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23 ene 2019

Reseña: Telex from Cuba, de Rachel Kushner

Rachel Kushner, Telex from Cuba (Leicester: Charnwood, 2015). 465 páginas.

“Más se perdió en Cuba” es una frase que se escuchaba con frecuencia cuando yo era un jovencito imberbe. En su origen, hacía referencia a la pérdida de Cuba, la última colonia del imperio en las Américas, como resultado de la derrota sin paliativos en la guerra contra los Estados Unidos de 1898. Luego vino lo que vino, y hacia finales de la década de los 50, grupos revolucionarios cubanos estaban alistándose para tomar las riendas de la isla y expulsar a las compañías estadounidenses que explotaban recursos y mano de obra mientras se embolsaban jugosísimos beneficios económicos.

Preston, Bahía de Nipe , en una imagen de la época,
Mapa de la Bahía de Nipe, Provincia de Oriente (Cuba). Imagen de peioma.
Telex from Cuba cuenta la historia de los estadounidenses que vivieron y, en algunos casos, crecieron en un enclave de la United Fruit Company llamado Preston, hoy conocido como Guatemala, en la bahía de Nipe, a orillas del Caribe. La novela cuenta con varios puntos de vista narrativos. Los dos principales son los de K.C. Stites, el hijo del jefe de la plantación de caña de azúcar, quien cuenta la historia desde la época actual, y el de Everly Lederer, hija de uno de los empleados. La interacción de ambos le confiere muy buenos momentos a la novela, pues el contraste entre la áspera mirada a posteriori del hombre y la observación inocente, ingenua y desenfadada de una niña es extremadamente enriquecedora.
Raúl Castro (1958) cuando era Comandante del Segundo Frente Oriental. Cómo ha cambiado el mundo desde entonces...
Otro 'Generalísimo'. Rafael Leónidas Trujillo, al que luego el ultraconservador Vargas Llosa inmortalizó en La fiesta del Chivo. ¿Herencia española en el Caribe?

Telex from Cuba cuenta además con un largo elenco de personajes, algunos ficticios como Willy o Annie, y otros históricos. Por la narración pasan personas como Ernest Hemingway, Xavier Cugat, el dictador cubano Batista, los hermanos Fidel y Raúl Castro o el dictador dominicano Trujillo. Hay otro hilo narrativo más o menos separado, el de la historia de La Mazière, antiguo simpatizante nazi francés dedicado a la venta de armas, y una bailarina cabaret de La Habana que responde al nombre de Rachel K. Si bien su historia, con romance incluido, resulta llamativa en un principio, esta parte no termina de encajar en la resolución final de la novela. Kushner hace que el francés se una a la guerrilla en las montañas cubanas, y añade un más bien surrealista episodio nocturno en el que Fidel y La Mazière comparten algo más que un habano.
El dictador Fulgencio Batista. Sobran las palabras.
El trasfondo es de devastadora crítica a las actitudes racistas y neocolonialistas que la empresa y sus esbirros exhiben en el día a día de Preston, en las operaciones de explotación del molino de azúcar y la planta de níquel. Pero no todos los empleados estadounidenses reciben un trato de iguales; las clases sociales también se exportan a la colonia, como ocurrió en Australia hasta hace bien poco (actitud que no ha desparecido del todo, créeme).

Desde el inicio Kushner introduce un elemento de misterio. El hermano mayor de K.C. Stites, Delmore, ha desaparecido. No se sabe si ha sido apresado por los rebeldes o si ha huido para unirse a ellos. Conforme avanza la narración, va quedando muy claro cuál es la versión correcta del suceso. Mas, al menos en mi opinión, esa mirada realista aunque cándida de Everly supondrá el mejor hallazgo para quien lea esta novela: su ingenuidad en el trato con el joven haitiano Willy, empleado como chico de los recados y los apaños, enmarca una narración sólida y no exenta de elegancia.

Como primera novela de Kushner, no deja de ser un buen aperitivo antes de The Flamethrowers. El año pasado Kushner publicó The Mars Room, novela que ya me he agenciado, y que en algún momento reseñaré en este blog. Pero me he quedado con una interrogante: exactamente, ¿qué se perdió en Cuba en 1898? ¿El orgullo español?

13 ene 2019

Reseña: Loose: A Wild History, de Ouyang Yu

Ouyang Yu, Loose: A Wild History (Adelaida: Wakefield Press, 2011). 413 páginas.
Desde el comienzo de este libro, Ouyang Yu declara que su táctica va a ser la de mezclar ficción y no ficción, aunando elementos autobiográficos con creaciones imaginativas (¿o acaso sería más exacto decir “imaginaciones creativas”?), posicionándose (y posicionándonos por tanto a sus lectores) mayormente en dos tiempos y lugares: por un lado, China, finales del año 1999; por el otro, Melbourne, invierno del año 2001. Ya en la primera página nos avisa de que “[l]a ficción no es nada, sino una realización de la realidad imaginada. Es más cierta que, o tan cierta como, la realidad” (p. 2, mi traducción).

