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29 may 2015

Reseña: The Assassination of Margaret Thatcher, de Hilary Mantel

Hilary Mantel, The Assassination of Margaret Thatcher (Londres: Harper Collins, 2014). 242 páginas.

“No había razón alguna por la que rechazar a la sociedad literaria. Me rogaban, me decían, que les ofreciera a los socios un breve resumen de mis estudios, haciendo breve referencia a mis tres primeras novelas cortas, y que luego respondiera a sus preguntas; después de lo cual, explicaban, habría un Voto de Agradecimiento. (Esas mayúsculas me resultaban inquietantes).” (p. 135, mi traducción)

El anterior, procedente del relato ‘How Shall I Know You?’, es un ejemplo de los numerosos puntos fuertes de este volumen recopilatorio de narraciones breves de la afamada ganadora del Booker en dos ocasiones (la primera por Wolf Hall, que reseñé aquí, la segunda por Bring up the Bodies, título inexplicablemente transmutado y corrompido en castellano: Una reina en el estrado). El subtexto es, por un lado, humorístico – ¿cómo puede ser motivo de inquietud una expresión de agradecimiento? – pero por otro Mantel transmite asimismo una atmósfera de riesgo. Esa dualidad está presente en la totalidad de los cuentos que componen The Assassination of Margaret Thatcher.

Los relatos abarcan un larguísimo periodo: ‘Harley Street’ se publicó por primera vez en 1993, mientras que el más reciente, el que da título al libro, apareció hace unos meses en The Guardian, y cuando esto escribo todavía sigue disponible (en inglés) aquí. Son diez relatos (no once, como erróneamente apuntó en su día Enrique Narbona en su reseña en El Cultural) para dos décadas, y ciertamente no parece grande ni es grandioso el producto final.

Diríase que esta recopilación aparece muy oportunamente (vamos, que ni pintada) al hilo del enorme éxito de las dos premiadas novelas históricas en torno a Cromwell. Toda coincidencia en el flamante mundo editorial del siglo XXI es altamente sospechosa, y en este caso mucho más.

Y no es que sean malos los cuentos. Al contrario: incluso ‘Winter Break’, una historia insuficientemente elaborada para mi gusto, en la que una pareja británica de vacaciones llega de noche a una isla griega y toma un taxi para ir a su hotel, tiene aliciente para el lector. En ella, el trayecto por una peligrosa carretera entre colinas le sirve a la narradora para contraponer su perspectiva vital a la de su marido, mientras el arisco taxista se comporta en las curvas como un Carlos Sainz senior y termina atropellando lo que parece ser un animal. El relato falla porque su resolución, en mi opinión, dista de ser idónea, con un desenlace abrupto y un tanto desdibujado dentro de lo que había sido un interesante desarrollo argumental.

Hay una característica muy significativa que poseen todos los cuentos de este volumen: una narradora omnisciente femenina que cuenta la historia siempre en primera persona. Pienso que, si se tratara de otro autor, para un libro de cuentos que supera por poco las 200 páginas ese pequeño detalle supondría un lastre. Hilary Mantel, en cambio, maneja bien las tramas, de las que apenas proporciona los suficientes detalles como para orientar al lector. El resto lo hace su prosa impecable y sus dotes de observación, a las que hay que añadir su sutil humor, muy británico.

De los diez cuentos, me quedo con el ya referenciado ‘How Shall I Know You?’, ‘The Heart Fails Without Warning’, ‘Offences Against the Person’ y el que da título al libro. En el primero, una escritora acude a dar una charla ante una sociedad literaria. No es nada difícil intuir a la autora misma detrás de algunos detalles de la historia. El representante de la sociedad literaria que se presenta a recogerla en la estación de tren se llama Mr. Simister, y tiene tantos tintes siniestros como el mismo Caronte. En el lugar escogido para su alojamiento, Eccles House, dista mucho de ser ideal. A la sesión literaria acude un pequeño puñado de bichos raros y Simister la retorna a su hotel sin invitarla a cenar. Un evento olvidable, sin duda, si no fuera por la jovencita con cojera que trata de hacerle su instancia lo más agradable posible, y que hace resurgir en la escritora inseguridades e incertidumbres.

La narradora de ‘The Heart Fails Without Warning’ es apenas una niña que tiene una hermana anoréxica, Morna. Asiste asombrada al progresivo deterioro de Morna, esgrimiendo a ratos el sarcasmo como arma arrojadiza, pero cuando la tragedia ya parece inevitable reacciona tratando de preservar a su hermana.

‘Offences Against the Person’ es el despiadado retrato de un abogado cuarentón que se lía con su secretaria y termina divorciándose de su esposa para luego casarse y tener un bebé con su nueva esposa. El relato lo cuenta la hija, y los dardos que lo salpican no tienen desperdicio.

La señora que le abre la puerta al francotirador que planea asesinar a la Dama de Hierro se muestra algo ambivalente respecto a su misión. Odia a Thatcher tanto como el que más, pero no ve justificable la violencia, y se enzarza en un impertinente diálogo con el hombre que bien podría matarla. Aunque se sabe prescindible y lógicamente sacrificable, no duda en mostrarle al guerrillero una posible vía de escapada cuando él le explica que no espera salir con vida una vez ejecutado el ataque.

El cuento más reciente publicado por Mantel lleva por título ‘The School of English’, y apareció en The London Review of Books a principios de este mes. Puedes encontrarlo aquí sin necesidad de esperar a que aparezca en otra recopilación dentro de diez o quince años.

The Assassination of Margaret Thatcher ya ha sido traducido al castellano en Destino (El asesinato de Margaret Thatcher, traducido por J. M. Álvarez Flórez). I també ha estat traduït al català (L’assassinat de Margaret Thatcher) per Ferran Ràfols Gesa per a L’altra editorial.

