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27 ene 2024

Reseña: The Little Red Chairs, de Edna O'Brien

 
Edna O'Brien, The Little Red Chairs (Londres: Faber & Faber, 2015). 299 páginas.

A un pueblecito del oeste de Irlanda (Cloonoila) llega un extraño. Es un hombre vestido de negro, luce una llamativa barba blanca y habla con acento del este de Europa. En poco tiempo se granjea la confianza de muchos de los habitantes del pueblo, incluso la del sacerdote local. Se instala y abre tienda como curandero y terapeuta sexual. Con sus dones y habilidades, su negocio atrae especialmente a las mujeres, entre ellas a Fidelma, una mujer casada de reputada belleza que no ha conseguido tener hijos con su esposo Jack, varios años mayor que ella.

El caso es que el extranjero, que se hace llamar Vlad, parece ser un hombre erudito, le sobra carácter y tiene un atractivo carisma para la mayoría de los y las jóvenes de la localidad. Su secreto, sin embargo, se revela mediada la narración. Se trata de un criminal de guerra fugado, un carnicero de la guerra de Bosnia.

¿Las tres caras del mal? Radovan Karadzic, criminal de guerra, cuando fue arrestado en noviembre de 1984. La foto la recuperó el fotógrafo Rikard Larma en 1992, quien la encontró en una papelera. O'Brien se inspiró en su huida de Austria y posterior arresto.
Antes de que la verdadera identidad del terapeuta se haga pública, Fidelma cede a la tentación de que sea el extranjero quien la impregne en un habitación de hotel lejos del pueblo. Es aquí donde la novela da un vuelco inmenso. Durante una excursión en autobús del club de lectores locales, la Garda irlandesa obliga a detener el vehículo y arresta a Vlad. Fidelma se queda atónita y no acierta a entender el riesgo que corre.

Al poco tiempo del arresto, aparecen en el pueblo otros tres extranjeros que buscaban a Vlad. A Fidelma la obligan a salir de casa y la secuestran. Lo que sigue es un episodio brutal, salvaje y horroroso. Fidelma pierde el bebé, pero salva la vida. Para sobrevivir, decide irse de Irlanda y escapa a Londres, donde sale adelante gracias a la bondad y la humanidad de varias emigrantes.

Así, la víctima del criminal de guerra y su pasado se convierte en heroína en Londres, cobrando la fuerza y la conciencia para rehacer su vida y enfrentarse al protagonista que encarnaba el mal y simulaba ser alguien que sanaba a las personas, entendía la poesía y la belleza del arte.

Algunas reseñas de la novela destacan su posible falta de cohesión y estructura porque hay constantes cambios de punto de vista narrativo; incluso se producen alternancias entre la primera persona con la tercera persona para un mismo personaje. Desde mi punto de vista, no obstante, la primera parte de la novela es un excelente compendio de cuentos y narraciones breves que presentan la variada riqueza que esconde un pequeño pueblo irlandés como el de esta historia. La asimetría enriquece antes que resta. Dada la llegada de un extraño al ecosistema humano de Cloonoila, O’Brien comparte las impresiones que causa Vlad en ellos y los ocurrentes intercambios en torno al curandero y sus inusuales costumbres.

Es un hecho innegable. The Little Red Chairs pasa de la comedia al horror en apenas unas páginas; también en la vida real se puede pasar de la completa felicidad al terror en pocos segundos. La novela aguijonea nuestra conciencia moral. Invita a hacerse preguntas difíciles. Por ejemplo: ¿Debemos desconfiar de los extraños? ¿Nos hacemos cómplices de un agente del mal cuando no aprendemos o no sabemos reconocerlo? ¿Hasta qué punto es la inocencia una excusa válida para no admitir la complicidad con el mal? En el caso de la protagonista de esta novela de O’Brien, la inocencia sufre y paga un precio demasiado alto.

Para mí, esta es una excelente novela corta, que vale la pena explorar. La publicó en castellano Errata Naturae como Las sillitas rojas (la traducción a cargo de Regina López Muñoz). Que jo sàpiga, encara no ha estat publicada en català.

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