía por el protagonista: como lectores contrastamos su sinceridad con sus (confesados) defectos, y gana él la partida.

La moraleja de la historia que Jerry nos cuenta es que un topetazo muy cercano con la muerte nos obliga a bajar de la nube. Nuestra mortalidad es palpable (“pronto me tocará a mí, pronto te tocará a ti”, dice Jerry), y antes de que nos toque criar malvas cabe arreglar los desperfectos emocionales que hayamos causado o pudiéramos causar a otros en un futuro.

Tras haber leído tres de sus cinco novelas publicadas hasta la fecha, A Gesture Life, The Surrendered y ahora Aloft, debo admitir que Chang-rae Lee me ha conquistado como lector incondicional. Escribe con el nivel de detalle justo en una prosa elegante y fluida; me gusta su cuidada sintaxis y el esmerado léxico del que hace gala sin ostentación. En el caso de Aloft, el ritmo narrativo está perfectamente ajustado, y el desenlace parcial (Jerry no nos cuenta más de lo estrictamente necesario) no te deja insatisfecho. Totalmente recomendable.

Aloft la publicó Anagrama en 2006 en castellano, con el título de Desde las alturas, en traducción de Jesús Zulaika.

2 ene 2015

Reseña: The Surrendered, de Chang-rae Lee

Chang-rae Lee, The Surrendered (Londres: Little, Brown, 2010). 469 páginas.


“El viaje había casi terminado”, dice la primera frase de esta ambiciosa novela del estadounidense Chang-Rae Lee. Pero en realidad, el viaje vital no ha hecho más que comenzar para June, una jovencita coreana que en 1950 pierde en la guerra a toda su familia (padre y madre y cuatro hermanos). Logra sobrevivir gracias a una férrea determinación y su carácter duro e esquivo.

En los caminos y campos desolados por la guerra, rumbo a Seúl, June conoce a un exsoldado norteamericano, Hector Brennan, quien la llevará a un orfelinato y finalmente la ayudará a emigrar a los Estados Unidos. En un arriesgado salto temporal hacia adelante, Lee nos transporta en el segundo capítulo a la década de los 80: June, convertida en rica propietaria de una tienda de antigüedades, ha perdido recientemente a su esposo y está enferma. Un cáncer de estómago va a terminar pronto con su vida, y antes de morir quiere encontrar a su díscolo hijo Nicholas, que se marchó a Europa ocho años antes y cuyo esporádico contacto ha perdido hace unos meses.

Para ello ha contratado a un investigador privado, a quien le encarga también que busque a Brennan para convencerle de que viaje con ella a Italia a buscar a su hijo (el hijo de ambos: pues Hector es el padre de Nicholas, el fruto de un coito casual entre June y el exsoldado bebedor al poco tiempo de llegar a Nueva York tras la guerra).

La trama es compleja y enrevesada: los distintos episodios que conforman el grueso de The Surrendered aparecen localizados en la Manchuria de la década de 1930 en plena invasión japonesa, en la península de Corea durante la guerra e inmediatamente después de ésta, en la Nueva York de 1986, y unas semanas después, en Italia. Sería muy fácil interpretar el viaje de June como un gran gesto de grandilocuencia fictiva, algo que resultaría harto improbable en la vida real. Y de hecho, el desplazamiento de Hector y June por Roma, Siena y Solferino es no solamente inverosímil (June consigue aguantar la tortura de su enfermedad gracias a inyecciones regulares de morfina) sino algo tortuoso desde el punto de vista narrativo.

El reencuentro de June y Hector viene propiciado por un excesivamente melodramático accidente en el que fallecen el detective privado y Dora, la mujer con la que Hector casi había ideado un cambio positivo para su desdichada vida. Es así como se nos revela la historia que unió a June y Hector con Sylvie Binet en el orfanato Nueva Esperanza. Ambos se sintieron intensamente atraídos hacia esta hermosa mujer, hija de misioneros y adicta a la heroína; varios de los capítulos centrales construyen una narración sin aristas, sobria y elegante en su lenguaje y desarrollan las interrogantes que se plantean en torno a la relación de ambos con ella y su marido en el orfanato, y finalmente, cómo perdió la vida Sylvie en un devastador incendio.

La idea de la guerra está omnipresente en The Surrendered. Para June, la guerra supone desde bien joven el reto de sobrevivir y los costes que acarrea. Para Hector es una escapatoria del fuerte recuerdo de su padre, un borrachín. Hay otro tipo de guerra que June tiene que librar, cuando por mucho que quiera sobrevivir (como había sido siempre su designio) la enfermedad va a acabar con ella.

Quizás lo más decepcionante de The Surrendered sea la resolución de la trama secundaria de Nicholas. No termina de quedar claro si June reconoce el engaño al que la somete un conocido de su hijo que se hace pasar por él tras su muerte a causa de una caída de un caballo. Ciertamente, son muchas las víctimas que transitan por las páginas de la novela. Lee no escatima esfuerzos ni recursos a la hora de describir los horrores de la guerra, las brutalidades de los soldados de todos los bandos o las crueldades de unos niños huérfanos con otros.