25 may 2015

Reseña: Blood Kin, de Ceridwen Dovey

Ceridwen Dovey, Blood Kin (Londres: Atlantic Books, 2007). 185 páginas.

Un país sin nombre en el que gobierna un Presidente de trazas dictatoriales se ve sorprendido por un golpe de estado que depone al dictador y eleva al Comandante, el líder de los rebeldes, a la posición de nuevo detentador del poder. Las pistas que nos da la autora respecto al tiempo y lugar de Blood Kin son mínimas: es un país donde florecen las jacarandas, hay un cercano puerto pesquero y el Presidente tiene una residencia de verano desde la que se otea un valle en el que crecen viñedos.

Hay en Blood Kin, sin embargo, seis voces narradoras distintas (si bien no son tan diferentes como uno quisiera), que se alternan para permitir al lector contrastar sus distintos puntos de vista, al tiempo que aportan algunos detalles que complementan o contradicen la narración de los demás. Nadie tiene nombre en esta novela: se identifica a los personajes, en el caso de los masculinos, por su rango (el Presidente, el Comandante) o la profesión que ejercen al servicio del Presidente (los tres narradores masculinos: el chef, el barbero, el retratista), mientras que a los personajes narradores femeninos los conocemos por su parentesco con los tres anteriores (la novia del hermano del barbero, la hija del chef y la esposa del retratista).

Cuando un comando entra en el Palacio presidencial y secuestra al mandatario y a la primera dama, los rebeldes se llevan al palacio estival a su cocinero, a su barbero/peluquero y al retratista oficial y su esposa, a quien por estar embarazada la mantienen en cautividad por separado. A los tres hombres los obligan a compartir los mismos aposentos y a desempeñar las mismas funciones que hasta ese momento habían tenido, pero ahora al servicio del Comandante. Bien pronto queda insinuada la idea de que el nuevo mandatario comienza a adquirir hábitos y comportamientos muy similares a los que tenía el dictador depuesto.

Cada uno de los capítulos adopta la forma de un monólogo: Dovey delinea pues a los personajes a través de sus propias palabras y reflexiones. Esta es un arma de doble filo: es muy efectiva, en tanto que proporciona ángulos muy diferentes, y con unos escuetos recursos logra caracterizar a los personajes; el problema es que el modo de expresarse de cada uno de ellos es muy similar. No hay apenas diferencias respecto a su tono. Y cuando Dovey, en la segunda parte de la novela, introduce tres nuevas narradoras cuyas voces guardan muchas similitudes entre sí y con los tres anteriores, la narración va cayendo poco a poco en una homogeneidad que pudiera parecer una pizca artificial.

Por fortuna, los sorprendentes sucesos y las extraordinarias revelaciones que conforman el desenlace de Blood Kin proporcionan un más que válido giro argumental y constituyen, en mi opinión, un aliciente para el lector. Con apenas 180 páginas, Blood Kin es una fácil y rápida lectura en torno al concepto del poder y la extremada facilidad que tiene para corromper al ser humano. Los tres servidores del exdictador dan en algún momento muestras de ceder a sus instintos más bajos y brutales.

Así, el chef resulta ser un mujeriego sádico y cruel, metódico a la hora de poner punto final a la vida de los moluscos que prepara para el Comandante: “Sujeto el rodillo con una mano – ha llegado la hora de acercarme sigilosamente a las orejas de mar y sorprenderlas con un golpe mortal. Ella [la compañera del Comandante] me observa mientras cruzo la cocina entera camino de la despensa, que está a oscuras; los últimos pasos los doy de puntillas, para darle un efecto dramático, y entonces me agacho por encima de ellas. A tres las mato antes de que se contraigan, pero la última se da cuenta de lo que se le viene encima y se contrae. Tendré que tirarla.” (p. 39, mi traducción)

El barbero confiesa que muchas veces quiso rebanarle el cuello al Presidente, quien ordenó la muerte de su hermano, pero siempre le faltó el coraje para hacerlo. El retratista, que a las primeras de cambio sucumbe al miedo, trata de justificarse y eximirse de cualquier atisbo de culpa respecto a los crímenes del régimen del Presidente, aduciendo que, en su calidad de artista, no tenía responsabilidad alguna de saber qué es lo que hacía el gobierno del jefe al que servía. Curiosamente, el Presidente transita por sus páginas sin pena ni gloria, como una sombra pálida o un eco tenue de la persona que era.

Blood Kin es una novela de grata lectura. Dovey, nacida en Sudáfrica y educada en Australia y los Estados Unidos, elimina casi todos los detalles geográficos y temporales, desnudando en cierto modo la trama, pero consigue que fijemos nuestra atención en otros aspectos mucho más significativos. Es una crítica (no tan) velada al sistema sociopolítico predominante durante siglos en el mundo occidental, sustentado en el patriarcado y en el uso de la fuerza militar para ganar cualquier batalla ideológica.

Incluyo aquí mi traducción del primer capítulo. De momento, Blood Kin no se ha traducido al castellano ni al catalán. Esperemos que pronto esté disponible en alguno de esos dos idiomas.

