13 jun 2024

Reseña: Los asquerosos, de Santiago Lorenzo

Santiago Lorenzo, Los asquerosos (Barcelona: Blackie Books, 2019 [2018]). 221 páginas.

¿Quién no ha considerado alguna vez la idea de huir de todo y de todos, alejarse del mundanal ruido y vetar a la sociedad en un instante misantrópico y antisocial, mandarlo todo a la mierda y buscar un lugar en el mundo donde todas tus aspiraciones podrían limitarse a pasar los días paseando, contemplando el paisaje o meditando sobre el todo y la nada?

Un azaroso incidente en el zaguán de la finca donde vive en el centro de Madrid es lo que lleva al protagonista de esta cáustica crítica social en forma novelada a huir. Un policía antidisturbios en plena faena durante una mani entra en el patio y se topa con Manuel, un joven al que podríamos caracterizar como normal, que está saliendo de su minúsculo piso en la calle Montera. Sin apenas mediar palabra (primero las hostias, luego las preguntas) empuja a Manuel contra los buzones y él se defiende clavándole en el cuello un pequeño destornillador que siempre le acompaña en el bolsillo de su chaqueta.

Naturalmente, a un joven normal como Manuel le entra el pánico. Acude a ver a su tío para que le ayude, y entre los dos deciden que Manuel salga de Madrid y busque un sitio donde esconderse hasta que sepan si a Manuel las autoridades lo han declarado enemigo público número uno.

Otro Zarzahuriel, otra casa para el siguiente Manuel que decida mandar la ciudad a la mierda. El lugar se llama El Tesorero y está cerca de Baza, Granada. Fotografía de MdeVicente. 

Carretera y manta. Manuel encuentra una aldea llamada Zarzahuriel, un lugar completamente deshabitado, como tantísimos parajes del interior del país. Entra en una de las casa que todavía se mantienen en pie y la ocupa. No tiene luz, no tiene agua y solamente la poca comida que ha traído consigo, pero le sobran inventiva y ganas de vivir en un sitio así. El tío, la voz del narrador tras la que no es difícil situar al autor, le irá prestando la ayuda logística necesaria para que el plan de ocultamiento y alejamiento de esa civilización que se perfila por un lado como amenazadora y por otro como simplemente enojosa.

Los repartos de comida y enseres del supermercado mantienen a Manuel vivito y coleando durante meses. Pasa el tiempo, transcurren una tras otra las estaciones y, para Manuel, Zarzahuriel se convierte en un paraíso terrenal. De la austeridad forzada por sus circunstancias pasa a una brutal frugalidad por decisión propia, viviendo absolutamente solo y disfrutando cada segundo de ello. Y eso que el tío le consigue un trabajito que solamente requiere atender al teléfono a guiris deseosos de practicar el castellano. Es casi ideal, ¿no?

Hasta que un día la civilización moderna regresa a Zarzahuriel en forma de señora que compra la casa al lado de la que ha ocupado Manuel. Y con la señora vienen todos los miembros de su extensa familia, que religiosamente acuden todos los fines de semana para “disfrutar” en un ejercicio de soberbia y gilipollez extremada de la paz del entorno rural (y de paso joderle la vida a Manuel, que sigue oculto).

El desenlace es muy ingenioso. Lorenzo lo borda y deja sin responder la pregunta que todo el que disfrute de una buena trama se haría en el caso de Los asquerosos. Además de presentar una razonada apología del retraimiento social y una justificación ajustada a la realidad actual del porqué una persona normal podría tomar la decisión de marcharse a vivir la soledad, Lorenzo pone de relieve lo absurdo de la dicotomía ciudad vs. campo a la que nos empuja el sistema económico neoliberal occidental, sin que podamos hacer gran cosa por remediarlo.

Por otra parte, Lorenzo demuestra ser un virtuoso del lenguaje: Hay en Los asquerosos un despliegue creativo y transgresor que, como lector en castellano, yo no había experimentado desde la Larva de Julián Ríos (1983). Un buen libro.

