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19 feb 2024

Reseña: Instructions for the Drowning, de Steven Heighton

Steven Heighton, Instructions for the Drowning (Windsor, Ontario: Biblioasis, 2023). 217 páginas.

Steven Heighton falleció en 2022 a los 61 años. Este volumen recoge sus cuentos, una estupenda colección de narraciones breves que en su mayoría aparecieron por primera vez en revistas diversas. Además de componer música, Heighton publicó varias novelas y volúmenes de poesía y recibió varios premios y menciones honoríficas. Los temas que trata en Instructions for the Drowning son todo un abanico: el envejecimiento, el dolor (sea causado, recibido o autoinfligido), la muerte y su dignidad, las relaciones familiares y conyugales, o la insondable crueldad del azar y las circunstancias que de repente pueden cambiar una vida.

El libro toma el título del primer cuento: en él, Ray recuerda las instrucciones que le dio su padre respecto a cómo manejar la tarea de rescatar a alguien que se esté ahogando. Durante unas vacaciones junto a un lago, su esposa parece estar pasando apuros en el agua. Sin dudarlo se lanza a rescatarla y sigue las instrucciones que le dio en su momento su padre: «…no tendrías elección, […] a alguien que se esté ahogando le tendrías que noquear en seco. Un puñetazo corto, limpio al lateral de la mandíbula ꟷese sería el golpe preferible. Después de eso, podrás completar el rescate con facilidad y remolcar a la víctima hasta la orilla». (p. 3-4, mi traducción) La reacción de su mujer es de autodefensa y la relación entre los dos empeora como resultado de un consejo equivocado.

En el segundo cuento, ‘Repeat to Failure’, un joven casi se mata cuando en el gimnasio intenta levantar un peso excesivo cuando no hay nadie cerca que pueda ayudarle si comete un error o le cae encima la mancuerna. Que es lo que le ocurre.

En ‘Expecting’, una joven pareja encuentra una billetera al lado de la carretera mientras regresan de un almuerzo dominical. Ella está en un avanzado estado de embarazo y dará a luz muy pronto. Él se obsesiona con devolver la billetera y contacta con el dueño. Tras varias conversaciones, discuten acaloradamente porque han pasado las horas y el hombre que ha perdido la cartera no aparece, pese a haberle asegurado que iba a recogerla enseguida. A mitad de la noche comienza el parto y acuden al hospital. Unos días después encuentra en su buzón una nota escrita en la cara posterior de un folleto publicitario: «TU ME OLVIDAS PERO YO NUNCA TE OLVIDO». Al poco tiempo, se mudarán de barriada.

Uno de los cuentos mejor elaborados es ‘Professions of Love’. En esta historia, un cirujano plástico convence a su mujer, que ha sufrido una embolia, de que ha llegado la hora de que él la opere y le quite algunas arrugas. Ella accede, pero tras despertar de la anestesia ella detesta los cambios. Mientras que como lectores podemos ser testigos de la tragedia que la operación resulta ser para ella, el cirujano demuestra ser un tipo egoísta que sobrevalora sus dotes de cirujano y, por sus aires de superioridad, resulta ser extremadamente condescendiente con todo el mundo. Es un magnífico ejemplo de cómo Heighton ironiza con sus personajes y los despoja de sus máscaras, algo que sucede también con el padre en ‘Desire Lines’, que obliga a su hijo Niko a salir de caminata en medio de una fortísima helada. El hielo del río se rompe bajo sus pies y el chico cae al agua: «No hubo ningún crujido ni ningún chapoteo, solamente el sonido, débil y delimitado, de alguien que traga agua. El chico estaba totalmente inmerso en el río oscuro y se esforzaba por salir de allí. Cuando salió a la superficie, el susto y el escalofriante frío le bloqueaban la garganta y los pulmones. Hizo un intento por soltar un grito, pero apenas le salió un jadeo. Su padre seguía avanzando a grandes zancadas, con la cabeza agachada como si estuviera decidido a alcanzar la orilla más rápido ꟷcomo si también él ahora sintiera el frío y el cansancio» (p. 153-4, mi traducción)

