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7 sept 2023

Reseña: The Shrinking Nation, de Graeme Turner

Graeme Turner, The Shrinking Nation (St. Lucia: UQP, 2023). 232 páginas.

El próximo catorce de octubre será un día importante en Australia. La ciudadanía debe decidir (puesto que el voto es obligatorio) en referéndum si aprueba o no una enmienda a la Constitución, por la cual los pueblos originarios pasarían a contar con un órgano consultivo y asesor propio, que aportaría sus puntos de vista al ejecutivo federal en relación con todos los temas que les afectan, en un nivel político similar al del parlamento federal.

El Profesor Graeme Turner ha publicado hace apenas tres meses este ensayo en el que denuncia la desastrosa situación a la que la miopía, cuando no la incompetencia, la desidia o incluso la perversidad de diversos gobiernos que los australianos hemos sufrido en las dos últimas décadas ha abocado al estado-nación.

Turner es historiador cultural. Ha estudiado en profundidad las transformaciones y vicisitudes por las que la cultura política australiana ha pasado desde la segunda mitad del siglo XX hasta nuestros días, y los resultados de sus investigaciones apuntan «a un cambio en la política cultural del país tan dramático que debe hacer que nos preguntemos qué lo ha impulsado. ¿Qué nos dice la manifiesta aceptación por parte de los australianos de la resistencia de sus políticos al cambio acerca de la cultura, el desplome de la confianza en la política y la democracia, el grado variable de identificación con los intereses de la nación y cómo se conceptualizan exactamente dichos intereses en la mente de los ciudadanos?» (p. 38, mi traducción).

Y no es que Australia sea un caso singular. En los últimos diez o quince años, la mayoría de las democracias occidentales han visto que la tendencia a enfrascarse en agrios enfrentamiento entre los actores políticos no solamente socava la estabilidad de la acción de gobierno sino que puede llevar a hechos lamentables de violencia e insurrección en nombre de falsos mesías y espurios salvadores de la libertad. El prácticamente absoluto cierre de las fronteras del país durante casi dos años por la pandemia del Covid-19 fue visto por muchos australianos como un recorte de sus libertades más que un mecanismo de protección a la ciudadanía. Fue un arma de doble filo, sin duda: «Australia es el único estado-nación que no solamente se negó a permitir que miles de sus ciudadanos regresaran a su casa mientras buscaban refugio de la pandemia o trataban de reunirse con sus familias, sino que además prohibió a sus ciudadanos, a los titulares de visados temporales, los residentes permanentes y los titulares de la doble nacionalidad salir del país. […] En tanto que provocación a ese sentido de pertenencia a la nación que sintieron los australianos, así como a sus derechos humanos como ciudadanos de un país soberano, es difícil imaginar alguna otra acción de la Commonwealth de Australia que socavara más sustancialmente la confianza en el gobierno». (p. 81, mi traducción).

Alguien dejó este mensaje en tierra Bidjigal, en lo que se conoce como Mascot, cerca del aeropuerto de Sydney en diciembre de 2022. Por mucho que se les haya robado, humillado y maltratado... Estas tierras siempre han sido, son y serán de los pueblos indígenas australianos. Fotografía de Kgbo. 

La severa crítica que Turner hace de los gobiernos federales desde el comienzo del siglo XXI está perfectamente justificada y comprende ambos lados del espectro parlamentario, tanto la coalición liberal-nacionalista como el partido laborista, y los medios de comunicación de masas, en particular el conglomerado mediático propiedad de Rupert Murdoch.

Turner es particularmente duro con los primeros ministros Abbott y Morrison, pero el autor ahonda en las causas de este deprimente escenario en el que los cimientos de la sociedad australiana parecen haberse desmoronado: las llamadas guerras culturales. «…ha habido una enérgica utilización de la idea de cultura como arma divisoria, en una escrupulosa obstrucción a los proyectos de construcción comunitaria anteriormente descritos. Estas guerras culturales han abarcado décadas, y sus repercusiones sociales y culturales de largo plazo han explotado el profundo filón del prejuicio y la división tan arraigado en la cultura y la sociedad australiana». (p. 167, mi traducción)

El capítulo final del libro, a modo de conclusión, lleva por título ‘Somewhere in here, there is a better country trying to get out’ [En alguna parte, aquí dentro, hay un país mejor que intenta emerger]. The Shrinking Nation es un oportuno libro de publicación muy reciente —apareció en junio— y plantea significativos interrogantes tras un muy completo estudio de los problemas que aquejan al sistema político australiano actualmente.