1. Su retratista 
Venía cada dos meses para posar. Siempre a primera hora del día, normalmente un viernes, cuando todavía le quedaba una pizca de vitalidad en el rostro tras el esfuerzo de la semana, pero había en su mirada el sosiego de saber que ya casi había terminado. Hacia finales de la primavera, las flores caídas de las jacarandas yacían luminosas afuera a esa hora del día, y su ayudante las recogía a manojos y las esparcía sobre el sofá donde él se sentaba, o se tumbaba, o se apoyaba, para cada uno de los retratos. Regios pétalos de color púrpura. Le hacían sentirse como un rey.
Siempre mezclaba los colores de la paleta antes de que él llegara. Conocía la tonalidad de su piel, el color de sus cabellos, el rosado en las medialunas de sus dedos. Después de su llegada, una vez se había sentado, yo ajustaba los colores levemente, según el humor de que él estuviera: si había sido una mala semana, al tono de su piel le hacía falta más amarillo; si se sentía benevolente, le añadía una pizca de azul al blanco de sus ojos. Decía que su única terapia era hacerse retratar.
Empezaba con un boceto al carboncillo de su cara. Era implacable respecto a los detalles, y reflejaba cada nueva arruga o descoloración o mancha, pero eso era lo que él quería – la primera que posó, le adulé en el lienzo, y amenazó  con no volver nunca, de modo que la vez siguiente le pinté tal como era, y eso le complació. Te sorprendería ver lo que le puede ocurrir a una cara en dos meses. Algún día juntaré todos los bocetos al carboncillo que quedan y haré un librito que convierta las imágenes individuales en animación al hojear rápido las páginas. El efecto del librito será el envejecimiento del Presidente.
Los retratos al óleo solían llevarme exactamente seis horas. Decidía él la pose, y cuando ya se había acomodado su ayudante le maquillaba la cara y, los días en que el Presidente parecía estar especialmente cansado, le añadía algo de autoridad a su mirada con un delineador de ojos. Tenía una asombrosa habilidad para quedarse quieto durante horas. Al final de cada sesión, antes incluso de que se hubiese secado la pintura, su ayudante recogía el retrato para colgarlo junto a la bandera en el Parlamento, de manera que el retrato en el Parlamento fuese siempre el más actual, y los ya antiguos eran distribuidos entre los dignatarios para que los colgasen en sus hogares.

14/03/2021. Acabo de ver que estaba completamente equivocado. Blood Kin se publicó en 2009 en la editorial Mosaico, en traducción de Montserrat Gurguí Martínez de Huete y Hernán Sabaté Vargas, con el título de Lazos de sangre.

21 may 2015

Cinco años de Notas Literarias

Que no pare la fiesta... Eagles-Cheerleaders-TradUniform(2)-Iraq, 7 de junio de 2008, Fotografía de Lance Cpl. Robert C. Medina 
Este blog cumple ahora en mayo de 2015 cinco años. Por lo que parece, cinco años de edad para un blog de estas características es en sí mismo un pequeño logro: la mayoría de los blogs no suelen perdurar, porque mantener un blog y añadir contenido de manera regular lleva naturalmente su tiempo, y exige constancia. Verdad de Perogrullo nº1.

Lo que fue concebido y nació por tanto como un (vano) intento por mantener el contacto con mis antiguos estudiantes de lengua española, tras tomar la decisión de dejar la enseñanza en octubre de 2009 – y también tratando de alimentar una ilusión, la de que ellos siguieran practicando el castellano tras haberles servido a algunos de ellos como guía y docente hasta un nivel más que competente – se fue poco a poco convirtiendo en algo mucho más grande.

Como traductor e intérprete profesional, me entusiasma el (duro) trabajo de facilitar la comunicación entre lenguas y culturas. Es por eso que desde hace algún tiempo he venido alternando la lengua en la que publico reseñas de los libros que leo, y me ha dado por reseñar en inglés algunos libros publicados en lengua catalana. En el futuro no descarto hacer lo mismo con libros de escritores de lengua castellana.

Cada vez que aparece alguna colaboración mía en forma de reseña en otros lugares (sea en Hermano Cerdo o en Transnational Literature, los lugares donde más me prodigo), he decidido publicar en el blog la misma reseña, pero en el otro idioma. Es sin duda una aspiración legítima, quizás con una pizca de vanidad, pero a mi edad, estando como estoy en la segunda parte – que es la más difícil, créanme ustedes los más jóvenes – de mis innings, y dadas mis circunstancias personales, es decir, habiendo vivido lo que he vivido, y visto lo que he visto, pues que me quiten lo bailao. Verdad de Perogrullo nº2.

En fin, con éste son ya 400 posts tras cinco años, el cual es un número nada desdeñable, y la mayoría de ellos son reseñas de libros. Se han superado ya las 114.000 visitas, pero éste sigue siendo un blog modesto, alejado como estoy del mundanal ruido de Facebook y Twitter desde un muy tranquilo barrio de Canberra, a.k.a. “the city that never wakes” (Peter Berner dixit).

Por las estanterías de mi casa siguen amontonados libros que compré hace años desde una posición de autoengaño: la peregrina idea de que como el día tiene 24 horas, quizás pudiera dedicarle unas tres de esas horas a la lectura… jajajaja. Iluso yo. El curro manda, y cuando no hay curro, hay que hacer cenas, o lavar la ropa, o cualquiera de esas tareas ingratas pero absolutamente inevitables. Verdad de Perogrullo nº3.

Los miro (a esos pobres libros olvidados) con ternura y pena y les susurro que algún día les llegará su turno. Tiempo al tiempo.

En fin. Algunos datos y curiosidades, por si interesan. Los Top 5:

Entradas más visitadas (no necesariamente las más leídas – como sabe todo el mundo, en internet el número de visitas a un post no significa gran cosa): Freedom, de Jonathan Franzen; Red Dog, de Louis de Bernières; We Need New Names, de NoViolet Bulawayo; The Leftovers, de Tom Perrotta, y El amanecer de un marido, de Héctor Abad Faciolince.

Entradas más comentadas: (9) Taipei de Tao Lin; (7) The Luminaries de Eleanor Catton y Red Dog; (6) Nueva Portada: Tasmania, Freedom y El somni de Farringdon Road de Antoni Vives; (5) L’estany de foc de Silvestre Vilaplana y ‘Planes de contingencia frente a los zombies’ de Kelly Link.

Términos de búsqueda más citados: “notas literarias” (pero qué nombre tan original…;)); “red dog”; “que rhetorical devices hay en un soneto me manda hacer violante de lope de vega”; “red dog louis de bernieres traducción” (pues no, todavía no lo han traducido al castellano, que yo sepa); “estelada”; “downunder-literatura.blogspot.com”; “contes russos"; “kelly link”; “el nas de Mussolini”; “jonathan franzen libertad”.