Casi todos los protagonistas de los cuentos de Heighton en Instructions for the Drowning son varones. Todos ellos parecen vivir una lucha en la elaboración de un sentido y unos lazos con quienes comparten el espacio y el tiempo. Y, sin embargo, el subtexto es que se trata de una lucha interna, un conflicto que nunca termina de resolver sus propias contradicciones. Heighton escribe sobre este enorme conflicto tan intrínsecamente humano con una prosa sencilla y sincera en la uno encuentra numerosos destellos de poesía. Tratándose de una publicación póstuma, cabe decir que ninguna de las narraciones del volumen flojea. Todos estos cuentos te aportan algo: esa condición humana que nos hace reconocer que muchos de nuestros esfuerzos vitales se topan siempre con la posibilidad del fracaso. Es lo que nos hace humanos e imperfectos.

Nos dejó su talento: Steven Heighton dirigiéndose al público en septiembre de 2017 en el Festival de Escritores de Eden Mills, Ontario. Fotografía de Dan Harasymchuk.

Un excelente libro de un autor que, por desgracia, no nos legará nada más.

29 nov 2023

Reseña: Ducks: Two Years in the Oil Sands, de Kate Beaton

Kate Beaton, Ducks: Two Years in the Oil Sands (Londres: Jonathan Cape, 2022). 430 páginas. 

Cuando el sector minero australiano estaba en su punto más álgido, en la primera década de este siglo, recuerdo que uno de mis cuñados barajaba la idea de irse a trabajar al oeste de Australia (la región de Pilbara, donde están las mayores minas de hierro). El razonamiento era que en un año podía ganar lo que en su trabajo normal le llevaría cuando menos cinco años. No se fue y nunca más volvió a hablar de ello.

Cuando Kate vio la aurora boreal... (p. 131) 
 
Una aurora boreal a unos 11 000 metros de altitud en Canadá, captada en fotografía por Yevgeny Pashnin el 22 de enero de 2004. © Yevgeny Pashnin.

Ducks es la autobiografía en formato de novela gráfica de la experiencia de la canadiense Kate Beaton como trabajadora en las explotaciones petrolíferas del norte de Canadá. Abarca casi tres años en diferentes ubicaciones de Alberta. Beaton, oriunda de Nueva Escocia, decide probar fortuna en las arenas petrolíferas para poder pagar su deuda estudiantil rápidamente. Una mujer joven sin experiencia alguna en el campo industrial se traslada a un lugar donde el sexismo y la misoginia son el pan nuestro de cada día (casi he reemplazado esa palabra con otra: «hora»).

Una de esas fiestas... (página 209)

Beaton ahonda en la brutal sensación de aislamiento al tiempo que describe situaciones surrealistas como la irrupción «por error» de tipos bebidos en su dormitorio. Pero conforme avanza en su narración, el enfoque pasa a abarcar también la explotación de los recursos naturales y la calamidad que eso supone para el medio ambiente y para las poblaciones indígenas del norte de Canadá. La muerte de una gran bandada de patos es el detonante. El libro acomete la tarea de denunciar el doble coste de la industria petrolífera canadiense: el ecológico y el humano. Y cumple con creces.

Página 329. 
Asimismo, el libro apunta hacia la inhumana cultura prevalente en el lugar de trabajo. La mayoría de los empleados padecen estrés y depresión, se sienten extremadamente solos y recurren al alcohol y las drogas.

Un libro muy completo (pero largo) en el que los dibujos demuestran el buen hacer de Beaton para definir las emociones de los personajes en determinadas situaciones. Le vendría bien, si acaso, algo de colorido, pero su lectura me resultó amena.

16 dic 2018

Reseña: Warlight, de Michael Ondaatje

Michael Ondaatje, Warlight (Londres: Jonathan Cape, 2018). 289 páginas.
¿Qué es un apodo, si no un disfraz? Al narrador de esta sorprendente historia su madre siempre le llama por un mote, ‘Snitch’ (chivato). Lo mismo hace con su hermana Rachel. La época es 1945, y el lugar, Londres, todavía recuperándose del Blitz. Nathaniel, que tiene apenas 14 años, y Rachel, unos pocos años mayor que él, reciben un día la noticia de que su padre se va a trabajar a Singapur. Poco después también su madre desaparece, y quedan bajo la custodia de un afable aunque misterioso hombre al que ambos apodan ‘The Moth’ (Polilla). Cuando Nathaniel y Rachel descubren el arcón de viaje de su madre escondido, dan por sentado que su madre ha muerto o está encerrada en alguna prisión.