Uno quisiera pensar que el domingo quince de octubre, este país, al que me sumé hace más de dos décadas, amanezca mejor. Que los australianos habremos decidido dar un paso adelante en pos del progreso y la armonía. Los sondeos, sin embargo, no son nada halagüeños y no son motivo de optimismo. En mi opinión, tras la magnífica percepción que la organización del Mundial Femenino había transmitido al mundo, la comunidad internacional estará más que decepcionada si no damos este importante paso adelante. Tiempo al tiempo. Ojalá este 14 de octubre sea un día de celebración para todos; y en todas partes.

18 ene 2022

Reseña: Dear Son, de Thomas Mayor et al.

Thomas Mayor, Dear Son: Letters and Reflections from First Nations Fathers and Sons (Melbourne y Sydney: Hardie Grant, 2021). 189 páginas.

En la primera de las cartas que integran este libro, Thomas Mayor le recuerda a su hijo la ocasión en la que rechazó tomarle de la mano en público. El hijo tenía a la sazón 9 años. Thomas Mayor adujo que el niño era ya demasiado mayor como para ir cogido de la mano de su padre. El autor de la carta lamenta y se arrepiente de haber rechazado la mano de su hijo.

La idea de este libro nació de un encuentro entre Mayor y la escritora indígena australiana Tara June Winch, quien escribió el prólogo.

Se trata de una antología de sentimientos fruto de la experiencia, de los recuerdos y los relatos de generaciones anteriores de hombres Indígenas australianos: reflejan la frustración, la irritación, la rabia, la indignación y la humillación que han sufrido ellos y sufrieron sus padres, abuelos, bisabuelos, tatarabuelos… Es una recopilación en la que la comunicación directa con padres o hijos, según sea el caso, dignifica y reivindica a sus autores.

En cierto modo, es como si el tiempo no hubiera pasado...
El calendario del pueblo Nyoongar.
Fotografía de Orderinchaos 
En muchas de ellas se menciona la opresión colonial y la violencia ejercida contra los pobladores originarios de esta tierra. Hablan asimismo del hurto de sus tierras, de las generaciones robadas por un sistema social racista, del sufrimiento y la lucha constante por mejorar sus vidas y las de sus hijos, de la aniquilación de sus lenguas y costumbres.

Un ejemplo profundamente llamativo es este episodio que relata el periodista Stan Grant en la vida de su padre:

“Esa fue la misión de vuestro Abuelo: salvar nuestra lengua. De pequeño había pasado algún tiempo con su Abuelo, Budyaan, en los matorrales del bush. El viejo Budyaan hablaba siete lenguas y le enseñó la lengua de los Wiradjuri a Papá. Un día, en la calle principal del pueblo, Budyaan le dijo algo a Papá en voz alta y un poli lo oyó. Al viejo lo arrestaron y lo encarcelaron.

Cuando salió, dijo que nunca más volvería a hablar nuestra lengua. Se la guardó solamente para cuando Papá estaba con él, lejos, allí donde ningún hombre blanco pudiera oírlo. Vuestro Abuelo pasó muchos años simplemente sobreviviendo. Simplemente poniendo comida en la mesa. Los Indígenas vivían a salto de mata. Día tras día, un pueblo tras otro, un trabajo agotador y luego otro y luego otro.

El Abuelo tiene cicatrices repartidas por todo el cuerpo: cicatrices de sobreviviente. Son cicatrices adquiridas en las carpas de boxeo, cicatrices de los aserraderos, cicatrices de los polis. Y luego están las cicatrices que no vemos: las cicatrices que él mantiene escondidas. Cicatrices en el alma que no curan. Vuestro Abuelo tiene cicatrices infligidas por Australia.” (Stan Grant, p. 28, mi traducción).

La Australia blanca anglosajona sigue ignorando, cuando no menospreciando, a los pueblos originarios de este continente. Gobierno tras gobierno, las reivindicaciones de los pueblos Aborígenes siguen siendo desdeñadas y arrinconadas en la agenda política y económica del país. La parte que juegan los medios de comunicación no es nimia, pues desde muchos de ellos se les denigra e insulta. El caso del jugador de fútbol australiano Adam Goodes es claramente ilustrativo.