Hay también una recurrente referencia metaliteraria, al libro del instigador de la creación de la Cruz Roja, Jean Henri Dunant, titulado Un Souvenir de Solferino, y que Sylvie llevaba consigo desde la salvaje ejecución de sus padres en Manchuria a manos de una escuadrilla japonesa. El libro pasó a manos de June, a quien a su vez se lo quitó Nicholas.


Osario de SolferinoLicensed under CC BY-SA 3.0 via Wikimedia Commons.
La insistencia de June de acudir al osario de Solferino es la extraña guinda que colma la trama de The Surrendered. La elección del nombre del soldado alcoholizado no es casual: Lee le hace oriundo de un pequeño pueblo del estado de Nueva York llamado Ilion. En lugar de ser un héroe épico, a lo largo de su vida es testigo de la muerte violenta de todas las personas por las que siente algo. No es de extrañar que se sienta víctima de una maldición.

A diferencia de A Gesture Life, que reseñé aquí hace unos meses, The Surrendered no me terminó de convencer. Es una larga obra, de tan gran ambición que no queda redonda. Son demasiadas las afectaciones inverosímiles en una trama un poquito sobrecargada. Chang-Rae Lee escribe primorosamente, pero eso no es suficiente para hacer de esta novela algo memorable.

The Surrendered la publicó en 2013 en castellano Anagrama, en traducción de Benito Gómez Ibáñez, bajo el título de Rendidos.

30 jun 2014

Reseña: A Gesture Life, de Chang-rae Lee

Chang-rae Lee, A Gesture Life (Londres: Granta, 1999). 356 páginas.


Si todos nuestros actos y gestos en público son una representación, y por lo tanto no dejan de ser una máscara que nos ponemos para proteger o no tener que revelar nuestra intimidad, en el caso del emigrante este planteamiento adquiere un cariz distinto, en tanto que el dilema consiste en qué tipo de máscara ponerse en público.

Franklin Hata, el protagonista y narrador de A Gesture Life es un huérfano coreano adoptado por una humilde familia japonesa, que tras la guerra emigra a los Estados Unidos, cambia de nombre y adopta a su vez a una niña de origen coreano, Sunny. Doc Hata, tal como lo conocen sus vecinos de Bedley Run, un ficticio pero próspero barrio satélite de Nueva York, ha hecho una pequeña fortuna vendiendo suministros médicos y quirúrgicos, y se ha labrado en letras de oro el reconocimiento de una comunidad al tiempo que ha hecho respetar su privacidad. La suya es una vida basada en la prudencia, la discreción y el esfuerzo personal. Sin embargo, en su pasado esconde episodios trágicos vividos durante la guerra, cuando sirvió como ayudante médico en el ejército imperial nipón en Birmania.

Las cosas empiezan a torcérsele cuando Sunny alcanza la adolescencia y rechaza el sistema de valores que le ha inculcado desde pequeña. Frente a la rectitud de Franklin Hata, Sunny se inclina por el vicio, el sexo fácil y las malas compañías.

El autor va desgranando capítulo a capítulo los dos pasados que Hata quisiera no haber tenido que vivir. Por un lado, el de la contienda mundial, cuando Jiro Kurohata llevaba puesta la máscara de la obediencia ciega para no llamar la atención sobre sus orígenes coreanos entre la oligarquía militar japonesa. Por otro lado, su fracaso como figura patriarcal es patente cuando Sunny se marcha de casa y de Bedley Run. Su intervención posterior para facilitar un aborto fractura todavía más la relación con su hija adoptiva, aunque la reaparición años después de Sunny con su hijo Thomas le obliga a Hata a enfrentarse a su pasado y admitir sus errores.

Lee escribe en una prosa nítida y metódica, en una estructura narrativa en la que los ecos del pasado, sus sombras y desdichas, irrumpen sin violencia ni brutalidad. El autor es particularmente cuidadoso en dotar a Franklin Hata de una sintaxis que a ratos bordea en la hipercorrección y en la pedantería. Se trata, no obstante, de una máscara más, de otro de los numerosos gestos que constituyen la vida diaria de un hombre metódico. Tal como le dice su hija: “Construyes una vida entera a fuerza de gestos y cortesías.” La sintaxis, esas cadencias gentiles y ceremoniosas que salpican los diálogos intercalados en la narración dirigida por la voz de Hata, es un gesto más de esa estrategia de asimilación y camuflaje en otra sociedad.

El terrible pasado con el que carga Hata en su conciencia va revelándose poco a poco. La llegada de cinco “mujeres de solaz” coreanas al campamento militar en Birmania es el detonante de la tragedia que marcará la vida de Kurohata y su posterior transformación en Franklin Hata tras emigrar a los Estados Unidos. La fallida relación con Mary Burns, una viuda de Bedley Run, es otro episodio que delata su incapacidad de conectar con otros seres humanos si no es a través de meros gestos.

A Gesture Life es una novela de alto calibre, una excepcional historia cuya narración progresa por lo general pausadamente, sin altibajos pero también sin sobresaltos. Está ya publicada en español desde 2004, en Anagrama, como Una vida de gestos, en traducción de Jesús Zulaika. Lee es para mí un importante hallazgo como escritor, alguien a quien, creo, valdrá la pena seguir leyendo.

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