El Londres de la posguerra es para el Nathaniel narrador, mucho tiempo después, una época de recuerdos que son una mezcla de verdades y embustes. The Moth decide sacarlos de los internados en los que, según les dicen, su madre ha decidido ponerlos y permitirles que vayan a una escuela normal y pasen las noches en casa. Pronto la casa se convierte en un polo de atracción para muy diversos personajes. Entre ellos, Nathaniel siente una especial afinidad por un curioso individuo al que apodan ‘the Pimlico Darter’ (La flecha de Pimlico), ex-boxeador y figura conocida en los bajos fondos.

Quizás the Pimlico Darter bebiera en este pub, el Queens Arms de Pimlico, Fotografía de Ewan Munro.
Con el Darter, Nathaniel recorre el Támesis y las calles de Londres en viajes, a veces raudos en coche, a veces largos y sombríos en una barcaza, llevando galgos importados ilegalmente para los canódromos. Nathaniel pronto deja la escuela y empieza a trabajar. En un restaurante conoce a Agnes, una joven que lo iniciará en las artes amatorias.

Pero la pregunta acuciante que nunca deja de aguijonearlo es el paradero de su madre, Rose. Hasta tal punto que, en un baile en el que estaba con Agnes, Nathaniel cree ver a su madre observándole a escondidas. ¿Por qué salió de sus vidas Rose sin dejar rastro? ¿De qué o quién se ocultaba?

Todo llega a un clímax cuando son sorprendidos por un ataque durante una gala de teatro. Su madre reaparece, pero the Moth muere. ¿Quiénes son el enemigo? ¿Cuál es el verdadero papel de su madre en todo este extraño y rocambolesco tinglado de posguerra?
En la segunda parte de la novela, Nathaniel tiene ya 28 años, y está trabajando para el Ministerio de Exteriores británico, Foreign Office. Su madre lleva varios años muerta, y él sigue empeñado en descubrir el misterio que puso en peligro su vida cuando era un adolescente.

La casa en la que vivió Rose en su niñez se llamaba White House. The White House en Little Bradley, Suffolk, Fotografía de Mike.
El Nathaniel adulto acaba de comprar la casa que fue propiedad del hombre que cuidó de él en Suffolk cuando su madre se refugió en el campo. El recuerdo persistente de aquella época es que su madre vigilaba la llegada de extraños al pueblo o sus alrededores. En sus pesquisas en los archivos del Foreign Office, Nathaniel va desmadejando la historia de traiciones, ejecuciones sumarias y diversos crímenes de guerra. También descubre el apodo que recibía su madre como agente durante la guerra: Viola.

Aunque han transcurrido muchos años desde aquella alocada y sorpresiva vida en Londres tras la desaparición de Rose, Nathaniel sigue en su afán por descubrir la verdad (si es que tal cosa fuera posible). Finalmente, logra ubicar a Marsh Felon, the Darter. Se presenta en su casa, con preguntas que the Darter responde con evasivas. Pero la insistencia en querer saber le lleva a pagar un precio muy alto: descubre una realidad que quizás debiera resultarle imposible de aceptar.

Un Gran Maestro. Fotografía de Tulane Public Relations
Warlight es, ante todo, una elegantísima novela. Tanto por su lenguaje (el autor es, por vocación, poeta antes que novelista) como por el tratamiento de la trama y los personajes. Ondaatje es deliberadamente impreciso y ambiguo: busca crear un suspense que no defrauda en el desenlace. Cuando éste llega, te deja pasmado.

3 oct 2015

Reseña: The Free World, de David Bezmozgis

David Bezmozgis, The Free World (Nueva York: Picador, 2012). 354 páginas.

