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7 sept 2023

Reseña: The Shrinking Nation, de Graeme Turner

Graeme Turner, The Shrinking Nation (St. Lucia: UQP, 2023). 232 páginas.

El próximo catorce de octubre será un día importante en Australia. La ciudadanía debe decidir (puesto que el voto es obligatorio) en referéndum si aprueba o no una enmienda a la Constitución, por la cual los pueblos originarios pasarían a contar con un órgano consultivo y asesor propio, que aportaría sus puntos de vista al ejecutivo federal en relación con todos los temas que les afectan, en un nivel político similar al del parlamento federal.

El Profesor Graeme Turner ha publicado hace apenas tres meses este ensayo en el que denuncia la desastrosa situación a la que la miopía, cuando no la incompetencia, la desidia o incluso la perversidad de diversos gobiernos que los australianos hemos sufrido en las dos últimas décadas ha abocado al estado-nación.

Turner es historiador cultural. Ha estudiado en profundidad las transformaciones y vicisitudes por las que la cultura política australiana ha pasado desde la segunda mitad del siglo XX hasta nuestros días, y los resultados de sus investigaciones apuntan «a un cambio en la política cultural del país tan dramático que debe hacer que nos preguntemos qué lo ha impulsado. ¿Qué nos dice la manifiesta aceptación por parte de los australianos de la resistencia de sus políticos al cambio acerca de la cultura, el desplome de la confianza en la política y la democracia, el grado variable de identificación con los intereses de la nación y cómo se conceptualizan exactamente dichos intereses en la mente de los ciudadanos?» (p. 38, mi traducción).

Y no es que Australia sea un caso singular. En los últimos diez o quince años, la mayoría de las democracias occidentales han visto que la tendencia a enfrascarse en agrios enfrentamiento entre los actores políticos no solamente socava la estabilidad de la acción de gobierno sino que puede llevar a hechos lamentables de violencia e insurrección en nombre de falsos mesías y espurios salvadores de la libertad. El prácticamente absoluto cierre de las fronteras del país durante casi dos años por la pandemia del Covid-19 fue visto por muchos australianos como un recorte de sus libertades más que un mecanismo de protección a la ciudadanía. Fue un arma de doble filo, sin duda: «Australia es el único estado-nación que no solamente se negó a permitir que miles de sus ciudadanos regresaran a su casa mientras buscaban refugio de la pandemia o trataban de reunirse con sus familias, sino que además prohibió a sus ciudadanos, a los titulares de visados temporales, los residentes permanentes y los titulares de la doble nacionalidad salir del país. […] En tanto que provocación a ese sentido de pertenencia a la nación que sintieron los australianos, así como a sus derechos humanos como ciudadanos de un país soberano, es difícil imaginar alguna otra acción de la Commonwealth de Australia que socavara más sustancialmente la confianza en el gobierno». (p. 81, mi traducción).

Alguien dejó este mensaje en tierra Bidjigal, en lo que se conoce como Mascot, cerca del aeropuerto de Sydney en diciembre de 2022. Por mucho que se les haya robado, humillado y maltratado... Estas tierras siempre han sido, son y serán de los pueblos indígenas australianos. Fotografía de Kgbo. 

La severa crítica que Turner hace de los gobiernos federales desde el comienzo del siglo XXI está perfectamente justificada y comprende ambos lados del espectro parlamentario, tanto la coalición liberal-nacionalista como el partido laborista, y los medios de comunicación de masas, en particular el conglomerado mediático propiedad de Rupert Murdoch.

Turner es particularmente duro con los primeros ministros Abbott y Morrison, pero el autor ahonda en las causas de este deprimente escenario en el que los cimientos de la sociedad australiana parecen haberse desmoronado: las llamadas guerras culturales. «…ha habido una enérgica utilización de la idea de cultura como arma divisoria, en una escrupulosa obstrucción a los proyectos de construcción comunitaria anteriormente descritos. Estas guerras culturales han abarcado décadas, y sus repercusiones sociales y culturales de largo plazo han explotado el profundo filón del prejuicio y la división tan arraigado en la cultura y la sociedad australiana». (p. 167, mi traducción)

El capítulo final del libro, a modo de conclusión, lleva por título ‘Somewhere in here, there is a better country trying to get out’ [En alguna parte, aquí dentro, hay un país mejor que intenta emerger]. The Shrinking Nation es un oportuno libro de publicación muy reciente —apareció en junio— y plantea significativos interrogantes tras un muy completo estudio de los problemas que aquejan al sistema político australiano actualmente.

Uno quisiera pensar que el domingo quince de octubre, este país, al que me sumé hace más de dos décadas, amanezca mejor. Que los australianos habremos decidido dar un paso adelante en pos del progreso y la armonía. Los sondeos, sin embargo, no son nada halagüeños y no son motivo de optimismo. En mi opinión, tras la magnífica percepción que la organización del Mundial Femenino había transmitido al mundo, la comunidad internacional estará más que decepcionada si no damos este importante paso adelante. Tiempo al tiempo. Ojalá este 14 de octubre sea un día de celebración para todos; y en todas partes.

31 ago 2023

Reseña: The Revolt against Humanity, de Adam Kirsch

Adam Kirsch, The Revolt against Humanity: Imagining a Future without Us (Nueva York: Columbia Global Report, 2023). 100 páginas.

El Doomsday Clock (que alguien ha bautizado en castellano como «Reloj del Apocalipsis») marca las 11:58:30 horas. Y si estamos tan cerca del final de los tiempos, no cabe ninguna duda que se debe a la humanidad. El planeta en el que vivimos sigue siendo el escenario de conflictos armados —uno de los cuales amenaza con convertirse en nuclear— y a ello hay que agregar una imparable crisis climática que seguramente conllevará la destrucción de numerosos ecosistemas y descalabros económicos sin precedentes. ¿Es de extrañar que haya quien abogue por poner fin al dominio de los humanos?

En este breve estudio o informe, el poeta estadounidense Adam Kirsch examina dos corrientes ideológicas que, desde perspectivas diferentes, se rebelan contra la humanidad y propugnan un futuro para el planeta en el que no existamos. Grosso modo, son dos escuelas que comparten muchos elementos, pero difieren diametralmente en cómo se llegaría a ese desenlace.

La primera engloba a quienes se definen o identifican como antihumanistas del Antropoceno y prevén (al tiempo que aplaudirían) la extinción de la civilización humana tal como la conocemos en nuestra época. Según esta escuela, a la naturaleza, que continuamos destruyendo a un ritmo arrollador, le iría mucho mejor si dejáramos de estar presentes en el planeta.

La segunda escuela, la transhumanista, propugna una transformación del ser humano mediante la tecnología y la inteligencia artificial hasta el extremo de que ya no seamos Homo sapiens sino otra forma de vida inteligente que consiga detener la inevitable ruina a la que parece que estamos conduciendo el planeta.

Son puntos de vista que, obviamente, se oponen. Si los primeros acusan al desarrollo tecnológico y la explotación de los recursos naturales de ser la expresión incontestable de la soberbia de la civilización humana que nos ha llevado al punto crítico en el que estamos, los transhumanistas ven en la tecnología (y los avances que indudablemente nos proporcionan) una solución posthumana que sería superior al ser humano.

En cierto sentido, quienes adoptan este punto de vista reconsideran el axioma nietzscheano de la muerte de dios a manos del hombre. Solo que en vez de eliminar al ser humano, se le reemplaza con una suerte de ciborg inmortal creado a partir de nuestra propia imagen e inteligencia.

