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11 jun 2011

Footy y poesía (parte 3)

Las futuras y entusiastas promesas de Gungahlin Jets aprenden los aspectos fundamentales del juego los domingos por la mañana.

Otro aspecto que puede sorprender a muchos neófitos en el tema del footy, el fútbol de reglas australianas, es la facilidad con la que  lo adopta la segunda generación de emigrantes. Iría más lejos, y a riesgo de elaborar una afirmación que pudiera ser errónea, me atrevería a decir que el footy aúna el país y a sus muy diversas gentes de un modo que ninguna otra cosa, sea de carácter social, político o cultural, consigue hacerlo.

Un somero vistazo a los nombres de las actuales estrellas del footy, es decir, de jugadores que juegan esta temporada del año 2011, nos muestra una lista de apellidos como Riewoldt, Giansiracusa, Didak, Pavlich, Rischitelli, Zaharakis, Dal Santo, Montagna, etc… Son todos ellos australianos, pero en muchos casos sus abuelos o sus padres emigraron a esta tierra en pos de un futuro, como tantos otros en otras partes del mundo.

Lewis Jetta, desequilibrando por el lateral en el partido que enfrentó a Sydney contra Western Bulldogs (Manuka Oval, 7 de mayo de 2011)

El footy es asimismo el deporte que practican los jóvenes indígenas en toda Australia, pero especialmente en Australia Central y en el Territorio del Norte, hasta el punto de que muchos de ellos han sido y son fantásticos profesionales, considerados auténticas figuras estelares: antaño, jugadores como Phil and Jimmy Krakouer, Michael Long, Nicky Winmar, y Mick O’Loughlin; en la actualidad, estrellas como Adam Goodes, Lewis Jetta, Cyril Rioli, Lance ‘Buddy’ Franklin, Liam Jurrah, Aaron Davey, Austin Wonaemirri, Eddie Betts, y muchos otros.

El footy, como casi todos los deportes espectáculo, se ha ido convirtiendo con el paso de los años en un gran negocio. La Liga Profesional (AFL en sus siglas inglesas) maneja millones de dólares al año, gracias a los derechos de retransmisión televisiva, que también aquí domina un señor ya anciano, nacido en Adelaida y quien, por amor al dinero, se hizo ciudadano estadounidense.
La Australian Football League trata de cuidar y mimar al máximo la base y el futuro del juego: los niños. En el descanso de todos los partidos de la Liga (excepto en los días en que el campo esté inservible a causa de la lluvia) el campo de juego lo ocupan niños quienes, durante unos minutos, emulan a las grandes estrellas o simplemente entretienen a los espectadores con su versión del juego, adaptada a la edad y condición física de los niños y niñas.




Auskick en el SCG. Disfrutan como enanos, ¿verdad?


En la actualidad, el fútbol australiano no se practica únicamente en Australia; la AFL supervisa de manera indirecta otras federaciones y campeonatos locales en multitud de países. Se tratan lógicamente de torneos de aficionados, pero para muchos australianos es sin duda un motivo de orgullo y de alegría saber que al footy se juega en otros cuatro continentes con regularidad. En la actualidad hay pequeñas ligas locales en China, India, Japón, Nauru, Nueva Zelanda, Papúa Nueva Guinea, Samoa y Tonga en el área del Asia Pacífico; en Gran Bretaña, Dinamarca, Francia, Alemania e Irlanda por lo que respecta a Europa; en algunos países del Oriente Medio; en Canadá y los Estados Unidos, y en Sudáfrica.
El poema que sigue, de Tom Petsinis (nacido en Macedonia en 1953), forma parte de un libro cuya temática es exclusivamente el footy. El poema nos sitúa primero en el caos del tráfico mientras el forofo se dirige al estadio, el fastuoso Melbourne Cricket Ground, más conocido como MCG. El aficionado salva todos los obstáculos, aunque en el camino a su ‘vista divina’ en las gradas deje la moral y la solidaridad en la cuneta. El sonido del torniquete es la llave que le abre las puertas de su particular cielo, la promesa vital que el bote inicial da por cumplida.

El bote inicial
de Tom Petsinis

Media hora antes del partido
Y la distancia hasta el estadio es aún de pesadilla,
Me afano en el indolente tránsito,
Me salto semáforos, enrojecido por la ira.


Hoy no puedo permitirme la tolerancia, 
Ya amaré a mi prójimo, sí, pero mejor mañana:
Hacia la puerta siete desfilan las más viejas almas
Con su murmullo celestial.
 
Es aquí donde creo con mis cinco sentidos,
No cederé un ápice a sus miradas suplicantes:
El viento sopla con mucha fuerza para permitir milagros,
Nunca han sido los últimos los primeros.
 
Suena el torniquete de la puerta: ya estoy dentro.
Subo a la carrera, quiero una vista divina.
Queda dispensada por completo la promesa vital,
Sellada con el bote que da inicio al partido.

 ‘Opening Bounce’, de Tom Petsinis, publicado por primera vez en 2009, en Four Quarters. © de la traducción: Jorge Salavert, 2011.

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