Peter Rose, Crimson Crop (Crawley: UWA Publishing, 2012). 86 páginas.
En el poema que
abre este volumen del australiano Peter Rose (su quinto libro de poesía) se nos
describe a un hombre que se golpea la cabeza contra las máquinas expendedoras
en la estación de Roma Termini hasta hacerla sangrar:
“banging his head on the machines
(Coke, coffee, condoms –
anything commercial)…”
La sangre que se
derrama por su cuerpo parece hacer de él un mártir (pos)moderno, mientras “tutti romani rushed to their trains”,
asustados, temerosos, refugiados de esa lúcida locura tras sus abrigos o sus
lentes. Es la denuncia de la indiferencia, esa malaise que tanto se ha extendido en el primer mundo, sea éste
Italia, Sydney o San Francisco, y a la
que el poeta llega mientras desde su apartamento observa a un loco que llora en
la calle y oye en insólita conjunción el sonido de dos coros, el ‘preludio’ a
una infección: por un lado, el ritmo machacón del bajo de una banda de rock del
vecino de al lado, mientras una arpía aúlla ‘Yairs!’ en el piso de abajo.
Es sin duda un preludio algo turbador para escogerlo como apertura de un
poemario. Pero Peter Rose no le tiene miedo a las aristas afiladas que el mundo
nos muestra en su cotidiano devenir. En otro de los poemas de la primera
sección – el libro consta de cuatro – el poeta es sorprendido en su casa por
unos jóvenes que inspeccionan otro apartamento; sentado junto a la ventana,
está leyendo a Elizabeth Bishop en voz alta, y en los ojos de los jóvenes ve la
sospecha,
“As if they didn’t like what they heard,
or marvelled at a tenement that housed such types, …”
El título del poema, ‘Open Book’, es naturalmente también un juego de
palabras, algo con que Rose regala a su
lector con frecuencia (muy recomendable es, por la chispa que rebosa, ‘More
Mutant Proverbs’, de la tercera sección, el cual está dedicado al gran Peter
Porter). El poeta se debe a la literatura, pero es bien consciente de que en
los tiempos en que vivimos la poesía puede causar no solo fastidiosa
indiferencia sino abierta hostilidad.
Los poemas de esta primera parte llevan a escenas urbanas y mundanas,
tratadas con mucha pulcritud y fina ironía (‘Sheridan Close’, ‘Green Park’, ‘Traffic’
o ‘Grade’), o a situaciones curiosas que analiza con mesura (‘Gladstone’ es un
excelente ejemplo), pero también hay espacio para la sutil meditación sobre la
soledad (‘Brougham Place’) o el pasado (‘Wall’).
La segunda sección de Crimson Crop
la componen nueve elegías. La elegía es, lamentablemente, un género ingrato: requiere
del lector el esfuerzo de salir de su cómodo entorno y vestir los ropajes del
que llora. Peter Rose ha escrito nueve estupendos poemas elegíacos, algunos de
ellos de motivos personales. En ‘Beach Burial’ Rose retoma el título de un
poema – considerado ya un clásico – del modernista australiano Kenneth Slessor, pero en este caso son las
cenizas de su padre lo que vienen a inhumar en la playa:
“No one notices what’s borne in a casket,
old sumpture furnaced in the drabbest stove,
death a utilitarian blast.”
Como las motas de polvo al trasluz, la pérdida está en todas partes, dice
Rose en su poema ‘Motes’. Y es, precisamente a causa de la universalidad de la
pérdida, porque nuestro dolor, en un afán reduccionista, termina siempre por
ser algo compartido, que la poesía debe acomodar un amplio espacio, tanto para
el clamor colérico como para el sollozo reposado.
La tercera sección de este poemario contiene poemas también muy logrados,
si bien la temática aquí es algo un tanto más heterogénea, y la irrupción de lo
mundano está en todo caso supeditada a la estética literaria. Los versos de
Rose tienen una fuerza deslumbrante: no solamente por el hecho de que el poeta
hace gala de una erudición nada corriente en estos tiempos, sino porque las
imágenes con las que esparce sus versos son frescas, atrevidas:
“That new sound system we all lust after
is a kind of psychotherapy: mirror without end.” (de ‘Spool’)
La sección final de Crimson Crop
lleva por subtítulo ‘Fifteen New Poems in the Catullan Rag’; se trata de una
suerte de anexo a un libro anterior de Rose de 1993, epigramáticos en su tono y
plenamente australianos en su temática. Son versos de un sutil sarcasmo, en los
que Rose (editor desde hace años de la revista Australian Book Review) parodia actitudes y personajes de la vida
literaria australiana, de la que tiene amplísimo conocimiento. Tomemos por
ejemplo ‘Sensation’:
“For the third night in a row
Socration wakes Catullus with gripping news.
This time it’s from the Gallic Review.
Of the seven poems Socration sent them
they’ve taken two. They can’t pay
because they’re being conquered
but nothing fazes Socration,
who urges Catullus to place an order.”
Ciertamente, abundan los tintes corrosivos en el tono general de estos
poemas; en el caso de ‘Sensation’, para quien conozca un poco el mundillo de
las revistas literarias en Australia, la historia que describe tiene fuertes
visos de realidad.
Crimson Crop es, a mi
parecer, un poemario muy completo, que deleita al lector de poesía tanto por la
forma como por el contenido, y es por fortuna una valiosísima isla en el vasto
océano de medianías que abundan en la poesía australiana contemporánea. No es
por tanto de extrañar que hace apenas un par de meses fuese galardonado con el Premio
Judith Wright Calanthe en Queensland.