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29 jul 2016

Arica


Arica en una mañana de invierno desde el Morro.

Esta ciudad es el primer punto de reposo tras el caótico y absurdamente incómodo cruce fronterizo desde la peruana Tacna. Ubicada en la costa y localizada dentro del Desierto de Atacama, cuenta no obstante con un humedal, y el río Lluta que la atraviesa parece fluir todo el año, pese a cruzar todo un desierto desde los Andes.

El paso fronterizo es, como decía, un asunto fatigoso. Quien llega a Tacna en autobús desde Arequipa, por ejemplo, debe cambiar de terminal para abordar uno de los múltiples colectivos ajados y polvorientos que en apenas 40 minutos alcanzan la frontera. Es obligatorio bajar del autobús tanto en la parte peruana como en la chilena, donde además uno ha de pasar manualmente todo su equipaje por un control de rayos X llevando el pasaporte en la mano libre que te queda, si es que te queda alguna. Ningún consuelo es comprobar que los cientos de personas (en su gran mayoría mujeres peruanas) que cruzan la frontera cargadas de mercancías que luego revenderán en Iquique o Antofagasta, por ejemplo, también lo hacen. Aparentemente, cargar con paquetes de 250 rollos de papel higiénico (¡o muchos más, vete tú a saber!) es un emprendimiento rentable en esta parte del mundo.

Arica fue (y sigue siéndolo, según algunos) un territorio disputado entre los tres países de la zona. Un simpático ariqueño me comentaba con candidez en el trayecto desde Tacna que no ve por qué los bolivianos necesitan su “salida al mar”, pues cuentan con una ruta directa para el transporte de mercancías que llega directamente a Arica. La historia de la ciudad desde los días de la independencia podría dar lugar a muy variadas interpretaciones, ciertamente.

El Morro de Arica.
El hito geográfico más destacado es el llamado Morro de Arica, cuya importancia estratégica en las refriegas y batallas de finales del siglo XIX entre Chile y Perú es innegable. Desde arriba se domina claramente el acceso al puerto y la ciudad. Hoy en día alberga un museo militar y unas bancadas donde jóvenes ariqueños enamorados y/o embriagados pasan sus horas vespertinas. Las playas que pueden verse desde allí están sucias y no tienen ningún atractivo mencionable.

Arica Harbour from Chinchorro Beach.

Desde el Morro puede verse también hacia el sur la espectral silueta del Hotel Saint Gregory, una casa de los horrores a la que nadie que esté en su sano juicio debiera acudir con el propósito de buscar alojamiento. ¡NO VAYAN! AVOID AT ALL COSTS! Cuánta razón tenía nuestro taxista, don Ricardo, a quien hicimos llamar apenas habían pasado dos minutos desde nuestra llegada a esta inmunda mansión de lo que podría pasar por la familia Addams chilena. Pero sin ninguna gracia.

Arica es hoy en día una ciudad más o menos vibrante. No hay mucho que hacer; está lejos del epicentro del boom minero de Calama, Antofagasta, Iquique. Buen marisco y pescado, y poco más. Tanto antes como después, DESIERTO.

Atacama. Como señalaron unas cuantas veces mis hijos en el asiento de atrás, 'hay mucha arena que ver". Razón no les falta.

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