Mostrando entradas con la etiqueta Roberto Bolaño. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Roberto Bolaño. Mostrar todas las entradas

22 jun 2014

Reseña: Los detectives salvajes, de Roberto Bolaño

Roberto Bolaño, Los detectives salvajes (Barcelona: Anagrama, 1998). 609 páginas.

He olvidado la primera vez que oí o leí el nombre de Roberto Bolaño. Probablemente no sea un detalle importante, pero sí puede ser de alguna manera significativo el hecho de que fuera 2666, su gran obra póstuma (la cual no está nada claro que Bolaño tuviera en mente publicarla como un solo volumen), la primera de sus obras que leí. Es ahora, en 2014, que he concluido la lectura de Los detectives salvajes, prácticamente 17 años después de su aparición. Entre 2666 y Los detectives salvajes han pasado por mis manos (quizá uno debiera ya empezar a subrayar ese nimio dato de las manos, en tanto que denota la presencia física de un libro de papel) unos cuantos títulos más – pero no he agotado todavía mi filón bolañesco o bolañiano (que yo sepa, ninguno de los adjetivos ha cobrado estatus oficial).

De hecho, cuando me sobre tiempo (si es que alguna vez me sobra eso que hemos dado en llamar tiempo) y haya completado mis lecturas de Bolaño, tengo la esperanza (¿o la absurda ambición del lector empedernido o empecinado en hacer algo que pudiera considerarse, de alguna manera, casi heroico?) de releer su ouvre, pero tal y como la han vertido al inglés sus diversos traductores: Chris Andrews, Natasha Wimmer y Laura Healy.

Estoy seguro de que no soy el primero en observar la coincidencia de que Bolaño y DF Wallace estuvieran a fines del siglo XX escribiendo novelas que se proponían demoler la noción convencional de la novela. Lo que no me creo es que hubiera vasos comunicantes entre ellos. Ni el inglés de Bolaño podía ser tan bueno como para leer y comprender Infinite Jest (1996) en su versión original, ni el chileno se había hecho todavía un nombre en los Estados Unidos. De hecho, la fama en las tierras del sueño americano le llegó (por decirlo de alguna manera) cuando ya estaba criando malvas.

De Los detectives salvajes un lector podría aseverar que es una novela detectivesca cuya trama sigue a un par de extravagantes y desquiciados poetas por medio mundo, y no estaría tan desencaminado. Sin embargo, otro podría muy bien responderle al anterior que es una (gran, estupenda, novedosa) novela sobre el final de la poesía, novela a la que Bolaño impone una estructura que en cierto modo (y solo en cierto modo) recuerda a las novelas de detectives. Lo más llamativo de la búsqueda que emprenden una Nochevieja de 1975 los poetas viscerrealistas Belano y Lima en el norte de México es que la poesía real visceralista brilla por su ausencia en Los detectives salvajes. Se habla mucho de poesía, pero ésta no aparece por ninguna parte. Cesárea Tinajero pudiera muy bien ser una excusa para que dos locos tomen prestado el auto de un catalán chiflado radicado en el DF y se pierdan en compañía de una joven prostituta que huye de su padrote y un joven ingenuo muy enamoradizo y algo de aventurero.

Habrán de pasar todavía muchos años para que, con la suficiente distancia académica y emocional, se pueda proceder a evaluar el innegable valor de la aportación de Bolaño a la literatura universal (no solamente a la de lengua española, como se ha visto en los últimos cinco años – aparecen ya reconocimientos públicos de la poderosísima influencia de sus novelas en nuevos autores, como el caso de Rachel Kushner y su novela The Flamethrowers).

He disfrutado mucho de la lectura de Los detectives salvajes, aunque puede que no me haya sentido tan deslumbrado como me ocurrió con la lectura de 2666, allá por 2007, mucho antes de que me decidiera a crear un blog sobre literatura. Como en el caso de La pista de hielo, es impresionante el juego de voces que aparecen en la segunda parte de la novela, la cual constituye el grueso del libro, recogiendo además del testimonio de numerosísimos testigos de las vicisitudes de los dos poetas protagonistas, Ulises Lima y Arturo Belano, innumerables disquisiciones sobre literatura y poesía. Al igual que David Foster Wallace, Bolaño era un soberbio lector: quien quiera dedicar tiempo a buscar el significado de muchos vocablos que aparecen en algunas de esas conversaciones, o más datos sobre los cientos de autores que aparecen nombrados, tenga por seguro que va a necesitar muchas horas.


