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31 ago 2023

Reseña: The Revolt against Humanity, de Adam Kirsch

Adam Kirsch, The Revolt against Humanity: Imagining a Future without Us (Nueva York: Columbia Global Report, 2023). 100 páginas.

El Doomsday Clock (que alguien ha bautizado en castellano como «Reloj del Apocalipsis») marca las 11:58:30 horas. Y si estamos tan cerca del final de los tiempos, no cabe ninguna duda que se debe a la humanidad. El planeta en el que vivimos sigue siendo el escenario de conflictos armados —uno de los cuales amenaza con convertirse en nuclear— y a ello hay que agregar una imparable crisis climática que seguramente conllevará la destrucción de numerosos ecosistemas y descalabros económicos sin precedentes. ¿Es de extrañar que haya quien abogue por poner fin al dominio de los humanos?

En este breve estudio o informe, el poeta estadounidense Adam Kirsch examina dos corrientes ideológicas que, desde perspectivas diferentes, se rebelan contra la humanidad y propugnan un futuro para el planeta en el que no existamos. Grosso modo, son dos escuelas que comparten muchos elementos, pero difieren diametralmente en cómo se llegaría a ese desenlace.

La primera engloba a quienes se definen o identifican como antihumanistas del Antropoceno y prevén (al tiempo que aplaudirían) la extinción de la civilización humana tal como la conocemos en nuestra época. Según esta escuela, a la naturaleza, que continuamos destruyendo a un ritmo arrollador, le iría mucho mejor si dejáramos de estar presentes en el planeta.

La segunda escuela, la transhumanista, propugna una transformación del ser humano mediante la tecnología y la inteligencia artificial hasta el extremo de que ya no seamos Homo sapiens sino otra forma de vida inteligente que consiga detener la inevitable ruina a la que parece que estamos conduciendo el planeta.

Son puntos de vista que, obviamente, se oponen. Si los primeros acusan al desarrollo tecnológico y la explotación de los recursos naturales de ser la expresión incontestable de la soberbia de la civilización humana que nos ha llevado al punto crítico en el que estamos, los transhumanistas ven en la tecnología (y los avances que indudablemente nos proporcionan) una solución posthumana que sería superior al ser humano.

En cierto sentido, quienes adoptan este punto de vista reconsideran el axioma nietzscheano de la muerte de dios a manos del hombre. Solo que en vez de eliminar al ser humano, se le reemplaza con una suerte de ciborg inmortal creado a partir de nuestra propia imagen e inteligencia.

Kirsch se cuida mucho de evaluar, ya sea positiva o negativamente, la probabilidad de que los escenarios que ambas corrientes plantean o vislumbran vayan a tener lugar. Se limita a citar textos de ambas corrientes. Y no es que rechace explícitamente escenarios que, al menos hoy en día, resultan poco creíbles.

«… el hecho es que ya sabemos que la humanidad va a desaparecer. Se trata, quizás, del más importante descubrimiento moderno, el que nos condena a vivir en un mundo espiritual diferente del de nuestros ancestros. La única duda que hay es el marco temporal. Un día tras otro, nos comportamos como si el fin de la humanidad perteneciese a un futuro tan inimaginablemente lejano como la era de los dinosaurios en dirección contraria. A efectos ordinarios, un tiempo tan largo que sea incalculable es una eternidad». (p. 46, mi traducción) © Nina Paley in collaboration with Les U. Knight. Cartoon colorized by Aaron Hackmann

Sencillamente Kirsch tira por el camino de en medio: una especie de quietismo arreligioso, de repliegue personal, en el que mantener y defender la inacción bien pudiera ser más efectiva que emprender acciones mucho más desventuradas: «El primer paso para cambiar cómo representamos el mundo es cambiar el lenguaje que empleamos para describirlo. No es una tarea para políticos y activistas, sino para filósofos y narradores, quienes renuevan el lenguaje, desafiándolo a adoptar formas que no son familiares. Para los teóricos del transhumanismo, el lenguaje presenta un problema especial, porque se trata de una modalidad exclusivamente humana de cognición. Resulta paradójico: tan pronto afirmamos nuestra intención de pensar fuera, o en contra, de nuestra humanidad, hemos fracasado, pues se trata de un enunciado que solamente los humanos podrían concebir o comprender». (p. 37, mi traducción)

Si en algo destaca el librito es que el lenguaje que Kirsch emplea es muy claro. El autor incide muy sucintamente en las ideas clave que cada una de las corrientes y sus autores proponen. Y hay, desde mi punto de vista, una conclusión muy evidente: «Todos los pensadores que hemos considerado en este libro reclaman formas drásticas de autolimitación humana —signifique eso la destrucción de la civilización, renunciar a tener hijos o la sustitución de los seres humanos por parte de máquinas. Estos sacrificios son maneras de expresar ambiciones extremadamente éticas que no encuentran alcance alguno en el hedonismo de nuestras vidas corrientes: la compasión por la naturaleza sufriente, la esperanza de alcanzar un ámbito cósmico, el amor por el conocimiento». (p. 90-91, mi traducción)

It'll end in tears (I won't cry)

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