Kirsch se cuida mucho de evaluar, ya sea positiva o negativamente, la probabilidad de que los escenarios que ambas corrientes plantean o vislumbran vayan a tener lugar. Se limita a citar textos de ambas corrientes. Y no es que rechace explícitamente escenarios que, al menos hoy en día, resultan poco creíbles.

«… el hecho es que ya sabemos que la humanidad va a desaparecer. Se trata, quizás, del más importante descubrimiento moderno, el que nos condena a vivir en un mundo espiritual diferente del de nuestros ancestros. La única duda que hay es el marco temporal. Un día tras otro, nos comportamos como si el fin de la humanidad perteneciese a un futuro tan inimaginablemente lejano como la era de los dinosaurios en dirección contraria. A efectos ordinarios, un tiempo tan largo que sea incalculable es una eternidad». (p. 46, mi traducción) © Nina Paley in collaboration with Les U. Knight. Cartoon colorized by Aaron Hackmann

Sencillamente Kirsch tira por el camino de en medio: una especie de quietismo arreligioso, de repliegue personal, en el que mantener y defender la inacción bien pudiera ser más efectiva que emprender acciones mucho más desventuradas: «El primer paso para cambiar cómo representamos el mundo es cambiar el lenguaje que empleamos para describirlo. No es una tarea para políticos y activistas, sino para filósofos y narradores, quienes renuevan el lenguaje, desafiándolo a adoptar formas que no son familiares. Para los teóricos del transhumanismo, el lenguaje presenta un problema especial, porque se trata de una modalidad exclusivamente humana de cognición. Resulta paradójico: tan pronto afirmamos nuestra intención de pensar fuera, o en contra, de nuestra humanidad, hemos fracasado, pues se trata de un enunciado que solamente los humanos podrían concebir o comprender». (p. 37, mi traducción)

Si en algo destaca el librito es que el lenguaje que Kirsch emplea es muy claro. El autor incide muy sucintamente en las ideas clave que cada una de las corrientes y sus autores proponen. Y hay, desde mi punto de vista, una conclusión muy evidente: «Todos los pensadores que hemos considerado en este libro reclaman formas drásticas de autolimitación humana —signifique eso la destrucción de la civilización, renunciar a tener hijos o la sustitución de los seres humanos por parte de máquinas. Estos sacrificios son maneras de expresar ambiciones extremadamente éticas que no encuentran alcance alguno en el hedonismo de nuestras vidas corrientes: la compasión por la naturaleza sufriente, la esperanza de alcanzar un ámbito cósmico, el amor por el conocimiento». (p. 90-91, mi traducción)

It'll end in tears (I won't cry)

26 jul 2023

Reseña: El príncipe moderno, de Pablo Simón

Pablo Simón, El príncipe moderno: Democracia, política y poder (Barcelona: Penguin Random House, 2018). 265 páginas.

La derrota victoriosa que ha tenido lugar en las recientes elecciones generales en el estado español vienen en cierto modo a contradecir algunas de las consideraciones que Simón esboza en este libro. En concreto, en la página 155, el politólogo riojano afirmaba que «los partidos socialdemócratas están perdiendo la capacidad de encabezar ejecutivos, pues han empezado a dejar de ser el primer partido de su bloque (sea a la izquierda o sumando con el centro)». Quizás sea la excepción que confirma la regla o que, incluso en 2023, Spain is different.

Sea como sea, este ensayo de 2018 no ha envejecido en absoluto, a pesar de lo mucho que ha sucedido en la política estatal, autonómica, europea y global en apenas un lustro. En once capítulos, y de forma amena, muy inteligible y sin pecar de la condescendencia con que muchos otros autores sobre política tratan al lector, Simón esboza un análisis que cubre el inexorable avance de muchos cambios políticos globales. Ya no se trata solamente de que los sondeos engañen o que los resultados de los comicios no correspondan a lo que los «entendidos» pronostican. Recién superada una crisis sanitaria que dejó maltrecha a las sociedades por sus perniciosos efectos en las economías, ya nadie se atreve a lanzar predicciones sobre lo que puede ocurrir en los próximos meses en ninguna parte.

Simón cubre certeramente muchos aspectos de la política actual en las democracias occidentales y buena parte de las americanas. Los factores que siguen contribuyendo a las crisis políticas en muchos de esos países son sin duda variopintos: las derivaciones que la globalización económica tiene sobre el tejido social, el envejecimiento poblacional, las vacilaciones y rechazos con que las sociedades europeas acogen las (por otra parte, imparables) olas migratorias, los guiños al fascismo y el autoritarismo que hacen líderes políticos de todo tipo, especialmente desde el sector más conservador. Que surjan nuevas fuerzas políticas resulta cuando menos apetecible, dado el anquilosamiento palpable en tantas estructuras de poder.

Si hay algo por lo que Simón pasa de puntillas y que, ya en esta década, va a ser la cuestión más acuciante para líderes políticos de toda índole, es la crisis climática global. Es el llamado «elefante en la sala», ese descomunal catástrofe que, precisamente porque no hay ninguna autoridad política, ideológica ni económica que pueda realmente hacerle frente en solitario, vemos todos como un problema con el que no se puede lidiar de la noche a la mañana. Dentro del ciclo político que el modelo de democracia parlamentaria que Occidente ha instrumentalizado como el único realmente genuino, la catástrofe del clima es esa lata que un chico aburrido patea hacia adelante por el mero hecho de que ahí está la lata y él camina en esa dirección.

Imagen de RCraig09. Así, al rojo vivo, bien calentito para que vaya con los tiempos.
Un texto entretenido, bien presentado y sustentado, pero obviamente insuficiente, dados los males que nos aquejan. ¡Gracias por el regalo, Julie-Ann!

12 feb 2023

Reseña: Caste - The Lies that Divide Us, de Isabel Wilkerson

 
Isabel Wilkerson, Caste: The Lies that Divide Us (Londres: Allen Lane, 2020). 476 páginas.

Mucho antes de que las veleidades de la política pusieran de moda la palabra en una maniobra harto conocida de tergiversación semántica, los portugueses aplicaron el término ‘casta’ al sistema jerárquico hereditario que dividía la sociedad en la India del siglo XVI a la que llegaron para consolidar su preeminencia en el comercio de especias en el mercado europeo. Los portugueses compartían la palabra, posiblemente derivada de ‘cesta’, con los castellanos, en una época en la que judíos y moriscos estaban siendo expulsados de las tierras en las que habían nacido.

“Fue con la creación del Nuevo Mundo que los europeos se convirtieron en blancos, los africanos en negros, y todos los demás en amarillos, rojos o morenos. Fue con la creación del Nuevo Mundo que se separó a los seres humanos en función de su aspecto, identificados únicamente por contraste entre sí y clasificados para formar un sistema de castas basado en un nuevo concepto denominado raza. Fue en el proceso de clasificación que a todos nos asignaron papeles para satisfacer las necesidades de una mayor producción.
Ninguno de nosotros somos nosotros mismos.” (p. 53, mi traducción)

La premisa clave del libro de Wilkerson reside en que tres sistemas de segregación social (el sistema de castas de la India, el nazismo de la Alemania del siglo XX y el sistema racial de los Estados Unidos) comparten una misma lógica. Es sin duda debatible, aunque tras la lectura del libro a mí me da la impresión de algo de cierto debe haber en lo que plantea Wilkerson.

Para poder distinguir entre racismo y sistema de castas, Wilkerson nos recuerda que el primero es algo deliberado y perverso, algo esencialmente personal; el sistema de castas sería el armazón estructural social, económico y jurídico que mantiene las desigualdades y que, por ende, permitiría que tenga lugar el primero.

