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7 abr 2017

Reseña: Ashland & Vine, de John Burnside

John Burnside, Ashland & Vine (Londres: Jonathan Cape, 2017). 337 páginas.
La narradora de esta novela del escocés Burnside es una joven estudiante de cinematografía. Kate Lambert ha perdido recientemente a su padre, quien le había ocultado su enfermedad, y esa pérdida la ha dejado algo tocada. Kate comparte apartamento con un académico y cineasta provocateur, Laurits. En realidad, comparten algo más que un apartamento: las botellas de moscatel y la marihuana son parte regular de las largas y vagas sesiones de conversaciones y otras acrobacias que tienen lugar en la cama del profesor. Los habrá sin duda que las denominarían hands-on tutorials.

Kate se gana unos cuantos dólares con pequeños proyectos de investigación de historia oral que le encarga su compañero de apartamento. En uno de ellos, y arrastrando consigo una nada despreciable resaca, conoce a una anciana llamada Jean Culver, quien la invitará a escuchar sus historias con una condición: que deje de ingerir alcohol.

Empieza así la narración enmarcada que le otorga al libro una miga que de otro modo no tendría. Es por tanto una versión contemporánea del mito de Scheherezade, solo que en esta historia nadie pierde la cabeza por no contar un cuento. Kate acepta el reto, y con cada café, té o infusión que comparte con Jean va cumpliendo su parte de este pacto tan poco faustiano. Hay además una niña que merodea la casa de Jean y que intriga a Kate sobremanera.

Al principio no me di cuenta de la niña. Debía de estar entre los árboles cuando llegué, y entonces, cuando me vio, se acercó paso a paso, con cautela, hasta donde había luz, como un ciervo, sin estar segura de qué amenaza podría yo suponer. Rondaría los 13 años, supuse, muy blanca, de cabello rubio como la paja, y unos ojos de un azul claro y pálido, que parecían iluminados por alguna llama interna. O alguna fiebre interior, quizás, alguna excitabilidad permanente que no sabía cómo extinguir. Algo en ella me recordó a un rostro que había visto en un cuadro de Paul Klee – los mismos colores pálidos, la luz que la atravesaba – aunque no recordaba si ese rostro era el de una niña o un ángel. (p. 58-59, mi traducción) Angelus Novus, de Paul Klee - The Israel Museum, Jerusalem
¿Y qué tiene Jean que contar que tanto le (nos) pudiera interesar a Kate? Pues bastante, a decir verdad. Comenzando por la muerte de su padre, en la esquina de las calles Ashland y Vine en su ciudad natal. Un asesinato a sangre fría que presenció su hermano Jeremy. Tras una dura infancia, Jeremy combate en la II Guerra Mundial, donde será testigo de barbaridades indecibles. A su regreso, se casa con Gloria, con la que tiene un hijo, Simon, y una hija, Jennifer. Jeremy se pone a trabajar para el gobierno en un puesto más o menos secreto, y paulatinamente se aparta más y más de su familia.

La historia que narra Jean es en gran medida la historia de los Estados Unidos en la segunda mitad del siglo XX. Simon y Jennifer encarnan la reacción de la juventud norteamericana a las intervenciones militares en medio mundo que pretendían pararle los pies al coco del comunismo.

Entretanto, Laurits se mezcla con un hampón local y tras una noche en su bar favorito, sufre un ataque mortal. De pronto, Kate se queda completamente sola. Destrozada por la muerte de Laurits, vuelve a caer en el alcohol y entra en el oscuro callejón sin salida de la soledad y el desconsuelo.

Será Jean quien la rescate de una situación que nunca se nos explica. Kate se muda a la casa de Jean, y poco a poco comienza a cuidar de la anciana, cuya salud es endeble. Las historias sobre Simon, Jennifer, Jeremy y Gloria siguen aflorando, por supuesto. Pero por encima de todas, sobrevolándolas o esperando en las sombras de la narración, está la propia historia de Jean y su mejor amiga, Lee, de quien había estado enamorada, y por cuya muerte Jean siempre se ha sentido culpable.

Las historias que Jean le cuenta a Kate refuerzan más si cabe el nexo de amistad e intimidad que ha ido surgiendo entre ambas. Dos almas perdidas que se encuentran y se dan apoyo mutuo cuando más lo necesitan. Burnside, sin embargo, deliberadamente deja muchos huecos en la historia, preguntas para las que no quiere dar respuesta, tanto en la historia de la propia Kate, como en las historias de los personajes de la narración enmarcada. La técnica que emplea el autor no es siempre la idónea: ninguna voz narradora resulta efectiva cuando trata de reproducir las palabras de conversaciones que nunca presenció ni escuchó.

Aparte de ese pequeño problema, Ashland & Vine es una novela repleta de poesía, de referencias al cine, a la literatura, al arte. Una vez Burnside se lanza adelante con las historias de Jean Culver, el libro bulle con intriga, lirismo y excelentes detalles de una humanidad que tan rara es de encontrar en la vida real hoy en día.