Cada una de las cartas incluye detalles reveladores y únicos, pero todas tienen algo muy importante en común: el hartazgo. “Porque somos padres Indígenas y cuidamos de nuestros hijos. Los hemos amado, criado y sostenido; los hemos protegido y les hemos enseñado cómo sobrevivir y a sentirse orgullosos de su cultura. Hemos hecho igual que hicieron tus padres, y los padres de tus padres, y así durante generaciones que se remontan a decenas de miles de años.” (Thomas Mayor, p. 179, mi traducción)

Incluso si no fuera cierto que la frase fue suya, es innegable que Gandhi sigue siendo ejemplo para muchos. “Al echar la vista atrás y ver lo que he aprendido, quiero que sepas que lo más importante es ser fiel a uno mismo. Si las expectativas de la sociedad te fuerzan a negar quién eres, cambia entonces las expectativas de la sociedad. Haz lo que sugiere Gandhi: «Conviértete en el cambio que quieres ver en el mundo.»” (Daniel Morrison, p. 89, mi traducción). 
Fotografía de Bernard Gagnon .
Una aportación en forma epistolar muy necesaria, muy relevante pero, desgraciadamente, muy actual.

8 jun 2014

Satellite Boy


Satellite Boy cuenta la escapada de dos chicos muy jóvenes, Pete y Kalmain, desde una remota comunidad indígena del Territorio del Norte. Pete pone rumbo a la ciudad para decirle al propietario de una compañía minera que no desaloje a su abuelo de la casucha en la que vive. El otro chico que lo acompaña, Kalmain, huye de la miseria en la que vive su familia y de una tendencia a cometer pequeños delitos de la que, según parece, le es imposible desligarse.

Hay un detalle especialmente sugestivo en la película: Pete recoge del suelo el envoltorio del paquete de papas fritas que Kalmain ha terminado, prácticamente las últimas provisiones que les quedan. Kalmain lo mira como si fuera un bicho raro, pero Pete sonríe para sus adentros. Horas después, antes de que caiga la noche, Pete enciende un fuego haciendo que la luz del sol se refleje en el recubrimiento interior de aluminio del envoltorio sobre un manojo de hierba seca.

Mientras que Kalmain sueña con vivir una vida de riqueza material, repleta de comodidades y privilegios que le están (y le estarán por siempre) sistemáticamente vedados, Pete ha experimentado la forma tradicional de vivir en esa tierra con su abuelo, Jubi, y ha aprendido a sobrevivir en el exigente entorno del bush australiano.

26 mar 2014

Gagudju Man


Pocas veces en la vida tiene uno la oportunidad de ser testigo presencial de algo tan auténtico, tan singular y emocionante como la presentación de esta ceremonia fúnebre del pueblo Bunitj, del norte de Kakadu, Territorio del Norte.

Era la primera vez que una ceremonia antiquísima, más antigua que las civilizaciones faraónica, griega o inca, se representaba en un lugar fuera de Kakadu.

El espectáculo presentado ayer en Canberra (‘lugar de reunión' en la lengua Ngunnawal propia de la zona) es un homenaje a Bill Neidjie, último hablante de la lengua Gagudju, autóctona del norte de Kakadu, y cuya contribución fue decisiva para el establecimiento del Parque Nacional en esa región tan única.

Un importante giro cultural se está produciendo. Las nuevas generaciones de los pueblos indígenas australianos comienzan a comprender lo importante que es grabar sus ceremonias y otras manifestaciones culturales propias para poder perpetuarlas y legarlas al futuro.

Para evitar que danzas tan antiguas desaparezcan de la faz de la Tierra, para evitar que sus lenguas, canciones, historias y ceremonias rituales sigan vivas, gente como Bill Neidjie está tomando la decisión de romper con la tradición que les dice que su imagen (su espíritu) no debe capturarse.


El privilegio de haber visto esta ceremonia, y de haber pisado la misma arena que ellos (invitaron al público a bailar con ellos la danza de despedida al sol) no se me olvidará nunca.

7 jun 2013

Yunupingu, un gran Yolngu


Dots on the Shell salió por primera vez en formato de CD sencillo en 1994. Un tema maravilloso que combina la lengua yolngu y el inglés, formó parte de los primeros meses de mi vida en Australia. Este videoclip solía aparecer en la cadena SBS como relleno entre programas.

M. Yunupingu murió hace unos días, a los 56 años. Murió de una enfermedad renal, un tipo de enfermedad que entre la población en general habría recibido tratamiento desde un principio, lo cual habría alargado su vida considerablemente.

Hay dos Australias. Todavía hay dos Australias. Todavía hay una enorme diferencia cualitativa y cuantitativa entre la atención sanitaria que reciben los australianos urbanos y la que reciben los indígenas australianos. Y esa diferencia se extiende a todos los ámbitos de la vida diaria: educación, infraestructuras, servicios…

Siempre nos quedará su sonrisa, cuando arroja la lanza en el mar de Arafura, en el norte, en la tierra de su gente, yolngu.

