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2 ago 2023

Reseña: Selena Didn't Know Spanish Either, de Marisa Tirado

Marisa Tirado, Selena didn't know Spanish either (Huntsville, TX: Texas Review Press, 2022). 31 páginas.

La dedicatoria de esta plaquette, el primer libro de Marisa Tirado, está escrita en dos lenguas: «For my parents and my primos». El título, sin embargo, hace referencia a Selena Quintanilla (1971-1995), cantante texana de origen hispano-cheroqui que triunfó en una breve carrera interrumpida por su asesinato a manos de la fundadora de su club de fans. Según parece, Selena no aprendió bien el castellano hasta que comenzó su carrera musical profesional.

El bilingüismo es uno de los temas que afloran más directamente, a simple vista, en la poesía de Tirado. Sin embargo, una lectura más ambiciosa podría revelar que no se trata de la cuestión más candente y turbadora: Tirado investiga a fondo y araña sin piedad en la herida que supone la más que frecuente pérdida (y la posterior recuperación) de la lengua y la cultura de los inmigrantes hispanos en los Estados Unidos.

Así, en ‘Gaining Traction’, Tirado nos habla de «A year spent swimming in my language/ and I find anger everywhere./ My vowels conjugate with trauma./ Adverbs find ancestral fists./ Cuando mis labios se abren/ correctamente, el fuego/ dentro de mí crece./ Or is it justo?/ verdadero?/ What would my grandfather/ have yelled towards/ his Puerto Rican sun?...» Ese impulso con cimientos bilingües al que alude el título del poema se convierte – ¿irónica o amargamente? – en «unas cursivas a las que se pasa por alto». (p. 26)

Esas reflexiones acerca de la ira o las experiencias traumáticas figuran también en otro poema, ‘Charlottesville, Parkland High, etc., etc. etc.’ en el que denuncia la peor epidemia de la sociedad estadounidense: la violencia de las armas de fuego y la que acompaña a la reacción racista y supremacista, como ese momento en el que «…un Dodge Challenger/ te golpea en medio de una multitud/ y te voltea en el aire/ en el telediario». (p. 19, mi traducción).

Se califican ellos solos: sin palabras. Fotografía de Anthony Crider.

Un aspecto singular de este brevísimo volumen de poesía es el hecho de que contiene tres poemas que la autora titula como autobiografía de una joven. El primero es el segundo del libro: una declaración de intenciones que comienza con estos versos que traduzco: «Yo nací. A mis orejas las bautizó/ con una aguja de coser en la cocina/ mi abuela. Las aceras blancas nos avisaban/ de que los niños bilingües hacen de los parques infantiles lugares hostiles». (p. 1) En el segundo, tras describir los sonidos de un recién nacido como acordes con su cultura sónica, Tirado observa que «Estoy en casa, pero confundo a todas las camareras con mis erres sobrecargadas. Veo a una familia salida directamente de la infancia de mi madre, tumbados en un colchón en la bandeja de una camioneta. Siento las ganas de bajarme del Uber y preguntarles quién soy». (p. 16, mi traducción)

En la tercera pieza que Tirado titula  ‘Young Memoir’, el intento por recordar la lleva a reflexionar que ha descubierto que «quejarse en sí mismo es en realidad quejarse de la falta/ de cosas que buscar». (p. 24, mi traducción).

Curiosamente, en el poema que cierra el libro, ‘Alicante, Spain’, Tirado viaja para enseñar inglés

«…en el interior de una escuela, en el interior del país

de donde son mis antepasados, antepasados que saquearon

a mis otros antepasados mientras creaban mi sangre.

 

Una incómoda reunión familiar. Un muy maligno abuelo

de las montañas cantábricas, padre de padres

que lucharon con mis matriarcas con ágil apellido. La lucha

 

es larga, y el día de hoy es solamente su elocuente ser.

Hay momentos que me bendicen con sus lecciones de idiomas.»

pero no hay mención alguna de la cultura bilingüe en la ciudad a la que llega, también amenazada por políticas lingüísticas de origen estatal que en última instancia aspiran a eliminar definitivamente la antiquísima lengua local.

Selena Didn’t Know Spanish, Either es un brillante debut. Tirado combina poemas de versos cortos con otros en los que ocupa la longitud de la página, y también produce piezas breves en prosa. Juega con la chanza y los sonidos del castellano incrustados en sus poemas en inglés tejano. Es un valiente cuaderno donde reúne escritos sobre los sentimientos de desarraigo, redescubrimiento y autodescubrimiento.

