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4 may 2014

Reseña: On Being Blue: A Philosophical Inquiry, de William H. Gass

William H. Gass, On Being Blue: A Philosophical Inquiry (Nueva York: New York Review of Books, 2014 [1976]). 91 páginas.

"Dilo. Venga, ponte en pie frente al espejo, mírate la boca y dilo: Blue. ¿Ves cómo frunces los labios, cómo se abren con las consonantes hasta formar un beso, y esa exhalación final de la vocal? Blue." (p. vii) Así comienza el prólogo que Michael Gorra ha escrito en 2014 para este librito de William H. Gass publicado por primera vez en 1976, que recientemente ha reimpreso New York Books. No ha sido, al menos hasta la fecha, traducido al castellano; si alguna vez alguien se molestara en hacerlo (o se atreviera a intentarlo), se encontraría  de entrada con un enorme (y puede que insalvable) obstáculo: el azul del castellano tiene dos sílabas; además, la casi interminable lista de acepciones de la palabra blue en inglés tendría quizás, como mucho, un cincuenta por ciento de equivalencias o aproximaciones en la lengua castellana.

En On Being Blue: A Philosophical Inquiry Gass realiza una esmerada – pero para nada academicista –  exploración del color, del azul en particular, por su asimilación al color del cielo; pero éste es un libro que constituye ante todo una reflexión sobre el lenguaje (de la ficción, cabria quizás añadir). En el estudio entra por supuesto el lenguaje obsceno o pornográfico (cuyo color es quizás el verde en castellano, pero que es caracterizado como azul en inglés). Gass denunciaba ya en 1976 la patética inopia del lenguaje para describir el sexo: "We have more names for parts of horses than we have for kinds of kisses. […] We have a name for the Second Coming but none for a second coming. In fact our entire vocabulary for states of consciousness is critically impoverished." (p. 25) [Disponemos de más nombres para las partes de un caballo que tenemos para designar clases de besos. […] Tenemos un nombre para la Segunda Venida [de Cristo] pero ninguno para venirse/correrse por segunda vez. De hecho, todo el léxico de que disponemos para denominar los estados de conciencia está críticamente empobrecido.]

"Seldom was blue for blue's sake present till Pollock hurled pigment at his canvas like pies." Blue Poles está aquí en Canberra...
Un ensayo cuya disposición formal que dista mucho de la ortodoxia ensayística, con On Being Blue logra Gass conectar mundos y visiones distintas de éste, enfocando  importantes y complejas  ideas en apenas unas cuantas palabras: "No one betrays perception more promptly than the empiricist. First he appeals to common sense, which he flouts; then to experience, which he misrepresents." (p. 68) [No hay nadie que traicione más la percepción que el empirista. Primero apela al sentido común, el cual desatiende; luego a la experiencia, la cual malinterpreta.]


En su exploración el autor deja caer algún que otro juego de palabras: "It is not simple, not a matter for amateurs, making sentences sexual; it is not easy to structure the consciousness of the reader with the real thing, to use one wonder to speak of another, until in the place of the voyeur who reads we have fashioned the reader who sings; but the secret lies in seeing sentences as containers of consciousness, as constructions whose purpose it is to create conceptual perceptions" (p.86). [No es sencillo, no es asunto para aficionados, hacer que las oraciones sean sexuales; no es fácil estructurar la conciencia del lector con lo real, emplear una maravilla para hablar de otra, hasta que en el lugar del voyeur que lee hayamos moldeado al lector que canta; mas el secreto estriba en ver las oraciones como recipientes de la conciencia, como construcciones cuyo propósito es la creación de percepciones conceptuales]

La ballena azul, el mamífero más grandioso de nuestro planeta azul 
Es un libro escrito con un enorme gusto por la musicalidad; en algún momento mientras lo leía me he sorprendido a mí mismo repitiendo algunos pasajes en voz alta, solamente para deleitarme en su lectura, como éste, cuya sonoridad es absolutamente intraducible: "The word itself has another color. It’s not a word with any resonance, although the e was once pronounced. There is only the bump between b and l, the relief at the end, the whew. It hasn’t the slight turn which crimson takes halfway through, yellow’s deceptive jelly, or the rolled-down sound brown. It hasn’t violet’s rapid sexual shudder, or like a rough road the irregularity of ultramarine, the low puddle in mauve like a pancake covered with cream, the disapproving purse to pink, the assertive brevity of red, the whine of green." (p. 34)