Recuerdo perfectamente la agitación, los nervios generalizados en mi casa que precedieron a la primera visita de la rama “rusa” de mi familia, que vivía en Kiev. Yo tenía apenas cinco o seis años, si la memoria no me falla, y en la Valencia del tardofranquismo cualquier aparición de los “rojos” era naturalmente vista con suspicacias. Para el niño que yo era, una de las cosas más llamativas de aquellos extraños fue que resultaron ser personas como muy normales.

¿Éramos los españolitos del tardofranquismo representantes del llamado “mundo libre”? Para el adolescente que unos años después comenzó a adquirir una cierta conciencia política, la España de aquella época distaba mucho de ser “libre”, aunque el signo político del régimen era totalmente opuesto al de la Unión Soviética (los extremos se tocan).

En The Free World, Bezmozgis, autor canadiense nacido en Riga (Letonia), explora la salida de una familia judía desde detrás del llamado telón de acero (Riga, para ser precisos) a la Roma de finales de la década de los 70, desde donde esperarán hasta poder conseguir visados que les permitan vivir en alguno de los países de Occidente que eran entonces (y ciertamente, lo siguen siendo) anhelados destinos para la emigración: Estados Unidos, Canadá, Australia.

Estación de Roma Termini - en su interior pasé una noche mediada la década de los 80. No conservo un buen recuerdo de los Carabinieri.
Los Krasnansky comprenden tres generaciones: Samuil y Emma, los abuelos, han visto barbaridades y sufrido penalidades suficientes como para llenar un libro. Él presenció el asesinato de su padre a manos de soldados del Ejército Blanco cuando era un niño, y más tarde pasó a formar parte del Ejército Rojo que derrotó a las tropas nazis en la Segunda Guerra Mundial, en la que perdió a su único hermano. La segunda generación la componen sus dos hijos, Karl y Alec, y sus respectivas esposas, Rosa y Polina. La tercera son los dos niños de Karl y Rosa, pero la novela se centra naturalmente en las dos generaciones adultas.

El patriarca Samuil, que un poco a regañadientes ha dejado su tierra, se convierte en el mayor lastre para los planes de la familia debido a sus problemas de salud. Entre la opción de ir a Canadá o a Israel, Samuil preferiría seguir para siempre en el limbo romano. Como buen ateo convencido, repudia toda clase de ortodoxia, pero añora la época en que ser guardia del Ejército Rojo le confería un manto de autoridad y le ganaba automáticamente el respeto de los más jóvenes.

Los Krasnansky llegan a Roma cargados de fardos repletos de objetos que piensan vender mientras tengan que esperar la decisión del gobierno de Canadá. Esos meses de espera los sitúan en una especie de limbo que le sirve a Bezmozgis para retratarlos. El autor canadiense realiza estos retratos de dos modos: por un lado, con los episodios propios de un extranjero en tierra extraña y desconocida. Por otro lado, con los recuerdos de sus vidas anteriores en la Unión Soviética.

La narración se centra en tres personajes: Samuil, Alec y Polina. El páter familias, descontento con todo y suspicaz de las intenciones de sus hijos, opta por retraerse y confiarse a un viejo músico y tullido veterano ruso al que conoce en el Club Kadima de Roma. Alec es un mujeriego irredimible (el retrato que dibuja Polina de su marido lo deja en muy mal lugar, a pesar de la capacidad de perdón que demuestra tener. En el caso de Polina, Bezmozgis recurre al género epistolar para ofrecernos una perspectiva más íntima de quién esa mujer que ha decidido jugárselo todo a una baza sin tener en sus manos ningún triunfo.

Estación de Ladispoli - un último tren para Samuil. Fotografía de Notafly
En The Free World hay también muchas situaciones cómicas, que rayan en el despropósito: los apagones en la pensión y las reacciones de los emigrantes allí alojados, el regateo en los mercados, la presunción de Alec respecto a sus posibles conquistas amorosas. Hay también roces con las mafias que inevitablemente se forman en ese tipo de entornos.

Quizás el personaje más enigmático y con mayor atractivo sea el de Lyova, otro emigrante judeo-ruso que les arrienda la mitad de un piso a Alec y Polina. No es casualidad que sea Lyova quien alcance su objetivo de huir tanto de su Ucrania natal como del Israel de Begin. Mientras espera el visto bueno de los Estados Unidos, tras haber vivido en la Unión Soviética y en Israel, dice que se conforma con un país que tenga los menos desfiles militares posibles. No me parece ser tan exigente, la verdad.

