21 sept 2017

Reseña: Days without End, de Sebastian Barry

Sebastian Barry, Days without End (Nueva York: Viking, 2016). 259 páginas.
El jovencísimo Thomas McNulty, quien con apenas 11 tiernos años de edad ha escapado de la hambruna en Irlanda que ha matado a toda su familia, conoce a John Cole, otro joven huido de la miseria, en algún lugar de Missouri. Podrían haberse enzarzado en una pelea a navajazos o a puñetazos, pero se hacen amigos y empiezan a compartirlo todo.

En su deambular llegan a una ciudad minera del medio-oeste, en donde encuentran un cartel en un salón-bar que ofrece trabajo a “chicos limpios”. El trabajo consiste en disfrazarse y maquillarse de mujeres, cantar delante de los mineros que no han visto a una mujer en años, y luego bailar con ellos. No es mal trabajo para quien no tiene oficio y sí mucha hambre.

Pero los años no pasan en balde – ni siquiera para dos adolescentes que se ganan la vida como travestis de salón – y tan pronto les salen los primeros pelos faciales el dueño del negocio tiene que deshacerse de ellos. En mitad del siglo XIX, las grandes planicies del centro de los Estados Unidos están abiertas a la aventura – la fiebre del oro está atrayendo a millones hacia el oeste del país, y para Thomas y John alistarse en el ejército no representa un gran dilema moral. En un mundo en el que “Los que no intenten robarme me darán de comer. Así es en América” (p. 258), ese sentido de la aventura está guiado por el instinto por la supervivencia.
Fort Laramie (ca. 1858-1860), en un cuadro de Alfred Jacob Miller (Walters Art Museum).
Thomas y su idolatrado John Cole viajan al oeste y participan en las campañas contra las naciones indígenas. El relato de estos combates es espeluznante. Thomas describe la injusticia, la brutalidad, las matanzas en uno y otro bando con una nota de realismo honesto, con significativa equidistancia respecto a la violencia propia de los ejércitos. Su narrativa está ribeteada de momentos líricos sobre elementos que, quizás en otros relatos, no se harían merecedores de ellos: el calor apabullante de las marchas por los llanos en verano, el frío mortífero de las ventiscas y heladas que deben soportar los soldados montados en escuálidos caballos, la suciedad y el hedor de los campamentos donde pernoctan.

Benvinguts al poble de Fort Laramie! 250 persones bones i sis rondinaires. Fotografía de Phil Nickell.  .
De la guerra contra los indios Thomas y John regresan con los bolsillos casi vacíos, como era de esperar, pero acompañados de Winona, hija de un jefe sioux, a la que tratarán desde entonces como a una hija. Vuelven a trabajar entre candilejas, y esta vez es Winona la que encandila al público. Pero entonces estalla la guerra civil entre Norte y Sur; Thomas y John vuelven a alistarse, dejando a su hija bajo los cuidados de su patrón y amigos. Tras varias batallas, descritas con todo lujo de detalles, pero siempre con el mismo tono ecuánime, son capturados y llevados al campo de prisioneros de Andersonville en Georgia. A algunos prisioneros los confederados los ejecutan sin más: a los de raza negra y a los que les prestan ayuda a los anteriores.

Monumento a los prisioneros de guerra en Andersonville (Georgia). Fotografía de David F. Ellrod. 
Concluida la guerra marchan a Tennessee a vivir y trabajar en la granja de un viejo amigo, aunque en el camino tendrán que hacer frente a una banda de forajidos sureños. ¿Habrán alcanzado por fin el sosiego que les permitirá vivir tranquilos? Para nada. Una mañana aparece Starling Carlton, viejo conocido de las campañas contra los sioux, que viene a llevarse a Winona para hacer un trueque de prisioneros. La hija de Thomas y John Cole por la hija del mayor Neale, que ha sido secuestrada por los indios.

La novela avanza hacia su desenlace a ritmo certero. Los giros y sorpresas son constantes, y no deja nunca de cebar la curiosidad del lector. Una historia que abarca veinte años de la historia del país cuya posterior influencia en el mundo sería decisiva, y del cual John Cole comenta (y podría comentar ahora): “Everything bad gets shot at in America . . . and everything good too [En América le disparan a todo lo que es malo… Y a todo lo que es bueno también].” Ahí tienes una idea que, aparte de actual e innegable, da muchísimo que pensar.

