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16 nov 2020

Reseña: Out of the Line of Fire, de Mark Henshaw

Mark Henshaw, Out of the Line of Fire (Melbourne: Text, 287 páginas).

El autor de The Snow Kimono (reseñada aquí hace ya tres años, después de que ganase un premio que hizo las delicias financieras del autor, residente como yo en esa “aburrida” ciudad “sin alma”, Canberra) solamente había publicado una novela anteriormente, en 1988: Out of the Line of Fire. En su momento, esta primera obra también estuvo en la lista de finalistas del premio literario más prestigioso de Australia, el Miles Franklin.

La novela se inicia con una curiosa reflexión sobre la traducción al inglés de la novela de Italo Calvino Se una notte d’inverno un viaggiatore, planteando que hay en la edición de 1982 en Picador una diferencia entre el texto de la portada y el texto de la primera página: la diferencia ortográfica entre ‘traveler’ y ‘traveller’. Todo apunta a que a Henshaw le gustan los juegos metaliterarios, y que se trata de una novela que podríamos calificar de enfocada o encerrada en sí misma.

La trama es, sobre el papel, sencilla. El narrador es un australiano que está estudiando en Alemania, concretamente en Heidelberg, la capital del Palatinado; es allí donde conoce a Wolfi Schönberg, un doctorando austriaco nacido en Klagenfurt, cuya tesis doctoral versa sobre la percepción metonímica de la realidad. Entre ambos comienza a formarse una buena amistad, y Wolfi la profundiza a través de los relatos de su infancia.

¿Realmente existió un Wolfi Schönberg? Estación de Klagenfurt. Fotografía de Simon Legner.

De pronto, un buen día, mientras el australiano está en un viaje de estudios en Roma, Wolfi desaparece de Heidelberg sin dejar señas. La casera dice que se ha ido a Berlin. Al cabo de un año, le llega a Australia un paquete de Wolfi, en el que encuentra “manojos de papeles, recortes de periódico, cartas, postales y sabe Dios qué otras cosas”, y una nota que le deja más enojado todavía: «Vielleicht kannst Du etwas damit anfangen.» (Quizás sepas hacer algo con esto.)

Comienza ahí la segunda parte de la novela, construida por Wolfi. Nos cuenta su crianza en el seno de una familia dominada por la figura del padre, un estricto y desafecto profesor de filosofía. La historia comprende el relato de unas vacaciones en Dubrovnik. En su adolescencia, Wolfi está absolutamente obsesionado con su hermana Elena, pero con el paso del tiempo parece sobreponerse a esa obsesión. Luego está el episodio en el que pierde la virginidad con una muy atractiva prostituta llamada Andrea. La cita la hace su abuela (una mujer con un extraordinario carisma, según confiesa Wolfi), pero el joven inexperto se confunde de piso y entra en unas oficinas a la hora convenida:

‘Ya fuera en el pasillo me obligué a caminar con normalidad, refrenando el apremio de echar a correr, de huir lo más rápido posible por lo que ahora semejaba ser un túnel interminable que se me venía encima. ¿Cómo podía haberme puesto en tan gran ridículo? «Rudlinger y socios son consultores de diseño interior…» Mensch! Los sucesos de los últimos pocos minutos me rebotaban en la cabeza, mientras a mi alrededor resonaba un eco de risas reprimidas. Los imaginé contando mi historia en los años venideros: durante la sobremesa de cenas privadas en sus casas. Apenas podría terminar la frase a causa de las risas. Retorciéndose en la silla, secándose las lágrimas que le caerían por las mejillas.

«Pero ¿quién… quién… quién ha concertado la cita, Señor Schönberg? “Mi abuela”, va y dice. ¿Os lo podéis imaginar? Y se quedó allí de pie, como un buen colegial, sujetando la gorra entre las manos… y va suelta: “¡Mi abuela!»’ (p. 132-3, mi traducción)

Finalmente, Wolfi narra sus experiencias en Berlín, donde conoce a un actor especializado en robar en supermercados e implicado en varios negocios turbios. Tanto va el cántaro del delito a la fuente que a Wolfi lo arrestan tras un intento de extorsión a clientes de jóvenes chaperos y prostitutos en una estación de metro de Berlín. Del encuentro con su padre saltan chispas. Y es ahí donde termina la segunda parte, el relato autobiográfico de Wolfi.

Pero, ¿cuánto de lo que Wolfi nos ha contado es cierto? ¿Hay algo en esa historia que sea verdadero? El narrador australiano regresa a Alemania en un intento desesperado de saber cuál es la verdad. ¿Qué es la verdad? ¿Qué es ficción? ¿Hasta qué punto se puede confiar en lo que Wolfi (nos) ha contado?

Out of the Line of Fire es una novela completamente alejada de las corrientes dominantes en la narrativa australiana de su época, por no hablar de la segunda década del siglo XXI. El libro está repleto de referencias metaliterarias y de disquisiciones sobre la traducción y las trampas que conlleva. Wolfi inserta extractos de la correspondencia entre Wittgenstein y Heidegger (como elemento fundamental de la investigación sobre su tesis, se presume).