The Free World es la primera novela de Bezmozgis. Como debut es más que respetable: está bien escrita, en un estilo elegante. Se trata de un autor perceptivo y seguro de lo que hace. Puesto que los Krasnansky todavía no han alcanzado su destino como emigrantes, no cabe hablar de una novela en torno al fascinante tema de la asimilación al lugar de destino y la lucha por salir adelante en un nuevo entorno. Un autor a tener en cuenta en los próximos años, no cabe duda.

Bezmozgis sitúa un episodio muy sangriento en el interior de las ruinas de Ostia Antica. Muchas hostias en Ostia. Fotografía de Foeke Noppert 

The Free World apareció en 2012 en castellano bajo el título de El mundo libre, publicado por RBA. Por desgracia, no he podido averiguar quién hizo el trabajo de traducirlo.

15 jul 2013

Reseña: Dear Life, de Alice Munro

Alice Munro, Dear Life (Detroit: Wheeler Publishing, 2013). 436 páginas.

Por mucho que desde las páginas de suplementos literarios y publicaciones similares se insista una y otra vez en la superioridad de la novela sobre el relato corto, la aparente supremacía existe únicamente en términos económicos – las listas de los libros más vendidos las nutren en buena medida novelas no particularmente brillantes. Si el cuento parece contar con un estatus marginal, ello no es óbice para reconocer que hay escritores cuyos cuentos reúnen características literarias de altísima calidad, por lo que en ese sentido la hegemonía novelística sería más bien infundada.

El caso de Alice Munro puede ser una de las mejores pruebas de lo anterior. Munro ha contribuido durante muchísimos años sus cuentos a, entre muchas otras revistas, The New Yorker. Dear Life es su colección final, y posiblemente la más personal de todas, como confiesa en una nota que precede a los cuatro últimos relatos de este volumen, de los que dice que “no son en realidad cuentos. Forman una unidad independiente, la cual es autobiográfica en sentimiento.”

Los cuentos que dan inicio a Dear Life tienen variadas temáticas, pero tienen algunos nexos que los unen, además de la ubicación geográfica canadiense. Muchos de ellos remiten al lector a la época de la segunda guerra mundial y la posguerra. Además, la difícil relación que se da entre el paso del tiempo y el recuerdo de los sucesos pasados: cómo los cambios bruscos afectan nuestras vidas, las vidas de personas normales, como tú o yo, y el reflejo que de dichos cambios crea en nuestra memoria el transcurrir del tiempo y la manipulación subjetiva de la memoria.

El primer relato, ‘To Reach Japan’, es deslumbrante. Una joven madre y ama de casa de Vancouver aficionada a la poesía, acude a una fiesta de la revista donde le han publicado algunos poemas. Tras tomarse varios vasos de zumo que resulta ser alcohol de alta graduación, un periodista de Toronto la rescata, pero al dejarla a la puerta de casa renuncia a besarla. El recuerdo la consume, y cuando meses después consigue un trabajo de profesora en Toronto, le escribe al periodista. Durante el viaje en tren comete una indiscreción y le hace pasar un muy mal trago a su hija. ¿Qué ocurre cuando el tren llega a la estación?

En ‘Amundsen’ una joven maestra, Vivien, acepta un puesto de trabajo en un sanatorio para niños tuberculosos. Allí conoce al médico, el Dr. Fox, un hombre mucho mayor que ella; al poco tiempo sucumbe a su influjo y entabla relaciones con él. El relato nos guía paulatinamente hacia un desenlace ingrato para Vivien: en lugar del romance que Munro parece haber sugerido podía aflorar en la vida de la maestra, la mezquindad de un hombre sin escrúpulos se impone y quebranta la vida de la maestra.

‘Corrie’ es la historia de una joven acaudalada pero discapacitada por la poliomielitis; en este relato, la mujer entabla relaciones con un hombre casado, arquitecto, y quien al poco tiempo le revela que una exsirvienta los ha descubierto y empieza a hacerles chantaje. El desenlace es de lo más sorprendente: gracias a un episodio imprevisto, relatado de forma muy escueta, Munro nos hace dudar sobre la veracidad de algo que afectó la vida de Corrie.