‘Cobrando impulso’

He pasado un año nadando en mi lengua/ y me encuentro que hay ira en todas partes./ Mis vocales se conjugan con el trauma./ Los adverbios topan con puños ancestrales./ When my lips open/ correctly, the fire/ inside me grows./ Acaso es fair?/ True?/ ¿Qué habría gritado mi abuelo/ frente a/ su sol portorriqueño?/ Mientras me inclino hacia las profundidades/ del pozo de todo esto,/ una adolescente bilingüe avisa de/ mi inminente reducción,/ que me convierte, de alguien “talentosa”/ en unas cursivas a las que se pasa por alto.

3 abr 2020

Vale Bruce Dawe

Anteayer falleció el poeta australiano Bruce Dawe (15 de febrero de 1930 – 1 de abril de 2020). Quizás escogió morirse un 1 de abril (April Fools' Day) para gastarnos a todos una broma. En todo caso, escribo estas palabras porque Dawe supuso para mí una verdadera revelación, el descubrimiento de una voz australiana de origen muy humilde que supo cultivar(se) y agrandar(se) en un país que rara vez aprecia a sus poetas. Para quien no lo conozca y quiera paladear su obra, recomiendo Sometimes Gladness.

Te dejo una muestra, un poema suyo que traduje hace muchos años que era parte de un proyecto de antología de poesía australiana, y que estaba guardado en alguna parte.

Homo suburbiensis 
Una constante en un mundo de variables:
Un hombre solo, al atardecer, en su pequeña huerta,
y todo lo que allí se lleva 
allí donde la servidumbre discurre junto a la empalizada trasera, y el aire
huele a tomateras, donde los ásperos zarcillos
de una calabaza blanden torpes sus látigos, y las hojas se desparraman 
sobre el estercolero, y exuberantes se encaraman
por las estacas …
Miradlo, perdido en una verde
confusión, olisqueando el humo de la basura que arde 
en otro lugar; oye apenas el quejoso estrépito de un plato
en un fregadero, que podría ser el suyo; oye un perro, un niño,
los lejanos susurros del tráfico, y a cambio ofrece
poca cosa, mas tanto como un hombre pueda ofrecer:
Tiempo y dolor, odio y amor, vejez, guerra y muerte, unas risas y la fiebre.


Donde discurre la servidumbre. Fotografía de Greg O'Beirne. 

29 abr 2019

Dreambabwe, un poema de Les Murray

Hoy ha fallecido Les Murray, un carismático poeta australiano nacido en 1938. En una velada de lectura de poemas, hace unos cuantos años aquí en Canberra, le pedí que leyese este poema, que traduje hace ya varios años, y que pertenece a su volumen Subhuman Redneck Poems (1996). El título del poema es un ingenioso juego de palabras, de esos que tanto me gustan.

Me dio la impresión de que mi petición no le hizo mucha gracia; vete tú a saber por qué.

Fotografía de Jean-Pierre Dalbéra (Paris, France) - Hippopotame (Zoo de Berlin)

Dreambabwe

Chorreando, un hipopótamo sale a la superficie,
como la cabeza de alguien
que se alzase con la mirada permanentemente embriagada,
desde el lecho de un lago de estrofas.



Otro poema de Murray que he traducido al castellano, aquí.

31 jul 2017

Traducciones de poemas de Maria Takolander en Revista Prometeo


La revista colombiana Prometeo ha publicado este mes de julio en un solo volumen los dos números en los que recoge la Memoria del Festival Internacional de Poesía de Medellín. En el volumen aparecen tres poemas de la autora australiana Maria Takolander, cuyas traducciones al castellano he realizado.

Es siempre un gusto ver tu trabajo publicado, de manera que le agradezco públicamente a Maria que me haya enviado un ejemplar. En el caso de Takolander, traduje una significativa selección para su presentación en el Festival, con un total de 22 poemas y un manifiesto introductorio. Para poder dar cabida a todos los poetas (que acudieron desde todos los rincones del mundo) que intervinieron en el Festival, Prometeo ha seleccionado entre tres y cinco poemas de cada participante, cuyo número, según el índice, excedía los 80. Este doble número alcanza las 320 páginas, e incluye fabulosas ilustraciones de pinturas del artista colombiano Eduardo Esparza.

A continuación, mi traducción de ‘Rock’, uno de los poemas de Maria Takolander, no incluido en la colección, y que apareció en la antología Writing to the Wire, editada por Dan Disney y Kit Kelen, y publicada por University of Western Australia Publishing.

Fotografía procedente de ABC.

Roca
Dedicado a Anónimo, solicitante de asilo

Fui testigo (por televisión)
de una barca que se mecía como ninguna cuna lo haya visto yo hacer.
Tú estabas a bordo; había hombres y mujeres a bordo;
había niños a bordo; había bebés a bordo.