Consigue aquí tus PDF calvos, ¡GRATIS!
Quiero señalar la asombrosa recurrencia de la frase ‘pdf gratis’ que suele acompañar a muchos de los títulos que busca la gente. ¿Sabéis qué os digo a los del ‘pdf gratis’? Pues que musho morro. Más gracia me hacen e incluso despiertan en mí cierta simpatía los estudiantes que entran buscando resúmenes, sinopsis, estudios de personajes, etc. Incluso para copiar un comentario de texto hay que tener cierto arte y destreza. Verdad de Perogrullo nº4.

Los cinco países con más visitas registradas: España, Estados Unidos, México, Alemania y Colombia. No quedan muy lejos Argentina, Rusia, Chile, Francia y Venezuela. Incluso desde China e India empiezan a asomarse. Napoleón se equivocaba. China despertó, pero el mundo no tiembla. Más bien se ha quedado dormido frente al televisor o embobado delante de un Xbox o la Wii.

Gracias a todos los que alguna vez me han leído, o han mirado las fotos o incluso enlazado desde otros sitios a alguna de mis reseñas. Espero que sigáis pasando por aquí. De mis antiguos estudiantes, creo que a la larga nadie se animó a la idea de seguir al traumatizado exprofesor a través de un blog. ¿Y quién puede echárselo en cara? Yo en su lugar habría hecho lo mismo, seguro.

Quizás sería hora de cambiarle el nombre al blog… Aunque también podría dejar pasar un tiempo antes de hacerlo. Ya veremos, que dijo el ciego.

El ciego de Toledo, d'un altre valencià, Joaquín Sorolla 

20 may 2015

Reseña, A God in Every Stone, de Kamila Shamsie

Kamila Shamsie, A God in Every Stone (Londres: Bloomsbury, 2014). 312 páginas.

Todos los días aprende uno algo. En mi caso, gracias a la lectura de la última novela de Kamila Shamsie (de ella ya había leído Burnt Shadows y Salt and Saffron) he conocido el dato histórico de la presencia y participación de soldados indios (o más específicamente, pastunes) en la I Guerra Mundial. Y curiosamente lo hicieron por primera vez un día después del desastroso desembarco de tropas australianas, también al servicio del Imperio, “for King and Country”: el 26 de abril de 1915.

Con este fondo de entramado histórico Shamsie sitúa pues el inicio de esta historia en Turquía, concretamente en el yacimiento arqueológico de Labraunda (uno de los muchísimos, posiblemente miles, yacimientos existentes en el Asia Menor, como puede constatarse si se realiza un viaje por las carreteras turcas). Allí, una joven inglesa, Vivian Spencer, participa en las excavaciones a las órdenes de un arqueólogo de origen armenio llamado Tahsin Bey. Vivian es muy joven y naturalmente algo ingenua, y apenas puede ocultar su predilección por el arqueólogo.

Pero la guerra echará por tierra sus planes de volver con él en otra expedición arqueológica. En un momento de debilidad ofrece datos sumamente importantes sobre el talante rebelde de Tahsin Bey a la inteligencia británica. Pero cuando esos datos terminan en el poder de otros, su suerte está echada. A Tahsin Bey lo asesinan de un tiro en la cabeza: una carga de culpa que Vivian tendrá que soportar en su conciencia toda la vida.

Es la guerra también la causa de que los caminos vitales de Vivian y Qayyum, enrolado como oficial en el 40 Regimiento Pastún del ejército indio británico y herido en Ypres, comiencen a cruzarse. Shamsie pone de relieve el altísimo precio que pagaron estos soldados pastunes, llamados por la metrópolis colonial a una lucha en tierras muy lejanas, en una guerra que en realidad no era suya. Tras comportarse como un héroe y recibir heridas que le causan la pérdida de un ojo, Qayyum es trasladado a Inglaterra, donde el tratamiento médico que recibe es mucho mejor que el trato social al que se ve sometido.

A los pocos meses, y tras haber servido brevemente como enfermera, Vivian viaja a Peshawar con la esperanza de reunirse nuevamente con el armenio y participar en otra excavación arqueológica. Bey le había señalado un yacimiento próximo a Peshawar (la antigua Caspatyrus) donde proceder a la búsqueda de la legendaria diadema de Escílax de Carianda. Allí tropieza con la negativa del dueño de las tierras, pero mientras espera que cambie de idea traba amistad con un muchachito llamado Najeeb (el hermano pequeño de Qayyum). Najeeb se convierte en pupilo de la arqueóloga inglesa: le enseña griego clásico y siembra en él la semilla de la afición por la arqueología. Cuando la noticia de la muerte de Tahsin Bey le llega por carta, Vivian regresa a Inglaterra.

Museo de Peshawar - Fotografía de Khalid Mahmood
La segunda parte del libro regresa con Vivian a Peshawar en 1930. Najeeb, ya licenciado universitario y oficial del museo local, la convence para venir a Peshawar a seguir buscando tesoros enterrados. Su llegada a “la ciudad de las flores” coincide sin embargo con una ola de desobediencia civil alentada por las acciones no violentas de Gandhi y Nehru. Qayyum se ha alistado en un ejército sin armas, los Khudai Khidmatgars (siervos de Dios), manifestantes pacíficos que siguen las enseñanzas del venerable Khan Abdul Ghaffar Khan. La respuesta de las autoridades británicas fue una masacre (escabechina que está bien documentada).

