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21 abr 2011

Reseña: The Happy Life, un ensayo de David Malouf


David Malouf, 'The Happy Life: The Search for Contentment in the Modern World', Quarterly Essay nº41, 2011.

Rara vez me dedico a la lectura de ensayos. En general, no soy lector adicto a la filosofía ni a la historia, pero el título de este breve ensayo del australiano David Malouf me atrajo, y en todo caso, el renombre de su autor es en sí mismo garantía de calidad.

Las preguntas que Malouf se hace son, han sido y serán de una actualidad indiscutible. Imagino, tras las salvedades propias y muy particulares de cada uno, que habrá un consenso general en esta afirmación del autor: ‘Al menos en las sociedades desarrolladas… algo que se llama felicidad es una condición a la cual aspiramos todos…’ (p. 5) Mas, se pregunta Malouf, ¿qué es la felicidad? ¿Y por qué cuando se han eliminado casi del todo las principales causas de la infelicidad humana (la injusticia social a gran escala, las hambrunas, las epidemias y otras muchas enfermedades, la mortalidad infantil) la felicidad todavía nos elude a tantos?

La primera importante aclaración la hace Malouf en el ámbito geográfico y sociopolítico de su discusión: cuando él habla de ‘nosotros’, se refiere a las sociedades avanzadas e industrializadas en los comienzos del siglo XXI: ‘aunque estamos todos vivos en el planeta en este mismo momento, no todos estamos viviendo en el mismo siglo.’ (p. 8) Y no nos engañemos, que ésta no es una llamada de atención al mundo en vías de desarrollo: la inmensa mayoría de la población indígena australiana no vive en el mismo siglo que usted o yo.

Malouf prefiere desde un primer momento distinguir lo que él denomina ‘the good life’, algo ‘que tiene que ver con lo que llamamos estilo de vida, con vivir a tope en un mundo que nos ofrece regalos o cosas deseables a nuestra disposición.’ (p. 6) de la ‘happy life’, de la felicidad. Analiza además el sentido del término ‘felicidad’ dentro de la Declaración redactada por Thomas Jefferson en 1776, en la que menciona el derecho inalienable del ser humano a “the Pursuit of Happiness”, la búsqueda de la felicidad, y arguye que la inmensa mayoría de la población [¿solamente occidental?] interpreta ahora esa frase de manera muy subjetiva, cuando en realidad Jefferson casi con toda seguridad se refería a la satisfacción objetiva de nuestras necesidades básicas.

Arguye por otra parte Malouf que el desasosiego intelectual inherente a la condición humana, nuestro insaciable deseo de saber, descubrir e inventar más, puede estar en el origen de la percepción generalizada de que nunca se alcanza del todo la felicidad. Esto, como todo, es discutible, pero pienso que no anda muy lejos de ser cierto.

David Malouf es ante todo un estudioso de los clásicos, y las reflexiones que hace en torno a las numerosas muestras sobre la búsqueda del sentido de satisfacción humana elaboradas por diversos autores, desde Platón a Alexander Solzhenitsyn, pasando por John Donne y Rubens, por poner unos cuantos ejemplos, son realmente exquisitas.

Resulta en cualquier caso inevitable que el propósito de The Happy Life quede en cierto modo aprisionado por la resistencia (naturalmente humana) a combinar en un mismo plano lo que es una experiencia individual y subjetiva con el ideal colectivo. Dice Malouf que ‘la vida buena y la vida feliz… pertenecen a sentidos separados y en ciertas maneras inconexos del término ‘feliz’; uno se refiere a la fortuna material, la cual puede medirse de forma objetiva, y el otro a un estado interior que no puede medirse.’ (p. 50)

En su reseña del ensayo en The Australian del 16 de abril de 2011, Richard King aduce que los argumentos de Malouf pasan por alto algo importante. Dice King: ‘what of the happiness many of us experience mulling over the very things of which we can never have direct experience – deep space, for example, or geological time? To contemplate the infinite, to embrace for a moment our insignificance, can be a liberating experience.’ [¿Y la felicidad que muchos de nosotros experimentamos reflexionando sobre las mismísimas cosas de las cuales nunca tenemos experiencia directa: el espacio exterior, por ejemplo, o el tiempo geológico? Contemplar el infinito, abrazar por un momento nuestra insignificancia, puede ser una experiencia liberadora.’

Quizá la reflexión sobre la maravilla de la naturaleza sea liberadora (que lo es), pero no es ni por asomo motivo de felicidad. Téngalo por seguro, Sr. King.

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