Nick Drnaso, Sabrina (Drawn & Quarterly, 2018). 203 páginas.
Hace ya muchos años que tomé la decisión de no abrirme cuenta en Twitter,
ni de inaugurar muro personal en Facebook. Con el paso de los años me siento cada
vez más reivindicado, y más si cabe después de descubrir hace unos años, un sábado
por la tarde cuando más tranquilo quiere estar uno, que un descerebrado
majadero, cegado por su inexplicable y estúpido odio hacia una persona a la que
solo conocía por algunos comentarios en The
Guardian Australia, creó de la noche a la mañana un falso perfil en
Facebook utilizando mi nombre y robando material fotográfico familiar
disponible en internet. La muy pertinente denuncia solventó la desagradable
situación enseguida, pero siempre queda ese regusto amargo, ¿no?
La trama de esta novela gráfica se suscita en torno a la repentina desaparición
y el posterior asesinato de la mujer que da nombre al título. Es una narración realmente
simple en apariencia; pero el libro es mucho más profundo de lo que semeja ser
a simple vista.
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La soledad del oyente de radio. |
El compañero de la joven mujer, Teddy, llega a la casa de Calvin en
Colorado, su amigo desde la adolescencia, sin respuestas al misterio del
desvanecimiento de Sabrina. Cuando días más tarde se confirma el brutal
asesinato de la joven a manos de un misógino fascista, Teddy huye desesperado del
foco mediático que, por desgracia, siempre acompaña estas tragedias humanas. La
casa de Calvin será refugio para él. ¿Pero puede realmente escapar del atroz
tratamiento que las redes sociales deparan a las víctimas? ¿Acaso no es cierto
que cenutrios absolutamente lunáticos se han arrogado la potestad de juzgar y
atacar a cualquiera desde un agresivo, iracundo estrado virtual? Dan asco.
El mundo que nos muestra Drnaso es el de 2018, el de nuestros días, la era
de la posverdad trumpiana: las calles están vacías, impera el miedo y el temor
a los extraños, los silencios son vertiginosos, y hay mucho odio, mucha bilis, y
en la red el incesante esparcimiento de infundios e injurias. Las teorías
conspirativas sobre el brutal asesinato de Sabrina abundan (como un miserable
microorganismo, se hacen virales) y sus promotores no dejan de atacar al propio
Teddy, a la familia de Sabrina, a todo aquel que se les ponga a tiro o se les
antoje. Aunque Drnaso no hace mención alguna de la realidad política en la que
viven los personajes, los enormes espacios vacíos, los largos silencios, los
tonos grises y oscuros que predominan en el libro nos dicen mucho sobre el
ambiente en que se desarrolla la historia.
La principal virtud de Sabrina, en mi opinión, es lo mucho que nos cuenta
sin palabras. Los diálogos son escuetos, pero a través de los dibujos se nos
cuenta una historia con muchos matices y detalles. Y sin embargo, algo que
resulta muy curioso es que los rostros de los personajes, en los primeros
planos, no son para nada expresivos. Drnaso no explicita su mensaje mediante la
caracterización propia del medio, sino por la connotación de una implacable falta
de contenido.
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El hecho de que no le veas la cara dice mucho más sobre su estado de ánimo que cualquier palabra, |
¿Tiene Sabrina
una resolución convencional? Solo en parte. ¿Hace falta un desenlace para una
historia tan triste y desoladora? No. Sabrina es un libro excelente, de eso no cabe
ninguna duda. Por algo entró en la primera preselección de obras candidatas al Premio
Booker del año pasado. Y de hecho, ya la ha publicado Salamandra en castellano,
con traducción a cargo de Carlos Mayor.
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Unos golpes en la puerta en mitad de la noche son siempre un sobresalto. La última vez que alguien golpeó en mi puerta después de las 11, era mi vecino. Su casa ardió esa noche. |