La mayoría de las reseñas de este libro de Murnane publicado en 2012
(aunque tres de los cuatro textos que lo componen fueran publicados una década antes,
dos en antologías y uno en una revista literaria australiana) inciden en el
hecho de que es un texto que tiene un componente autobiográfico. Murnane
solamente utiliza la primera persona en dos de los textos que componen este
libro: ‘As It Were a Letter’ y ‘Last Letter to a Niece’. En cambio, en ‘A
History of Books’, el texto más largo del volumen, no aparece nunca la primera
persona.
No se trata de una historia de los libros en general, tampoco de los libros
que ha escrito el autor, sino de libros que leyó a lo largo de su vida y que de
alguna forma dejaron en él alguna
huella, aludida siempre en forma de una imagen invocada gracias a las palabras
que leyó y que muchos años más tarde había lógicamente olvidado.
Murnane hace de la precisión el principio rector de su escritura: aunque sus
oraciones son largas, son perfectamente correctas y están ejemplarmente estructuradas
desde el punto de vista sintáctico. Insiste una y otra vez en que todo lo que
escribe es una ficción en torno a lo que los libros de ficción han creado en su
memoria. Un ‘metamundo’ literario, si un concepto así tiene sentido. Leamos un ejemplo: «Cierto
hombre que tenía casi setenta años de edad estaba tomando apuntes para una obra
de ficción que no esperaba escribir nunca. El hombre había tomado apuntes para
muchas obras de ficción durante muchos de los cincuenta años previos. Algunas
de esas obras las había terminado por escribir, y algunas de las obras que
había escrito habían sido publicadas más tarde. Durante los diez años
anteriores, no obstante, en las pocas ocasiones en que el hombre se había
sentido apremiado a escribir ficción, había aliviado ese apremio tomando
apuntes para una u otra obra que no esperaba escribir nunca.
En una de las obras de ficción del hombre
mencionado ya publicadas figuraba un informe de un hombre ficticio que había
leído cierto libro: una traducción a la lengua inglesa de un libro escrito en
la lengua húngara y publicado por vez primera en Hungría tres años antes del
nacimiento del hombre mencionado. Aunque el libro publicado del hombre era
ficción, cualquier lector podría haber descubierto que la existencia del libro
mencionado en la narrativa ficticia era un hecho, y que el libro mismo afirmaba
ser un libro de no ficción. (¿Por qué acabo de escribir la expresión un
libro de no ficción? ¿Por qué se usa tan rara vez la expresión un libro factual?
¿Es nuestra manera de reconocer que la mayoría de los hechos aparentes son, de
hecho, ficción? Y, si a los libros de ficción no se les denomina libros no
factuales, ¿es porque entendemos que la mayoría de los asuntos nombrados en
los libros de ficción tienen una existencia factual?» (p. 103-4, mi
traducción).
El otro texto del volumen lleva por título ‘The Boy’s Name was David’ (publicado anteriormente en Collected Short Fiction, que ya reseñé hace casi cuatro años), en el que Murnane ensambla sus recuerdos como profesor de escritura creativa con uno de sus temas favoritos, las carreras de caballos (puedes leer o releer mi reseña de Tamarisk Row), en un breve relato que me ha resultado sumamente original. A History of Books es otro libro de lectura esencial para quien quiera saborear la singular obra de este australiano, pero no me voy a conformar con eso. No es mi intención ir contracorriente ni crear polémica, pero el hecho es que pienso que A History of Books no es un libro de ficción ni una colección de relatos ni nada parecido. Para mí, se trata de uno de los ensayos acerca del acto de la creación literaria más originales jamás escritos.
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