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4 mar 2021

Reseña: Vampires in the Lemon Grove, de Karen Russell

Karen Russell, Vampires in the Lemon Grove (Nueva York: Alfred A. Knopf, 2013) 243 páginas.

El comienzo de esta colección de cuentos de la estadounidense Karen Russell (la autora de Swamplandia!) le exige al lector sentir un poco de compasión por una pareja de vampiros, casados durante siglos y que con el paso del tiempo han terminado por estar obsesionados con saciar su sed con líquidos que no sean la sangre. ¿Para qué sacrificar vidas de jóvenes vírgenes cuando una limonada puede servirte y mantenerte en la vida eterna con un sabor inigualable? Él, Clyde, describe así su primer sorbo de la deliciosa bebida:

“Cuando arribamos a Sorrento, estaba escéptico. El jarro de limonada que pedimos tenía un aspecto turbio, adulterado. El azúcar se amontonaba en el fondo. Pegué un trago y un pequeño limón se me quedó atascado en la boca; no hay ninguna palabra lo bastante hermosa para ese primer sabor, la primera sensación que tuve al clavarle los colmillos a ese limón. Era tonificante y amargo, con una leve insinuación a sal marina. Después de un escozor inicial – una especie de efervescencia química a lo largo de las encías – desde la punta de cada uno de los colmillos un reconfortante vacío se desplazó hasta mi cerebro enfebrecido. Estos limones son el analgésico perfecto para un vampiro.” (p. 7-8, mi traducción)

Más refrescante que una pinta de sangre, ¿no? Fotografía de Prasad SR 

En todos los cuentos hace acto de presencia un aspecto fantástico o sobrenatural, que deja al lector perplejo y constantemente a la espera de una solución más lógica, no necesariamente convencional, que cuando llega te deja casi siempre satisfecho.

Por ejemplo, ‘Reeling for the Empire’ nos lleva a una especie de fábrica de seda en el Japón imperial, en la que residen unas chicas muy jóvenes a las que han esclavizado tras haberlas transformado en gusanos de seda mediante la ingestión de una pócima mágica.

De los ocho relatos del libro, quiero destacar dos. El primero es ‘Proving up’, en el que un chico de 11 años, Miles, ha de transportar una ventana de vidrio a través de los llanos de Nebraska para demostrar que la casa construida por una familia local, los Sticksel, cumple con el requisito de contar con una ventana y lograr así el título de propiedad del gobierno en Washington. La ventana ha de estar en su sitio cuando el inspector federal haga su visita. La casa de sus amigos es, posiblemente, idéntica a la que ha construido su padre: “Es nuestro hogar, aunque parezca un jadeo de la tierra. El piso está hecho con terrones de tierra; el tejado está hecho de terrones de tierra, endurecida por el sol de Nebraska – y si alguna vez volviera a llover, entrará la lluvia y nos caerá en la cabeza durante días. El colchón está alzado sobre una caja hecha de postes de madera de ciruelo silvestre. Mi madre cubre el fogón con el envejecido mantel de lino de mi abuela para que no caigan en nuestra cena las lagartijas, los ratones de campo, los topos, las serpientes de cascabel y las arañas amarillentas.” (p. 88, mi traducción)

Campos de trigo de Nebraska.
Aunque a sus once años Miles está deseando demostrar su madurez y hombría, nada más ponerse en marcha una ventisca intempestiva le hace extraviarse y, para colmo, pierde el caballo. ¿Con quién se encontrará en medio de la nieve? ¿Llegará a tiempo de prestarle la ventana a los Sticksel?

El otro relato que, en mi opinión, es especialmente destacable, es ‘The Graveless Doll of Eric Mutis’ que narra un hombre ya maduro que rememora cómo él y sus amigos en la escuela secundaria agredían y acosaban a un chico más pequeño que ellos, Eric Mutis. Meses después de que Eric haya desaparecido de sus vidas, encuentran en una sima del parque a donde van a beber cerveza una especie de espantapájaros que parece una copia o una imitación de Eric. Lo que sigue es la confesión de los execrables actos de tortura y tormento que llevaron a cabo los jóvenes, y cómo el narrador llega a entablar una incierta amistad con Eric y lleva a cabo una traición vergonzosa.

‘The New Veterans’ plantea que la masajista que está tratando a un soldado traumatizado tras la guerra de Iraq de la terapia puede manipular las emociones del hombre desplazando los elementos de un enorme tatuaje que lleva en la espalda, el cual rememora el día en que un compañero, Arlo, murió tras un ataque con bomba en el arcén. Russell ejecuta un detallado estudio en torno a los efectos de la memoria en nuestras emociones, apuntando algo bien sabido: que la narración del trauma no solamente recrea los hechos, sino que ayuda a superarlos.

Pero no todos los cuentos me han parecido tan redondos como los anteriores. Dos de ellos son entretenimientos que rozan lo absurdo: ‘The Barn at the End of Our Term’ coloca a un conjunto de expresidentes de los EE. UU. reencarnados en cuerpos de caballos en una granja, mientras que ‘Dougbert Shackleton’s Rules for Antarctic Tailgating’ narra en clave de humor deportivo las opíparas comilonas de kril que disfrutan las ballenas todos los años en las aguas cercanas a la Antártida.

Como recopilación de cuentos, Vampires in the Lemon Grove no decepciona de ninguna manera. Russell tiene la habilidad de pasar de un sencillo boceto psicológico a lo fantástico y rociarlo todo con una visión global humorística muy necesaria en estos tiempos que nos ha tocado sobrevivir. Una buena propuesta para quien guste del cuento bien ejecutado.

Vampires in the Lemon Grove lo publicó Tusquets a finales de 2014 en castellano, con el bastante ridículo título de Vampiros y limones, en traducción de Victoria Alonso Blanco.

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