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29 sept 2012

Los Cisnes de Sydney, campeones de Liga de Fútbol Australiano en 2012



Fue una final épica, un espectacular toma y daca que duró todo el partido, con constantes alternativas en el marcador, y que se jugó con un gran espíritu deportivo que ya quisieran para sí muchos clubes de fútbol en Europa. Los Cisnes de Sydney, los Bloods, tal como los conocen sus seguidores por su vestimenta roja, se impusieron en un apretadísimo final al equipo que partía como favorito, los Halcones de Hawthorn (Melbourne) por un margen de 10 puntos.

El día amaneció frío en Melbourne, tras un viernes lluvioso que deslució el desfile previo a la final – los jugadores tuvieron que saludar a los aficionados desde el interior de los coches. Pero el frío nunca es un obstáculo serio para los buenos aficionados al footy, y cerca de 100.000 personas abarrotaron el Merlbourne Cricket Ground.

En los primeros minutos, ambos equipos trataron de asentarse en el campo y establecer los marcajes individuales que a la larga resultarían casi decisivos. Como era de esperar, Teddy Richards se emparejó con Lance ‘Buddy’ Franklin y consiguió controlarlo en los momentos clave, en especial en el segundo cuarto, en el que Hawthorn solamente consiguió un mísero punto.

Con una temperatura que apenas llegaba a los 10ºC, Hawthorn dominó claramente el centro del campo en el primer cuarto, donde Mitchell, Burgoyne y Sewell lograban crear jugadas de peligro con claridad. Sydney únicamente anotó un gol, un soberbio chut desde el flanco izquierdo de Nick Malceski que superó a la defensa de Hawthorn.

El panorama cambió dramáticamente en el segundo cuarto. Mumford y Pyke comenzaron a dominar los botes en la zona del ruck, y empezó a verse la calidad de Josh Kennedy y Daniel Hannebery. Sydney marcó seis majors, y superó la ventaja inicial de los Melburnians para irse a los vestuarios con una ventaja sustancial, 16 puntos.

Al comienzo del tercer cuarto, Sydney siguió imponiendo su juego en defensa y en el medio campo, y llegó a ampliar su ventaja a 28 puntos – podrían haber sido 33 si un disparo de Kennedy no hubiese golpeado en el poste. Pero si algo caracteriza a Hawthorn, es su capacidad de reacción en los momentos difíciles, tal como demostró en el segundo partido de la liga regular contra los Swans, en Sydney, en el que remontaron una desventaja de cerca de 50 puntos para acabar imponiéndose.

Y eso es lo que los seguidores de los Hawks pensaban que iba a ocurrir cuando Hawthorn marcó cuatro goles rápidamente. La ventaja de Sydney se esfumó, y al último intercambio se llegó con la ventaja mínima a favor del equipo de la más famosa bahía del mundo.

El partido se seguía jugando a un ritmo infernal, y era difícil mantener la posesión. Los dos equipos luchaban a brazo partido por cada marca y en cada pase. Cuando David Hale amplió la ventaja de Hawthorn a 11 puntos, parecía que el trofeo de campeones se quedaría en la capital de Victoria. Pero los Bloods han demostrado esta temporada que son duros de pelar – excepto en el partido contra Richmond en el mismo escenario de la final, una derrota que todos sus aficionados prefieren olvidar.

A falta de siete minutos, y gracias a goles de Hannebery, Kieren Jack y el veterano Adam Goodes, Sydney volvía a dominar el marcador. Hawthorn se lanzó al ataque desesperadamente, pero Gunston y Sewell no tuvieron puntería. El tiempo se iba consumiendo, el combate no disminuía en intensidad, hasta que Nick Malceski sentenció con un acertado disparo con su primorosa zurda desde unos veinte metros.

El delirio se apoderó del sector rojiblanco en las gradas: la ventaja de Sydney era ya insuperable en los treinta segundos que restaban, y cuando sonó la sirena, los Swans vieron realizado su sueño, ganar la Gran Final por quinta vez en su historia, la segunda desde 1933, cuando el club estaba ubicado en South Melbourne.