Resulta evidente que toda simplificación de fenómenos tan complejos y que presentan tantísimas aristas supone un riesgo. Wilkerson aporta en siete secciones un análisis extraordinariamente completo de cómo los sistemas de castas reproducen la desigualdad – a través de estrategias de endogamia y herencia de privilegios, por ejemplo, y ciñen prácticamente todos los aspectos de la sociedad en la que persisten.

Una muestra de ello lo da en la comparación del sistema en India y en los EE.UU. en el siglo XX. El concepto de casta se basa en nociones de pureza y contaminación externa: igual que las castas superiores indias consideran ‘intocables’ a los parias, en muchos municipios norteamericanos a las familias afroamericanas se les prohibía bañarse en las piscinas públicas porque las autoridades alegaban que contaminaban el agua.

Además de un exhaustivo análisis de la literatura existente, la autora aporta ejemplos de su propia experiencia vital. Apunta los enormes daños que las absurdas pautas de dicho sistema causa a la sociedad del país, en una evidente refutación de los valores democráticos en los que dice estar basada: es la raza de la víctima la que predice quién va a recibir los mayores castigos y con mayor probabilidad en el sistema legal de castas de los EE.UU. El veneno del sistema es tan poderoso que hasta los miembros de las castas inferiores tienden a asumir su posición en los estratos inferiores de la comunidad. “El éxito en el sistema de castas estadounidense precisa de un cierto nivel de destreza a la hora de decodificar el orden preexistente y responder a sus dictados. El sistema de castas nos enseña a todos respecto de quiénes son las vidas y opiniones que deben tener mayor peso y prevalencia en la mayoría de los encuentros. Uno de sus maestros aventajados es el sistema de justicia penal, el cual desciende de los códigos penales de la era de la esclavitud.” (p. 240, mi traducción)

“Davis terminaría obteniendo su doctorado en antropología por la Universidad de Chicago y formaría parte de su Facultad, convirtiéndose así el primer catedrático titular negro en una importante universidad blanca estadounidense. Pero sufriría otros ultrajes. Los compañeros de la Facultad debatieron abiertamente si debía permitírsele que enseñara a estudiantes blancos, y durante un tiempo tuvo prohibido comer en el comedor de la facultad.
De los principales estudiosos del Sur estadounidense de la primera mitad del siglo XX, él y su esposa fueron de los únicos investigadores de campo que trabajaron a la sombra de la subordinación del sistema de castas.” (p. 256, mi traducción) Sello conmemorativo del antropólogo Allison Davis (Fuente: https://postalmuseum.si.edu/exhibition/the-black-experience-shaping-education/dr-allison-davis)

Sería ilógico esperar que Wilkerson tuviera la varita mágica que soluciones los males de estos antiquísimos sistemas de desigualdad y privilegio, pero como mínimo hay que apelar a que todos empecemos por sentir y demostrar empatía: “La empatía no sustituye en modo alguno a la experiencia. No podemos decirle a una persona que tenga una pierna rota o una herida de bala que no tiene dolor. Y la gente a la que le ha tocado la lotería de la casta no están en condiciones de decirle a otra persona que haya sufrido bajo la tiranía del sistema de castas qué resulta ofensivo o hiriente o degradante para quienes están en el estrato inferior. El precio del privilegio es la obligación moral de actuar cuando uno ve a otra persona que recibe un trato injusto. Y lo menos que puede hacer una persona de la casta dominante es no empeorar el dolor.” (p. 386, mi traducción)

“La mayor desviación del guion del sistema de castas estadounidense fue la elección de un afroamericano al más alto cargo del país. La Historia nos había enseñado que este trastorno del orden social tendría consecuencias. Y las hubo.” (p. 311, mi traducción)

Caste es un libro apabullante por su franqueza. No por ser conocedores de las monstruosas y repugnantes atrocidades cometidas en nuestra era dejan de impactarte los datos que aporta y las conclusiones que se derivan.

Caste lo publicó en castellano Paidós Ibérica en 2021, con el título Casta: El origen de lo que nos divide, con traducción de Antonio Francisco Rodríguez Esteban.

15 ene 2023

Reseña: The New Nomads, de Felix Marquardt

Felix Marquardt, The New Nomads: How the Migration Revolution is Making the World a Better Place (Londres: Simon & Schuster, 2021). 278 páginas.

Hace ya más de una década que participé en calidad de intérprete en dos rondas (la primera y la tercera) de negociación de un TLC. Los Tratados de Libre Comercio abogan por la libre circulación de productos, servicios y capitales entre países. Es la expresión jurídica y política de la fuerte ola globalizadora iniciada en la segunda mitad del siglo pasado e intensificada en este siglo XXI.

Un TLC es el triunfo más obvio y palpable del modo de producción y gestión capitalista. Australia, por ejemplo, ha hecho de los TLC un ‘modo de vida’: es país signatario de dieciséis TLC firmados y en marcha con otros veintiocho. Es innegable que los australianos nos hemos beneficiado mucho de ellos. El nivel de vida que hay en Australia es ciertamente envidiable.

Sin embargo, la libre circulación de productos, servicios y capitales no incluye a las personas. Y a pesar de ello, la gente sigue emigrando. A países como Australia, sí, pero también a la Unión Europea, a Estados Unidos o a cualquier otro lugar donde alguien con las ganas, las destrezas, los conocimientos o las aptitudes que sean requeridas podrá labrarse un futuro.

La tesis que expone Marquardt en The New Nomads es, en cierto modo, palmaria. La Historia nos (de)muestra que el hecho de cambiar de lugar de residencia para tratar de encontrar una vida mejor forma parte de la experiencia de los seres humanos desde siempre. El fenómeno que Marquardt señala es el hecho de que los desplazamientos en el siglo XXI no siguen las mismas rutas o direcciones que solían seguirse en siglos anteriores (para muestra un botón: pongamos por caso las masivas salidas de irlandeses, italianos o españoles en el siglo XIX). La migración es ya, de hecho, multilateral y multidireccional.

El libro presenta infinidad de casos personalizados, gente joven a la que el autor entrevista. Explica que, aunque históricamente la posibilidad de emigrar estuvo siempre reservada a las elites, “Hoy en día, cualquier europeo de todos los orígenes, salvo los más pobres, puede posiblemente coger un autobús rumbo a un país extranjero y experimentar algo del mundo al otro lado del horizonte. […] Todos hemos oído alguna vez la frase ‘saber es poder’, pero para la mayoría de las civilizaciones antiguas, saber era viajar. Para los griegos o los fenicios, literalmente no existía la educación sin viajar, ni se daba el viajar sin una educación. Lo que convertía a alguien en educado (y poderoso) era el hecho de que había viajado.” (p. 57, mi traducción).

Una curiosa observación que realiza Marquardt en torno a las tendencias migratorias en esta segunda década del siglo XXI es el hecho del rápido crecimiento que está teniendo la migración entre países del hemisferio sur: “Esta migración no es del tipo que obsesiona a los economistas, ni tampoco del tipo que irrita a los votantes y lleva a los populistas al poder en Occidente. Pero representa una herramienta esencial para el desarrollo en los países que cuentan con las más pequeñas emisiones de gases invernadero (las de África representan entre 4 y 5 por ciento de las emisiones globales” (p. 90, mi traducción). Es decir: puesto que los desplazamientos poblacionales siempre acarrean movimientos de capital, este tipo de migración resulta ser una suerte de ayuda al desarrollo mucho más eficaz que los métodos empleados hasta ahora. “Se precisa dinero, tesón y coraje para convertirse en migrante, y quienes escogen hacerlo nunca son los más vulnerables en sus países de origen y, por esa razón, la ayuda exterior que se gasta con la esperanza de disuadir la emigración tiene el efecto opuesto: el desarrollo exitoso en casi todos los países que antes eran pobres ha dado lugar a un incremento, en lugar de una reducción, de la emigración.” (p. 91, mi traducción)

The Monument to Migrants, Lake Vasto, Perth, Western Australia. Fotografía de Calistemon.

