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28 dic 2021

Reseña: My Hundred Lovers, de Susan Johnson

Susan Johnson, My Hundred Lovers (Crows Nest: Allen & Unwin, 2012). 266 páginas.

Si tuvieras que componer una lista de las cien personas, objetos, lugares, comidas, bebidas, entretenimientos (o cualquier otra cosa que quieras incluir) que o bien has amado o te han encantado a lo largo de tu vida, ¿Qué o quiénes entrarían en esa lista? ¿Y a qué edad deberíamos comenzar a recopilar tales inventarios?

Con My Hundred Lovers, la australiana Susan Johnson produce un relato basado en cien adorables aspectos vitales. Con una voz narrativa que varía a lo largo del libro entre la primera y la tercera persona (e incluso en algunos capítulos, la segunda persona en un tono medio acusatorio). No se trata de una autobiografía, aunque haya en el libro muchos puntos que referencien a la vida de esta singular autora.

La protagonista es Deborah, quien está a punto de cumplir los (injustificadamente) temidos cincuenta. La memoria es la herramienta que Deborah emplea para realizar una evocación de sus experiencias sensuales, sexuales desde la adolescencia hasta la más reciente etapa de su vida. No es un relato cronológico: de hecho, ese es un gran acierto antes que una falta.

Al tiempo que transmite elegantemente el temor al inevitable declive físico y mental que acompaña al envejecimiento, Johnson examina no solamente los placeres sexuales de la vida de Deborah, sino también las sensaciones más mundanas de carácter sensual y físico: sabores, sonidos, vistas, o incluso el contacto de nuestro cuerpo con el viento, la lluvia, el barro. Es, en definitiva, la invitación que realiza Deborah/Johnson a celebrar la vida pese a que y/o conforme ésta va enfilándose hacia el día en que dejemos de poder disfrutarlas.

Escrita en cortos capítulos, Johnson escribe con sutileza, alternando entre la franqueza, el erotismo o el lirismo. El efecto es sorprendente, sobre todo porque el punto de vista narrativo cambia de un capítulo al siguiente y cada capítulo renueva la manera en la que Johnson cuenta la historia.

Dejando de lado los elementos menos placenteros de la historia de Deborah (los hay – los años vividos con la madre alcohólica, la ausencia constante del padre, la traición de la hermana, el truncamiento de la relación con su esposo) My Hundred Lovers es un libro que, sin llegar a entusiasmar, encanta por su naturalidad.

Te invito a leer un fragmento de los capítulos 10, 11 y 12, que Susan Johnson decidió juntar en uno solo.

El queso El chocolate ꟷ El croissant

[…]

Nunca podría casarme con algo que no tuviese una boca.

[…]

Desde muy al principio de mis días he tenido affaires con la comida que le da vida a mi cuerpo. Puede que la comida no tenga boca, pero de todos modos es algo animado, creado por la danza del agua, el calor y la luz.

He tenido affaires interminables con los quesos franceses, cremosos y pegajosos, hechos de leche fresca de vaca, que adquieren una vida plena y madura mediante la confluencia del tiempo y el aire. El rico y distintivo olor de un brie de Melun curado se me ha derramado en el interior de la nariz y la boca, haciendo que se inundase de agua y deseo.

Fotografía de Thesupermat
He amado siempre cómo el chocolate con leche se disuelve sobre la lengua, de ese brote de ensueño de una fragancia espesa y sensual que se extiende desde la lengua hasta el paladar hasta encender todos los receptores de placer que hay en el cerebro.

Fotografía de David Wilmot de Wimbledon
Y luego está el croissant. ¡Un objeto tan breve, tan perecedero! Tan lleno de vida y, sin embargo, tan efímero como la más frágil de las mariposas, muerto al final del día, su lozanía acabada a las pocas horas. Le feuilletage, capa sobre capa de hojaldre espoleada por la levadura, fogosa con la mantequilla, estirada y doblada tan cuidadosamente como si se tratase de una carta escrita a mano.

Imagen de SKopp
En el hemisferio norte los croissants tienen una temporada, igual que los espárragos o las cerezas, y la temporada del croissant es breve, desde fines de octubre a principios de noviembre. Después, las cosechas de trigo del verano se mezclan con cosechas más antiguas, y el hojaldre elaborado a partir de trigos mezclados es inferior.

La particular fragancia cálida y gratificante de un buen croissant au berre en plena temporada, preferiblemente si lo comes en una cafetería parisina en un pálido día de otoño, recién salido del horno, caliente y vivo.

[…] El afamado pátissier parisino Pierre Hermé dice que el indicio de un croissant es bueno es que deberías poder oír cómo sufre mientras lo comes. (p. 26-28, mi traducción)

23 abr 2016

Reseña: Messages from Chaos, de Susan Johnson

Susan Johnson, Messages from Chaos (Artarmon: Harper & Row, 1987). 163 páginas.
¿Por qué, en el día de su veintinueve cumpleaños, en la conservadora Brisbane de los años 80, Anna Lawrence se ha encerrado en su casa, en la que normalmente vive sola? Hoy, sin embargo, tiene con ella al pequeño Adam, el hijo del hombre al que se ha entregado en cuerpo y espíritu desde que tuvo, por así decirlo, uso de razón.