Lo que quizás no sea tan lógico es que los acontecimientos de tiempos tan revueltos y difíciles se hayan trasladado en la novela en una serie de episodios que no son caóticos pero sí parecen entrelazados de un modo demasiado tenue. Shamsie abre la trama a nuevos personajes que aparecen para desaparecer de inmediato. La novela es de repente un río de aguas turbulentas y alocadas. Es como si Shamsie hubiera querido adoptar varios puntos de vista narrativos (los de Vivian, Qayyum, Najeeb y Diwa, una joven de ojos verdes que ayuda a los manifestantes y a Najeeb cuando resulta herido) en el preciso momento en que los acontecimientos no pueden estar controlados, y es ahí donde la novela pierde un poco de fuerza.

A God in Every Stone es una narración con una indudable tendencia a la denuncia política e histórica. El desenlace, con varios hilos argumentales que no quizás no estén bien ejecutados, es posiblemente lo de menos. Al igual que en Burnt Shadows, Shamsie cautiva con su prosa, repleta de simbolismos e imágenes nítidas y palpitantes. Hay una significativa simetría entre la defensa de la libertad de su pueblo que hace Tahsin Bey y la posterior rebelión pacífica pastún contra los colonos británicos. La novela se inicia y se cierra con dos breves episodios de la época del rey persa Darío I, en 515 BC y 485 BC, con Escílax como protagonista. La idea latente en A God in Every Stone (aunque no explicitada) es que todos los imperios tienen un final irremediable. Le ocurrió a Darío y les ocurrió a los ingleses.

Peshawar, situada en una de las zonas más calientes del planeta, es la tierra de esos hombres sacrificados por el poder imperial, como Qayuum, quien nos deja esta reflexión: “Si un hombre ha de morir defendiendo un campo, que ese campo sea su campo, que esa tierra sea su tierra, que esa gente sea su gente.”(p. 101, mi traducción)

16 may 2015

Reseña: Springtime, de Michelle de Kretser

Michelle de Kretser, Springtime (Crows Nest: Allen & Unwin, 2014). 85 páginas.

¿Cómo puede adaptarse el cuento de fantasmas de nuestros días a las nuevas tendencias de la literatura en el siglo XXI? ¿Qué características deberá descartar un autor de las que tradicionalmente se han adscrito al género, y cuáles deberán retenerse o transformarse? El tiempo, sin duda alguna, dará las respuestas oportunas, pero por ahora los lectores tendremos que contentarnos con leer nuevas propuestas y decidir qué nos gusta y qué no.

La lectura de la nouvelle más reciente de Michelle de Kretser me recuerda hasta qué punto las narraciones góticas de horror e imaginación de Edgar Allan Poe demostraron poseer un muy alto nivel de innovación para su época, el siglo XIX. Springtime, sin embargo, no tiene nada de gótico; muy al contrario. El sol deslumbra y titila en el Río Cook de Sydney mientras la protagonista, Frances, pasea a su asustadizo perro Rod por los barrios del área occidental de la capital de Nueva Gales del Sur siempre que no está entregada a la escritura de su tesis doctoral, que trata de los objetos retratados en la pintura francesa del siglo XVIII.

Frances se ha mudado recientemente desde Melbourne para vivir con Charlie. El traslado (naturalmente) da lugar a conversaciones del tipo que solamente gente de Melbourne o Sydney pensarían que vale la pena tener:

“Una de las cosas que le habían dicho en Melbourne cuando anunció que se mudaba a Sydney fue, Echarás de menos los parques. Otros comentarios incluían: Allí no hay buenas librerías. Y, ¿qué harás para comer bien?” (p. 1, mi traducción)

Charlie estuvo casado anteriormente, y tiene un hijo, Luke, quien parece disfrutar atormentando a Rod cuando viene de Melbourne a visitar a su padre. De Kretser es una muy hábil narradora (véanse Questions of Travel, ganadora del Premio Miles Franklin y candidata al Man Booker, o The Lost Dog), en la mezcla de detalles visuales y las insinuaciones que deja caer para ayudar al lector de manera gradual a que saque sus propias conclusiones: ‘El niño pataleaba el suelo o chasqueaba la lengua para atraer a Rod, mientras observaba todo el tiempo a Frances con el rabillo del ojo – picaramente, pensaba ella. Al final, resultaba más fácil sacar a Rod al jardín.’ (p. 38, mi traducción)

Es durante uno de esos paseos con el perro por el caprichoso diseño de las calles de Sydney que cuando Frances se asusta por primera vez con lo que ella cree que es una vieja señora que lleva un vestido rosáceo y un sombrero de ala ancha, acompañada de un bull terrier que solamente ella puede ver.

“[Las] visiones parciales, los falsos encuentros, se repitieron a intervalos a lo largo de semanas. Un día, mientras pasaba de largo cerca de la mujer y su perro, Frances se dio cuenta de que cada vez que los veía a los dos, estaba ella sola en el sendero.” (p. 11, mi traducción)

Al igual que en Questions of Travel, la prosa de De Kretser es frugal y avanza a un ritmo relajado: atrapa lo esencial en pocas palabras y las sirve tal si fueran canapés en taquitos en una fiesta o una recepción. De esta manera tan solvente se narra la presentación propia de un personaje secundario en una velada:

“Tim – músculos y loción de afeitado – repartía tarjetas: Tim Prescott, Creador. Organizaba lanzamientos de productos, les explicó, «todo, desde el concepto a los resultados de una comunicación creativa».” (p. 26, mi traducción)

Mas será en otra cena distinta a la que acuden Frances y Charlie donde se situará la escena para que ella revele el episodio del avistamiento de un fantasma. Después Frances tratará de minimizar las consecuencias que su historia tiene no solo sobre Charlie sino también en los otros comensales, pero de Kretser da a entender que el desacuerdo resultante entre ambos pudiera causar mayores problemas en su relación, la cual atraviesa ya por ciertas turbulencias por causa del errático comportamiento en el teléfono de la exesposa de Charlie.