El capitán, Jarred McVeigh, y el entrenador, John Longmire, levantaron el trofeo ante los miles de aficionados que los vitoreaban. Fue un momento muy especial y entrañable para Jarred McVeigh, que en 2011 había perdido a su hija Luella, de dos meses, por una enfermedad incurable.
Pyke le gana la partida a David Hale
Y qué decir del gigante canadiense Mike Pyke: el internacional de rugby por Canadá, que fichó por los Swans cuando Paul Roos era entrenador, sufrió pullas y burlas en su primera temporada. Casi nadie pensaba que pudiera triunfar en el fútbol australiano. Hoy, Pyke puede reírse de aquellos malos momentos: ya es campeón, y nadie le podrá quitar ese título.

Una gran victoria tras un partido disputadísimo, en el que ambos equipos jugaron con exquisita deportividad.

HAWTHORN: 4.5     4.6       9.10    11.15  (81)                
SYDNEY     : 1.4     7.4       10.5    14.7    (91)
        
GOLES
Hawthorn: Franklin 3, Breust 2, Gunston 2, Hale 2, Ellis, Smith.
Sydney: Jack 2, Kennedy 2, Malceski 2, McVeigh 2, Morton 2, Goodes, Hannebery, Reid, Roberts-Thomson.

Puedes consultar las estadísticas completas del partido aquí.

11 jun 2011

Footy y poesía (parte 3)

Las futuras y entusiastas promesas de Gungahlin Jets aprenden los aspectos fundamentales del juego los domingos por la mañana.

Otro aspecto que puede sorprender a muchos neófitos en el tema del footy, el fútbol de reglas australianas, es la facilidad con la que  lo adopta la segunda generación de emigrantes. Iría más lejos, y a riesgo de elaborar una afirmación que pudiera ser errónea, me atrevería a decir que el footy aúna el país y a sus muy diversas gentes de un modo que ninguna otra cosa, sea de carácter social, político o cultural, consigue hacerlo.

Un somero vistazo a los nombres de las actuales estrellas del footy, es decir, de jugadores que juegan esta temporada del año 2011, nos muestra una lista de apellidos como Riewoldt, Giansiracusa, Didak, Pavlich, Rischitelli, Zaharakis, Dal Santo, Montagna, etc… Son todos ellos australianos, pero en muchos casos sus abuelos o sus padres emigraron a esta tierra en pos de un futuro, como tantos otros en otras partes del mundo.

Lewis Jetta, desequilibrando por el lateral en el partido que enfrentó a Sydney contra Western Bulldogs (Manuka Oval, 7 de mayo de 2011)

El footy es asimismo el deporte que practican los jóvenes indígenas en toda Australia, pero especialmente en Australia Central y en el Territorio del Norte, hasta el punto de que muchos de ellos han sido y son fantásticos profesionales, considerados auténticas figuras estelares: antaño, jugadores como Phil and Jimmy Krakouer, Michael Long, Nicky Winmar, y Mick O’Loughlin; en la actualidad, estrellas como Adam Goodes, Lewis Jetta, Cyril Rioli, Lance ‘Buddy’ Franklin, Liam Jurrah, Aaron Davey, Austin Wonaemirri, Eddie Betts, y muchos otros.

El footy, como casi todos los deportes espectáculo, se ha ido convirtiendo con el paso de los años en un gran negocio. La Liga Profesional (AFL en sus siglas inglesas) maneja millones de dólares al año, gracias a los derechos de retransmisión televisiva, que también aquí domina un señor ya anciano, nacido en Adelaida y quien, por amor al dinero, se hizo ciudadano estadounidense.
La Australian Football League trata de cuidar y mimar al máximo la base y el futuro del juego: los niños. En el descanso de todos los partidos de la Liga (excepto en los días en que el campo esté inservible a causa de la lluvia) el campo de juego lo ocupan niños quienes, durante unos minutos, emulan a las grandes estrellas o simplemente entretienen a los espectadores con su versión del juego, adaptada a la edad y condición física de los niños y niñas.




Auskick en el SCG. Disfrutan como enanos, ¿verdad?