Hay también espacio para algunas críticas (más que probablemente justificadas) hacia las elites y las “Mentes Brillantes” que de forma periódica se reúnen en algún lugar del mundo para hablar de soluciones a los muchos males que nos afectan. Denuncia el escritor multinacional la profunda inmadurez de lo que él denomina solucionismo: “la idea de que todo lo que nos hace falta hacer es ponernos a pensar todos juntos e ‘idear algo’ que nos permita ‘lidiar con’ los principales problemas de nuestro tiempo. Esos problemas, desde la migración al colapso climático y la sexta extinción de especies que está ya en marcha, desde los asombrosos niveles de desigualdad en el mundo a la naturaleza inherentemente ecocida del súper-organismo metastatizado al que llamamos economía global, no son ‘problemas’. Son situaciones precarias. Los problemas tienen soluciones […] las situaciones precarias no. […] En este contexto, nuestra tendencia moderna a buscar ‘soluciones’ no es solamente equivocada. Es un pasivo, una deuda. No podemos ‘solucionar’ esos problemas, por muy brillantes que podamos ser. Hemos de vivir con ellos.” (p. 216, mi traducción)  

Aunque este libro de Marquardt se aleja mucho de la teorización e incide mucho más en los testimonios y las impresiones que decenas de personas le han aportado para su escritura, no está exento de algunas importantes reflexiones. Por ejemplo, la que hace en la página 121: “No obstante, quizá lo más importante que nos enseña la emigración es que el lugar de donde uno venga y el lugar al que uno se dirija no son más que meras proyecciones de los verdaderos interrogantes de la vida: ¿Quién eres? ¿Quién deseas ser?”

No es que The New Nomads revele algún dato o razonamiento espectacularmente novedoso. Sin embargo, es una lectura amena y fácil que aporta perspicacia y muchos matices personalizados al tema de la migración en esta época tan convulsa. Imagino que no entrará a formar parte de la lista de libros indispensables de los dinosaurios intelectuales que militan en partidos políticos xenofóbicos. Eso significa que, de entrada, es un buen libro.

6 nov 2022

Reseña: Transcendence, de Gaia Vince

Gaia Vince, Transcendence. How Humans Evolved through Fire, Language, Beauty and Time (Gran Bretaña: Allen Books, 2019). 294 páginas.

¿Por qué reflexionar sobre nuestros orígenes como seres humanos y esa fascinante evolución por la que hemos pasado hasta ser quienes somos, ahora en 2022, frente a los innumerables quehaceres y frecuentemente estresantes desvelos que nos mantienen ocupados a diario? Una respuesta válida a esa pregunta (una pizca simplista, lo sé) sería porque quizás nos encontremos ante un etapa clave en la supervivencia de la Humanidad.

Una manera mucho más llevadera (y ciertamente menos angustiosa para muchos) es leer libros como éste. Transcendence propone una lectura persuasiva de quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde nos dirigimos.

La autora plantea una breve historia de la humanidad en torno a cuatro conceptos clave: fuego, lenguaje, belleza y tiempo. Esos cuatro aspectos de nuestro quehacer en este planeta son, a grandes rasgos, los que nos han permitido imponernos a medios francamente hostiles, a someter a otras especies y finalmente a sobrepoblar nuestro mundo. De ser un primate vulnerable e insignificante en las sabanas africanas hemos llegado a ser el animal más numeroso y temible (incluso para nosotros mismos) en el planeta.

Le Tour de France? “Las diferencias genéticas entre poblaciones están desapareciendo, no porque hayamos dejado de evolucionar genéticamente, sino por nos estamos entremezclando más. Gran parte del aislamiento tribal del pasado terminó con los devaneos sexuales entre grupos, el mestizaje, la migración y el comercio. Incluso cuando las tribus mantenían normas estrictas que prohibían el mestizaje entre grupos, la evidencia genética prueba que continuó. La domesticación del caballo y la invención del transporte rodado lo aceleraron, pero ya bien entrado el siglo XIX los europeos continuaban casándose con parientes cercanos. La bicicleta redujo esto de forma considerable al permitir el sexo entre poblaciones geográficamente distantes. La venta de cuatro millones de bicicletas antes de la Primera Guerra Mundial tuvo un impacto notable en la sociedad francesa, que incluyó el hecho de que los franceses crecieran en estatura al reducirse el número de matrimonios entre parientes consanguíneos. En Inglaterra se vio el mismo efecto.” (p. 190, mi traducción). Fotografía de Macieklew.
Así, el fuego nos facilitó unos recursos que eran impensables hasta que se logró su dominio: contribuyó a estabilizar la dieta, se convirtió en una herramienta defensiva y ayudó a potenciar el sedentarismo.

Con el lenguaje, los humanos pudieron transmitir conocimiento para guiar a las siguientes generaciones, uniendo más todavía a grupos y tribus que tendían a estar dispersos. La invención de la escritura no solo hizo posible que yo escriba hoy esto: ha facilitado la evolución cultural y el intercambio de mucho más que ideas o historias.

El concepto de belleza contribuyó sobremanera al comercio. La globalización (tan denostada por ciertas ideologías retrógradas e involucionistas) favoreció la socialización y la compartición no solamente de mercancías, gustos estéticos o mitos, sino también de valores que hoy en día tenemos por irrenunciables.

Vince pone el dedo en la llaga cuando al seleccionar el tiempo como cuarto factor clave de nuestra singular aventura en el tercer planeta de un diminuto sistema en una parte insignificante del universo. Si bien la idea del Tiempo nos ha ayudado a organizarnos (y también a estresarnos), queda en evidencia nuestra absoluta incapacidad para leer el horizonte y planear qué debiera ocurrir en nuestro entorno (sea a pequeña escala o mucho mayor) cuando ya no estemos aquí para solucionar los problemas que surjan.

“H.G. Wells publicó The Time Machine [La máquina del tiempo] en 1985, una década antes de que Einstein publicara su teoría de la relatividad especial; por primera vez, la posibilidad de que los seres humanos tuvieran control absoluto sobre el tiempo empezaba a parecer matemáticamente factible. Lo irónico es que, pese a toda nuestra experiencia con el tiempo, nos resulta no obstante tan difícil como siempre planear el futuro de la humanidad e imaginar un mundo en el que estemos muertos. Quizás se trate de un fracaso cognitivo de la biología, pero es sin duda una deficiencia cultural.” (p. 213, mi traducción) 

Escrito en un lenguaje perfectamente comprensible, con Transcendence Gaia Vince parece exhortarnos a considerar el largo camino recorrido y la responsabilidad que tenemos como dueños del planeta de no reducir ese itinerario a unas pocas décadas más. Tenemos las herramientas, las intuiciones y la voluntad para escoger nuestro destino. ¿Sabremos hacer lo necesario?

Una obra atrevida y fascinante, además de muy recomendable; este libro de Gaia Vince se publicó el año pasado como Trascendencia en la editorial El Viejo Topo. La traducción corrió a cargo de Josep Sarret Grau.

17 ago 2022

Reseña: China Panic. Australia's Alternative to Paranoia and Pandering, de David Brophy

David Brophy, China Panic. Australia's Alternative to Paranoia and Pandering (Carlton: La Trobe University Press junto con Black Inc., 2022). 264 páginas.