Son naturalmente interesantes los guiños al lector que crea ese vasto juego de muchas voces narrativas: las contradicciones que se le presentan al lector entre unos y otros testimonios, por ejemplo, o el mismo contraste de sus registros. Una verdadera proeza literaria en una novela que nos recuerda que, a fin de cuentas, todo lo que importa en literatura no es otra cosa que la propia literatura, si bien Bolaño lo hace en Los detectives salvajes de una manera harto alejada de lo convencionalmente literario. Y aunque solo fuera por eso, le quedaremos por siempre agradecidos sus lectores.

12 ago 2013

Resurrection, by Roberto Bolaño


Resurrection

Poetry enters a dream
Like a diver into a lake.
Poetry, braver than anyone else,
Enters and falls
Heavily
Into a lake, infinite like Loch Ness,
Or murky and ill-fated, like Lake Balaton.
Gaze at it from the bottom:
A diver
Innocent
Wrapped in the feathers
Of will.
Poetry enters a dream
Like a dead diver
In God’s eye.

Translated from the Spanish by Jorge Salavert, 2013.

24 jul 2013

The Romantic Dogs, by Roberto Bolaño

The Romantic Dogs

At the time I was twenty years old
And I was crazy.
I had lost a country
But gained a dream.
And if I had that dream
The rest did not matter.
Not working, not praying
Not studying into the morning
Beside the romantic dogs.
And my dream lived in the gap of my spirit.
A wooden room,
In darkness,
In one of the tropical lungs.
And sometimes I turned within myself
And visited the dream: a statue eternised
Into liquid thoughts,
A white worm twisting
In love.
A runaway love.
A dream within a dream.
And the nightmare would tell me: you will grow.
You will leave behind the images of pain and the maze
And you will forget.
But at the time growing would have been a crime.
Here I am, I said, with the romantic dogs
And here I intend to stay.

Translated into English by Jorge Salavert, 2013.

This is the poem I chose to read at the annual Dead Poets' Dinner held in Canberra. It was well received by those attending. Even if the younger Bolaño, the one who founded the Infrarrealists Group in Mexico City, would have very likely booed at every single poem that was read at the Dinner.

18 jul 2013

Rain, by Roberto Bolaño

Estarcido de Bolaño, Barri de Sant Antoni, Barcelona, Catalunya. (c) Farisori, 2013
Rain

It’s raining, and you say: ‘it’s as if the clouds
were crying.’ Then you cover your mouth and hurry
on. As if those scrawny clouds were crying?
No way, impossible. Yet where does that rage come from,
that desperation that will take us all to hell?
Nature shrouds some procedures of hers
in Mystery, her stepbrother. And so, this evening,
which you believe similar to an end-of-the-world evening,
sooner than you think will seem just
a gloomy evening, an evening of solitude lost
in your memory: the mirror of Nature. Or maybe
you will forget it. Neither the rain, nor the weeping, nor your steps
echoing on the cliff track matter now;
Now you may cry, and let your image dissolve
on the windscreens of those cars parked along
the Promenade. Yet you cannot get lost.

Translated into English by Jorge Salavert, 2013.

30 nov 2012

Yo maté a Bolaño

La platja de Lloret de Mar. Fotografía de Adville

Vuelo digital, una revista cultural argentina en la red, acaba de publicar un breve relato mío titulado ‘Yo maté a Bolaño’. A pesar del título, quiere ser un pequeño homenaje a Roberto Bolaño, a su gran obra y a todo lo que hizo el escritor chileno afincado en Barcelona por la literatura. Pienso que a Bolaño le habría hecho gracia este cuentito, que crea una ficción a partir de datos históricos y utiliza recortes mínimos de las obras mismas de Bolaño para construir una ficción.

En un juego entre lo real y lo ficticio, el narrador se proclama autor de la muerte de Bolaño dando datos y señas de una serie de encuentros con el escritor chileno a bordo de los trenes de cercanías a Barcelona, y justificando su crimen en un supuesto robo de ideas del escritor chileno, quien en varias ocasiones reconoció robar libros de librerías porque no podía costeárselos.