Esta corta novela data de 1987, pero no deja de tener actualidad. Para empezar, algo que me sorprendió muy gratamente en una obra literaria de la década de los 80, una narradora que se declara poco fiable en la primera oración de su narración en primera persona: “Si hubiera de ser honesta, que no lo soy, podría revelar que desde siempre me he considerado especial. Siempre imaginé que mi vida sería, de algún modo, altamente sofisticada; que me ocurriría algo que me señalaría como diferente, separada de ese mundo del montón, el de las cuatro semanas anuales de vacaciones y las sempiternas esperanzas de ganar la Loto.” (p. 1, mi traducción)

Con el trasfondo de la liberación feminista del siglo pasado – en gran medida, una asignatura todavía no superada por la sociedad occidental – Messages from Chaos está construida como una narración de tipo confesional. Anna Lawrence cuenta su propia historia, en cierto modo una Bildungsroman de dificultades y conflictos, algunos de ellos meramente internos. Hay también algunos pasajes escritos en tercera persona, que añaden una cierta distancia y equilibrio.

Brisbane. Fotografía de Troy Keith.
Atractiva es asimismo la estructura narrativa, que alterna entre el pasado de Anna y el presente, encerrada en su casa con Adam. Naturalmente, se producen huecos que, antes que causar perplejidad, ayudan al lector a crearse una mejor idea de la caracterización de los personajes.

La muchacha de 19 años que fue Anna Lawrence se enamora de Jimmy West, hombre casado, muy seguro de sí mismo. Un verdadero don Juan, un conquistador irreprimible que dicta los términos de las muchas relaciones que irá manteniendo a lo largo de los años en los que forma parte de la vida de Anna. Esta vive siempre con la secreta esperanza de que algún día ella sea la elegida, la que consiga el botín, el premio de una vida “normal” con Jimmy.

Cuando ocurre el previsible embarazo, Jimmy se niega a hacerse cargo y, más o menos, la obliga a abortar. Estos son quizás los momentos más duros para Anna, que no sabe ver la indiferencia, la insensibilidad que definen a West. Transcurridos unos meses, Anna toma la decisión de marcharse de Australia. Jimmy no quiere renunciar a ella, pero tampoco consigue disuadirla. En Grecia, Anna podrá encontrar refugio y vivir una vida enriquecedora para su espíritu, entablando una profunda amistad con otra Anna.

Las cartas de Jimmy se vuelven cada vez más esporádicas y ridículas. Pero cuando su mujer, Ros, se queda embarazada, Jimmy le escribe varias cartas a Anna, y con la última de ellas la convence para regresar a Brisbane:
“Ros ha tenido un niño. Quiere llamarlo Adam, que supongo que es un poco mejor que Trent, o Nathan, y solo ligeramente peor que Alexander, o Joshua. ¿Y por qué no Cliff, o Percy, o Norm? A la clase media le gusta marcar a sus hijos temprano, ¿no? […] El parto fue asqueroso, Ros dijo ‘A la mierda con el parto natural, denme drogas’. Intenté que me las dieran a mí también, pero nadie lo permitió. Esto ha terminado de confirmar todos mis prejuicios contra los bebés, estoy intentando convencer a Ros de que se lo dé a alguna pareja ambiciosa que no tenga niños de un barrio bien. ¿Cuándo piensas venir a casa a librarme de todo esto? Estoy rodeado de mujeres lactantes, nunca más podré mirar una teta sin pensar en la puta leche. Te extraño, Anna. ¿Piensas en mí a veces?” (p. 134, mi traducción)
Anna regresará finalmente a Brisbane. ¿Conseguirá que Jimmy la reconozca como objeto de sus deseos y renuncie al egoísmo y la cicatería que lo han caracterizado durante una década? ¿O volverá Jimmy a las andadas, relegándola al papel de amante segundona a la que dedicar días fijos de la semana?

Con un desenlace sorprendente, Messages from Chaos resulta ser una excelente primera novela de una autora australiana que nunca ha alcanzado la fama que probablemente merecería. Más sorprendente es, sin embargo, que nadie se haya decidido a llevarla al cine: con este excelente texto y unos personajes muy bien dibujados se podría haber hecho una buena película, no me cabe ninguna duda.

1 abr 2016

Reseña: On Beauty, de Susan Johnson

Susan Johnson, On Beauty (Carlton: Melbourne University Press, 2009). 91 páginas.
´Beauty is in the eye of the beholder´, dice un antiquísimo proverbio en lengua inglesa cuya traducción más convencional (‘Todo es según el cristal con que se mire’) no termina de convencerme; me parece imperfecta, en tanto que la versión en castellano deja caer la noción de belleza de la ecuación y la reemplaza con un “todo” absoluto que nada tiene que ver con lo que expresa el proverbio inglés.

Este librito de la escritora australiana Susan Johnson es un modesto y ameno ensayo sobre la belleza, entendida no solo como concepto, sino también como sentimiento humano. Digo sentimiento porque pienso que a la abstracción intelectual de la belleza no es posible llegar sin antes percibir o sentir la presencia de algo que nos es bello.