Cabe imaginar que en nuestra avanzada era de la tecnología de la información escribir los más tradicionales cuentos de fantasmas. Springtime no obstante negocia con éxito los límites que caracterizan el género. Aun siendo un episodio significativo en la narración, la visión del fantasma no parece ser en ningún momento el factor más importante en la transformación de Frances. Cuando Charlie le exige que explique por qué no había dicho nada de la visión sobrenatural, ella rápidamente descarta la posibilidad de que fuera un espectro:

Los fantasmas requerían calma y la aplicación de la lógica. «No me digas lo que sientes, dime lo que piensas…» Las investigaciones realizadas en condiciones científicas habían demostrado que los fantasmas son solamente un olor que desataba el miedo en el cerebro. (p. 59, mi traducción)

Lo que apenas un párrafo antes de manera sarcástica (y autorreferencial) se llama “el resultado de una comunicación creativa” se convierte en un tema todavía más acuciante. Una taimada  Frances planeará una visita en solitario a la casa donde cree que ha visto el fantasma, para poder dar validez a sus impresiones iniciales. Lo que le muestran en la casa debería poner punto final a sus discusiones. ¿Pero lo hará de verdad?

Springtime es una curiosa historia sobre una joven que se muda de ciudad, un librito muy breve en el que abundan la ironía y la sutileza, y con un desenlace sorprendente como colofón. Trata, algo de refilón, de la no permanencia de los seres humanos en este mundo tras su muerte, pero el tema fundamental es de qué manera tan aparentemente imperceptible cambian nuestros sentimientos y emociones a lo largo de los años. Aunque esas personas por las que solíamos tener sentimientos tan intensos ya no están – o  nos las sentimos – tan cercanas, no es menos cierto que han dejado su marca imborrable.

Springtime lo ha publicado Allen & Unwin de forma exquisita en tapa dura, e incluye unos cuantos grabados en color, sumamente atractivos, del fotógrafo Torkil Gudnason. Es el tipo de generosidad que se ha vuelto cada vez más rara en el mundo editorial, de modo que quizás debiéramos agradecerlo.

Esta es la versión en castellano de la reseña publicada originalmente en inglés en Transnational Literature. Puedes leer el texto en inglés aquí.

10 may 2015

Xavier Aliaga's Dos metres quadrats de sang jove - A Review

Xavier Aliaga, Dos metres quadrats de sang jove (Barcelona: Alrevès, 2014). 187 pages.

It is rather regrettable that the name of my home town has become synonymous with insufferable levels of political corruption. Valencia is the setting for this short crime nouvelle by Xavier Aliaga. The protagonist is detective Feliu Oyono, a Catalan-speaking policeman of African ancestry, who is quite obsessed with sex and the female body.

I may be picking at straws here, but one of Chandler’s commandments for writing good crime fiction says that the novel needs to be “realistic in character, setting and atmosphere”, and should deal with “real people in a real world”. Far be it from me to rule out the possibility that a black Valencian-born policeman exists. Anyone would most likely agree with me that such a fictitious character is less than likely to speak and write the local language the way Oyono does, though.

Against a background of dirty play and internecine wars within the ultraconservative political party in government – the PP is never mentioned, but the references are obvious – Oyono and his assistant Amalia Vigarany must find out who killed a young idealist journo called Manel.

Manel is (was) one of the founders of a web-based investigative newspaper, La ciutat digital. Their reports denouncing the ever-present corruption networks and the misappropriation of public funds (in this sense, Aliaga cannot be accused of making up too much!) have already earned them the wrath of ruling politicians and senior bureaucrats. One night while he’s alone at the newspaper offices someone whose face is covered with a balaclava breaks in and slashes his throat in one swift, highly ‘professional’ cut. Manel’s colleagues are naturally quite devastated.

Feliu Oyono and Amalia interrogate the journalists but find nothing much – they all seem to get along quite well. Yet setting up a newspaper from scratch is neither easy nor cheap, so they decide direct their detective skills towards the source of the funding that has made La ciutat digital possible. What they find is that Enric, co-founder and rival to Manel for the sexual favours of the only female reporter, has been receiving monies from an obscure company based in Buenos Aires. What is really going on?

It appears that Manel and Enric were not on such amicable terms anymore when the former was murdered while typing on his keyboard and bled to death, leaving two square metres of young blood on the office floor. Oyono and Amalia turn the screws on him but it all seems to be a red herring: they might not like each other that much, but that should be no reason to murder your former friend and colleague. Or should it?

In the end, the reason Manel was savagely murdered happens to be quite unrelated to the murky financing he had been arguing about with the co-founder of the newspaper. The plot meanders rather aimlessly: Aliaga throws in the story of Amalia’s affair with a radical Basque youth while she was serving in Navarre. Its inclusion seems rather unwarranted, and given how short Dos metres quadrats de sang jove actually is, the reader may wonder about its purpose.

The novella’s structure is developed mostly by means of monologues. At times this works, but other times replacing dialogue with dramatic monologues feels too artificial. The inclusion of blog posts written by Manel before his death and later released as they had been programmed by the deceased journalist adds some spice. But Aliaga is at his best when he lets the characters speak. His dialogues can be witty, lively, full of force and irony:

- Listen very carefully, you son of a bitch! Why should we believe an impostor? ‘Oooh! We’re a persecuted media! Manel has paid with his life for the work we do unveiling corruption! Me! Me! Me! It could have been me! Why haven’t they come after me? I cannot sleep thinking about all this!’… Do you think we’re stupid?
- I… I haven’t said that… What I believe is that you’re going the wrong way about this. Neither Alberola nor anyone around him knew that Manel had found out about the scam. I hid that information, I wasn’t interested, please believe me, I was certain Manel would let it go to the keeper… The thing with his blog has taken us by surprise.
- And how can you be so sure Albarola didn’t know?
- He would’ve told me. Like all politicians, he’s a bit paranoid.
- And now you’ll tell me, you piece of shit, that you’ve had no contact with him since Manel’s death, that you’ve told him it’s over.
- No, I’ll tell you the truth, we spoke at length. Alberola was amazed, he was shocked. And very worried, too. He said that maybe we had lost our grip on things, that some of his rivals hadn’t taken in the issue too well. I think he was being truthful. He’s a very ambitious pollie, he’ll go to any lengths to crush those who bother him, but I don’t think he’s capable of such an atrocity, to be honest.
- And how did he intend to handle the situation?
- He asked not to meet with us again for a long while and to fuel the conspiracy theory from La Ciutat. To do that for a few months and wait until the storm cleared up… But it will not clear up… And I can’t take this anymore, I’m on edge…
- You’re lucky we’re not at the station, ‘cause I’d give you another kind of edge over there. You know what I think, arsehole? That you told everything to your friend the minister in order to protect your grubby deal. In the best of cases, you washed your hands of it, you played dumb, ‘whatever will be, will be’, you thought. And I also think you had another reason not to be concerned about what might happen to Manel: you have never been able to swallow the fact that Empar preferred him, that she was still in love with a man without your physique, without your charisma, but with so big a brain and so big a heart that the office was not big enough for him. An honest, upright person. The opposite of you, you piece of shit, you filthy sewer rat. Know that we’ll go all the way, you’re up to your neck in shit, you retard…
- That’s enough, Amalia.
- Did you get it, you bastard? We’ll get you!
- For fuck’s sake, Amalia! That’s enough, I said! (p. 139-141, my translation)

Had Aliaga worked further with the manuscript (which incidentally contains some typos in the few Spanish passages it includes) Dos metres quadrats… would have probably increased its length and its literary attractiveness. As it stands, it is a rather lame specimen of crime fiction, its shortcomings outnumbering its virtues.

9 may 2015

Reseña, The Namesake, de Jhumpa Lahiri

Jhumpa Lahiri, The Namesake (Londres: Harper Perennial, 2004). 291 páginas.

Lo admito, estoy probablemente enganchado. Me atrae todo tipo de historia que cuente la experiencia  de la emigración, algo que he vivido y sigo viviendo en carne propia. Quizás porque cada una de esas historias tiene algo que la hace única y singular, aunque todas compartan ideas, temas y circunstancias harto similares.

The Namesake (palabra que en inglés suele traducirse por ‘tocayo’ u ‘homónimo’) es la segunda novela de esta autora estadounidense de origen indio. Las familias bengalíes, según parece, tienen la costumbre de darles un apodo a los hijos, apodo que solamente emplearán en el entorno familiar. Así, todos terminan teniendo un nombre oficial y otro de andar por casa.

Ashoke Ganguli es un profesor indio en los EE.UU. que contrae matrimonio (convenido entre sus dos familias) con Ashima y se la lleva a la costa este. Allí tendrán dos hijos, un varón (Gogol) y una chica (Sonia). La novela narra por un lado la paulatina prosperidad que consigue la familia Ganguli, contraponiéndolo al ajuste progresivo que deben emprender (especialmente Ashima) tras el choque inicial de culturas. Pero es ante todo un estudio de la vida del hijo varón, que toda su vida se debate entre la obediencia debida a la tradición cultural de su familia y la necesaria adaptación a la vida en la tierra donde ha nacido.

Al comienzo de la novela, justo cuando nace su primer hijo, Ashoke y Ashima se encuentran en la tesitura de tener que ponerle un nombre al niño cuando la carta de la abuela que tiene que revelarles cuál es el nombre bueno (frente al apodo familiar) nunca llega. Ashoke se decanta por ponerle Gogol, el nombre del novelista ruso cuyo libro tenía en sus manos cuando sufrió un terrible accidente ferroviario en la India que casi lo mata.

La idea de que nuestro nombre es parte de nuestra identidad es uno de los temas que expande Lahiri a través de las páginas de The Namesake. Ashoke trata de reinventar a su hijo al matricularlo en la escuela bajo otro nombre, Nikhil, pero Gogol se rebela y le pide al maestro que lo apunte como Gogol. Mientras la fuerte tradición cultural bengalí ejerce su influencia en la esfera familiar, a Gogol/Nikhil no le queda otra opción que lidiar con la sociedad estadounidense y adaptarse por tanto a sus modos de hacer y ver el mundo. Para complicarles más las cosas, la familia regresa cada cierto tiempo a Calcuta en lugar de pasar sus vacaciones en otras partes del país o del mundo.

En lo que constituye un cambio radical y decisivo, Gogol decide cambiar de nombre oficialmente tan pronto alcanza la mayoría de edad e ingresa en la universidad. Naturalmente, adopta Nikhil, un nombre que le permite seguir estando muy cerca de la idea de sí mismo que tenía hasta entonces. Solo que la tensión de la dualidad es precisamente su esencia vital, y en realidad nunca podrá liberarse de esa tensión propia: celebrará las navidades pese a no ser cristiano, acudirá a las multitudinarias fiestas de la comunidad emigrante bengalí aunque prefiera estar en otra parte. La muerte de su padre tras un infarto fulminante mientras trabajaba en Ohio precipitará los acontecimientos y una resolución de la tensión entre culturas que palpita en su ser.

En The Namesake, Lahiri construye un relato muy verosímil de la vida del emigrante de segunda generación, nacido en la tierra y cultura de acogida. Gogol/Nikhil se va labrando un futuro profesional en la costa este (y finalmente en Nueva York) al tiempo que en su vida sentimental experimenta los éxitos y clamorosos fracasos nada raros en las personas de su generación, sea cual sea su procedencia étnica. El fracaso más rotundo, sin embargo, se produce con Moushumi, la hija de unos amigos bengalíes de los Ganguli, a quien conocía desde pequeña y con quien se casa tras una relación alentada por ambas familias.