Lo que le otorga una excelente homogeneidad y coherencia textual a Days without End es la voz del narrador que crea Sebastian Barry. El verbo de Thomas McNulty tiene ese acento natural tan peculiar, un verosímil registro que uno puede todavía escuchar en partes de los EE.UU. – aunque se esté perdiendo en la neblina de los tiempos – y que a mí me recuerda a las películas de John Ford, en especial al posiblemente irrepetible John Wayne.

Ahora que el tuitero narcisista quiere prohibir que personas transgénero presten servicio en el ejército, viene de perillas esta obra de ficción en la que dos hombres mantienen su relación a lo largo de un largo tiempo en que el horror y el salvajismo que entraña toda guerra podría haberlos separado, y salen no solo vivos sino formando una familia con una joven víctima de algo en lo que ambos han participado.

Esta es una obra que debería quedar en esas odiosas listas de mejores creaciones literarias de esta década. De momento, Days without End fue galardonada con el Costa Novel Award de 2016, y recientemente estuvo en la lista larga de preseleccionados para el Man Booker, aunque no ha pasado el corte: Barry no está entre los seis finalistas.

6/1/2022: El libro está publicado en castellano como Días sin fin, en Alianza, con traducción a cargo de Susana de la Higuera Glynne-Jones.

17 sept 2017

Reseña: Bad Dreams and Other Stories, de Tessa Hadley

Tessa Hadley, Bad Dreams and Other Stories (Nueva York: Harper Collins, 2017). 225 páginas.
La virtud o brillantez de un buen relato corto no estriba en una resolución sorprendente o extravagante, sino, como ha demostrado la Premio Nobel Alice Munro, en el planteamiento de una trama compleja y a la vez sobria en unas pocas páginas que recojan los dilemas, dramas y tragedias de personajes cuyas vidas sufren cambios ya sean éstos causados por terceros, ya sean autoinfligidos — reflejados en aparentemente gestos o anécdotas intrascendentes.

La autora canadiense ha sido ya reconocida como maestra indiscutible del género. Pero no es la única, desde luego. La inglesa Tessa Hadley — autora de brillantes novelas como Clever Girl o la más reciente The Past — no desmerece en absoluto. Este volumen de cuentos recoge siete relatos que ya habían aparecido en The New Yorker (donde es una colaboradora habitual) y otros cuatro publicados en otros medios.

Once cuentos pues. Y no sobra ninguno de ellos. El primero, ‘An Abduction [Un secuestro]’, Jane, una quinceañera aburrida durante sus vacaciones de verano se sube sin pensárselo dos veces al coche de un grupo de tres chicos jóvenes bebidos y drogados. De camino a la casa de uno de ellos la convencerán para que robe alcohol en una tienda; más tarde se dejará seducir por uno de ellos, Daniel. Cuando despierta por la mañana descubre a Daniel en otro dormitorio, en brazos de otra joven. Años después Jane relatará esta historia a su psicólogo. El lector se queda con la interrogante: ¿fue aquel episodio de adolescencia el secuestro y abuso sexual de una menor, o formó parte de un proceso más amplio de la formación de una persona adulta?

‘The Stain [La mancha]’ tiene como protagonista a Marina, una mujer joven casada que ha encontrado trabajo cuidando de un anciano sudafricano. El anciano empieza a tomarle cariño y termina ofreciéndose a resolverle la vida a Marina económicamente; pero el hombre no ha sido trigo limpio a lo largo de su vida. Su pasado contiene muchos puntos oscuros y apunta a crueldades y posiblemente delitos muy graves. Cuando el hombre muere de pronto una mañana tras la fiesta de su 80 cumpleaños, Marina se encontrará con un inesperado legado. ¿Está su porvenir ensuciado por ese legado?

La mayoría de los protagonistas adultos en los cuentos de Bad Dreams son de la clase media inglesa, pero lo realmente llamativo de estos relatos es el rol central, primordial que juegan las adolescentes (e incluso niñas) en las historias que escribe Hadley. Así, en ‘One Saturday Morning’, es Carrie, que ronda los doce años, quien estando sola en casa recibe la sorpresiva visita de un amigo de sus padres. El hombre está pasando por un terrible momento tras la repentina muerte de su esposa, y mientras espera el regreso de sus padres, que han salido a comprar para una pequeña fiesta que organizan en la casa esa noche, Carrie no sabe qué hacer para entretenerle. Tras enterarse de la noticia, la niña siente un enorme peso en la conciencia.

