28 ago 2020

Reseña: La pasión de Brahms, de Elizabeth Subercaseaux

Elizabeth Subercaseaux, La pasión de Brahms (Santiago: Sudamericana, 2016). 342 páginas.
La pasión de Brahms ficcionaliza los últimos días de la vida del compositor alemán en Viena, y mediante el uso de dos narraciones complementarias: una en forma de diario confesional en primera persona, en la que Brahms rememora su vida al tiempo que se enzarza con su ama de llaves en banales discusiones. La otra está elaborada a base de episodios históricos narrados en tercera persona, desde el nacimiento de Brahms en Hamburgo hasta la despedida del compositor del público en marzo de 1897. Un mes después moría a los 63 años.
Johannes Brahms. Fritz Luckhardt - Friedrich Nicolas Manskopf Portrait Collection, Biblioteca de la Johann Wolfgang Goethe University (Frankfurt am Main)
No me cabe duda de que la autora ha realizado una exhaustiva investigación sobre la vida de Brahms. De hecho, la narración está salpicada de cartas y misivas, tanto de Brahms como de otras personas que jugaron un papel decisivo en su vida. Son evidentemente ficciones creadas a partir de los datos existentes sobre la vida del músico, pero en los diálogos los personajes rara vez cobran vida en la imaginación del lector.

La vida de Brahms pica ciertamente nuestro interés y curiosidad. Subercaseaux opta por situar a la familia en un barrio muy humilde de Hamburgo, e insiste repetidamente en describir su infancia como la de un niño necesitado, que se veía obligado a acompañar a su padre a tabernas, donde tocaba para ganarse unas monedas. Algunos historiadores, sin embargo, disputan el dato de que los Brahms pasaran por tan graves carencias económicas.

La novela sí aborda la controversia entre las dos tendencias musicales de la época, y la pericia que era necesaria para no crearse enemigos. Destaca la anécdota (no está probado que sea cierta) del desaire que el joven Brahms le hizo a Franz Liszt, dormitando en medio de una interpretación del maestro húngaro.

Subercaseaux, no obstante, centra mucho más su atención como autora en la vida emocional de Brahms, y su gran pasión por Clara, la mujer de Robert Schumann, gran intérprete de piano. Uno de los momentos más genuinos se da en el entierro de Clara, justo al comienzo de la novela, y en él se manifiesta el dolor de Brahms ante la pérdida de la mujer a la que más amó en su vida: “El temor a perderte y que el mundo siguiera existiendo sin ti me ha perseguido toda la vida. ¿Cuántas veces me habré preguntado qué haría el día en que no estuvieras en ninguna parte y yo no pudiera verte ni hablarte ni escribirte una carta? La respuesta fue siempre «mejor morir».” (p. 10) Lo decepcionante es que el nivel de esas primeras páginas no se mantiene en el resto de la obra.

La pasión de Brahms, Clara Schumann. Imagen de Elliott & Fry. 
Sin duda es a través de la música como mejor se expresaba el compositor, y es por suerte algo que los que seguimos vivos podemos reconocer y disfrutar. En un artículo para The New Yorker, ‘Grieving with Brahms’, el crítico musical Alex Ross decía en abril de este año de la música de Brahms: “Hay en su obra una enorme tristeza, y sin embargo es una tristeza que resplandece en su comprensión, que alivia la pesadumbre al compartir la suya propia. Es como si su música, en una extraña manera, te escuchase a ti, incluso cuando tú la escuchas. En un tiempo en el que un número anormalmente grande de gente está sintiendo lo que es estar de duelo, yo recomiendo a Brahms, como guía y confidente.” (mi traducción)

La primera novela de Subercaseaux que leo me ha dejado un tanto frío. Cuando uno se acostumbra a leer novela histórica con magníficos ejemplares como Wolf Hall de HilaryMantel, por poner un ejemplo, de verdad que esto te defrauda una pizca. Hay asimismo frecuentes faltas ortográficas en esta edición, incluso gazapos sintácticos de bulto, como este: “Yo había empezado a escribir Un réquiem alemán un par de años antes de la muerte de mi madre. En esa hora que estuve a solas junto a su cuerpo disminuido entendí que sería mi obra para ella y para el maestro Schumann. Se los dije en silencio.” (pág. 306)

Adagio, segundo movimiento del Quinteto para clarinete de Brahms, Opus 115.
Jerusalem String Quartet
Sharon Kam, clarinete.
Conciertpo en la Schubertiade del 27 de abril de 2013.

Me quedo con la música. Sublime.

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