(¿Puedo decirte que nunca he sentido más asco
por ese absurdo ímpetu del mar,
y el lugar donde se originó, y el porqué
de que ese movimiento se reprodujera una y otra y otra vez?)

Había una inmensidad de espacio
por encima de ustedes, teñida de un azul distante,
y estaba claro que ninguno de nosotros tendría sentido alguno
a no ser que, como los dioses, nos decidiéramos a hacerlo.

Un puñado de gente—tan pequeños—
se subió a las negras, escarpadas rocas
de una orilla más hostil que cualquier metáfora.
Les observaron dando bandazos y hundirse

en esas olas implacables y abominables—
antes de escabullirse de la espuma oceánica
como cabras montesas de un desprendimiento de rocas. 
(Pido perdón: mi país no hizo nada por salvarte.)

Maria Takolander, 2016
Traducción © Jorge Salavert 2017

27 ago 2016

Informe de un consumidor, de Peter Porter


Informe de un consumidor

El producto que he probado se llama Vida.
He rellenado el formulario que me enviaron
y entiendo que, por lo tanto, mis respuestas tienen un carácter confidencial.

Me lo dieron de regalo.
Sentí más bien poca cosa mientras lo usaba;
de hecho, me hubiese gustado emocionarme más.
Me pareció suave al tacto,
pero ha dejado detrás un indecoroso residuo.
No resultó ser muy económico,
y eso que lo he usado más de lo que pensé
(creo que me queda la mitad,
aunque me resulta difícil saberlo);
aunque viene con instrucciones muy detalladas,
hay tantas, y tan diferentes,
que no sé muy bien cuál seguir, sobre todo
porque parecen contradecirse unas y otras.
No estoy seguro de que una cosa como esta
deba dejarse al alcance de los niños:
es difícil decidir qué finalidad
debiera dársele. Me dice un amigo mío
que sólo sirve para que su creador no pierda el trabajo.
Además, el precio es sin duda desorbitado.
Hay tantas cosas hoy en día, las hay a montones...
y en todo caso, el mundo se las apañó
durante miles de millones de años
sin esto: ¿que nos hace falta ahora?
(A propósito, háganme el favor de decirle
a su agente que deje de llamarme ‘entrevistado’,
porque no me gusta como suena.)
Parece que hay muchas etiquetas diferentes,
además de tallas y colores, que deberían ser uniformes.
Tiene una forma algo estrambótica, es impermeable,
pero no resistente al calor; no dura tanto,
pero es difícil de deshacerse de él.
Cada vez que ustedes lo fabrican más barato, diríase
que le ponen menos – y aunque digas que no
lo quieres, te lo traen de todos modos.

Bien cierto es, que es un producto muy popular,
hasta se ha implantado en el idioma; la gente dice
que hay quienes se quedan en sus márgenes.
Personalmente, opino que se han excedido:
es una cosilla por la cual la gente
está dispuesta a comportarse de mala manera. Pienso
que debiéramos tenerlo, por descontado. Si a los peritos en este asunto
les llaman filósofos, o expertos
de marketing, o historiadores, qué más da.
Somos nosotros sus consumidores, y por ello en última instancia
los que decidimos. De manera que, a fin de cuentas, lo compraría.
Pero a la pregunta de si es “el mejor producto disponible”,
preferiría no responder hasta que reciba 
el producto de la competencia, que ustedes dijeron me iban a enviar.

Peter Porter, poeta australiano (Brisbane 1929-Londres 2010)

El original puede leerse aquí.

22 dic 2015

Subhash Jaireth: Canción de amor para una página con caligrafía china




Canción de amor para una página con caligrafía china

Subhash Jaireth

Si mi corazón fuese
una página en blanco,
te pregunté aquella mañana,
¿qué palabras querría
pintar tu pincel?

«No me extrañes
cuando me haya ido», escribiste.
¿Una premonición
o sólo un juego inofensivo:
fácil de jugar y olvidar?

Te extraño, sí;
de qué otro modo podría ser:
como cometas, las palabras recorren los cielos
de mi ser, contigo y sin ti:
un sueño y su sombra caminan juntos.

Píntame
la palabra agua, dije.
Sonreíste, y en la página apareció un pez: 
fuego, te reté una vez más,
y pintaste una hilera de linternas rojas.

Aquella noche
Llovió en mis sueños
empapándome; la página
debe estar en mí, dijiste, y al girarte
y vi una serpiente tatuada en tu espalda.

Hay un carácter
llamado Caoshu, dijiste;
se sujeta el pincel con firmeza
y se gira la muñeca como el cuello de un ganso
que nadara en los arrozales.

El Kaishu es estricto
pero no riguroso, austero pero exacto.
Como mi abuelo
rara vez sonríe, pero cuando lo hace
flotan las líneas y vuelan las formas.