En ‘Her Share of Sorrow [El pesar que a ella le toca]’ es Ruby, de diez años y “que no podía vivir sin wifi y odiaba el sol”, quien descubre el amor por la literatura durante unas vacaciones en la casa de unos amigos de la familia. Pero los libros que empieza a leer son sentimentaloides novelitas del siglo XIX de tipo melodramático, literatura de bajísima calidad. Cuando regresa a la rutina diaria, Ruby sorprende a su familia emprendiendo la escritura de una novela. Tras la inicial reacción de admiración y adulación de sus padres, su hermano le arrebata el manuscrito y empieza a leerlo en voz alta. Naturalmente, los semblantes de los padres cambian al instante. Ruby se encierra en su cuarto y reescribe el final de su novela, finiquitando cruelmente a todos los personajes con diversas enfermedades y males.

La niña protagonista del cuento que da título a la colección decide no compartir un mal sueño que ha tenido sobre el desenlace de uno de sus libros favoritos porque “una vez que dijera las palabras en voz alta, ya nunca más podría desembarazarse de ellas; era mejor mantenerlas ocultas.” En mitad de la noche decide llevar a cabo un desbarajuste en la sala de estar, tirando sillas al suelo y creando un absurdo desorden. Cuando por la mañana su madre encuentra el desastre y lo achaca a un berrinche de su marido, decide reordenar la sala y guardar silencio y nunca mencionárselo: un ilusorio as guardado en la manga que pudiera destruir la armonía familiar en el futuro.

La debilidad de la naturaleza humana queda perfectamente dibujada en ‘Flight’ (título que podría traducirse como ‘La huida’, o simplemente como ‘El vuelo’). Claire lleva años viviendo en los EE.UU., y decide aprovechar un viaje de trabajo a Londres para visitar a la familia de su hermana, con quien tuvo una fuerte disputa tras la muerte de los padres. Llega a Leeds ilusionada por verlos, cargada de regalos para todos; pero su hermana se niega a hablar con ella. Durante la noche, Claire esconde el regalo que le había comprado a su hermana en el bolso de ésta. Al deshacer la maleta de regreso en Londres encuentra el regalo que creía haber dejado a hurtadillas en Leeds para su hermana.

Tessa Hadley: sus palabras dicen mucho, mucho más de lo que parecen decir. Fotografía de Mark Vessey para The British Council.
Hadley tiene el don de saber hacer llegarle al lector el objeto de su crítica sutil. Conoce perfectamente la psicología de esa Inglaterra que sigue agarrándose con fuerza a su tácito sistema de clases y al rechazo, cortés de palabra, pero rudo en su esencia, a todo lo que huela a extranjero. En sus relatos, Tessa Hadley bosqueja finamente un subtexto crítico, tejiendo hilo a hilo una estampa de esa sociedad en la que la hipocresía juega una parte primordial, y que por desgracia es también una de las muchas maneras de ser inglés. Una excelente colección de relatos, muy recomendable.

14 sept 2017

Reseña: Black Rock, White City, de A.S. Patrić

A.S. Patrić, Black Rock, White City (Melbourne: Transit Lounge, 2015). 248 páginas.
Una de las amargas consecuencias del desplazamiento de refugiados desde países en conflicto a otros donde se les da acogida es la imposibilidad de que esas personas puedan continuar con sus carreras profesionales, y en muchos casos terminen realizando trabajos humillantes, mal pagados y para nada acordes con su nivel educativo. Otro daño colateral más, supongo.

Es el caso de Jovan, refugiado serbio de la guerra de los Balcanes y poeta y exprofesor de literatura en una universidad de Sarajevo. Junto con su esposa, Suzana, Jovan llegó a Melbourne a finales del siglo XX. Llevan poco más de dos años en Australia; Jovan se gana la vida como limpiador y hombre de los recados en un hospital suburbano, mientras que Suzana gana un dinero extra ayudando a familias de clase media alta en un barrio costero de la metrópolis del sur de Australia llamado Black Rock.

Una casa cerca del mar en Black Rock, Melbourne. Fotografía de Cassandra Fahey. 
Ambos han huido del trauma de la guerra y de la pérdida de sus dos hijos en la antigua Yugoslavia, tras la ingestión de comida envenenada. El mismo Jovan salvó la vida por poco menos que un milagro médico, pero Suzana no probó bocado aquella noche. ¿Podrán rehacer sus vidas en Australia? ¿Podrán salvar su matrimonio después del intento de suicidio sin éxito de Suzana?

