27 oct 2016

Reseña: Cock & Bull, de Will Self

Will Self, Cock &; Bull (Nueva York: Grove Press, 1992). 310 páginas.

Mi viejo Collins define cock-and-bull story como ‘an obviously improbable story, esp. a boastful one or one used as an excuse’, esto es, una historia evidentemente imposible, en especial una cuyo narrador sea jactancioso o la utilice como excusa. Google, el sabelotodo del siglo XXI, nos dice que el origen de la expresión bien pudiera remontarse a los rumores y cotilleos que intercambiaban entre sí los viajeros que paraban en dos tabernas cercanas de la localidad inglesa de Stony Stratford, una llamada The Cock y la otra conocida como The Bull. Mas yo sospecho que ésta no deja de ser otra cock-and-bull story más.

Este atípico libro de Will Self se compone en realidad de dos nouvelles, dos relatos fantásticos en los que lo absurdo cobra visos de verosimilitud (ganándose así la probable credulidad del lector) gracias a su posicionamiento dentro de marcos cotidianos y prosaicos. La intención es claramente satírica, pero los resultados no son siempre tan efectivos como uno esperaría.

En el primero, un joven a bordo de un tren rumbo a Londres se ve apabullado por un extraño académico de Oxford, que decide contarle una historia mientras el tren avanza a trompicones por la campiña inglesa. Una de las circunstancias por las que no termina de funcionar Cock es que este nivel supranarrativo no se hace evidente hasta ya entrado el segundo capítulo.

La historia gira en torno a Carol. Ella es la esposa de Dan, un alcohólico diseñador que pasa noche tras noche con sus amiguetes en el pub. Harta de su falta de atención, decide comenzar a investigar su propio cuerpo. De repente un día descubre que le ha salido un pene (el Cock del título). A medida que el nuevo apéndice sexual comienza a cobrar protagonismo en la vida de Carol, ésta se vuelva más agresiva y violenta y urde su pequeña venganza, con un desenlace algo previsible. Y, por cierto, el académico del tren no es quien decía ser, según nos confiesa al final el narrador de la historia.

La segunda nouvelle, Bull, me resultó mucho más entretenida. Un joven reportero deportivo y fornido jugador de rugby, John Bull – no es gratuito: el nombre ‘John Bull’ es la representación estándar del varón británico – se tiene que dedicar a cubrir las reseñas de espectáculos de cabaret y similares. En uno de ellos, el cómico de turno (cuyo repertorio se limita a chistes obscenos y vulgares sobre los órganos sexuales femeninos) le hostiga y parece lanzarle una maldición cuando Bull abandona el espectáculo mucho antes de su conclusión.

A la mañana siguiente, un resacoso Bull descubre que le ha salido una llaga, algo que no tiene claro si es una herida o una quemadura, en la parte posterior de la rodilla. Sin perder tiempo alguno, concierta cita con un médico del centro de salud local.

Al doctor Alan Margoulies todo el mundo lo tiene por un santo. Pero no lo es, ni por asomo. Al descubrir que lo que Bull tiene en la rodilla es una vagina, el médico se lo calla, y esa misma noche cancela una visita a domicilio con otro paciente para poder visitar a Bull en su propia casa. Margoulies es un mujeriego, y queda fascinado por el extraño fenómeno de la pierna de Bull. Y mucho más. Entre ellos surgirá algo parecido a un idilio.

Así como Cock contiene muchas interrupciones en la narración, no siempre justificadas, ni tampoco necesariamente bienvenidas por el lector, Bull sí es un relato con una construcción sobria, bien manejado por Self. Tanto en una como en otra los personajes principales (Carol, Dan y Dave 2 en Cock, John Bull, Margoulies y Juniper en Bull) están bien dibujados y se prestan a la sátira más incisiva.

Lo que no me queda tan claro es la intención de Self con la creación de estas dos historias de transmutación sexual. Si buscaba algo más que la pulla y la rechifla, se quedó corto. Cock & Bull no es, en cualquier caso, un libro memorable.

Publicado en español por Anagrama en 2006, bajo el título Patrañas: habo, higo, en traducción a cargo de Iris Menéndez.

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