Una de las virtudes en los cuentos que componen Dear Life es el modo en que la autora realiza un sublime despliegue del poder que tienen las emociones sobre el ser humano, y lo confusas que pueden resultarnos. En ‘Dolly’, una anciana mujer cuenta cómo, tras haber acordado un pacto suicida con su viejo esposo, sucumbe a un ataque de celos cuando él reconoce a una vieja novia en una vendedora ambulante de perfumes. Sin pararse a pensarlo en frío, hace la maleta y se sube al coche, dispuesta a dejarlo para siempre. ¿Pero qué es "siempre" para una septuagenaria?

Posiblemente se deba al estilo tan sobrio y sin florituras de Munro, pero el caso es que los cuentos de Dear Life introducen plácidamente al lector en el mundo de sus personajes; sin embargo, la placidez es del todo engañosa, es un mero artificio, quizá porque el mundo real no abunda en placidez y quietud sino más bien en malevolencia, mezquindad y pobreza de espíritu. Munro no revela esas caras oscuras y lóbregas de la humanidad, sino que simplemente se limita a aludir a ellas. O dicho de otro modo: lo que es en apariencia un sencillo entramado lingüístico deja entrever al lector un mundo agrio. Lo connotado es mucho más expresivo de lo que las simples palabras que la autora emplea parecían habernos dicho.

En su reseña para la London Review of Books, Christian Lorentzen opinaba que “los relatos de Munro sufren cuando aparecen en una recopilación, porque la forma correcta de leerlos es dentro de una revista”. No puedo estar más disconforme con esa opinión: precisamente el hecho de juntar los cuentos en un único volumen permite al lector marcar el tempo de lectura, abandonarla y retomarla a su antojo, elegir cuándo (re)leer un relato, o en qué orden (re)leerlos, y combinar su lectura con la de otros libros. Por cierto, en la edición que he leído, impresa en letra grande, cuentos que normalmente ocuparían diez páginas ocupaban treinta, y ése era un placer/valor añadido.


Munro ha dicho que éste será su último libro, que dejará de escribir. Por suerte para los que nos gusta la buena literatura, ha dejado un importante legado que podrán disfrutar muchas generaciones venideras de lectores.

7 may 2012

Reseña: The Cat's Table, de Michael Ondaatje


Michael Ondaatje, The Cat's Table (Londres: Jonathan Cape, 2011). 287 páginas.