Las cosas se enredan para Jovan de dos maneras diferentes: por un lado, la dentista Tammie, quien está más interesada en otras partes del cuerpo de Jovan que en las caries que corroen sus muelas. Ah, la carne es débil. Por otro lado, en el hospital han comenzado a aparecer grafitis en los lugares más insospechados. Los empleados bautizan a su autor (hay incluso cierta admiración por el elemento artístico e intelectual que aportan las pintadas) como Dr. Graffito. Y no contento con los grafitis, el inquietante artiste provocateur rellena la garrafa de un dispensador de agua con grasa humana, y graba con el bisturí un obsceno mensaje en el cadáver de una paciente recientemente fallecida.

Para Jovan es un problema añadido porque es él quien, a fin de cuentas, tiene que borrar las pintadas, arreglar los desaguisados del ínclito doctor y limpiar los desechos varios que dejan sus fechorías. La trama adquiere mayor suspense cuando Jovan se da cuenta de que el doctor Graffito le ha estado dejando mensajes a él: en la puerta de los baños públicos aparecen las palabras “Limpieza ética”.

Naturalmente, el estrés empieza a pasarles factura, y la relación de Jovan con Suzana se resquebraja como consecuencia, hasta el punto de que ella se marcha y se aloja en un motel durante una semana. Patrić maneja con destreza los retornos, intercalados en la narración, a la vida de la pareja en Sarajevo, las atrocidades cometidas por uno y otro bando, la violencia indiscriminada, la desesperanza. El suspense adquiere un crescendo temeroso, con detención errónea e indebida de Jovan por parte de la policía.

El paseo del muelle de Frankston, Melbourne, por donde Jovan terminará paseando a Charlemagne, el perro de su vecino. Fotografía de Harley Calvert.
La caracterización de los dos protagonistas es, a mi parecer, un poco desigual. Mientras que Suzana queda perfilada como una mujer fría y calculadora, atormentada por el pasado, la caracterización de Jovan que realiza Patrić roza en mi opinión la perfección. Dos ejemplos: 1) el Jovan poeta y 2) el Jovan refugiado/inmigrante.

1) “Ella sabe que Jovan acostumbraba a poder convertir casi cualquier cosa desde una nueva perspectiva, ver algo más profundo y positivo, más hermoso, aunque fuese también más penoso. Era lo que hacía de él tan magnífico poeta allá en Yugoslavia. Y lo que a ella todavía le quita el resuello, una verdadera bocanada de aire con todas sus fuerzas, cuando piensa en lo crucial que resultaba la poesía para él. Cómo solía despertarse por las mañanas y la poesía brotaba de él como una rapsodia. Cómo solía impulsarle, cómo se apoyaba en la mesilla de noche y escribía con ojos que apenas podían mantenerse despiertos y una mano adormilada, poesía que eludía todas las sandeces habituales que conformaban la poesía, la mediocridad habitual, y revelaba nuevas formas de sentir, de ver, de comprender y de ser. Y ahora, nada. Ya no escribe, y es como si nunca lo hubiese hecho.” (p. 89, mi traducción)
2) “Se estira para coger la toalla de la puerta abierta del armarito empotrado en el cuarto de baño. Se seca el abundante pelo negro, que el año pasado empezó a dejar ver alguna que otra cana. Se seca el torso, luego brazos y piernas, y sale del cuarto de baño bien limpio. Qué extraño es lo bien poco que su cuerpo muestra las evidencias de lo que ha sido su vida. Qué pocas veces han quedado marcadas sus carnes por la catástrofe. Casi ninguna prueba en forma de cicatrices, salvo unas marcas indeterminadas de quemaduras en la espalda. El pelo de la barba se ha vuelto canoso. Le parece curioso. Cuando se afeita, se convierte en otro hombre más que lleva una vida tranquila en los barrios de Melbourne.” (p. 48, mi traducción)
Black Rock, White City (Belgrado significa en serbio “ciudad blanca”) tiene interesantes elementos de thriller, incluso de muy gótica novela negra, con un desenlace que te tiene en vilo. Pero es, ante todo, una indagación inteligente en el drama de la inmigración forzada, la experiencia de los refugiados en un país que los está rechazando y maltratando asquerosamente, una certera novela que pregunta para qué pueden servir las palabras cuando se subvierte su sentido (si es que tal cosa fuese posible). Quizás lo único decepcionante – al menos para mi gusto – es el final feliz que propone el autor. Los finales felices rara vez tiene lugar en la vida real.