Como en otras latitudes y longitudes, el estatus de China como superpotencia del siglo XXI y sus repercusiones en la geopolítica mundial son el motivo de un fuerte, acalorado y no siempre racional debate en Australia. Procedentes de las posiciones políticas más conservadoras en el tedioso espectro ideológico australiano se suelen escuchar voces estridentes y beligerantes, que con bastante frecuencia cuentan con el apoyo mediático para encontrar su cámara de resonancia, contagiando a la opinión pública de una preocupante desinformación y sembrando la cizaña de la xenofobia, el racismo y la histeria.

Tras la aparición del virus del Covid-19 en China, el Gobierno de Scott Morrison (quien en estos días pasa por sus horas más bajas como figura política) demandó una investigación internacional sobre sus orígenes. La respuesta de China fue la lógica ante una serie de medidas que Beijing consideró agresivas e injustificables: “Las leyes de seguridad, las decisiones sobre inversión extranjera, los allanamientos contra periodistas chinos: la lista es larga. El efecto combinado de todas estas medidas ha sido el de cultivar una imagen de China como país singularmente peligroso con el que no puede continuar la situación normal.” (p. 10, mi traducción)

Brophy se pregunta en los diferentes capítulos del libro a qué se debe este giro radical hacia la confrontación entre las elites políticas australianas, particularmente si se tiene en cuenta el robusto acercamiento que se produjo hace apenas una década, con la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio entre ambos países en 2015. Uno de los factores pertinentes para la respuesta es el papel que Australia insiste y persiste en jugar como subalterno de la hegemonía político-militar de los Estados Unidos en el Pacífico.

¿Y qué papel debiera ser ese? Dice Brophy: “En lugar de una ‘potencia media’, una descripción más fiel del rol de Australia en el mundo es el de una gran potencia de menor grado, cuya capacidad para actuar de tal manera ha venido siendo posibilitada por y, de hecho, depende de, su relación con una verdadera superpotencia. El término que algunos utilizan para describir tal situación es subimperial. En la práctica, una Australia subimperial le pide a los EE.UU. que avale sus ambiciones de tener un mini imperio propio, que se extienda mucho más allá de los límites de la isla continente y se adentre en el Pacífico. Y es en esta esfera de influencia en la que Australia y China están empezando a enfrentarse de forma directa.” (p. 85, mi traducción)

Una imagen de las protestas que tuvieron lugar en HK a fines de 2014. Fotografía de Citobun. 
Si Brophy es crítico con el establishment político australiano, no lo es menos con el régimen unipartidista que rige los destinos de una quinta parte de la humanidad: “La negación de los derechos democráticos básicos por parte del PCCh […] es una realidad desoladora, que debería irritarnos a todos. Pero Occidente le hace un flaco favor a la causa democrática cuando la construye no como la calidad cuantificable de un sistema político sino como una de las vertientes de una simplista ecuación binaria: democracia versus autoritarismo. Es incluso peor la tendencia a reducir dicho debate a uno entre dos ‘modelos’ diferentes: el chino y el estadounidense.” (p. 45, mi traducción)

Que el debate mediático y político en torno a la relación de Australia con China roza la histeria es innegable. A raíz de las medidas que Beijing adoptó contra ciertas exportaciones australianas, algunas voces se alzaron al verle las orejas al lobo del fuerte declive económico que podría resultar de un mayor enfrentamiento diplomático y comercial con el gigante asiático. No hay que olvidar que “No fue Beijing la que decidió permitir que la economía australiana dependiese de un puñado de sectores exportadores de alto rendimiento. Y ahora que China está manifestando su descontento con las políticas australianas mediante una menor adquisición de dichos productos, no es tampoco Beijing la que decidirá cómo va a responder Australia. No quiero minimizar la cuantiosa importancia del superávit comercial para el bienestar de Australia ni el impacto que las acciones de China pudiera tener en los ciudadanos de a pie en Australia. Pero resulta imposible abordar la ansiedad que rodea la vulnerabilidad de Australia a la presión comercial sin reflexionar de una manera más amplia sobre la enorme influencia que el sector de los recursos ejerce en la política australiana.” (p. 101, mi traducción)

Si no podemos venderlo, pues habrá que beberlo... Vinos australianos en un supermercado. Fotografía de Maksym Kozlenko.
China Panic se compone de ocho capítulos, además de una introducción y la pertinente conclusión. Brophy escribe para un público que no es meramente académico, lo cual se agradece. Incluye capítulos sobre la cuestión latente de la apertura democrática en China (y cómo ven el tema la población inmigrante china en Australia), la lucha por retener unos mínimos posos de democracia en Hong Kong y la situación de los derechos humanos de los uigures en la región autónoma de Sinkiang. El suyo es un análisis sesudo, bien matizado y ponderado no exento de un idealismo que, dadas las circunstancias por las que atraviesa el mundo en esta segunda mitad de 2022, no deja de ser necesario. Su insistencia en que las elites dirigentes australianas deben anteponer los intereses de la gente normal a la hora de reconducir y reformular las relaciones sino-australianas al tiempo que aboguen por un combate firme contra la opresión y por la defensa de los derechos humanos.

Culpar a la víctima siempre da rédito a quien aboga por ese tipo de maniobras sucias: "El hecho de que China, en alguna ocasión, haya descrito las críticas que recibe como racistas ha dado pie a la perspectiva de que la crítica del racismo bien pudiera ser parte de una conspiración del PCCh." (p. 214, mi traducción). Sello conmemorativo de los 100 años del Partido Comunista de China emitido por Serbia en 2021.
Lástima que hasta ahora, el doble rasero de la realpolitik haya ganado siempre la partida y haya impuesto distorsiones y duplicidades en la relación de Australia con muchos de sus vecinos asiáticos.

19 may 2022

Reseña: Sapiens, de Yuval Noah Harari

Yuval Noah Harari, Sapiens: A Brief History of Humankind (Londres: Vintage, 2015 [2011]). 498 páginas.

El hecho de que entre los expertos en antropología y otras disciplinas no se haya realmente cuestionado la etiqueta de Sapiens (el que sabe) que se la añadió en su momento a Homo (el ser humano) es ciertamente síntoma de uno de los problemas que Harari advierte en este libro. ¿De verdad sabemos o somos simplemente un producto evolutivo (triunfante, sí, ¿pero por cuánto tiempo más?) mezcla de la curiosidad, la intolerancia y la codicia?

Sin duda lo anterior es una absurda generalización y por tanto no tiene validez alguna. Harari cuenta de la manera más franca y sencilla un hecho innegable: lo que hace milenios fue originalmente un animal mamífero poco significativo en cuanto a su influencia en el ecosistema africano en el que vivía se ha convertido en esta segunda década del siglo XXI en “el terror del ecosistema” global (p. 465).

«Pero, ¿por qué detenerse en los mamuts? George Church, Profesor en la Universidad de Harvard, sugirió hace poco tiempo que, con la finalización del Proyecto del Genoma Neandertal, ahora podremos implantar ADN neandertal reconstruido en un óvulo de Sapiens y producir el primer niño neandertal en 30 000 años. Church dijo podía hacer ese trabajo por unos insignificantes 30 millones de dólares. Varias mujeres se han ofrecido ya como voluntarias para servir como madres sustitutas.» (p. 451, mi traducción). Fotografía de Bacon Cph, 2004.
Harari atribuye al desarrollo del lenguaje y su manipulación el dominio que Homo sapiens logró imponer sobre otras especies humanas y, posteriormente, el planeta entero. Durante lo que él decide denominar la Revolución Cognitiva, el ser humano aprendió a inventar no solamente lo inexistente (la ficción, el mito, la religión) sino también falsedades que le permitían asegurarse su supervivencia e imponer ciertas reglas y valores sobre sus congéneres.