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Cada vez que como lector me encuentro con un libro que me deja un sabor de boca tan bueno como me ha dejado éste de Michael Ondaatje, siento unas irreprimibles ganas de hacérselo saber a todo el mundo. Este es un gran libro. Y con eso me podría quizá dar por satisfecho y terminar aquí la reseña, y aquí paz y allá gloria. Si eso hiciera, ¿lo agradecería el lector del blog? Opiniones, por favor, más abajo, donde corresponde expresarlas, si es que quieres hacerlo.
The Cat’s Table es más que una novela de viajes o una Bildungsroman. ¿Es a un tiempo autobiografía enmascarada como ficción o ficción disfrazada como autobiografía? ¡Qué más da! Es ‘Literatura’ con una gran L mayúscula.
Un narrador llamado Michael rememora el viaje de tres semanas en barco que hizo a los once años, en 1954, cuando se trasladó desde Colombo (lo que por entonces era Ceilán) a Londres. El barco se llama Oronsay, y se convertirá en un riquísimo universo para Michael, a quien sus dos amigos le apodarán Mynah (algunos comentarios sobre esto y los problemas – autoinfligidos – de traducción, más adelante).
La narración de Ondaatje oscila entre el presente del narrador ya adulto (el chico del Oronsay se convirtió en un escritor de renombre que reside en Canadá) y la evocación del viaje y de la niñez en la isla de Sri Lanka que Michael dejó atrás al embarcarse. En el barco, a Michael le asignan un camarote de tercera, el cual compartirá con un tripulante que se pasa las noches jugando al bridge con tres compinches. Michael entabla amistad con dos niños de sus edad, Ramadhin y Cassius, y pronto descubren que son prácticamente invisibles para los adultos. Sus exploraciones del barco y las conversaciones que tienen con otros pasajeros y tripulantes forman el cogollo de una historia cautivadora y narrada de manera excelente.
Ondaatje profundiza en las conexiones que establecen los seres humanos a lo largo de la vida, pero no lo hace recurriendo a disquisiciones filosóficas (que podrían resultar pesadas y fuera de lugar en este relato). Por ejemplo:
“… no sabemos más acerca de los personajes que ellos saben de sí mismos…. Eso creo. Reconozco eso como un primer principio del arte, aunque tengo la sospecha de que muchos lo reconocerían.”
Las conexiones, como bien sabemos todos, se hacen y se pierden. En algunos casos, reaparecen unos puntos de conexión allí donde nunca hubiéramos esperado encontrarlos. En todo caso, para cuando queramos recuperar el pasado, también sabemos que la memoria es exigua y no tan fiable como quisiéramos. Por suerte, nos quedará siempre la ficción para reconstruir una historia que queramos dejar como legado.
Muy sutil y elegante en sus palabras, Ondaatje pone de relieve las limitaciones que los personajes se encuentran en ese universo sellado por el mar durante tres semanas de travesía. La férrea moral de la posguerra, en los estertores del imperio y el rancio colonialismo que lo sostiene, constriñe a los comensales de la ‘mesa de los segundones’.
Michael y sus amigos se esconden para escuchar conversaciones sin ser vistos. Espían y observan con descaro, cometen increíbles travesuras (la idea de atarse en una cubierta poco antes de que el buque enfrente una espantosa tormenta me recordó a alguna que otra locura de mi niñez tardía, como la de lanzarse al vacío desde un segundo piso a una montaña de arena para la construcción); en definitiva, aprenden muchísimo en esas tres semanas en el mar.
Pero Ondaatje no se conforma con esto, y añade unas magistrales dosis de misterio al relato, enmarañando una trama alrededor de varios de los personajes de esa ‘mesa de los segundones’ en el comedor, a la que confinan a Michael desde el primer día de viaje. Dice Ondaatje que son personas como las que se sentaban a esa mesa, “extraños como ellos, en los diferentes lugares destinados a los segundones donde he estado, las que me cambiarían”.
Como todo viaje que se precie (dejemos de lado los viajes de turismo, que no cuentan), éste no es solamente un viaje de emigración, sino también descubrimiento de uno mismo. Michael se desplaza de Colombo a Londres, pero también se traslada de la niñez a la juventud. Pero como cualquiera de nosotros, no es consciente de lo que le sucede mientras le está sucediendo.
Una vez terminada la lectura de The Cat’s Table, releí las primeras páginas. Había algo que no cuadraba. En efecto, Ondaatje comienza la novela en tercera persona, refiriéndose a Michael como un niño que “tenía once años aquella noche cuando, verde como estaba para el mundo, subió a bordo del primero y único buque en su vida. Semejaba que a la costa le hubieran agregado una ciudad, mejor iluminada que cualquier pueblo o aldea.” Resulta muy curioso que Ondaatje no vuelve en ningún momento mas adelante en la novela a recurrir a la tercera persona.
Una última observación. The Cat’s Table ha sido publicada muy recientemente en español bajo el extraño título de El viaje de Mina. La elección de ese título para la versión en lengua castellana es realmente pobre y poco afortunada. Con El viaje de Mina se pierde demasiado (‘the cat’s table’ es una referencia al estatus de inferioridad que les confieren en el barco), por no hablar de los equívocos que pudiera provocar: Mina suele ser nombre de mujer, por lo que la elección de la mayúscula me parece muy poco afortunada. Hacer referencia, aunque sea mínima, al viaje de un pájaro mina, o mainate del Himalaya (mynah bird, una de cuyas numerosas variedades se ha convertido en una plaga aquí en Australia) tendría más que ver con un vuelo que con una travesía interoceánica. Dudo mucho que haya sido decisión del traductor empobrecer el texto a través del título; y dudo también que a Ondaatje se le haya explicado la merma que supone el título en castellano de su excelente novela.

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