Cuando vuelvo de la cocina, Wolfi está junto a la estantería. Ha cogido uno de los libros y lo está hojeando. Es Ich bin ein Bewohner des Elfenbeiturms [Soy un residente de la torre de marfil]. «Peter Handke,» dice. «¿Te gusta Peter Handke? Yo mismo escribí esto hace unos años.» (p. 18, mi traducción) Fotografía de  Wild + Team Agentur - UNI Salzburg.

A pesar de lo que a algunos les parecerá superfluo (en tanto que aparentes digresiones o desviaciones de la sustancia de la trama), la novela se sostiene en todo momento, y los capítulos finales tejen, destejen y vuelven a tejer un extraordinario misterio. Henshaw remarca que lo que distingue la ficción de lo que, a pesar de todo, seguimos insistiendo en llamar realidad, no es evidente ni válida. Para una novela que va camino de los 30 años, no ha envejecido ni una pizca.

20 jun 2017

Reseña: The Snow Kimono, de Mark Henshaw

Mark Henshaw, The Snow Kimono (Melbourne: Text, 2014). 396 páginas.
El inspector Auguste Jovert, comisario ya jubilado de la policía parisina, recibe unos 40 años después de su estancia en Argelia (donde dirigió la Unidad de Operaciones Especiales – operaciones tan especiales que incluían la tortura) una carta que contiene la fotografía de una joven. La remitente dice ser su hija.

La noticia, lógicamente, le produce una cierta conmoción. ¿Quién iba a pensar que su vejez iba a depararle tamaña sorpresa? Además, y para más inri, Jovert sufre un accidente que le obliga a usar muletas primero, y posteriormente un bastón. En esa tesitura se encuentra cuando conoce a un vecino. Se trata del profesor de derecho (también jubilado) Tadashi Omura, prestigioso abogado y docente de la Universidad Imperial de Tokio. Para su solaz, Jovert podrá ahora departir con el ilustre letrado nipón. Las suyas son interesantes conversaciones: ambos tienen mucho que confesar, mucho de lo que sentirse apesadumbrados, si no arrepentidos.

The Snow Kimono se compone de 9 partes. Unas se centran en el pasado de Jovert, quien debido a su trabajo conoce al dedillo los escenarios más habituales del crimen y la desgracia. No es de extrañar que Omura le cautive con sus relatos. En especial, cuando el viejo profesor empieza a hablarle de un enigmático amigo suyo, Katsuo Ikeda, un escritor famoso en Japón, un hombre disoluto  que carece de pauta moral alguna. Para llevar a cabo sus conquistas amorosas, Katsuo no duda en usar el nombre de su amigo Omura. En la universidad, urde una trampa para ridiculizar y humillar a su mentor, el Profesor Todo; este episodio recuerda en gran medida al gran engaño de las letras australianas de finales de la década de los 40, Ern Malley.

En The Snow Kimono, Henshaw efectúa un experto estudio sobre la naturaleza engañosa de cualquier documento: lo real ataviado de los ropajes de la ficción, o la ficción disfrazada de autenticidad. Hay numerosas referencias intertextuales que no parecen ser gratuitas. Hay también un erotismo muy estilizado, dentro de lo que parece ser una típica trama de novela de misterio. Pero es mucho más que eso. El misterio es y será por qué hasta 32 editoriales norteamericanas (sí, has leído bien: 32) rechazaron esta obra de Henshaw, que finalmente, tras su publicación, fue premiada con el NSW Premier’s Literary Award, que lleva el nombre de Christina Stead en su vertiente de ficción.

La narración es una seducción constante, tanto por los elementos de la trama como por el lenguaje, detallado y gentil: un entramado literario magistralmente diseñado para cautivar al lector, atrapar su deseo y curiosidad y llevarlo absorto hacia adelante, capítulo tras capítulo, de París a Japón, de Japón a Argelia y de vuelta a París, por un sutil laberinto literario deliberadamente engañoso, hasta la conclusión, con un desenlace tan inesperado y sorprendente que es difícil no rendirse con admiración hacia el autor.

Una hora más o menos después del amanecer, doblamos una curva en la carretera y de pronto, desplegada por debajo nuestro, está Osaka. La ciudad se derrama por las laderas de la montaña hacia la bahía, que reposa inmóvil bajo la neblina de primera hora de la mañana. Más al sur, a lo largo de la costa, resulta imposible ver dónde termina la ciudad. Se disuelve en un lejano horizonte gris e indeterminado. (p. 191, mi traducción)
Los temas de la amistad, la traición, la pérdida de seres amados, la melancolía y la depresión, la separación, la crueldad… todos temas inherentes a la condición humana, a lo que nos hace vulnerables al tiempo que nos empuja a realizar actos de puro arrojo cotidiano. Rara vez se encuentra uno con un libro de la calidad de The Snow Kimono. Esperemos que encuentre un hueco en las editoriales que publican en castellano o en catalán. Lo merece, sin duda.

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