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5 oct 2016

Reseña: Satin Island, de Tom McCarthy

Tom McCarthy, Satin Island (Londres: Jonathan Cape, 2015). 173 páginas.
¿Puede haber alguien que se haga la ilusión de contar con la capacidad intelectual y física necesarias para acometer la elaboración de un ‘Gran Informe’ de nuestra época? Esto es, un dosier cabal, exhaustivo, detallado y definitivo que dé cuenta de quiénes somos, de dónde venimos y adónde nos dirigimos, una magna obra que explique cómo somos y estamos en el mundo. Nadie que estuviera verdaderamente en su sano juicio podría engañarse hasta tal punto. ¿O sí?

El narrador de Satin Island se presenta en el aeropuerto de Torino-Caselle, e inicia esta novela/informe (el formato de presentación del texto, en secciones numeradas, en la que cada párrafo corresponde a un número dentro de su capítulo, es un guiño hacia el motivo del ‘Gran Informe’ que tanto le obsesiona) divagando sobre la famosa sábana santa de Turín. Algo que resultó ser tan auténtico como los Milli Vanilli.
The truest fictions are those we used to sing along to... Fotografía procedente de Observer.com
De él iremos conociendo pocos datos personales: así, sabremos que vive en Londres, que tiene sexo de vez en cuando con una mujer llamada Madison, y que su despacho se halla en el sótano de un gran edificio, adonde le llegan, amortiguados, comentarios de otras plantas superiores a través de los conductos de la ventilación. Fascinante, ¿verdad?

De su nombre solamente conocemos la primera letra, U. Este es, por supuesto, un juego de McCarthy – en los símbolos de mensajes de texto en inglés, U es “you”. ¿Es una invitación a que seas tú, lector, el narrador? ¿Quién lo sabe?

En todo caso, U. es etnógrafo o antropólogo (o ambas cosas, si se quiere), y lleva algún tiempo trabajando para una importante organización recabando datos y realizando análisis conducentes a un gran proyecto multifacético, algo con tonalidades algo siniestras, que se supone va a cambiar nuestras vidas de forma muy significativa y profunda, pese a que en un principio U. nos asegura que es, “dentro del esquema general de las cosas, un tema bastante aburrido” (p. 12, mi traducción).

La narración (no cabe hablar de una trama propiamente dicha) deambula entre las diversas obsesiones de U., los hilos argumentales paralelos o divergentes, y el progresivo desapego que el etnógrafo siente por la Compañía, el Proyecto Koob-Sassen y el Gran Informe. Además de momentos meditativos llenos de ironía (la digresión descriptiva del momento en que decide ordenar la mesa de su escritorio fue algo que me recordó que yo mismo he pasado por ello varias veces en los últimos dos o tres años), U. acude a reuniones, congresos y simposios en los que pierde el tiempo de la manera más creativa posible.

La paradójica belleza de los derrames de petróleo, una absurda conspiración global de paracaidistas suicidas, curiosas divagaciones en torno a tendencias culturales y estudiosos franceses del siglo XX…todo le vale a McCarthy para avanzar hacia un final apoteósico en la isla Staten, en las aguas que cercan Nueva York.
October Ferry to Staten Island. Should I stay or should I go?.Fotografía de InSapphoWeTrust. 
Satin Island no deja de ser un gran entretenimiento intertextual, aunque será sin duda una pesadilla para quien solamente disfruta del formato más convencional de la novela. Personalmente, lo que más he disfrutado de Satin Island son las conexiones morfosintácticas y semánticas que establece U. entre los más dispares y distantes fenómenos o eventos. McCarthy enlaza todo y nada con humor y algo que se aproxima a la genialidad, para estamparnos en las narices la conclusión que deriva U. de todo lo explicado en las 170 páginas precedentes: una acción nuestra puede no tener ningún sentido y la decisión de no proceder con esa misma acción puede también no tener sentido alguno. Algo es nada y nada es algo.

Vivimos en una época de proceso de constante estancamiento, es así como tratamos la información y como la tecnología de la información nos trata a nosotros: estamos en un permanente camino hacia una conclusión que, paradójicamente, sabemos no vamos a alcanzar nunca, pues el proceso se regenera y reconfigura constantemente. Quizás sea ese el mensaje de crítica que nos podamos llevar de Satin Island: la hegemonía de los mercados se impone sobre nuestras conductas y nos acerca a un absurdo insuperable. Reaccionamos al producto exactamente tal como lo han predicho los gurús corporativos, quienes explotan nuestras ansias de individualismo y supremacía personal. Nos tienen muy bien estudiados.

Satin Island la publicó en España Pálido Fuego en 2016, traducida por José Luis Amores.

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