Así, todo lo que sustenta desde hace siglos el sistema socioeconómico, político y cultural en el que vivimos tú y yo ahora, en mayo de 2022, está arraigado en ficciones: el dinero es una ficción que no existe; tampoco existen los conceptos de nación, corporación o democracia. Son todos constructos que aceptamos todos al formar parte de la sociedad en la que nos despertamos, comemos, trabajamos (algunos), cagamos y dormimos. Así de sencillo, ¿no? Es decir, que todas las ficciones sociales que sostienen este increíblemente complejo sistema que convenimos en llamar sociedad son en realidad una suerte de religión en la que decidimos creer cada vez que pagamos por un café, votamos en unas elecciones o paramos ante un semáforo en rojo.

Es un libro lúcido, inteligente y fácil de entender, una síntesis impresionante que nos lleva a reflexionar sobre qué estilo de vida uno debería adoptar para mantenerse cuerdo y sano. Yo lo haría de lectura obligatoria en muchas parte del mundo. Por ejemplo, Samoa.

17 sept 2021

Reseña: The Warrior, the Voyager, and the Artist, de Kate Fullagar

Kate Fullagar, The Warrior, the Voyager, and the Artist (New Haven y Londres: Yale University Press, 2020). 306 páginas.

Leemos muchas obras nuevas de ficción porque buscamos algo en ellas con lo que identificarnos o identificar a otros que creemos o deseamos conocer; o quizás sea porque esas historias que se narran en las novelas forman parte de lo que, a fin de cuentas, viene a ser nuestra época, el contexto de nuestras vidas. O puede que sea todo lo contrario: las leemos para escapar de la desangelada existencia que llevamos, especialmente ahora que por decreto nos dicen que debemos pasar semanas dentro de casa sin apenas opciones para moverse.

Sin embargo, creo que también se debería proponer la lectura de un cierto tipo de libro de historia. Un relato histórico basado o intuido en evidencias disponibles, que el historiador o la historiadora aderece con deducciones plausibles. Un libro de historia también nos debería permitir intuir o imaginar cómo fueron las vidas de personas que hicieron lo impensable: viajar desde muy remotos rincones del planeta a la metrópolis más importante del siglo XVIII: Londres.

Eso se propuso hacer Kate Fullagar en este singular volumen que tituló The Warrior, the Voyager, and the Artist: Three Lives in an Age of Empire [El guerrero, el viajero y el artista: Tres vidas en una era imperial]. Las tres vidas que menciona el subtítulo corresponden a tres hombres. Cada uno de ellos procedía de un continente diferente, en un momento de la Historia en el que la exploración del planeta alcanzó su máximo apogeo.

Samuel Johnson. Fotografía de Beckslash. 

Del primero han quedado muchos datos. Se trata del pintor Joshua Reynolds, retratista inglés nacido en Devon, que se convirtió en el primer Presidente de la Royal Academy of Arts, y quien se codeó con intelectuales de la talla de Samuel Johnson o Edmund Burke.

El guerrero se llamaba Ostenaco y fue uno de los miembros de una delegación de la nación cheroqui que visitó Londres en 1762. Además de presentarse como líder militar en la capital del imperio contra el que se enfrentaba su pueblo por su supervivencia, en Londres ejerció de diplomático. Fue recibido en audiencia por el rey Jorge III. Un detalle muy importante es el hecho de que Ostenaco y sus acompañantes fueron a Londres con el propósito de firmar un acuerdo de paz y garantizar de ese modo la continuidad de la nación cheroqui. Incluso llevaba consigo cartas de presentación firmadas por el gobernador de Virginia, Francis Fauquier, cuando todavía era colonia británica. La visita duró unos cuantos meses del año 1762. De la visita quedan muchos testimonios, entre ellos el retrato que le hizo Reynolds. Pero Fullagar hace un viraje de perspectiva significativo: trata de hacerle intuir al lector cómo habría sido la experiencia para los cheroquis.

La cultura y sociedad cheroquis eran muy distintas de la inglesa del siglo XVIII. Para empezar, la organización de su sociedad era muy diferente de la británica, era esencialmente matriarcal y en ella prevalecía el deseo de armonía sobre todas las cosas. El libro recoge muchos testimonios de encuentros y desencuentros, de incidentes y molestias padecidas por los extranjeros en una ciudad donde el gentío los observaba con exagerada e insana curiosidad.

El retrato de cuerpo entero que hizo Reynolds de Mai.
El segundo visitante llegó varios años más tarde. Fue un joven de lo que hoy en día se conoce como islas de la Sociedad o Polinesia francesa. Se llamaba Mai y nació en Ra’iatea. Durante su niñez, la isla fue invadida por los guerreros de otro archipiélago, Bora Bora, y Mai huyó con otros compatriotas a Tahití.

Un lugar en el mundo. Isla Rai'atea.

En 1774 Mai logró convencer al Capitán James Cook para que le permitiera ir en los navíos ingleses a Londres. Su objetivo era conseguir las armas y los suministros necesarios para contraatacar a los Bora Bora y recuperar su isla. Nunca le proporcionaron la ayuda que quería y que pensaba que los ingleses le habían prometido. Mai no pudo recuperar su tierra. Durante su estancia en Londres también posó para Reynolds.

La mirada del artista siempre influye en lo mirado. Autorretrato de Joshua Reynolds.

La tesis de Fullagar se podría resumir en una frase. Ya en el siglo XVIII el imperio británico estaba ejerciendo su poderosa influencia en dos lugares tan alejados entre sí como la nación cheroqui al oeste de las Apalaches o los archipiélagos del Pacífico Sur. La idea misma de un joven que desplazase en barco desde Tahití hasta Londres con el solo propósito de adquirir armas y recuperar su isla muestra hasta qué punto el fenómeno globalizador que suponen todos los imperios puede instigar tácticas tan insospechadas entonces como la de Mai.

Mediante tres biografías conectadas esencialmente en la del artista Reynolds, Fullagar nos permite indagar, imaginar y vislumbrar los varios modos en que ambos hombres colonizados encararon, resistieron o incluso alteraron la penetración colonial del imperio en otras culturas y civilizaciones.

Doscientos cincuenta años más tarde, ¿ha cambiado tanto el mundo? La tecnología ha acelerado el proceso, pero me temo que la quintaesencia del colonialismo sigue muy presente.

"Lo que Ostenaco pensase de haber posado para un retratista es igualmente dificil de concretar. No subsiste ninguna prueba directa. No podía valerse de las prácticas indígenas de pintar retratos, pues no existía ninguna en la cultura cheroqui. La pintura era algo importante para los cheroquis del siglo XVIII, pero en tanto que sustancia para ponerse en los rostros en vez de una con la que representarlos. De hecho, un clan entero dentro del sistema de parentesco de siete clanes estaba dedicado a la pintura. El clan Ani-Wodi, o clan de la pintura, se encargaba de crear el ungüento rojizo que utilizaban los guerreros cuando partían hacia la batalla. Normalmente, Ostenaco se habría puesto la pintura de base ocre del clan Ani-Wodi en la frente para dar a entender que pasaba al estatus de guerrero. Para poder retocar las marcas, llevaría encima unas pequeñas bolas huecas de arcilla durante las batallas, las cuales podía abrir, y encontrar en ellas pintura ocre seca que rápidamente podía mezclar con agua." (p. 96, mi traducción)

5 jul 2021

Reseña: A Banquet of Consequences - Reloaded, de Satyajit Das

Satyajit Das, A Banquet of Consequences - Reloaded (Australia: Viking, 2021 [2015]). 480 páginas.