Enséñame Caoshu,
te pedí entonces,
y me sacaste a bailar;
caía la nieve y se fundía
mientras trazábamos figuras en el suelo.

Es como un baile,
me explicaste, que como el agua
se escapa entre los dedos:
fluir es su propósito,
desvanecerse, su glorioso destino.

«Debo irme.»
No lo hagas, quise decir,
Pero no, te marchaste,
dejando el día manchado,
como una sábana por las semillas de una granada.

Mientras dormía aquella noche
envuelto en la sábana teñida,
soñando con berenjenas espléndidas,
en un lejano continente explotó una bomba,
allí donde esperabas que parara un autobús.

Y ahora, llamo silencio a mi casa,
y el silencio, amor mío, eres tú.
Pero el pincel ha hallado un nuevo objeto:
las pinceladas son fuertes, los cordeles no tienen costuras
y la tinta, oscura como las moras, reluce.





Un poema de una sensibilidad exquisita, mesurado en sus cadencias, gentil en las metáforas al tiempo que ambiguo en los juegos de palabras. Construido en torno a un monólogo de un hablante inquisitivo y curioso, el dilema de la canción de amor queda perfectamente esbozado en las tres primeras estrofas. Incluso el título plantea una disyuntiva al lector de la que es imposible escapar.

El mensaje que deja la amada en una página (o la sábana, si así lo prefiere el lector, dado que “white sheet” tiene perfectamente ambas lecturas, que la traducción no podría en ningún caso transmitir con éxito). Ella escoge escribir/pintar (este es, al fin y al cabo, un poema de amor con caligrafía china) un aviso/consejo para evitar el dolor que le conllevará a él su ausencia. «No me extrañes/ cuando me haya ido». El ideograma, el dibujo como palabra, la imagen del trazo curvo y altamente estilizado del Caoshu, que solamente puede lograrse mediante la firmeza. Alcanzar la delicadeza a través de la tenacidad.

Hay naturalmente algunos problemas de traducción en los que he tomado decisiones que pueden resultar difíciles de justificar. Por ejemplo, en “como cometas,/ las palabras recorren los cielos/ de mi ser, contigo y sin ti” he optado por interpretar el “without” del original como correlativo del “with” que le precede, cuando todo parece indicar que debería interpretarse como en el exterior de mi ser. Opciones personales que hacen de la traducción un juego arriesgado, pero deliciosamente entretenido.

Agradezco a mi amigo Subhash su enorme gentileza al permitirme republicar este poema tan íntimo. Como él, yo también he llamado a mi casa, en un no tan distante pasado, silencio. Espero que te guste.


El original en inglés, en la revista Meanjin.

5 jul 2015

Reseña: Sentenced to Life, de Clive James

Clive James, Sentenced to Life (Londres: Picador, 2015). 60 páginas.

Parafraseando lo que dice otro personaje respecto a Lady Macbeth, Clive James se morirá uno de estos días. Como a todos, en algún momento, más pronto o más tarde. Nadie se libra de esa condena.

El título de este postrero libro de poemas es, obviamente, un juego de palabras, pero es también algo más que eso: una invitación a pensar en la vida como la inevitable condena a muerte que es. Sentenced to Life podría traducirse en su acepción más literal por ‘Condenado de por vida’, es decir, cadena perpetua. Pero la lectura reflexiva de estos poemas nos podría llevar a leer que el título es una velada referencia a la vida como una condena, una que hay que vivir. Y también morir.

Clive James. Fotografía de RubyGoes de Sydney.
James lleva varios años muriéndose, dicen los periódicos. Tan pronto supo que se le acababa el tiempo, emprendió una frenética carrera productiva para poder completar algunos de sus proyectos inacabados, como una traducción al inglés de la Divina Comedia que apareció en 2013 y que, según las reseñas que he podido leer, es muy buena. Pero también ha estado escribiendo poesía, el género en el que se inició como artista. Sentenced to Life es el resultado literario de estos últimos años.

Uno de los aspectos que más sorprenden de este libro de poemas es la envidiable facilidad que tiene Clive James para escribir poesía rimada. Con frecuencia, la rima puede ser una restricción brutal, que resulta en expresiones forzadas y poco felices. Aunque hay unos cuantos poemas no rimados en este libro, la mayoría de los poemas cuentan con rima. Algunos poemas demuestran un experto dominio de la técnica al tiempo que denotan un entusiasmo por mantenerse en una forma poética que es raro en la poesía contemporánea en lengua inglesa, tan propensa a la narración inane.