Desde esa premisa inicial, Loose únicamente puede leerse como un juego, que resulta ser tan divertido como serio. Por ejemplo, en la página 268, dirigiéndose al lector, te dice: “Comprendo vuestra frustración con mi obsesión por las fechas, mi intento deliberado por trastocar el flujo natural de la narración, el intrusismo de los hechos, la mezcla del pasado y el presente, la realidad imaginada y la realidad real, el uso de la transliteración y la traducción de vocablos chinos, la demora en contaros ciertos detalles privados obvios y la retención de información, tanto la valiosa como la que no lo es. Todo ello puede por supuesto interpretarse como una incapacidad por mi parte para contar una historia fácil y absorbente. Puede que tengáis razón, mis Queridos Lectores, pero por favor, venid conmigo, venid conmigo si queréis. No es divertido, os oigo decir. Pues bueno, vámonos juntos al infierno.”

En un principio, Yu se inserta en el libro como protagonista de una autobiografía ficcional, aportando entradas de su diario durante una visita a China entrelazadas con comentarios en Melbourne. El orden cronológico puede parecer caótico (pese a la confesada obsesión del narrador por las fechas); pero todo tiene su razón de ser, diría yo tras su lectura.

Igual que el inmigrante vive en dos mundos sin terminar de encajar adecuadamente en ninguno de ellos, la narración de Loose avanza en dos tiempos más o menos paralelos sin que la historia que cuenta se asiente de manera decidida. Tanto es así que hacia el final del libro el narrador de desdobla, e incluso recluta a uno de los protagonistas de una novela anterior del mismo autor en el rol de editor/autor. Es por tanto un juego de espejos metaliterarios, que le permiten a Ouyang Yu ofrecerle al lector una mirada amplia y franca de qué entraña la experiencia de ser un autor ignorado y marginado en dos escenarios literarios distintos: el de la literatura australiana y el de la china.

Al estar ideado como un diario, los temas que trata Loose son tan variados como el itinerario físico, temporal o emocional que recorre el narrador. Todo bastante alocado, si se quiere. Pero uno, si presta atención al leer, se queda con ciertos datos o detalles, muy jugosos todos ellos. Por ejemplo, esta reflexión sobre el concepto de progreso en Occidente, que a bordo de un avión te costaría quedarte en tierra: “…lo que el progreso significa en Occidente [es] esa urgencia por cancelar a los seres humanos reemplazándolos con máquinas. Enciendes el contestador automático en lugar de contestar directamente. Dejas mensajes de voz que le dicen a la gente que pulse 1 o 2 o la tecla almohadilla o lo que sea para que nadie tenga que hablar con nadie. De modo que tengas tiempo para tumbarte a tomar el sol en la playa como un fiambre porque crees que eres progresista y estás cansado y eres jodidamente aburrido. Es contra este progreso que debemos luchar. El Occidente como noción debe ser exterminado porque resulta pernicioso para la existencia humana.” (p. 168, mi traducción)

Yu reparte sopapos a diestro y siniestro. En el caso de Australia, el apego a la tradición, el inmovilismo y la mojigatería. Escribe Yu: “…cada vez que alguien habla de China, él o ella mencionará la ‘tradición’ y la ‘censura’. Estas dos cosas nunca parecen asociarse con Australia, mientras que, cuanto más tiempo vivas en Australia, más tradicional y censora te resultará ser. Creo que esto tiene que ver con la autopublicidad. La razón por la que Australia no es conocida por su lentitud, su conservadurismo, su mal funcionamiento, su temor a todo lo nuevo y vanguardista, su fuerte aversión a y sospecha de la invención y la innovación, especialmente de otras culturas que considera menos importantes que la suya, es que puede permitirse el lujo de pintar un hermoso retrato de sí misma en el extranjero, gastándose millones de dólares en campañas de autopromoción y autopublicidad, como ‘Inventive Australia’ y ‘Shrimp on the Barbie.’ Gambas, como las meigas, haberlas, haylas, ¡pero nada shakesperiano hay en ese libro!” (p. 180, mi traducción)
“Hoy la mujer de O hizo una observación, desde la mesa del comedor, junto a la cristalera de la cocina, cuando dijo: ‘Hace tanto calor que hasta las moscas se han muerto. ¡Mira esas bien gorditas ahí afuera!’ O no las vio, puesto que estaba sorbiendo la sopa, pero eso le recordó un verso de un poema de Mao Zedong: dongsi cangying weizuqi (No me sorprendería si todas las moscas se hubiesen muerto heladas de frío). En aquella época, se interpretó que las moscas del verso eran una referencia a los revisionistas soviéticos y los imperialistas americanos, pero resultó divertido comparar las moscas congeladas hasta la muerte en China con las moscas de la mujer de O, muriéndose de calor en Australia.” (p. 349-350, mi traducción) 
Algunas de las observaciones más acertadas del narrador se refieren a la notable dificultad que enfrentan escritores como él para conseguir que se les publique y por tanto se les lea. Para poder sobrevivir en este mundo, durante años Ouyang Yu ha trabajado como intérprete y traductor en Melbourne, y recoge algunas de sus experiencias en el libro.

Pero sin duda alguna, es la referencia a su hermano, Ming, lo que aporta la marca imborrable y más significativa. Por ser miembro de Falun Gong, Ming fue encarcelado por el gobierno chino, y murió en 2003 a causa de las torturas sufridas en prisión. Loose es el resultado de una escritura brutalmente honesta y salvaje, que contrapone la vida en China y la vida en Australia desde el punto de vista de un escritor necesariamente híbrido e inconformista, que se niega a comercializar y pulir su escritura por el mero hecho de que así lo exija el mercado. Fuck the market indeed.