Comienza así:

“En realidad, pienso que fue fácil. Y nunca me cupo duda alguna de que fuera necesario. Y hoy, en este día 23 de abril del año 2015, escribo estas líneas para que todo el mundo lo sepa, porque en el fondo, tengo la absoluta certeza de que es más que probable que nunca se llegue a conocer la verdad; mi verdad. Sé que es casi imposible que algún día aparezca mi nombre en el sitio que merece; que, como hubiese sido debido, figure mi nombre inscrito en los anales de la historia oficial de la literatura en lengua española.”

Puedes seguir leyendo aquí. Espero que te guste.

2 sept 2012

Reseña: La literatura nazi en América, de Roberto Bolaño


Roberto Bolaño, La literatura nazi en América (Barcelona: Anagrama, 2010 [1996]). 244 páginas.

Si es de verdad posible definir en qué consiste la originalidad en la literatura, cosa sobre la que albergo numerosas dudas, ¿de qué modo se podría cuantificarla o compararla? ¿Hay algún calibre que nos permita evaluar el ingenio en literatura? Estas son algunas de las preguntas que me venían a la cabeza mientras leía este inmenso libro del chileno Bolaño, un libro difícil de encasillar en un género específico, una suerte de disfraz metaliterario que consigue arrancar la carcajada del lector en más de una ocasión, pero que sobre todo invita al lector a embarcarse en una seria reflexión acerca de los límites de la literatura.

Por otra parte, ahora en 2012, habiendo iniciado mi experiencia lectora de Bolaño con 2666 hace ya algunos años, me asalta una duda: ¿Hice bien en comenzar por el final de su oeuvre? Probablemente no, pues me privó de la oportunidad de observar la evolución de un gran autor. Por otra parte, no obstante, esto también me permite (o más bien me permitirá dentro de unos años) saborear 2666 en una segunda lectura, a la luz – y a las sombras – de los conocimientos adquiridos con la lectura de sus otras obras. Todos los caminos, en definitiva, pueden y deben llevarnos a la Roma que buscamos.

A quien no haya leído todavía La literatura nazi en América, le diré que el título es engañoso. No se trata de un tratado escolástico o enciclopédico sobre autores que simpatizaran en su día con el monstruo del bigotito. El libro lo componen relatos (en una acepción, digamos, algo liberal del término) en su mayoría paródicos, en los que un narrador que parece haberse puesto un disfraz de historiador literario nos proporciona datos biográficos de autores americanos (tanto de Latinoamérica como de Norteamérica) y noticia crítica de sus obras. Ambas cosas, autores y obras, son totalmente ficticios. Hay una notable excepción, y no porque sea una historia real (que no lo es): el último relato – y éste sí es un relato propiamente dicho – titulado ‘Ramírez Hoffman, el infame’, en el que el narrador hace acto de presencia, y dice llamarse Bolaño.

Es evidente el juego borgesiano de crear un espejo literario sobre el que reflejar una mezcla de realidad y ficción, desfigurando los límites que separan a la una de la otra; el resultado es una comedia metaliteraria a ratos oscura, en ocasiones grotesca, siempre con un trasfondo un poco tenso, en tanto que los escritores ficticios que van desfilando ante nosotros son, al fin y al cabo, especímenes de la peor catadura.

Ciertamente, Bolaño cierra el catálogo con tres autores que representan la experiencia literaria como algo abominable. Así, los dos hermanos poetas argentinos de la barra brava de Boca Juniors, ‘Los fabulosos hermanos Schiaffino’, añaden sus buenas dosis de pesadilla en forma de conducta criminal al quehacer literario; el remate lo pone Bolaño por medio del aterrador chileno Hoffman, una auténtica pesadilla viviente: esteta de la tortura, artista del asesinato, poeta de la violencia y el fascismo, con Hoffman parece Bolaño lanzarse a un extraño vacío en el que, al nombrarse como narrador, se persona y se involucra.

Contado en clave de relato detectivesco, este último relato deja abierto una decisiva interrogante: un chileno aparece por Barcelona y le pide al narrador que identifique a Ramírez Hoffman; Bolaño va a una cafetería y lo hace; por ello recibe un dinero, pero le pide al cazarrecompensas que no lo mate. “No le puede hacer daño a nadie, dije. En el fondo no lo creía. Claro que podía hacer daño. Todos podíamos hacer daño.”

Nada es real, dijo Bolaño en relación a este libro. Y aun así, a modo de colofón y burla de sí mismo, Bolaño incluyó un ‘Epílogo para monstruos’, donde en unas veinte y pico páginas compendia un listado de autores, revistas y libros de esta fantástica, original y singular parodia.