James combina con soltura el ingenio con el pathos. No busca despertar nuestra compasión por la muerte que le acecha, pues el tono predominante en la mayoría de estos poemas es el confesional, y es consciente de sus faltas:

“Sentenced to life, I sleep face-up as though/ Ice-bound, lest I should cough the night away,/ And when I walk the mile to town, I show/ The right technique for wading through deep clay./ A sad man, sorrier than he can say.” [Condenado de por vida, duermo boca arriba, como si estuviera atrapado en el hielo, para no pasar la noche tosiendo, y cuando camino hasta la ciudad, demuestro tener la técnica correcta para vadear lodos profundos. Un hombre triste, más arrepentido que lo que pueda expresar.]

Algunos de los poemas llevan al poeta a su Australia natal, a la que no podrá regresar vivo. En ‘Echo Point’ la referencia son las Montañas Azules al oeste de Sydney, pero el eco que oímos es el del espejo al que se enfrenta el poeta que sabe que va a morir:

“I am the echo of the man you knew./ Launched from the look-out to the other side/ Of this blue valley, my voice calls to you/ All on its own, and more direct than that./ My line of sweet talk you could not abide/ Came from the real man. It will all be gone –“ [Soy el eco del hombre que conociste. Arrojado desde el mirador al otro lado de este valle, mi voz te llama en soledad, y aun más directa. Mi verso zalamero que no podías soportar venía del hombre auténtico. Todo ello desaparecerá.]

Del mismo modo que algunos de los poemas de Sentenced to Life dejan huella, otros pueden pasar desapercibidos. La respuesta a la poesía es siempre subjetiva y personal. ‘Japanese Maple’, aparecido en The New Yorker, se convirtió casi de forma instantánea en un éxito. Personalmente, en cambio, es ‘Star System’ (que también apareció en The New Yorker) el que me ha calado muy hondo, y del que traduzco la segunda estrofa:

Hubo un tiempo en el que algunos de nuestros jóvenes
pisaron pesadamente la luna y vieron el amanecer de la Tierra,
tan imponente como el del Sol. Desde entonces los años
los han envejecido. De vez en cuando, alguien se muere.
Es como un reloj, para los que vimos
los cohetes rumbo a Saturno ascendiendo como si
la humanidad tuviera energía que quemar. La ley
es diferente para un hombre. El tiempo es un precipicio
al que llegas en la oscuridad. Puede que caigas
con tanta facilidad como en un colchón de plumas,
pero es una triste despedida. Todo te encantó.
Sueñas que podrías guardarlo todo en la cabeza.
Mas los recuerdos, ¿dónde puedes llevártelos?
Míralos por última vez: Se terminan contigo.



Como yo, James no cree en la eternidad ni en la posibilidad metafísica de un alma trascendental. Asediado por la relativa inminencia de su muerte, extenuado por la enfermedad y el tratamiento, puede que sea un hombre decrecido físicamente (se describe a sí mismo en varios de los poemas como “espectro, ruina, eco, animal herido, ejército derrotado, sombra pálida, cáscara vacía”) pero es un poeta engrandecido por su visión estoica y valerosa de nuestra insignificancia en el universo, y el reconocimiento del valor del ser humano.

25 may 2015

Reseña: Blood Kin, de Ceridwen Dovey

Ceridwen Dovey, Blood Kin (Londres: Atlantic Books, 2007). 185 páginas.

Un país sin nombre en el que gobierna un Presidente de trazas dictatoriales se ve sorprendido por un golpe de estado que depone al dictador y eleva al Comandante, el líder de los rebeldes, a la posición de nuevo detentador del poder. Las pistas que nos da la autora respecto al tiempo y lugar de Blood Kin son mínimas: es un país donde florecen las jacarandas, hay un cercano puerto pesquero y el Presidente tiene una residencia de verano desde la que se otea un valle en el que crecen viñedos.

Hay en Blood Kin, sin embargo, seis voces narradoras distintas (si bien no son tan diferentes como uno quisiera), que se alternan para permitir al lector contrastar sus distintos puntos de vista, al tiempo que aportan algunos detalles que complementan o contradicen la narración de los demás. Nadie tiene nombre en esta novela: se identifica a los personajes, en el caso de los masculinos, por su rango (el Presidente, el Comandante) o la profesión que ejercen al servicio del Presidente (los tres narradores masculinos: el chef, el barbero, el retratista), mientras que a los personajes narradores femeninos los conocemos por su parentesco con los tres anteriores (la novia del hermano del barbero, la hija del chef y la esposa del retratista).