26 ene 2013

Australia, 26 January 2013

National Museum of Australia, Obj. nº 1987.0011.0001
En este 26 de enero de 2013, Día de Australia, reproduzco traducido al castellano un extracto del editorial del periódico de Melbourne The Argus, del 17 de marzo de 1856, y que el magistrado y poeta Peter Gebhardt incluye en un artículo titulado 'A national day of shame' publicado el pasado jueves.

“Nunca hemos escuchado en el Consejo Legislativo debate alguno que más nos provocara sentimientos de amarga indignación, que el que tuvo lugar en torno a la suma dedicada a los aborígenes en los presupuestos. Durante mucho tiempo hemos sido de la opinión de que, en tanto que un pueblo, somos culpables de las más baja mezquindad y deshonestidad en el trato que le damos a esta desdichada raza. Y dicha impresión fue fuertemente reverdecida por la escena a la que nos referimos – por la despreciable cantidad que los ocupantes actuales de esta colonia otorgan a sus poseedores originales, por la indecente frivolidad por la que se caracterizó todo el debate en torno a dicho asunto. Estos pobres infelices tienen, evidentemente, muy pocos amigos. Es de justicia dedicar un momento a la exposición de su causa.

Pareciera que nunca se presenta el hombre blanco…de forma más rematadamente despreciable que en sus relaciones con sus hermanos menos desarrollados. Toma posesión de la tierra por costumbre. Altera el curso de los ríos, ahuyenta los animales de caza, erige cercas, elimina la vegetación y pone sus cultivos, abre las entrañas de la tierra, y se lleva una riqueza incalculable, mientras que los ocupantes originales de esas tierras, no solamente observan con impotencia todo esto, sino que se hunden, emponzoñados por vicios nuevos y arruinados por enfermedades exóticas, hacia un exterminio prematuro. Y nosotros – un pueblo cristiano – una raza devota, magnánima e inteligente – que cuenta con una historia que podemos rememorar, y un talante que apuntalar – nos quedamos inmóviles, callados, ¡y no sentimos el oprobio y el pecado de esa actitud!

Cuanto más pensamos en este asunto, es tanta la humillación y la irritación, que no puede ser tratado de manera atemperada. Si el así llamado 'salvaje' es lo suficientemente astuto como para negociar un precio por su tierra, mi magnánimo europeo condesciende en comprarla. Si el habitante autóctono es tan ingenuo y poco precavido que no estipula los términos de pago, le viene muy bien a la pureza anglosajona tomar la tierra sin pagar por ella. Si estos hombres de piel cobriza tienen tanto conocimiento de la civilización que ya saben del valor de las propiedades, e incluso más, si tienen tantos conocimientos de la guerra que los hicieren peligrosos, Rostro Pálido se lleva la mano a la cartuchera. Si los aborígenes son intelectualmente torpes y carecen de fuerza física, ¡el hombre blanco no considera que sea vergonzoso robarles! Lo que para una naturaleza verdaderamente noble sería causa adicional para prodigar un trato justo e incluso generoso – dada la indefensión y la falta de sofisticación de esos a los que desposeemos – se ha convertido para nosotros – qué vergüenza produce reconocerlo – en ocasión para el engaño y la enajenación fraudulenta.

Afirmamos que en las circunstancias actuales, este país le ha sido descaradamente robado a los negros. Si hubiesen sido como los maoríes de Nueva Zelanda o como los indios de Norte América, tendríamos que haberles comprado la tierra, y haberles dado medios de subsistencia cuando la tomamos. Mas como resultaron ser débiles, pobres e inexpertos, los hemos desalojado sin pago ni recompensa alguna. Protestamos contra esto en tanto que es un acto de tan cobarde y sórdida tiranía – de una deshonestidad tan vil y flagrante – como el mundo ha visto y verá. Nosotros, el pueblo de esta colonia, tenemos en esta instancia la posición de embusteros y timadores, y no mereceríamos que esta tierra, que ha sido adquirida tan indignamente, prosperase con nosotros.”


Desde 1856 a 2013 las cosas han cambiado, pero no tanto. Como dice Peter Gebhardt, "Washing the blood away doesn't wash away the stain", es decir, que por mucho que se haya lavado la sangre, la mancha permanece (Macbeth de esto sabía lo suyo).

Por el futuro de mis hijos, que han nacido en esta tierra, yo me niego a celebrar la injusticia en la que se fundamenta esta Australia en 2013.

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