29 jul 2011

Reseña: La pista de hielo, de Roberto Bolaño


Roberto Bolaño, La pista de hielo (Barcelona: Anagrama, 2009). 200 páginas.

Resulta un tanto peculiar – por no decir increíble – que Roberto Bolaño ganara el premio de Narrativa Ciudad de Alcalá de Henares en 1993 con La pista de hielo, y que durante varios años más el escritor chileno afincado en Cataluña viera varias de sus obras rechazadas por las editoriales españolas.

La novela reúne algunas de las preocupaciones que Bolaño despliega con una energía imparable y magistral en 2666. No habiendo leído todavía Los detectives salvajes ni muchas de sus novelitas que solamente salieron a la luz tras su muerte y posterior (re)descubrimiento, no puedo establecer paralelismos ni comparaciones. Pero sí puedo decir que se palpa la magnificencia de 2666 en La pista de hielo.

Escrita a tres voces (tres hombres: un chileno, Remo Morán; un mexicano, Gaspar Heredia; y un catalán, Enric Rosquelles), La pista de hielo tiene elementos de novela negra, de reflexión literaria, de enamoramiento no correspondido, de sexo desapasionado, de las vicisitudes de la emigración hispanoamericana en España, de la mendicidad como grave asunto social, del significado de los sueños, y unas cuantas cosas más: una prosa muy cercana a lo natural, muy próxima al registro discursivo de la confesión en la comisaría.

Pero quizás lo más llamativo desde el punto de vista puramente de lector es cómo Bolaño te invita (o conduce, o por qué no, te obliga) a ir armando la trama mediante pistas no inmediatamente reconocibles. La alternancia de esas tres voces narrativas (no tan diferenciables entre sí como cabría esperar de tres hombres de procedencia tan dispar) te descoloca y te lleva a evaluar las diferentes versiones de los hechos. Los tres rememoran los sucesos acaecidos en el verano de la población costera que Bolaño bautiza como Z, mas los tres buscan en todo momento la aquiescencia del lector, no solamente Enric, quien es acusado del asesinato.

La pista de hielo que Enric Rosquelles hace construir en un dilapidado palacio en las afueras de Z es el escenario donde se percibe la característica amenaza indefinida pero inmanente (esa sensación de amenaza, en 2666, se hace omnipresente, obsesiva y sofocante). Cuando por fin se nos revela el crimen, la pista, con sus líneas rojas de la sangre de la víctima (la cantante mendiga Carmen) se convierte en símbolo del locus del género policial: la escena del crimen a la que todos los sospechosos retornan en su relato confesional, sea en primera persona o un discurso indirecto a través de las tres voces narrativas.

Por lo demás, no faltan algunos interesantes guiños bolañescos de dura pero sagaz crítica. En el episodio del levantamiento del cadáver, observa el narrador (en este caso Remo Morán, el alter ego de Bolaño): ‘Más tarde aparecieron el jefe de policía, que felicitó públicamente a sus hombres, una especie de forense seguido de tres muchachos de la Cruz Roja, y una chica de unos treinta años que dijo ser la juez comarcal. Ésta y Lola se conocían y tuvieron un pequeño altercado acerca de la ficha de la mendiga. La juez quería quedarse con la ficha, a lo que Lola se negó en redondo. Al verlas discutir, las dos jóvenes y enérgicas, pensé que ésa era la España que avanzaba a grandes zancadas hacia el futuro’ (p. 159). Genial: más que una conjetura, un vaticinio en toda regla. La escena, que sin duda Bolaño presenció en otra versión similar innumerables veces,  me recuerda por otra parte a otra similar, en la película de Álex de la Iglesia La comunidad, en las escaleras de la finca por donde un tropel de gente va bajando entre gritos, empujones, porros y amenazas, el cadáver de uno de los vecinos.

Bolaño siempre te deja algunas perlas, aforismos como dulces para que los saborees lentamente. Yo me quedé ayer, mientras terminaba la novela en el autobús, camino del trabajo, con esta: ‘los seres sumisos son traicioneros, y más vale no confiar en ellos’ (p. 176). Cuánta razón tenía.

Posts més visitats/Lo más visto en los últimos 30 días/Most-visited posts in last 30 days

¿Quién escribe? Who writes? Qui escriu?

Mi foto
Ngunnawal land, Australia