Cuando un comando entra en el Palacio presidencial y secuestra al mandatario y a la primera dama, los rebeldes se llevan al palacio estival a su cocinero, a su barbero/peluquero y al retratista oficial y su esposa, a quien por estar embarazada la mantienen en cautividad por separado. A los tres hombres los obligan a compartir los mismos aposentos y a desempeñar las mismas funciones que hasta ese momento habían tenido, pero ahora al servicio del Comandante. Bien pronto queda insinuada la idea de que el nuevo mandatario comienza a adquirir hábitos y comportamientos muy similares a los que tenía el dictador depuesto.

Cada uno de los capítulos adopta la forma de un monólogo: Dovey delinea pues a los personajes a través de sus propias palabras y reflexiones. Esta es un arma de doble filo: es muy efectiva, en tanto que proporciona ángulos muy diferentes, y con unos escuetos recursos logra caracterizar a los personajes; el problema es que el modo de expresarse de cada uno de ellos es muy similar. No hay apenas diferencias respecto a su tono. Y cuando Dovey, en la segunda parte de la novela, introduce tres nuevas narradoras cuyas voces guardan muchas similitudes entre sí y con los tres anteriores, la narración va cayendo poco a poco en una homogeneidad que pudiera parecer una pizca artificial.

Por fortuna, los sorprendentes sucesos y las extraordinarias revelaciones que conforman el desenlace de Blood Kin proporcionan un más que válido giro argumental y constituyen, en mi opinión, un aliciente para el lector. Con apenas 180 páginas, Blood Kin es una fácil y rápida lectura en torno al concepto del poder y la extremada facilidad que tiene para corromper al ser humano. Los tres servidores del exdictador dan en algún momento muestras de ceder a sus instintos más bajos y brutales.

Así, el chef resulta ser un mujeriego sádico y cruel, metódico a la hora de poner punto final a la vida de los moluscos que prepara para el Comandante: “Sujeto el rodillo con una mano – ha llegado la hora de acercarme sigilosamente a las orejas de mar y sorprenderlas con un golpe mortal. Ella [la compañera del Comandante] me observa mientras cruzo la cocina entera camino de la despensa, que está a oscuras; los últimos pasos los doy de puntillas, para darle un efecto dramático, y entonces me agacho por encima de ellas. A tres las mato antes de que se contraigan, pero la última se da cuenta de lo que se le viene encima y se contrae. Tendré que tirarla.” (p. 39, mi traducción)

El barbero confiesa que muchas veces quiso rebanarle el cuello al Presidente, quien ordenó la muerte de su hermano, pero siempre le faltó el coraje para hacerlo. El retratista, que a las primeras de cambio sucumbe al miedo, trata de justificarse y eximirse de cualquier atisbo de culpa respecto a los crímenes del régimen del Presidente, aduciendo que, en su calidad de artista, no tenía responsabilidad alguna de saber qué es lo que hacía el gobierno del jefe al que servía. Curiosamente, el Presidente transita por sus páginas sin pena ni gloria, como una sombra pálida o un eco tenue de la persona que era.

Blood Kin es una novela de grata lectura. Dovey, nacida en Sudáfrica y educada en Australia y los Estados Unidos, elimina casi todos los detalles geográficos y temporales, desnudando en cierto modo la trama, pero consigue que fijemos nuestra atención en otros aspectos mucho más significativos. Es una crítica (no tan) velada al sistema sociopolítico predominante durante siglos en el mundo occidental, sustentado en el patriarcado y en el uso de la fuerza militar para ganar cualquier batalla ideológica.

Incluyo aquí mi traducción del primer capítulo. De momento, Blood Kin no se ha traducido al castellano ni al catalán. Esperemos que pronto esté disponible en alguno de esos dos idiomas.

1. Su retratista 
Venía cada dos meses para posar. Siempre a primera hora del día, normalmente un viernes, cuando todavía le quedaba una pizca de vitalidad en el rostro tras el esfuerzo de la semana, pero había en su mirada el sosiego de saber que ya casi había terminado. Hacia finales de la primavera, las flores caídas de las jacarandas yacían luminosas afuera a esa hora del día, y su ayudante las recogía a manojos y las esparcía sobre el sofá donde él se sentaba, o se tumbaba, o se apoyaba, para cada uno de los retratos. Regios pétalos de color púrpura. Le hacían sentirse como un rey.
Siempre mezclaba los colores de la paleta antes de que él llegara. Conocía la tonalidad de su piel, el color de sus cabellos, el rosado en las medialunas de sus dedos. Después de su llegada, una vez se había sentado, yo ajustaba los colores levemente, según el humor de que él estuviera: si había sido una mala semana, al tono de su piel le hacía falta más amarillo; si se sentía benevolente, le añadía una pizca de azul al blanco de sus ojos. Decía que su única terapia era hacerse retratar.
Empezaba con un boceto al carboncillo de su cara. Era implacable respecto a los detalles, y reflejaba cada nueva arruga o descoloración o mancha, pero eso era lo que él quería – la primera que posó, le adulé en el lienzo, y amenazó  con no volver nunca, de modo que la vez siguiente le pinté tal como era, y eso le complació. Te sorprendería ver lo que le puede ocurrir a una cara en dos meses. Algún día juntaré todos los bocetos al carboncillo que quedan y haré un librito que convierta las imágenes individuales en animación al hojear rápido las páginas. El efecto del librito será el envejecimiento del Presidente.
Los retratos al óleo solían llevarme exactamente seis horas. Decidía él la pose, y cuando ya se había acomodado su ayudante le maquillaba la cara y, los días en que el Presidente parecía estar especialmente cansado, le añadía algo de autoridad a su mirada con un delineador de ojos. Tenía una asombrosa habilidad para quedarse quieto durante horas. Al final de cada sesión, antes incluso de que se hubiese secado la pintura, su ayudante recogía el retrato para colgarlo junto a la bandera en el Parlamento, de manera que el retrato en el Parlamento fuese siempre el más actual, y los ya antiguos eran distribuidos entre los dignatarios para que los colgasen en sus hogares.