6 jun 2024

Reseña: The Dark Cloud, de Guillaume Pitron

 
Guillaume Pitron, The Dark Cloud: How the Digital World is Costing the Earth (Melbourne: Scribe, 2023). 290 páginas. Traducido del francés al inglés por Bianca Jacobsohn.

¿Cuál es el verdadero coste de la tecnologización de nuestras vidas a escala global? Para alguien que, desde que aparecieron, se negó a tener uno de esos teléfonos ‘inteligentes’ (y sigue sin tener uno), los datos con que Pitro bombardea al lector capítulo tras capítulo no hacen sino reforzar esa convicción de que lo digital, para el planeta Tierra, es un lobo disfrazado de cordero.

Esa nube oscura a la que se refiere el título del libro no es algo inmaterial: las grandes compañías que nos ofrecen almacenamiento de archivos digitales de todo tipo (desde esta entrada en un blog personal sin apenas presencia en internet hasta los cientos de miles de videos inútiles que cada día sube la gente a las muy mal llamadas redes sociales) han construido gigantescos centros que albergan servidores que devoran electricidad y agua. Los miles de millones de teléfonos y tabletas que se venden todos los años utilizan miles de toneladas de tierras raras, cuya extracción no es ni fácil ni económicamente asequible. La lista de contradicciones a las que Pitron hace referencia en este libro es enorme.

¿Es ese mundo futuro al que nos encaminamos una apuesta que nos va a costar la Tierra? Pitron augura que así es, si bien también recoge las opiniones de expertos y científicos que son un poco más optimistas. Sea como sea, The Dark Cloud abunda en el tema del increíble despilfarro que todo lo digital implica.

Pitron deja muy claro que lo digital ha asumido una función catalizadora de la aceleración económica y tecnológica de la que los gobiernos de todos los países del mundo participan; es una interminable intensificación de producción y consumo, a la que parecemos abocados a vivir (¿quién sabe por cuánto más tiempo?). Para evitar el previsible caos que muchos pronostican, señala Pitron que se ha de producir un importante giro ideológico:

«Se pueden temer y encomiar por igual los efectos rebote, según cual sea tu postura respecto al incremento de la riqueza, la globalización del comercio y la mezcla de culturas. Es así como la expansión de lo digital nos pone cara a cara con nuestras convicciones más íntimas: no es ni bueno ni malo; simplemente depende de lo que hagamos con ello. Internet permitirá a los niños de las regiones más distantes del planeta educarse de manera remota; también se usará para esparcir teorías conspirativas que socavan nuestros sistemas democráticos. Tratará enfermedades raras; pero también permitirá que Ryan Kaji, el muchacho famoso por desempaquetar regalos todos los días delante de una cámara en Texas, siga siendo el youtuber mejor pagado del mundo.

Los servidores de Wikipedia. Fotografía de Helpameout.

Sea como fuere, las repercusiones económicas, sociales y psicológicas de lo digital no deben confundirse con su función ecológica. Aunque estimula la aparición de iniciativas increíbles que buscan proteger el clima y la biodiversidad, no se diseñó para ‘salvar’ el planeta, y las afirmaciones acerca de que la resiliencia de la vida en el planeta Tierra está asociada con el desempeño de las herramientas digitales es, creo yo, un mito, una fantasía. Como me dijo un experto en tecnologías digitales, las TIC [tecnologías de la información y la comunicación] han hecho del mundo un lugar mejor, pero en términos de impacto medioambiental, es lo peor que podría haber ocurrido’.» [p. 149-50, mi traducción]

Un libro pobremente editado (está repleto de erratas y errores) sobre un asunto verdaderamente urgente. Lástima que no sea un estudio mejor diseñado. Nos queda la pregunta: ¿Salvará la tecnología a la humanidad o servirá para acelerar una posible calamidad global espoleada por el calentamiento global, las guerras, las hambrunas y las enfermedades que muchos predicen? ¿Quién tendrá razón? Y agrego yo: ¿De verdad les importará a quienes rigen nuestro modo de vida?

Por cierto, que si te apetece añadir tu granito de arena a esta absurda situación, puedes hacer un comentario más abajo, o compartir esta reseña en tus redes, o enviarme un correo. Dale. No, no lo hagas.

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