3 abr 2014

Reseña: Something Like Happy, de John Burnside

John Burnside, Something Like Happy (Londres: Jonathan Cape, 2013). 244 páginas.

La felicidad, o algo que se le aproxima sin llegar a serlo nunca: el final de un túnel que quizás resulta ser circular. Casi la totalidad de los protagonistas principales de estos cuentos del escocés John Burnside hace mención de ese concepto tan elusivo como inalcanzable, y que se resume de un modo casi perfecto en el título del relato que abre el volumen y que le da título. ‘Something Like Happy’. Algo similar, pero nunca la cosa misma.

Fiona, la protagonista de este primer relato, termina la historia contando se come las tostadas que había preparado para su hermana, “porque todavía tenía hambre, y porque de verdad me sentía feliz, sentada allí [en la cocina] en silencio, observando la nieve” (p. 28-29, mi traducción). En su relato narra cómo se va forjando el enfrentamiento de dos hermanos, Arthur y Stan, el segundo novio de la hermana de Fiona, y que deviene en prisión para Stan y huida definitiva de Arthur.

En ‘Slut’s Hair’ (que debe tratarse de una derivación de la expresión slut’s wool, referida a esos montoncitos de polvo, pelusa e hilillos que se acumulan en los rincones o debajo de las camas – la palabra slut antiguamente se usaba para referirse a una criada que no limpiaba la casa como debía) una mujer sufre en silencio la violencia doméstica de un marido alcoholizado y sádico. Un dolor de muelas lleva a un acto brutal: el ciclo habitual en estas situaciones se interrumpe simbólicamente cuando Janice descubre un pequeño ratoncito en la cocina, al cual decide salvar de la barbarie de Rob. Salvarle la vida al ratoncito – si es que esa masa amorfa que se esconde tras el frigorífico es un diminuto roedor – sería una modesta victoria para ella.

La nieve es el telón de fondo paisajístico de muchos de estos cuentos. De hecho, en el relato que cierra el volumen, ‘The Future of Snow’, la nieve es protagonista directa de la historia, en la que pocos días antes de Navidad un policía recoge a Frank, un viudo del pueblo cuya mujer murió congelada un año antes, y que se pasea sin destino aparente bajo una fuerte nevada en mangas de camisa y babuchas. El policía desvela un secreto que, de saberlo Frank, mucho habría cambiado su estado mental actual. En ‘The Bell-Ringer’, una mujer que se estaba haciendo ilusiones de entablar amistad con un estadounidense de visita en la ciudad asiste bajo una intensa nevada a una escena que la deja sin habla y que rompe en mil pedazos esas ilusiones que se había hecho.

Pero en mi opinión es ‘Peach Melba’ el cuento que destaca entre todos de este impresionante y envidiable conjunto de relatos de Burnside. El narrador de ‘Peach Melba’ nos dice al principio de su relato: “He olvidado la mayor parte de mi vida hasta este momento. Eso me sorprende, a veces, pues la he disfrutado tanto” (p. 51, mi traducción). Una búsqueda del pasado, una evocación del enorme poder que puede albergar un momento definitorio de nuestras vidas. El protagonista de “Peach Melba” (un postre que homenajea a una gran soprano australiana) es un hombre adulto que trata de rememorar el sabor de este postre helado y que asocia con un episodio dramático (y traumático) de su niñez, y que concluye diciendo: “Me gustaría decir que la Copa Melba – el sabor del helado, o el modo en que la frambuesa se desangra en el helado y lo tiñe de un oscuro carmesí – me gustaría decir que hay algo que me lo devuelve todo, pero no puedo. Lo que saboreo es helado y melocotones, lo que veo es el color carmesí, lo que oigo es el gorjeo de las golondrinas por encima y, después de todos estos años, todavía no sé dónde termina mi ser y comienza el mundo, mientras todo – ser y mundo, alma y materia – se deshace en la nada, con hermosura, con elegancia, y tal como debe ser, me deja atónito y despojado, y solo en mi casa, perdido, o quizás simplemente suspendido, en la persistente y ligeramente exagerada perfección de la Copa Melba” (p. 70-71, mi traducción).

Otro de los aspectos a destacar en estos cuentos de Burnside es una violencia latente, que solamente aflora en ellos con una placidez sorprendente, como en el caso de ‘Roccolo’, ‘Godwit’ o ‘The Cold Outside’.

He dicho antes que ésta es una envidiable colección de cuentos. Lo es porque cualquiera que, como es mi caso, haya tratado de escribir cuentos sin haber logrado despertar el interés de nadie más allá de un puñado de amiguetes, sentirá una sana envidia de un autor cuya obra inspira admiración y ganas de seguir leyéndole. Something Like Happy, de momento, no se ha publicado en castellano ni en catalán. Quizás sea hora de hacerlo.

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