En la actualidad, el fútbol australiano no se practica únicamente en Australia; la AFL supervisa de manera indirecta otras federaciones y campeonatos locales en multitud de países. Se tratan lógicamente de torneos de aficionados, pero para muchos australianos es sin duda un motivo de orgullo y de alegría saber que al footy se juega en otros cuatro continentes con regularidad. En la actualidad hay pequeñas ligas locales en China, India, Japón, Nauru, Nueva Zelanda, Papúa Nueva Guinea, Samoa y Tonga en el área del Asia Pacífico; en Gran Bretaña, Dinamarca, Francia, Alemania e Irlanda por lo que respecta a Europa; en algunos países del Oriente Medio; en Canadá y los Estados Unidos, y en Sudáfrica.
El poema que sigue, de Tom Petsinis (nacido en Macedonia en 1953), forma parte de un libro cuya temática es exclusivamente el footy. El poema nos sitúa primero en el caos del tráfico mientras el forofo se dirige al estadio, el fastuoso Melbourne Cricket Ground, más conocido como MCG. El aficionado salva todos los obstáculos, aunque en el camino a su ‘vista divina’ en las gradas deje la moral y la solidaridad en la cuneta. El sonido del torniquete es la llave que le abre las puertas de su particular cielo, la promesa vital que el bote inicial da por cumplida.

El bote inicial
de Tom Petsinis

Media hora antes del partido
Y la distancia hasta el estadio es aún de pesadilla,
Me afano en el indolente tránsito,
Me salto semáforos, enrojecido por la ira.


Hoy no puedo permitirme la tolerancia, 
Ya amaré a mi prójimo, sí, pero mejor mañana:
Hacia la puerta siete desfilan las más viejas almas
Con su murmullo celestial.
 
Es aquí donde creo con mis cinco sentidos,
No cederé un ápice a sus miradas suplicantes:
El viento sopla con mucha fuerza para permitir milagros,
Nunca han sido los últimos los primeros.
 
Suena el torniquete de la puerta: ya estoy dentro.
Subo a la carrera, quiero una vista divina.
Queda dispensada por completo la promesa vital,
Sellada con el bote que da inicio al partido.

 ‘Opening Bounce’, de Tom Petsinis, publicado por primera vez en 2009, en Four Quarters. © de la traducción: Jorge Salavert, 2011.

27 may 2011

Footy y poesía (parte 2)

Los jugadores de Sydney Swans entran en el terreno de juego. (Sydney, SCG, 14 de mayo de 2011)

Un poco de historia

No hay ninguna certeza científica respecto al origen del footy. Parece obvio que algo del fútbol gaélico se transmitió y se transformó en el juego que se conoce como ‘Australian Rules Football’, pero también se baraja la posibilidad de que algunas de las naciones indígenas practicaran un juego de similares características con anterioridad a la llegada de los colonos británicos e irlandeses.
En un principio la competición no tenía carácter nacional. Las larguísimas distancias entre las principales ciudades lo hacían imposible antes de la aparición de la aviación comercial. La competición por antonomasia era la VFL, Victorian Football League, en la que solamente participaban equipos del estado de Victoria, y principalmente los de la ciudad de Melbourne. Esta liga, que comenzó en 1896, se formó cuando unos cuantos equipos se separaron de la competición que hasta entonces había regido el incipiente deporte desde mediados del siglo XIX.




Es especialmente en Victoria, Tasmania, Australia Meridional y Australia Occidental donde el fútbol australiano es una especie de religión, donde el amor a los colores del club se enseña a los niños desde su nacimiento. Los seguidores adoran a su equipo con una intensidad y un fervor que rara vez se observan en otros deportes y en otras partes del mundo. Pregúntale a cualquier persona del estado de Victoria, ‘¿Cuál ha sido el día más feliz de tu vida?’, y casi con toda seguridad, la respuesta tendrá algo que ver con fútbol.


Los Swans ya tenían bien encarrilado el partido a comienzos del último cuarto: Sydney 13.12 (90) Port 9.5 (59).

No es nada infrecuente que uno se encuentre con acérrimos seguidores de un equipo en cualquier parte de Australia. Recientemente me encontré con un matrimonio ya mayor, residentes en la ciudad de Geelong (Victoria), quienes siguen a su equipo de toda la vida, South Melbourne, fundado en 1874 – mucho antes que los llamados decanos de la LFP española, por ejemplo – y que fue reconvertido en Sydney Swans durante a principios de la década de los ochenta. Este simpático matrimonio vive por y para el fútbol, son socios del club y viajan allí donde juegue Sydney, siempre que pueden.