El programa gubernamental de ayuda financiera al empleo durante la pandemia, conocido como JobKeeper, supuso un gasto de 130.000 millones de dólares australianos. Los receptores de esta generosísima cantidad de fondos públicos no fueron directamente los empleados, sino los empleadores. Transcurridos varios meses desde que JobKeeper concluyera, las investigaciones de periodistas revelaron que un buen número de las compañías que recibieron esos fondos no solamente no necesitaban la ayuda, sino que en última instancia dedicaron el capital público recibido a pagar dividendos a accionistas, bonificaciones extraordinarias a sus directivos y, en el caso de algunas escuelas privadas, a reducir las cuotas que pagan los padres que deciden enviar a sus niños y niñas a esos centros de elitismo y privilegio.

Moraleja: Para quienes deciden las políticas económicas y recaudan los tributos que costean sus elevados salarios, el dinero (de los demás) cae del cielo y crece en los árboles.

Das es economista de carrera. Nació en Calcuta y vive en Australia desde los 12 años. Este libro es una versión revisada y actualizada tras el hundimiento económico generalizado causado por el Covid-19. En su primera edición, el libro analizaba la situación resultante de la crisis de 2008 y las consecuencias que el sistema actual va a tener en nuestras vidas. El panorama que plantea Das es, sencillamente, desolador: “La posición de la economía global es semejante a un agujero negro, del que la gravedad impide que escape nada, incluida la luz. Los excesivos niveles de deuda y los desequilibrios fundamentales, fuertemente arraigados, impiden ahora escapar del estancamiento o algo incluso peor. Los agujeros negros se forman cuando estrellas inmensas colapsan al final de su ciclo vital: una metáfora adecuada para el reciente periodo de nuestra historia económica.” (p. 92. Nota: Todas las citas que figuran en esta reseña son mi propia traducción).

El arquitecto de la magia financiera saca un conejo de la chistera en menos que canta un gallo. “Los gobiernos utilizan la contabilidad creativa. Durante el periodo anterior a la introducción del euro, Italia y España utilizaron transacciones con derivados, supuestamente para minimizar sus niveles de deuda. […] Para superar la falta de dinero disponible para recapitalizar sus bancos, el Gobierno de España empleó la contabilidad, acordando que pérdidas tributarias de €30 mil millones pudieran utilizarse para apuntalar el capital regulatorio. Mientras la UE buscaba mejorar la solvencia de los bancos aumentando las reservas de capital, España adoptó una estrategia de manipulación fiscal que para nada ayudó a mejorar la verdadera capacidad de absorción de pérdidas de sus bancos.” (p. 59-60) 
El tema de la deuda, que según Das ha alcanzado niveles descomunales, es recurrente en su exposición y denuncia. La deuda, tanto pública como privada, lastrará cualquier tentativa que busque una solución a los múltiples problemas que afronta el mundo en las próximas décadas.

No es el único aspecto alarmante: el cambio climático, la escasez de recursos, en particular el agua limpia, y la incapacidad y falta manifiesta de voluntad de los políticos para obligar a repensar nuestros hábitos de consumo y el viciado sistema de producción que los alimenta.

Aunque es un libro muy especializado en cuestiones económicas, Das escribe en un lenguaje conciso, claro e inteligible. Algo que los lectores agradecen es su costumbre de ejemplificar un punto con una cita o referencia literaria o artística para concluir una sección. Son todas aptas y oportunas. Un ejemplo que describe la destrucción de la industria pesquera del Mar de Aral: “Los barcos pesqueros varados en el Mar de Aral seco son un eco del cuadro surrealista de Salvador Dalí de 1934, Imagen paranoica astral, en el que unos pobladores desatentos están sentados en un bote de remos en un lago o un océano seco. Es el recordatorio de las consecuencias del voraz apetito de la humanidad por el agua.” (p. 127)

El Mar de Aral desde el espacio, en 1989 y en 2008. 
Tampoco le falta la ironía: “Un directivo de un banco central describió la política de la devaluación de divisas de forma muy pintoresca: es como orinarse en la cama. Aunque al principio uno se siente bien, rápidamente se convierte en un desastre.” (p. 156)

Das reitera a lo largo del libro el hecho incontrovertible de que el pato siempre lo pagan los mismos: los que menos poder tienen, los más pobres y vulnerables: “Las políticas diseñadas para hacer frente a la Crisis Financiera Global, tales como la inversión en instituciones financieras para asegurar su solvencia, los recortes en los tipos de interés y los programas de expansión cuantitativa, incrementaron todavía más la desigualdad. El coste de los rescates lo asumieron de manera desproporcionada los grupos sociales con menores ingresos.” (p. 216)

“Tras dejar el Banco de Reserva Federal, Ben Bernanke se lanzó al ruedo de las conferencias con una celeridad que no ha tenido parangón desde que la madre enviudada de Hamlet contrajo matrimonio con su cuñado.” (p. 90). Fotografía de Medill DC.
No es, ciertamente, una lectura de lo más amena. Tampoco va a inyectarte dosis de positividad, que ya quisiéramos muchos en esta época. Pero A Banquet of Consequences – Reloaded advierte de negros nubarrones en el horizonte. La tormenta no se desatará mañana, sino que afectará a las próximas generaciones, que han nacido endeudadas.

Los niños ya no vienen al mundo con un pan bajo el brazo, sino con una carpeta repleta de avisos de cobro de deudas.

12 oct 2020

Reseña: The Cost of War, de Stephen Garton

Stephen Garton, The Cost of War. War, Return and the Re-Shaping of Australian Culture (Sydney: Sydney University Press, 2020 [1996]). Segunda edición revisada. 283 páginas.

Quien por primera vez visita Australia desde el extranjero se encuentra con el paradójico ensalzamiento de la primera campaña militar de Australia como nación (la Federación de estados y territorios como tal se consolidó en 1901) en una estrecha playa de Turquía en 1914. Se dice que, simbólicamente, fue en tierras europeas (fue en el lado occidental del estrecho) donde nació Australia. Este concepto guarda y solapa un designio deliberadamente ideológico y político. La glorificación de la guerra como escenario del nacimiento de un estado moderno sirve para ocultar (y especialmente para ocultarnos a nosotros mismos los australianos) que el origen de las colonias se basó en una invasión y ocupación, con la ulterior desposesión gracias a otra guerra en contra de sus poblaciones indígenas.

ANZAC Cove, Turquía, septiembre de 2014.

Pero la guerra, obviamente, tiene un costo muy alto. Altísimo. Extraordinariamente oneroso para la sociedad. Esa es la premisa que llevó a Stephen Garton a realizar este completísimo estudio histórico de los múltiples impactos que los conflictos bélicos en los que se ha visto involucrada Australia han tenido sobre su población y su cultura. La primera edición del libro se publicó en 1996, y a principios de 2020 aparece esta segunda edición, que revisa, corrige y expande la primera.

El libro realiza un exhaustivo análisis en torno a aspectos cruciales de la experiencia del regreso y reintegración de los hombres y mujeres que prestaron su servicio en las dos guerras mundiales y en Corea y Vietnam. Garton organiza el material producto de su meticulosa investigación en siete capítulos bien delimitados. Los cuatro primeros tratan la cuestión del regreso de los campos de batalla, el recuerdo de los caídos en la guerra y la memoria de los que pudieron volver, y los problemas sociales y políticos que implicó la repatriación al término de los conflictos bélicos, especialmente el reasentamiento de los exsoldados y los éxitos y fracasos de las políticas gubernamentales que buscaban ayudarlos.