14/03/2021. Acabo de ver que estaba completamente equivocado. Blood Kin se publicó en 2009 en la editorial Mosaico, en traducción de Montserrat Gurguí Martínez de Huete y Hernán Sabaté Vargas, con el título de Lazos de sangre.

3 abr 2015

Copias - un cuento de Craig Cliff, en Hermano Cerdo


La revista Hermano Cerdo ha publicado esta semana mi traducción al castellano del relato 'Copias', del escritor neozelandés Craig Cliff. Se trata del segundo cuento que traduzco de este autor, pues hace ya varios años pude publicar en la misma revista 'Servicio de alta mar', un relato en torno a las aventuras de un joven neozelandés en el mundo fronterizo de los buques dedicados al transporte del carbón extraído de las minas de Queensland.

'Copias' tiene una temática bien diferente. Narrado en primera persona, trata de la obsesión por la reproducción de las imágenes del padre de un hombre joven, quien años después de la muerte de aquel contempla cómo esa obsesión puede habérsele transmitido a él. Es, al fin y al cabo, una reflexión sobre la vida, sobre quiénes somos y cuál es la misión (si la hubiere) que venimos a cumplir en este mundo, escrita en clave irónica.


El relato original en inglés, 'Copies', formaba parte de A Man Melting, primer volumen de relatos de Cliff, que reseñé en este blog en octubre de 2013. La única novela de Craig Cliff hasta la fecha, The Mannequin Makers, también cuenta con su pertinente reseña, en octubre del mismo año.

"La vida es una serie de repeticiones imperfectas.

Eso es lo que me dijo el terapeuta de mi madre – y yo lo repito aquí y ahora, de manera imperfecta – la única vez que hablamos. Eso fue antes de que yo conociera a Sarah, antes de que fuera a la universidad, antes, cuando los sueños eran todavía nuevos. Puede que le mencionara la palabra evocadores al terapeuta, no estoy seguro. Recuerdo que la sala de espera no tenía revistas, solamente una antología de las tiras cómicas de Calvin y Hobbes, y que él apenas habló. Cuando lo hizo, fue para decir algo oblicuo, que dejaba como colgando, dejando que el silencio me empujara otra vez a hablar. Pero cuando dijo «la vida es una serie de repeticiones imperfectas», en voz baja, como si supusiera que iba a tranquilizarme, me di cuenta de que la única persona con la que quería hablar era la única persona con la que ya no podía hablar.

Mi padre el artista."

Así comienza 'Copias'. Puedes leer el cuento completo en la revista, aquí. Mi más sincero agradecimiento a Craig Cliff y a Random House New Zealand por permitirme traducir y publicar este relato en castellano, en una traducción que, a fin de cuentas, no deja de ser una copia imperfecta de su original.

25 dic 2014

Reseña: Gabriel: A Poem, de Edward Hirsch

Edward Hirsch, Gabriel (Nueva York: Alfred A. Knopf, 2014). 78 páginas.

Gabriel es el nombre del único hijo del poeta estadounidense Edward Hirsch. Gabriel murió cuando contaba veintidós años, víctima de una parada cardiaca tras haber consumido éxtasis líquido. Su muerte se produjo hace poco más de tres años.