Dada su brevedad, recomendaría a todo aquel que quiera leerlo tomárselo con calma, disfrutarlo porque vale la pena. Las listas que Gass incluye de referencias al color azul dan para muchos meandros personales y rodeos. Por ejemplo, en Australia ‘blue’ es un apodo típico para un pelirrojo, pero también puede ser una pelea. Se podría confeccionar una lista de canciones con la palabra ‘blue’. Deberíamos empezar con ‘Blue Monday’, 

o quizás con ‘Blue Velvet’.

No debería faltar ‘Blue Hotel’,

ni ‘Bullet the Blue Sky’.

También deberíamos incluir a los escoceses The Blue Nile.

Y en Melbourne, los azules son naturalmente el equipo de Carlton.

Quizás la idea que más marcada me ha quedado de este ensayo de William H. Gass es que el estilo literario no consiste en un añadido del lenguaje de una obra, sino que resulta ser lo que la fundamenta, su esencia misma. On Being Blue es una excelente demostración de ello.

15 ago 2013

Reseña: Middle C, de William H. Gass

William H. Gass, Middle C (Nueva York: Alfred Knopf, 2013). 395 páginas.

“No sé si la belleza es todavía posible en este mundo” (p. 356).

El protagonista de esta novela de William H. Gass (su tercera en prácticamente cincuenta años, todo un ejercicio de sobriedad literaria) es un individuo extraño. Joseph Skizzen es una suerte de autodidacta que aprende a fingir o falsificar una vida entera con el único objetivo de poder pasar desapercibido. Su padre, Rudi Skizzen, decide salir de una Austria habitada por seres crueles antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial, sabiendo en una premonición lo que va a pasar en su tierra. La familia huye desde Graz a Londres, donde se harán pasar por judíos. De Rudi Skizzen se convierte en Yankel Fixel, para luego pasar a ser Raymond Scofield. En el Londres del blitz viven en la miseria y al borde de la hambruna; la madre lava ropa, el padre ayuda a imprimir octavillas de propaganda antihitleriana. Tras el final de la contienda, el gran maestro del disfraz que es Skizzen/Fixel/Scofield gana mucho dinero en una apuesta y desaparece. La policía informa a la madre (antes Nita, luego Miriam) de que aparentemente ha partido, con documentos falsificados, hacia los Estados Unidos o Canadá.

Sin saber muy bien qué hacer, Miriam cruza el Atlántico con sus dos hijos, Deborah y Joseph, y finalmente se establecen en una pequeña ciudad, Woodbine, lugar ficticio de Ohio. De Rudi no hay rastro ni noticia alguna. Mientras que su hermana mayor pronto hallará su lugar en su nueva patria adoptiva al casarse con un granjero, Joseph (Joey) crecerá bajo la indeleble sombra de la desaparición de su padre: un estudiante apocado, tímido, para nada ambicioso.

El juego literario que Gass sugiere refleja, en cierto modo, el determinismo genético: de tal palo, tal astilla. Así, Joseph Skizzen no deja de ser un extranjero residente en los EE.UU., que en ningún momento trata de normalizar o legalizar su situación. Pero como su padre, sabe hacer lo necesario para abrirse camino. Irá adquiriendo una identidad y falsificando documentos cuando sea preciso, lo que en un determinado momento le permitirá abrirse camino en el mundo académico como profesor de música. Consciente de su mediocridad, el ya treintañero Skizzen vive con su madre en una casa prestada de forma gratuita por la universidad, y en el ático que le sirve de estudio dedica la mayor parte de su tiempo libre a una obsesión: su personalísimo Museo de la Inhumanidad, en el cual va estableciendo una colección de ejemplos gráficos de las horripilantes brutalidades y salvajes asesinatos en masa, amén de masacres, matanzas étnicas y otras “exquisiteces” que caracterizan la historia de la humanidad.