Antes de este libro, de Lahiri solamente había leído Unaccustomed Earth. The Namesake ha sido llevada al cine, pero ciertamente no voy a apresurarme en verla. Lahiri sabe cómo indagar en lo más recóndito de nuestro ser, en lo que nos (con)mueve y nos destroza, y lo hace con una prosa nítida y rica en detalles. Aunque el ritmo narrativo decae a ratos, es una novela de calidad. Se publicó en castellano en 2006, traducida por Juanjo Estrella para Emecé Editores.

4 may 2015

Niu - Cocos (Coconuts 4 sale)

Niu es la palabra samoana para coco. De esta manera tan artística y atractiva colocan los cocos los campesinos de las zonas rurales de Samoa en la vereda de las carreteras. No consigo entender por qué no se caen, debe de haber algún truco o ingenio que se me escapa. Trataré de averiguar cómo se las ingenian para crear estas extrañas columnas.

5 de mayo.

Misterio resuelto. Atan los cocos con tiras de la palmera a un palo largo que clavan en la tierra y que queda invisible. El mérito es lograr un equilibrio perfecto de modo que no caigan. El agua del coco es muy refrescante y nutritiva.

1 may 2015

Reseña, The Lost Dog, de Michelle de Kretser

Michelle de Kretser, The Lost Dog (Crows Nest: Allen & Unwin, 2007). 343 páginas.

Mi primer perro se llamaba Charly, era un setter irlandés algo alocado, y terminó perdiéndose, y con el tiempo borrándose de mi memoria a medida que yo iba creciendo. En el caso de Tom Loxley, el protagonista de esta novela de la autora australiana nacida en Sri Lanka Michelle de Kretser, también pierde a su perro (del que no llegamos en ningún momento a saber su nombre) en una boscosa zona rural a un par de horas de Melbourne.

La novela está dividida en capítulos que llevan por título los días desde la desaparición del can de Tom hasta su feliz reencuentro con su amo. Tom, profesor de literatura en una universidad local, está en una vieja casa rural que pertenece a su amiga Nelly Zhang tratando de terminar el libro que lleva tiempo escribiendo sobre Henry James. ¿Leerías un libro sobre un académico en busca de un perro perdido? Por supuesto que no. El caso es que esa historia es únicamente el armazón que sostiene lo que es una elegante y generalmente amena novela en la que de Kretser analiza la vida de Tom en detalle.

De madre india y padre inglés, Tom nace en el subcontinente y emigra con sus padres a Australia en su adolescencia. La autora esparce a lo largo de la novela retazos de su vida en ambos países, relatando peculiares aspectos de la relación de sus padres con sus abuelos maternos. Una galería de personajes que en algún momento tuvieron influencia en la vida y personalidad de Tom: el abuelo Sebastian de Souza, su madre Iris, su padre Arthur Loxley, su exmujer Karen, la tía Audrey que los acoge en Melbourne cuando deciden salir de la India.

Podría pensarse que es Tom el que anda un poco perdido por Australia, pero ése no sería un análisis correcto. Su enamoramiento de Nelly Zhang es lo más parecido a perderse que le pasa.

Nelly es una artista cuya reputación la precede: solamente permite la exposición de fotografías de sus composiciones en lugar de los originales, los cuales (presuntamente) destruye después de fotografiarlos. Gracias a esta posmoderna estratagema Nelly ha alcanzado el éxito y se ha hecho un nombre en el difícil y caprichoso mundo artístico de Melbourne. En sus composiciones Nelly utiliza predominantemente objetos encontrados: el pasado.

Y es precisamente el pasado de Nelly el punto misterioso que explota de Kretser para hacer de The Lost Dog una novela mucho más amena que lo que un aburrido académico en busca de su perro daría de sí.

El marido de Nelly, Felix Atwood, desapareció sin dejar rastro tras haber defraudado millones como gestor de carteras de inversión. ¿Tuvo algo que ver Nelly en esa desaparición? ¿Es Rory el hijo de Felix, o lo es de Posner, el mecenas y protector de la artista?

Michelle de Kretser es buena observadora, no solamente de lo que nos rodea sino de cómo reaccionamos los seres humanos, y su maestría (que volvió a demostrar en la muy elogiada y laureada Questions of Travel, cuya reseña puedes leer aquí) estriba en la concisión. Es proclive al aforismo, y seguro que alguno de los muchos que afloran en la novela te quedará grabado. Un ejemplo, sobre el 11-S: “Todo cambia cuando caen del cielo estadounidenses”.

Lamentablemente, ninguna de las obras de Michelle de Kretser se han traducido al castellano (ni al català, també cal dir-ho). Las editoriales parecen no querer más riesgos de los necesarios, y les resulta más rentable apostar por caballos (o ciclistas) más seguros, aunque su calidad literaria sea más baja.


Era una obra colosal, Les grandes baigneuses, su escala y la frontalidad de su tratamiento más próximos a los de un mural que a un cuadro de caballete. Tom había escrito una vez un ensayo sobre él. Había localizado sus precursores, descrito el modo en que vitalizaba la gastada gramática de las mujeres desnudas en un escenario rural.

El hombre inclinado sobre el libro había olvidado la mayoría de las cosas que había argumentado.

Eran los cuerpos lo que recordaba. Llenaban el plano del dibujo: absurdos, pesados. Tampoco se estaban quietos, como había observado Posner. Una mujer arrodillada en el lado derecho del lienzo era también una figura en horcajadas, el torso de una formaba las nalgas y piernas de otra. Al observar esto, la mente titilaba entre dos sentidos, como en un sueño.

Tom reconoció esa sensación de precipitación: la percepción de la duplicidad de imágenes. Un resto de nausea – reforzado por la emoción – seguía funcionando en su interior. El grotesco tratamiento de los cuerpos tenía el efecto de volver la carne misma en algo inorgánico. Era un cuadro en el que algo maquinal chirriaba en el ánimo. (p. 221, mi traducción)