Philipp Meyer, The Son (Nueva York: Harper Collins, 2013). 562 páginas.
Ahora
que, en 2015, un adinerado bufón (ese tipo de político populista, por cierto,
suele ser el más peligroso, y para muestra, un botón berlusconiano) amenaza al
resto de la humanidad con convertirse en candidato a la Presidencia de los
Estados Unidos sobre la base de un discurso xenófobo y racista que demoniza a sus
vecinos del sur del río Grande, cae en mis manos esta vistosa novela de ribetes
épicos. The Son es la segunda novela
de Philipp Meyer, y narra a través de tres voces narradoras (además de una
cuarta de menor importancia, la de Ulises García, quien aparece hacia el final
del libro) la historia (ficticia) de una poderosísima familia texana, los
McCullough.
Los
tres narradores principales son miembros de una misma familia, pero sus relatos
abarcan un periodo de más de cien años. Eli McCullough, el patriarca, comienza
su relato en la primera mitad del siglo XIX, cuando es apenas un muchacho
imberbe y es capturado, junto con su hermano mayor, por los comanches, tras un
ataque a su casa en el que mueren su madre y su hermana. El hermano es
posteriormente aniquilado por los indígenas de la región, pero a Eli lo adopta
el jefe de la tribu, y vivirá entre ellos durante muchos años.
Comanche Indians Chasing Buffalo with Lances and Bows, de George Catlin - Smithsonian American Art Museum |
El
segundo narrador es el hijo al que hace referencia el título de la novela,
Peter. Su relato, situado en la segunda década del siglo XX, nos llega en forma
de diario. Desde el principio de su relato, Peter McCullough resulta ser en
cierto modo la antítesis de su padre. Se convierte en contra de su voluntad en
testigo de la matanza de los vecinos de la estancia de su familia, los García,
mexicanos de Texas y descendientes de una ilustre familia castellana.
La
tercera serie de capítulos gira en torno a la nieta de Peter, Jeanne Anne, y
está narrada, a diferencia de las dos anteriores, en tercera persona. La
narración de Jeanne Anne se sitúa en 2012, poco antes de su muerte en la
solariega mansión familiar.
La gran
estancia que el “coronel” Eli McCullough (en realidad, nunca llegó a alcanzar
rango militar alguno, a menos que cuente su participación en los Rangers texanos) adquirió por medios de
dudosa legitimidad pasó con los años de ser una vasta hacienda de explotación
ganadera a un campo de extracción de petróleo. Ya cuando Jeanne Anne era una
niña, la familia estaba nadando en el llamado oro negro.
Yacimiento de petróleo en Texas. Fotografía de Plazak. |
Naturalmente,
la historia de Eli es de una brutalidad aplastante, un elemento temático en el
que coincide plenamente con otra novela que leí hace unos pocos meses, Los acasos,
de Javier Pascual.
La violencia que hace acto de presencia en su vida cuando apenas contaba 8 años
acabará por convertirse en algo rutinario, una manera de vivir que penetra su
alma y se adueña de su personalidad. Narrada en primera persona como si se
tratara de la transcripción de un relato oral, la parte de Eli McCullough
sorprende por su riqueza lingüística y los coloquialismos con que Meyer adereza
el relato. Especialmente jovial es la explicación de la tradición comanche por
la que cual se le da a cada persona un nombre único. Jocosos son asimismo los
diálogos entre los jóvenes bravos comanches acerca de las costumbres sexuales
en su cultura.
El
contraste con los diarios de su hijo Peter no puede ser más elocuente, por
cuanto indaga y desnuda la maldad inherente en la colonización de las tierras
del oeste de los Estados Unidos. Marcado desde muy joven por la ya mencionada matanza
dirigida por su padre, Peter reconoce en
ese vergonzoso legado familiar la razón de su existencia, la comezón en una
conciencia, que está no obstante paralizada, en un hombre a quien le repugna la
violencia que le rodea aun a sabiendas de que su bienestar es el resultado de
incalificables actos de brutalidad y salvajismo.
The Son es, por otra parte, un claro ejemplo de cómo
una sociedad de colonización como la del Oeste americano dejaba en un segundo
plano a las mujeres. Incluso el relato de la biznieta del “coronel” sirve para
demostrar que a la mujer nunca se le permitió tomar las riendas de su propio
destino. Violaciones, vejaciones e indiferencia son tres de los aspectos
argumentales en los que intervienen mujeres. Solamente Peter, a pesar de su (aparente)
cobardía, parece darnos alguna esperanza en un mundo donde la violencia y la humillación
son muros infranqueables para la mujer.
Y eso me
lleva a comentar finalmente el modo tremendamente hábil que tiene Meyer para desenredar
la complicada madeja de una historia que comprende más de ciento cincuenta años,
con una revelación sorprendente pero muy amarga. Se trata de una novela muy
bien trabajada (hay muchísimas horas dedicadas a la investigación en archivos detrás
de este libro), en la que las convicciones respecto sobre lo que debería ser la
justicia se sobreponen a la historia, sin llegar en ningún caso a borrar los
aspectos más vergonzosos y terribles de ésta, como el exterminio al que
quedaron abocados los pueblos nativos tras las sucesivas oleadas de
colonizadores. En mi opinión, muy recomendable.
5/12/2015. El libro se ha publicado en noviembre de 2015 en castellano como El hijo. Lo publica Random House Mondadori, y la traducción corre a cargo de Eduardo Iriarte Goñi.
5/12/2015. El libro se ha publicado en noviembre de 2015 en castellano como El hijo. Lo publica Random House Mondadori, y la traducción corre a cargo de Eduardo Iriarte Goñi.
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