Will Self, Cock &; Bull (Nueva York: Grove Press, 1992). 310 páginas.
Mi viejo
Collins define cock-and-bull story
como ‘an obviously improbable story, esp. a boastful one or one used as an
excuse’, esto es, una historia evidentemente imposible, en especial una cuyo
narrador sea jactancioso o la utilice como excusa. Google, el sabelotodo del
siglo XXI, nos dice que el origen de la expresión bien pudiera remontarse a los
rumores y cotilleos que intercambiaban entre sí los viajeros que paraban en dos
tabernas cercanas de la localidad inglesa de Stony Stratford, una llamada The Cock y la otra conocida como The Bull. Mas yo sospecho que ésta no
deja de ser otra cock-and-bull story
más.
Este atípico libro
de Will Self se compone en realidad de dos nouvelles,
dos relatos fantásticos en los que lo absurdo cobra visos de verosimilitud (ganándose
así la probable credulidad del lector) gracias a su posicionamiento dentro de
marcos cotidianos y prosaicos. La intención es claramente satírica, pero los
resultados no son siempre tan efectivos como uno esperaría.
En el primero, un
joven a bordo de un tren rumbo a Londres se ve apabullado por un extraño
académico de Oxford, que decide contarle una historia mientras el tren avanza a
trompicones por la campiña inglesa. Una de las circunstancias por las que no termina
de funcionar Cock es que este nivel supranarrativo
no se hace evidente hasta ya entrado el segundo capítulo.
La historia gira
en torno a Carol. Ella es la esposa de Dan, un alcohólico diseñador que pasa
noche tras noche con sus amiguetes en el pub. Harta de su falta de atención, decide
comenzar a investigar su propio cuerpo. De repente un día descubre que le ha
salido un pene (el Cock del título).
A medida que el nuevo apéndice sexual comienza a cobrar protagonismo en la vida
de Carol, ésta se vuelva más agresiva y violenta y urde su pequeña venganza,
con un desenlace algo previsible. Y, por cierto, el académico del tren no es
quien decía ser, según nos confiesa al final el narrador de la historia.
La segunda
nouvelle, Bull, me resultó mucho más
entretenida. Un joven reportero deportivo y fornido jugador de rugby, John Bull
– no es gratuito: el nombre ‘John Bull’ es la representación estándar del varón
británico – se tiene que dedicar a cubrir las reseñas de espectáculos de
cabaret y similares. En uno de ellos, el cómico de turno (cuyo repertorio se
limita a chistes obscenos y vulgares sobre los órganos sexuales femeninos) le
hostiga y parece lanzarle una maldición cuando Bull abandona el espectáculo mucho
antes de su conclusión.
A la mañana siguiente,
un resacoso Bull descubre que le ha salido una llaga, algo que no tiene claro
si es una herida o una quemadura, en la parte posterior de la rodilla. Sin
perder tiempo alguno, concierta cita con un médico del centro de salud local.
Al doctor Alan
Margoulies todo el mundo lo tiene por un santo. Pero no lo es, ni por asomo. Al
descubrir que lo que Bull tiene en la rodilla es una vagina, el médico se lo
calla, y esa misma noche cancela una visita a domicilio con otro paciente para
poder visitar a Bull en su propia casa. Margoulies es un mujeriego, y queda fascinado
por el extraño fenómeno de la pierna de Bull. Y mucho más. Entre ellos surgirá
algo parecido a un idilio.
Así como Cock contiene muchas interrupciones en
la narración, no siempre justificadas, ni tampoco necesariamente bienvenidas
por el lector, Bull sí es un relato con una construcción sobria, bien manejado
por Self. Tanto en una como en otra los personajes principales (Carol, Dan y
Dave 2 en Cock, John Bull, Margoulies
y Juniper en Bull) están bien
dibujados y se prestan a la sátira más incisiva.
Lo que no me queda
tan claro es la intención de Self con la creación de estas dos historias de transmutación
sexual. Si buscaba algo más que la pulla y la rechifla, se quedó corto. Cock & Bull no es, en cualquier
caso, un libro memorable.
Publicado en español por Anagrama en 2006, bajo el título Patrañas: habo, higo, en traducción a cargo de Iris Menéndez.
Publicado en español por Anagrama en 2006, bajo el título Patrañas: habo, higo, en traducción a cargo de Iris Menéndez.
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