Cygnet, la mascota de los Sydney Swans, hace las delicias de niños y mayores antes del choque contra Port Adelaide. (Sydney, SCG, 14 de mayo de 2011)

El siguiente poema, ‘Life-Cycle’, de Bruce Dawe, es ya un clásico de la literatura australiana, e ilustra perfectamente la disposición generalizada entre los ciudadanos de Victoria ante este deporte. A modo de explicación, las referencias a ‘Tigre, Demonios y Santos’ son a equipos de la Liga (Richmond Tigers, Melbourne Demons y St Kilda Saints). Wilfred ‘Chicken’ Smallhorn fue un legendario jugador de Fitzroy (hoy en día Brisbane), famoso por su rapidez, y que durante la segunda guerra mundial estuvo preso en Changi (Singapur), donde organizó una liga interna de prisioneros de guerra.


Ciclo vital

Al nacer, a los niños en Victoria los envuelven
en los colores del equipo y los ponen en sus cunas engalanadas,
y dan comienzo así a toda una vida de forofos.

‘Vamos’, gritan, ‘Vamos’ … apenas se les oye al principio,
mientras luchan con sus padres juguetones por hacerse
con el trozo de rosquilla: ‘¡Oh, está hecho un pequeño Tigre!’ (Y es verdad…)

Subidos a la altura de los hombros en su primer partido de Liga,
son como monstruos inocentes que llevan años nadando
en pos del estruendoso paraíso de la luz diurna

hasta que, ahora, sus corazones estallan en un éxtasis,
rompen la superficie y se pierden para siempre:
sus mentes salen disparadas como serpentinas.

En el puro diluvio de sonido, se envuelven en sus bufandas luminosas, y una voz
que recuerda a la de Dios retumba desde las gradas:
¡¡Buuuuh!! ¡Gandul! El contrato queda firmado.

Comerán pasteles de carne y papas fritas,
abjurarán de los Demonios, se aferrarán a los Santos,
y verán cómo su equipo asciende en la tabla, hasta el Cielo.

Y los torrentes de sus vidas seguirán las marejadas de las peripecias del equipo;
una insensata proposición de matrimonio tras ganar el partido por un punto,
la boda y la luna de miel después de la gran final

No se harán viejos como envejecen los que viven más al norte;
para ellos el reloj de la vida marcará siempre los tres cuartos,
con un empate en el marcador, pero con el viento a favor en el último intervalo.

Perdura esta pauta, un recuerdo ancestral, a través de la maraña de temporadas,
que hace que los veteranos sueñen detrás de la valla con leones renacientes
y figuras de centauros del pasado que una y otra vez repongan el presente,

para que pueda renovarse esta eterna mitología,
y que retorne Chicken Smallhorn, como el dios del maíz,
en mil guisas diferentes, en la cual cambian los danzantes.

Mas la danza será por siempre la misma — los viejos seguirán
gritando, leales, ‘Vamos… Vamos…’ (aunque en voz más baja) hasta el mismísimo final,
y pondrán en el chico de uno noventa que vino de Eaglehawk todas sus esperanzas de salvación.
 Traducción de 'Life-Cycle' de Bruce Dawe, publicado por primera vez en 1978 en Sometimes Gladness© de la traducción, Jorge Salavert, 2011.

14 may 2011

Footy y poesía (parte 1)

Templo de apostasía, catedral bidimensional (Manuka Oval, 7 de mayo de 2011)

Footy y poesía

Si hay algo que aglutine firmemente a la sociedad australiana, es sin duda el deporte, y de entre los muchos deportes que se practican en estas tierras, especialmente el fútbol australiano, más conocido en inglés como footy.

En esencia, a modo de somera explicación para los que no lo conocen, el objetivo del fútbol australiano es mover un balón ovalado de cuero mediante chuts y pases con las manos de un extremo del campo de juego al otro, y marcar un gol (siempre mediante un chut) entre los dos postes centrales; el gol se contabiliza como seis puntos.