La belleza, así pues, se nos presenta de formas muy variopintas y también muy personales, como expresa muy bien el aforismo mencionado antes. Para la mayoría, la belleza se nos aparece como algo esencialmente visual, otros ven más belleza en la interpretación de una pieza musical, mientras que otros pueden percibir la belleza a través de las palabras. De lo que no cabe ninguna duda es que consideramos como “bello” algo que satisface nuestros sentidos, nuestro sentido de la proporción y el ideal de la realidad exterior.

Johnson subraya el hecho de que la belleza es una paradoja. La belleza queda “sometida con el fin de prestar un servicio, por parte de la moralidad, la religión, el arte, la política, el mito, y la mayor parte de las veces por hombres que creen poseerla.” (p. 11, mi traducción) Confiesa Susan Johnson que para ella la vida parece haber sido a veces “una larga búsqueda de la belleza” (p. 25). Puede que sea así para todos los que, en mayor o en menor medida, nos hemos involucrado personalmente en campos relacionados de alguna manera con la creación artística o sencillamente nos atrevemos a dar a conocer nuestra opinión sobre las creaciones de otros.

Naturalmente, importa mucho el medio en el que se nos presenta una creación: un castillo de fuegos artificiales visto por TV (incluso en una retransmisión en HD) ni siquiera se acerca al canon de belleza que alcanza ese mismo espectáculo visto en vivo, a metros del lugar desde donde se disparan las carcasas. Las fotografías suelen hacer justicia a los paisajes, pero ninguna puede reemplazar la sensación que estar allí presente, en el momento apropiado.

Una de los comentarios de este librito que más curiosidad me han suscitado es el que hace Susan Johnson respecto a la “obra” de los hermanos Chapman, Jake y Dinos. En particular, el tratamiento al que sometieron a los grabados de Goya, los llamados Desastres de la guerra. Dice Johnson que “si los hermanos Chapman tenían la esperanza de despertarnos de nuestro letargo al desfigurar y destrozar la obra de Goya, tuvieron éxito: quería escupirles a ambos, de una manera transgresora, y ciertamente, sin belleza alguna.” (p. 70, mi traducción) Y por lo que he podido ver, tiene toda la razón.

No comment...
Podríamos hacer una rápida prueba (la cual no probaría nada, por otra parte – ¡y menos mal!). ¿Cuántas de estas cosas que incluyo crees tú que se aproximan lo suficiente al canon de lo que consideras “bello”?

Dicen que la primavera la sangre altera, pero esta música siempre me ha parecido bella, independientemente de la estación.
La belleza de unas florecillas en el Parque Nacional de Snowy Mountains, Nueva Gales del Sur.
La belleza de la perfección en el deporte. La obra de arte del futbolista que todos soñábamos con poder ser alguna vez cuando éramos niños.
La naturaleza, cosa que sé demasiado bien, puede entrañar horror y terror. Cuando está calmada, en cambio, es la estampa misma de la belleza. Un fiordo noruego, fotografía de Erik A. Drabløs.
La belleza de una comida sencilla, sabrosa y saludable. Pescado fresco del río Mekong. Insuperable.

24 nov 2011

Muertos de risa, un cuento de Susan Johnson

Costa de Queensland, con la isla Bribie al fondo. Fotografía: Vladimir Venkov.
Esta semana ha aparecido en Hermano Cerdo un cuento de la autora australiana Susan Johnson, Dying, Laughing, y que he traducido al castellano bajo el título Muertos de risa.

Muertos de risa lleva al lector al interior de la casa de una joven madre soltera, Kylie, en un día de verano en el cual Kylie preferiría no tener que despertarse y hacer frente a su realidad. Una visión lacerante del malvivir de una mujer (auto)engañada por la promesa de que todos los problemas pueden tener solución, promesa de que la cándida juventud parece convencer a muchos y muchas.

El cuento de Susan Johnson comienza así:

Los niños de Kylie Thomas llevaban subidos al tejado de la casa desde primeras horas de la mañana. Los había oído, como de lejos, dando golpecitos en los márgenes de su consciencia mientras ella trataba de aferrarse al sueño, incluso mientras éste desaparecía. Adoraba dormir, le encantaba la circunstancia de no ser consciente del dolor, de los problemas, de cada uno de los golpecitos que sonaban a exigencia. ¡Los niños lo querían tener todo! ¡Todo el tiempo, y todo enseguida! Si se hubiera dado cuenta de qué era un niño antes de crear uno por accidente, se habría ido bien lejos de allí, y a la carrera. Habría corrido tan rápido que Russell Woodbridge nunca la habría alcanzado, nunca le habría dado un beso en la mejilla al pasar ni le habría tomado la cabeza por el pelo suelto al viento. Nunca la habría inmovilizado con su pálido y enjuto cuerpo encima de ella.

Puedes terminar de leerlo aquí.

Puedes encontrar el texto original en inglés aquí, en la revista Griffith Review. Si tienes curiosidad por saber más acerca de Susan Johnson y de su obra, puedes visitar su sitio web aquí.

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