Black Rock, White City fue galardonada con el Miles Franklin de 2016, el principal premio literario de ficción en Australia.

5 sept 2017

Reseña: The Book of Dave, de Will Self

Will Self, The Book of Dave (Londres: Penguin, 2006). 496 páginas.
Si el libro reseñado inmediatamente antes de éste en el blog era una novela sobre un escenario postapocalíptico en la italiana isla de Sicilia, el que ahora nos ocupa comparte con Anna un futuro también desolador y sombrío, pero en este caso en esa isla al oeste de Europa que ha decidido salirse de la UE, y cuya capital es el escenario de una novela inteligente e ingeniosa, aunque a ratos de difícil lectura.

El Londres del ‘Libro de Dave’ está anegado por las aguas oceánicas, y Gran Bretaña se ha convertido en un archipiélago (Ing), de poblaciones dispersas bastante embrutecidas y mantenidas en la más estricta ignorancia por una jerarquía religiosa. ¿Te suena? La religión es el Davismo, que sigue las enseñanzas (es un decir) del profeta-dios Dave, halladas en unas chapas metálicas impresas hace cerca de quinientos años, y que reúnen por un lado el ‘Conocimiento’ (las rutas que todo buen taxista londinense debiera conocer para poder ejercer su oficio) y las diatribas y aforismos que mandó grabar en ellas el taxista Dave a finales del siglo XX o principios del XXI.

El futuro es por lo tanto un retorno al pasado: una nueva edad media se ha apoderado de la humanidad, y las reglas respecto a la cohabitación entre hombres y mujeres son muy estrictas. De hecho, la separación de sexos es rigurosa, y quien osa ir contra las reglas sufre muy severas consecuencias. No hace falta decir que las mujeres son, en este mundo tan incivilizado, ciudadanas de segunda categoría – para nada diferente en buena parte del mundo actual, por cierto.

La crianza de los niños la llevan a cabo las Mamás y los Papás por separado – la religión estipula un estricto calendario de intercambio. Las chicas jóvenes son las ‘opares’ (es decir, au pairs) y a los hombres que no han tenido descendencia se les llama ‘queers’.

The Book of Dave cuenta no obstante dos historias paralelas pero muy estrechamente relacionadas – por un lado, la del joven Carl, hijo de un hereje al que las autoridades han torturado y castigado con el exilio. Por otro lado, la narración de la vida de Dave Rudman, el taxista que, con su diatriba misógina, racista y violenta (invectiva que es fruto de una depresión de caballo, y que está dirigida a su hijo, a quien por una orden de alejamiento no le es posible ver), dará lugar a la aparición de la religión dävina, el Davismo.

Carl vive en 523 AD (Año de Dave) en Ham, la parte de Ing donde se encontró el Libro Sagrado de Dave. Se trata del actual Hampstead, y en ese futuro distópico, cerca del lugar donde estuvo la casa de la exesposa de Dave Rudman, allí estará la Zona Prohibida.

Carl escapa de Ham con el ‘queer’ Böm, y tras muchas peripecias y aventuras alcanzan Nuevo Londres. Su propósito es descubrir qué le pasó a su padre. Cuando son descubiertos por las autoridades, parece que su destino está sellado y morirán ejecutados. Pero gracias a un pintoresco personaje (lo más parecido a un contrabandista moderno) logran escapar y regresar a Ham, donde Carl descubrirá la verdad sobre su padre.

Si la historia del futuro despierta interés y curiosidad, la del taxista en el Londres de finales del siglo XX no desmerece en absolutamente nada. Como alguien que acompañó durante algunas noches a un taxista (mi tío) en la Valencia de la década de los 90, puedo dar fe de lo variopinto y chocante que pueden ser los pasajeros. Desde la concepción de su hijo, también llamado Carl, a la ruptura de su matrimonio con Michelle, pasando por las veladas en el grupo de ‘Fighting Fathers’, sus divertidos desvaríos, embrollos y tejemanejes con psicólogos, psiquiatras, detectives y extraños personajes de los bajos fondos, todo imprime a esta parte de la novela un inconfundible sello Self.

Quizás la mejor manera de elaborar una sátira del mundo actual es ponerle un espejo desde el futuro. Esa parece ser la premisa de la técnica de Self: sus blancos son contemporáneos, su sentido del humor es ácido, vehemente y brutal, pero nadie puede negar que trata a sus personajes con realismo y generosidad. De hecho, uno de los importantes logros de esta novela lo constituyen las voces de los personajes, tanto los del futuro (que se expresan en Mokney, una laboriosa mescolanza de Cockney y el lenguaje del SMS que hay que leer en voz alta para poder comprenderla) como los del presente.