Los dos equipos se componen de dieciocho jugadores, distribuidos básicamente en cuatro líneas, dos defensivas y dos atacantes, de cuatro jugadores cada una, con dos volantes cuya misión es conectar el juego entre las diferentes líneas.
El fútbol australiano, en tanto que obsesión, en tanto que una especie de devoción alternativa, representa una forma de ver y vivir la vida, y por tanto no debe sorprender que sea una temática incorporada a la literatura del país. De hecho, existe ya un modesto pero significativo corpus poético en torno al fútbol australiano, el cual ha ido creciendo desde la década de los 70, y que sin duda seguirá incrementando su volumen a lo largo del tiempo, a menos que, en su afán de extraerle el mayor beneficio económico posible, los directivos que actualmente dirigen la liga profesional de fútbol australiano terminen por ahuyentar a los aficionados.
En el poema que sigue, Philip Hodgins (1959-1995) describe una escena que se repite sábado tras sábado en numerosos pueblos y ciudades de Victoria y otros estados australianos durante la temporada futbolística, de marzo a septiembre.

Sábado tarde: fútbol australiano


La elipse, símbolo hindú de fertilidad,
queda ceñida por coches repletos de gente,
todos en batería frente a la barrera.
Los amamanta igual que una cerda.

Dentro de los coches unas voces nos informan
desde lugares importantes, donde nunca hemos estado:
Kardinia, Moorabin, Windy Hill.

Reflejadas desde sus cúspides
se alzan dos catedrales bidimensionales.
Hoy, aquí y ahora, van a ser templos de apostasía por partida doble;
unos seres clonados guardan sus entradas,
y portan unas antorchas llameantes de un blanco puro.

Del purgatorio de calamina
salen muchos hombres en hileras de paracaidistas;
llevan las piernas barnizadas con el rastro tóxico
del aceite de eucalipto.

Aterrizarán cerca de los lemas de la inspiración,
para luego dispersarse en pares
de crípticas combinaciones numéricas.

Pero hay uno sin número,
tan decididamente blanco como una bola de billar,
omnipotente en su pose clásica,
y que mantiene en alto una elipse roja;

tras el pitido,
un estruendo formidable de bocinas
celebra la contienda decisiva de esta tarde.

Traducción de ‘Country football’, poema de Philip Hodgins, publicado en 1986. © de la traducción: Jorge Salavert, 2011.



Shane Mumford (Sydney Swans) y Ben Hudson (Western Bulldogs), los dos ruckmen a la disputa del decisivo primer toque (hit-out) tras una interrupción del juego; los árbitros ya no visten de blanco, como era la norma en la época en que Hodgins escribió su poema (Manuka Oval, 7 de mayo de 2011).
Una posición fundamental para el éxito del equipo es la de ruckman. Cada vez que se produce una parada del juego, el árbitro efectúa el bote reglamentario o un lanzamiento del balón en alto para reanudarlo. Entonces, el jugador que juega en la posición de ruckman debe intentar conseguir el primer contacto (hit-out) y lograr conseguir la posesión del balón y así favorecer la estrategia de su equipo. Se trata por tanto normalmente de jugadores de elevada estatura y una extraordinaria resistencia física: tienen que batallar por conseguir la posesión a lo largo de casi tres horas de juego, y corriendo detrás del balón para intervenir cada vez que el árbitro decreta un bote neutral.

El partido se juega en cuatro cuartos de veinte minutos a reloj parado. Las dimensiones del campo son las del óvalo omnipresente en las poblaciones australianas, y dedicado básicamente a jugar a críquet en verano, y a fútbol australiano en invierno.
El juego es asombrosamente rápido y también extremadamente exigente desde el punto de vista físico. Es un deporte de contacto, si bien las reglas estipulan la legalidad de ciertos contactos y la ilegalidad de otros. Una de las reglas que más extrañeza causa entre los que no conocen el juego es la que prescribe que el jugador debe siempre intentar jugar de manera que podríamos denominar constructiva: echar el balón fuera intencionadamente está penalizado con un tiro libre para el equipo contrario. Cierto entrenador portugués cuya notoriedad llega a todas partes, que cuenta con una filosofía bastante destructiva del fútbol, no habría logrado, por supuesto, ningún título en el fútbol australiano.

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