El narrador omnisciente de Middle C nos ofrece un curioso relato del paso de Joey de la adolescencia a la juventud: su primer trabajo es en una tienda de música, de la que saldrá escaldado tras ser acusado de un robo que no ha cometido. Tras dejar los estudios, encuentra trabajo en una biblioteca en otra ciudad (ficticia) no muy lejana de Woodbine. La visión cáustica de Gass, primorosamente plasmada en su prosa, impera en estos capítulos. La trama de Middle C no es el punto fuerte de la novela. En realidad, la trama de la vida gris, convencional y retraída de Skizzen en compañía de su madre (cuya único capricho es la jardinería) sirve simplemente como telón de fondo. No es una obra para el lector medio, que tanta tendencia muestra a ser pasivo, como el show-business literario últimamente le dicta. Gass busca hacerte pensar: honrosa excepción entre los novelistas estadounidenses contemporáneos. Claro que Gass pertenece a una generación muy anterior, con nombres ilustres como Philip Roth, muchos de cuyos integrantes ya han fallecido.

Además de recortar informaciones sobre crímenes de revistas y diarios, Skizzen dedica su tiempo también a la tarea de perfeccionar un enunciado que resuma de alguna manera su visión del mundo. El primer ejemplo que nos da Gass del enunciado es el siguiente: “El temor a que la raza humana pudiera no sobrevivir ha sido sustituido por el temor a que perdure” (p. 22). Unas cuantas páginas más adelante, el enunciado aparece expresado con estas palabras: “La suposición de Joseph Skizzen respecto al hecho de que la humanidad pudiera no sobrevivir a su propia naturaleza disoluta y sanguinaria ha quedado reemplazada por la sospecha de que, a pesar de todo, lo hará” (p. 55). Este enunciado tan desolador (o tan realista, según se mire) adopta cerca de cincuenta versiones diferentes a lo largo de Middle C, y entre ellas Gass intercala algunos pasajes verdaderamente impagables.

Los temas de esta novela son no obstante muy actuales: la identidad de la persona y la obsesión por la forma externa antes que el contenido; el desprecio a lo que representa la humanidad como colectivo por las atrocidades de que es capaz; y finalmente (y este es un tema del que, debo confesar, no he sacado mucho en claro) la traslación de la técnica musical de los doce tonos de Schoenberg como interpretación o explicación teórica del mundo que nos rodea. El título de la novela, Middle C (la nota musical do, situada en el centro del teclado del piano) nos señala la mediocridad como planteamiento vital. Pasar inadvertido por un mundo en el que reinan la crueldad y el enseñamiento suele ser la aspiración para muchos, si bien no necesariamente para la mayoría. La sociedad actual se ha revelado como exhibicionista y estridente, gracias a lo que la tecnología del siglo XXI facilita y pone al alcance de los dedos de cualquiera que tenga un Smartphone (por cierto, la palabra se las trae).


Middle C no es novela para cualquier lector, y desde luego se hace una pizca larga. Si el Pynchon de, por poner un ejemplo, Mason & Dixon se te atraganta, no te recomiendo a Gass. Si por el contrario disfrutas del mero hecho de leer para encontrar gemas en medio de una novela que no parece llevar a ninguna parte, ésta tiene muchas perlas. El estilo de Gass es exuberante: escribe con gusto y es un verdadero placer leerlo y paladear esos momentos que parecen creados para que tú los encuentres y los saborees. Por ejemplo: “Joseph thought Miss Moss hissed. She certainly sailed out of sight. Her world must be flat because she disappeared all at once rather than a bit at a time.” (p. 175). Salvando las distancias, algo así como “Joseph pensó que la Srta. Moss dejaba escapar un silbido al moverse. Ciertamente, zarpaba hasta salir de tu campo de visión. Su mundo debía de ser plano, pues desaparecía de golpe, en vez de hacerlo poco a poco”.

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