Es decir: "You're going to go on like this all fucking day!...How many times have I heard this bollocks about Chil - it's got to be about a thousand or more. I've heard about their cloth, I've heard about their trainers and their barnets, and their [Eliza]bethan semis and their fucking au pairs. What I want to know is, why didn't you ask them about fishing or farming, or something - anything that might be an earner here on Ham!" Una vez le pillas el truco, no es tan abrumador. (De la página 67)

Con este ya son ocho los libros de Will Self que he leído y reseñado (quien quiera saber más puede cliquear en el nombre del autor en la lista de la izquierda). Confieso que no me aburre, y que voy a seguir descubriendo a este autor tan peculiar, que escribe unas historias completamente idiosincráticas y brillantes. The Book of Dave incluye un glosario de Mokney y mapas para orientarse por los prados y valles de Ham, y reírse más aún si cabe de los juegos de palabras que inventa el autor.

3 sept 2017

Niccolò Ammaniti's Anna: A Review

Niccolò Ammaniti, Anna (Melbourne: Text, 2017). 261 pages.
Sicily, the year 2020. A virus has wiped out the world’s adult population and only children have survived. Anna, a mere 12 years old, has been living with her little brother Astor in their now defunct mother’s home near a small Sicilian village. Once they have run out of food, she starts searching and pilfering. The world outside Mulberry Farm is a dangerous place: packs of hungry, aggressive dogs roam the autostradas and other minor roads, and in this post-apocalyptic scenario survival requires not only resolve but also great doses of ingenuity.

Astor has never been outside the perimeter marked by the fence of the farm. Anna has made him believe there are smoke monsters beyond and gases that will kill him instantly the moment he steps outside their safe area. But Anna cannot keep him forever in the darkness about the real world. When a group of children approach the house while Anna is out looking for food and medicines, Astor joins them, marvelling that, apart from Anna and himself, there are after all other people alive on this planet. What other surprises does this world have in store for him? This is a world where scorched landscapes, ransacked shops and broken windows are the norm. How can there be any hope?

Anna will follow and attempt to rescue her brother. In her pursuit, she’s accompanied by a big Maremma dog she had previously almost killed and then saved from a certain death. How to survive in this lawless children’s society is a challenge her mother’s handwritten book of rules and advice does not have answers for.

Another young boy, Pietro, follows her to an abandoned spa hotel in the Sicilian hills where thousands of children have gathered. Rumours about remedies and cures are endless, and no one knows exactly what is going on. Anna locates his brother, but Astor initially refuses to go with her. The tyranny of the hordes is shown here in its crudest form. After a so-called Fire Party goes horribly wrong, Pietro manages to rescue Astor, and the three leave for the coast.

The coastal village of Cefalù is where Anna, Astor, Pietro and the dog flee from the chaos in the hills.   Photograph by Bjs.
Anna never lets despair take hold of her heart, though. Survival is the only possible goal. Can there be adults still alive somewhere on the mainland, across the Strait of Messina? Anna, Astor and Pietro (always followed by their loyal Maremma) start a journey towards Messina, where they hope to find a boat or barge that will allow to reach the continent.

Strait of Messina. Can there really be a future across the seas?
Photograph by 
Enzian44.
Anna is an unusual dystopian novel. The only adult voice comes in the form of a notebook, written by Anna and Astor’s mother in the weeks before the viral infection killed her, and where she wrote the Most Important Things. A post-apocalyptic world where children are the only survivors, and only for as long as they do not suffer any hormonal changes, is a doomed one. No child would make it into adulthood, and thus humanity would eventually vanish from the Earth.

Ammaniti includes some ironical elements in the narrative. The twin brothers who are still looking after their parents’ supermarket will only accept Domenico Modugno’s CDs as payment, but only those CDs they do not own yet. Some of the pre-pandemic advertisements Anna sees while roaming empty towns and cities are a stark reminder of the futility of the Western market-based economy. For instance, the insurance companies’ insistence on assuring our future. As if there were one!

Jonathan Hunt’s English translation captures the Italian flavour while staying close to familiar grounds for English language readers. The plot has some ups and downs in terms of tension and cohesion: there are loose ends, yes, although one may wonder if they need tidying up in a novel that portrays a future as grisly and dismal as Cormac McCarthy’s The Road (NB: in Spanish). Good entertainment.

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