Un largo poema elegíaco escrito en tercetos no rimados, Gabriel es ante todo el intento de crear un recuerdo permanente e indestructible del hijo que el poeta perdió. Naturalmente, el poema se inicia en el momento determinante, la desgarradora escena (no se trata de un cliché, sé perfectamente de qué estoy hablando) del padre ante el cuerpo frío y sin vida de Gabriel:

“The funeral director opened the coffin
And there he was alone
From the waist up

I peered down into his face
And for a moment I was taken aback
Because it was not Gabriel

It was just some poor kid
Whose face looked like a room
That had been vacated” (p. 3)

“El director de pompas fúnebres abrió el ataúd
Y allí estaba él en solitario
De cintura para arriba

Observé detenidamente su cara
Y por un instante me quedé atónito
Porque no era Gabriel

Era solamente un pobre muchacho
Cuyo rostro parecía una estancia
Que hubiera quedado desocupada.” [mi traducción]

El poema recorre los veintidós años de la vida de Gabriel, desde su adopción (dice Hirsch que, como padres adoptivos, Janet y él tuvieron “Jet lag en lugar de un parto” (p. 9) hasta su desaparición durante el desastre de finales de 2011 en la costa este de los EE.UU., cuando el huracán Irene devastó la costa de Nueva Jersey, pasando por su revoltosa infancia y muy difícil adolescencia. Que Gabriel representó un caso extremadamente difícil, no solamente para sus padres sino también para todos los que le conocieron y trataron, añade un tinte más emotivo si cabe a los versos de Hirsch, en los cuales rememora melódicamente los numerosísimos medicamentos que le fueron recetados, los centros, escuelas y programas en que estuvo internado o tratado, o los datos espantosos que Hirsch incorpora, procedentes de la autopsia. Gabriel era

“King of the Sudden Impulse/ Lord of the Torrent/ Emperor of the Impetuous” (p. 45) [Rey del Impulso Súbito/ Señor del Torrente/ Emperador del Ímpetu]

Hay asimismo en Gabriel reflexiones sobre el dolor de la pérdida de un hijo. Hirsch hace referencia a varios testimonios de poetas que a lo largo de la historia han escrito sobre la experiencia más tan anti-natura que un padre puede jamás sufrir: Ben Jonson, William Wordsworth, Victor Hugo, Mallarmé, Tsvetaeva y Rabindranath Tagore entre otros. Y del italiano Ungaretti (puede que Hirsch le esté citando, o quizás parafraseándole) selecciono esto: “But when the best part of me was ripped away/ I experienced death in myself/ From that moment on/…/ That pain will never stop tormenting me” (p. 35) [Cuando la mejor parte de mi ser me fue arrebatada/ Experimenté la muerte en mí mismo/ Desde ese momento en adelante/…/ Ese dolor nunca dejará de atormentarme]

El tono cambiante, el ritmo desenfrenado de un poema en el que no hay puntuación alguna (incluso los versos más extensos carecen de cesura), incluso la propia métrica de Gabriel, sirven por un lado para evocar el complejo trastorno anímico y mental en el que vivió el hijo de Hirsch, pero son por otro lado muestra inequívoca de que toda expresión artística para hacerle frente al duelo (que no superarlo – eso nunca se consigue) es un intento de poner algo de orden en el caos emocional, en el tremendo desbarajuste de orden sintáctico y semántico, que le sobreviene al padre del hijo muerto.

En ‘Finding the Words’ [Encontrar las palabras], un ensayo de Alec Wilkinson  publicado en The New Yorker en agosto pasado, Hirsch le decía al autor lo siguiente: “Hay otra cosa más que quisiera contarte sobre mi dolor: me quedé atónito cuando descubrí que no podía leer. Ni siquiera la poesía, que siempre me había ayudado, podía protegerme ni consolarme. Las personas son irremplazables, y el arte, no importa lo bueno que sea, no las reemplaza. Tuvo que suceder esta tragedia para que yo lo entendiera. Mucha gente a la que he querido ha muerto, pero aun así encontré mucho consuelo en la poesía. Quedarme solo y no poder leer quería decir que no podía reconocerme a mí mismo.” [mi traducción]

Quise leer Gabriel entre la Nochebuena y las primeras horas del día de Navidad de 2014. Es un día muy especial para quienes tenemos un calcetín navideño que, año tras año, se queda sin abrir en la mañana del 25. Como bien dice Hirsch,

"I did not know the work of mourning
Is like carrying a bag of cement
Up a mountain at night
[…]
Look closely and you will see
Almost everyone carrying bags
Of cement on their shoulders" (p. 73)

"No sabía que el trabajo del duelo
Es como llevar un saco de cemento
Montaña arriba en la noche
[…]
Mira con atención y verás
Que casi todos llevan un saco
De cemento a sus espaldas" [mi traducción]

Bien sabe Hirsch que su saco de cemento no es el único. Debemos agradecerle, en todo caso, que haya compartido qué se siente ascendiendo esa montaña, como hice yo en su momento.

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