En los tres siguientes capítulos el estudio se centra en cuestiones más personales. Por un lado, las consecuencias psicológicas de la guerra; Garton explica detenidamente el proceso por el que surgió la idea del “shell shock” (un concepto que en castellano se suele traducir como “neurosis ocasionada por la guerra”), y que décadas después ha sido descrito más oportunamente como “trastorno de estrés postraumático”. En el capítulo que lleva por título ‘Home Fires’, Garton ahonda en los aspectos más terribles del retorno a casa: el enorme costo humano en términos de relaciones familiares destrozadas por la imposibilidad de adaptarse a la vida civil o los numerosos casos de violencia doméstica (cuando no sexual) de los exsoldados, y la vergonzante respuesta de algunos estamentos institucionales que preferían mirar a otra parte o incluso justificarla. El séptimo capítulo está dedicado a los exprisioneros de guerra y la frecuentemente fallida rehabilitación en su vuelta a Australia.

Son muchos los puntos de interés que señala el autor a lo largo de The Cost of War. Por ejemplo, indica que hubo muy claras diferencias en la recepción en el país que recibieron los exsoldados de cada uno de los conflictos: “Hubo sin duda algunas diferencias importantes en la recepción dispensada a los hombre y mujeres que sirvieron en las dos guerras mundiales y los veteranos de las campañas de Corea y Vietnam, particularmente para los veteranos de Vietnam que regresaron cuando los movimientos antibélicos y en pro de la moratoria cobraban mayor impulso. Está claro que la protesta pública contra los veteranos de la Guerra de Vietnam fue mucho mayor y más visible que cualquier cosa a la que se enfrentaron los exsoldados de la I Guerra Mundial. Ciertamente, para un significativo segmento de la población, la Guerra de Vietnam fue moralmente más ambigua que tanto la I como la II Guerra Mundial, y por tanto comprometía el sentido de una celebración pública. No obstante, los veteranos de conflictos anteriores también estuvieron expuestos al resentimiento, y muchos de los que sirvieron en Vietnam volvieron a casa en medio de entusiastas bienvenidas. Pero algunos de los veteranos de Vietnam hicieron su regreso a título individual en lugar de como brigadas del ejército, y fue esta experiencia la que enmarcó su recuerdo de la bienvenida a casa. A estos recuerdos también les han dado forma las narrativas históricas y populares que se han escrito acerca cada una de las guerras. Mientras que la I y la II Guerra Mundial se consideraron nobles victorias, la de Corea se disipó de la memoria pública y la de Vietnam estuvo envuelta en un velo de fracaso. El poderío del mito de los ANZAC pudo causar tanto su menoscabo como la exageración”. (p. 30, mi traducción)

"En su forma final, el edificio parece menos un templo griego o un mausoleo que una interpretación de estilo art decó de una basílica medieval, una impresión que refuerza el uso de la cúpula, el atrio, los claustros y las vidrieras de colores.” (p. 38, mi traducción). The Australian War Memorial, Canberra. Fotografía de Sardaka.

Y el hecho es que el mito de los ANZAC ha vertebrado desde la segunda década del siglo XX la tradición histórica ininterrumpida y la identidad de una gran parte de la sociedad australiana: “…en esta continuidad, la leyenda de los ANZAC ha conseguido mantener su lugar en el centro del simbolismo nacional. Esta es la memoria pública que une a los hombres y mujeres que prestaron sus servicios a Australia en la guerra. Es una memoria de una fuerza y una significancia extraordinarias para muchos australianos, y que ha dado forma a nuestro entendimiento de nuestra propia historia: si bien, como todas las memorias, es selectiva, pues bloquea narrativas y conmemoraciones históricas alternativas.” (p. 70, mi traducción)

Una de las conclusiones que el lector puede extraer del excelente estudio de Garton es el hecho de que la ideología configuró decisivamente las políticas gubernamentales de ayuda a la repatriación de los exsoldados: “Lo que sorprende es la ubicua naturaleza del llamamiento a los códigos masculinos como elemento reconocido y esencial de la política gubernamental. En su mayoría, esas políticas atendían a las necesidades materiales (hospitales, políticas de empleo, servicios de rehabilitación, ayudas asistenciales), pero incrustados en estas prosaicas inquietudes había problemas de cultura, de naturaleza, de sexualidad e identidad. Los soldados estaban regresando a sociedades que habían cambiado, y llevaban consigo una sensación generalizada de que también ellos habían cambiado. La repatriación, por lo tanto, había de negociar los problemas del cambio y la diferencia, mas su respuesta, especialmente después de la I Guerra Mundial, miraba en gran medida hacia el pasado, hacia convenientes certidumbres de la masculinidad; la importancia de la independencia varonil, la autoayuda, y la autosuficiencia. En la II Guerra Mundial se reconoció que ese enfoque, con todo lo deseable que podía ser, era insuficiente. […] Pero al hacer de la repatriación un problema de psicología individual, el nuevo enfoque científico rebatía la idea de la repatriación como problema cultural: una cuestión que precisaba de la negociación de las costumbres y expectativas de los que regresaban y las de los que los recibían. El nuevo enfoque de la repatriación era conservador y romántico, hacía uso de normas consoladoras e idealizadoras de un sujeto activo masculino y libidinal y un sujeto pasivo femenino: el sostén de la familia y una dependiente; eran normas que cada vez más eran difíciles de sostener, en particular para los exsoldados heridos y enfermos. (p. 109-10, mi traducción)

“Muchos manifestantes de la época (y desde entonces) han mantenido que su oposición era a la guerra, no a los soldados. En el ardor del momento, es probable que los veteranos no vieran distinciones tan sutiles […] pero debemos considerarlas en su contexto, más como proyecciones de los tumultuosos cambios socioculturales que han terminado asociados con la década de los 60. En todo Occidente, los cambios en la vestimenta, los peinados, la música, y los movimientos emergentes de la liberación sexual, la liberación gay, la liberación de las mujeres, la nueva izquierda, las protestas estudiantiles, el anticolonialismo y el antibelicismo, recibieron una extraordinaria cobertura mediática.” (p. 242, mi traducción). Protesta de hippies contra la guerra de Vietnam. Fotografía de S.Sgt. Albert R. Simpson - National Archives and Records Administration.
Garton demuestra una enorme empatía y compasión por todas las personas que sufrieron en los conflictos. Antepone siempre su parte humana en el análisis. Y no obstante, en el epílogo, a modo de conclusión, formula unas cuantas preguntas que cada australiano tendrá que responder conforme a sus valores morales y la jerarquía de estos en su visión del mundo y de la vida: “…oculta bajo la honorable tradición de los ANZAC se halla una historia más sombría de muertes prematuras, de duelo, de las vidas destrozadas de muchos que sobrevivieron, y las heridas emocionales infligidas a quienes los recibieron a su regreso. ¿Por qué se ha terminado entrelazando la nación tanto con la muerte? ¿No podemos tener la una sin la otra? ¿Merece la pena una cosa por la otra? Quizás el reto consiste en crear un estado nuevo, sin ignorar el anterior: en ensanchar nuestros valores como nación sin perder los antiguos, y en encontrar un sentido en ser australiano sin sufrir la futilidad de la guerra y todas sus consecuencias. ¿O son acaso el sacrificio voluntario y la aceptación de la muerte por la colectividad el único modo de que podamos asegurarnos que el lugar donde vivimos tiene un valor?” (p. 269, mi traducción) 

Lo que evidencia en todo caso este magnífico libro de Historia es que el coste de la guerra es, se mire como se mire, siempre excesivamente alto.

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