Ya nadie
cuestiona el hecho de que el siglo XXI es el siglo de Asia. Pese a las
tensiones geopolíticas que todavía amenazan esa parte del mundo, es innegable
que el poderío económico de China ha cambiado la balanza estratégica mundial.
De todas las metrópolis chinas, Shanghái es la más habitada (casi 24 millones
en 2013), el centro financiero más importante de China. La ciudad es, en gran
parte, la protagonista de esta novela del malasio Tash Aw.
Five Star Billionaire cuenta con cinco protagonistas, emigrantes todos
ellos desde Malasia. Phoebe es la chica pobre, inmigrante ilegal, nada
sofisticada pero ambiciosa; Gary, de origen muy humilde, ha triunfado en la
vida como cantante pop en Asia, pero pasa por una profunda crisis existencial;
Yinghui es una mujer madura, sofisticada, educada en Oxford, muy ambiciosa pero
en última instancia algo insegura; Justin, primogénito de una rica familia
china en Kuala Lumpur, acude a Shanghái escapando de la presión de su familia;
y Walter Chao, misterioso personaje dueño aparentemente de numerosos negocios y
autor de libros sobre cómo hacerse millonario.
La estructura de
la novela es en sí misma interesante: al principio, con cada capítulo, vamos
conociendo importantes datos sobre cada uno de los personajes en distintos
capítulos con sugestivos títulos bilingües (en cantonés e inglés). Así, por
ejemplo, el primero se titula ‘Move to Where the Money is’ [Múdate adonde esté
el dinero]. Las vicisitudes de estos personajes son narradas en tercera persona
por una voz omnisciente, si bien los ángulos adoptados son diferentes para cada
personaje. A medida que avanza(n) la(s) trama(s), las historias personales de
cada uno de los protagonistas van entrelazándose; el azar, obviamente, funciona
siempre mejor en la ficción que en la realidad. Aw no tiene más remedio que
llevar la verosimilitud de su narración más allá de los límites creíbles para que
la conjunción de cinco personas en un mismo tiempo y un espacio (Shanghái).
En mitad de este
rompecabezas de protagonistas y rebuscadas coincidencias (gracias a una web de
contactos, Phoebe se convierte en la acompañante de Walter, mientras mantiene
curiosos chats llenos de sinceridad y buen humor con Gary a altas horas de la
noche), Aw intercala fragmentos de unas memorias de Walter Chao en primera persona.
Este es un recurso particularmente apto en un principio, por lo que aporta como
contraste a la historia en sí de Five
Star Billionaire.
Sin embargo, en
cierto modo lo que esta narración paralela provoca es que Aw saque el conejo de
la chistera antes de tiempo. Puede ser, por lo tanto, que Five Star Billionaire sea en realidad una historia de venganza personal,
y si así fuera, quizás el autor juega sus bazas con demasiado brío. Lo cual no quiere
decir que disminuya el valor de la novela, pero en cierto modo sí alteraría la percepción
inicial de su concepción y propósito.
No hay en Five Star Billionaire ningún ganador.
Todos pierden de alguna manera. Phoebe fracasa y renuncia a sus ambiciones;
Justin fracasa porque no sabe dejar atrás su pasado; Yinghui fracasa porque no
aprende de sus errores; Walter fracasa porque no consigue conectar con ningún ser
humano. Y por lo que respecta a Gary, el protagonista más apartado de la vorágine
que crea Tash Aw, tampoco consigue derrotar los temores que le agobian. En una
ciudad de cerca de 24 millones de habitantes, Aw parece querer acentuar la ausencia
de humanidad, el continuo recurso a la careta, al disfraz, al ocultamiento de
la verdadera identidad o personalidad , y finalmente la incapacidad de
comunicarse unos con otros, sea cara a cara o con la máscara de la tecnología de
por medio.
Five Star Billionaire es una novela muy coherente con nuestros tiempos:
una historia de cinco extraños (y extranjeros) que parecen concentrar sus
sueños de triunfo en el dinero, aunque el precio que hay que pagar por ello es una
profunda y amarga soledad. Tampoco Shanghái sale bien parada; Aw nos la describe
en términos nada generosos, como un mundo de avaricia y codicia ilimitadas:
Las
multitudes, el tráfico, el dialecto ininteligible, las lluvias de barro que
arrastraban los restos de las tormentas de arena del Desierto del Gobi y que te
manchaban la ropa cada mes de marzo. La ciudad estaba jugando contigo, poniendo
a prueba tus límites, utilizándote. Llegabas pensando que ibas a utilizar tú a Shanghái
para conseguir lo que querías, y pasaría bastante tiempo hasta que te dieras cuenta
de que te estaba utilizando ella, de que se te había adelantado y que eras tú
el que estabas tratando de recuperar el terreno perdido.
Quizás es este el
siglo asiático, pero no cabe duda de que Tash Aw no habrá hecho muchos amigos
en la Oficina de Promoción Turística de Shanghái.
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