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National Museum of Australia, Obj. nº 1987.0011.0001 |
En este 26 de enero de 2013, Día de Australia, reproduzco traducido al castellano un extracto del editorial del
periódico de Melbourne The Argus, del 17 de marzo de 1856, y que el magistrado y poeta Peter Gebhardt incluye en un artículo titulado 'A national day of shame' publicado el pasado jueves.
“Nunca hemos escuchado en el Consejo Legislativo debate alguno que más
nos provocara sentimientos de amarga indignación, que el que tuvo lugar
en torno a la suma dedicada a los aborígenes en los presupuestos. Durante mucho
tiempo hemos sido de la opinión de que, en tanto que un pueblo, somos culpables
de las más baja mezquindad y deshonestidad en el trato que le damos a esta
desdichada raza. Y dicha impresión fue fuertemente reverdecida por la escena a
la que nos referimos – por la despreciable cantidad que los ocupantes actuales
de esta colonia otorgan a sus poseedores originales, por la indecente
frivolidad por la que se caracterizó todo el debate en torno a dicho asunto. Estos
pobres infelices tienen, evidentemente, muy pocos amigos. Es de justicia
dedicar un momento a la exposición de su causa.
Pareciera que nunca se presenta el hombre blanco…de forma más
rematadamente despreciable que en sus relaciones con sus hermanos menos desarrollados.
Toma posesión de la tierra por costumbre. Altera el curso de los ríos, ahuyenta
los animales de caza, erige cercas, elimina la vegetación y pone sus cultivos,
abre las entrañas de la tierra, y se lleva una riqueza incalculable, mientras
que los ocupantes originales de esas tierras, no solamente observan con
impotencia todo esto, sino que se hunden, emponzoñados por vicios nuevos y
arruinados por enfermedades exóticas, hacia un exterminio prematuro. Y nosotros –
un pueblo cristiano – una raza devota, magnánima e inteligente – que cuenta con
una historia que podemos rememorar, y un talante que apuntalar – nos quedamos
inmóviles, callados, ¡y no sentimos el oprobio y el pecado de esa actitud!
Cuanto más pensamos en este asunto, es tanta la humillación y la
irritación, que no puede ser tratado de manera atemperada. Si el así llamado
'salvaje' es lo suficientemente astuto como para negociar un precio por su
tierra, mi magnánimo europeo condesciende en comprarla. Si el habitante
autóctono es tan ingenuo y poco precavido que no estipula los términos de pago,
le viene muy bien a la pureza anglosajona tomar la tierra sin pagar por ella. Si
estos hombres de piel cobriza tienen tanto conocimiento de la civilización que
ya saben del valor de las propiedades, e incluso más, si tienen tantos
conocimientos de la guerra que los hicieren peligrosos, Rostro Pálido se lleva
la mano a la cartuchera. Si los aborígenes son intelectualmente torpes y
carecen de fuerza física, ¡el hombre blanco no considera que sea vergonzoso
robarles! Lo que para una naturaleza verdaderamente noble sería causa adicional
para prodigar un trato justo e incluso generoso – dada la indefensión y la
falta de sofisticación de esos a los que desposeemos – se ha convertido para
nosotros – qué vergüenza produce reconocerlo – en ocasión para el engaño y la
enajenación fraudulenta.
Afirmamos que en las circunstancias actuales, este país le ha sido
descaradamente robado a los negros. Si hubiesen sido como los maoríes de Nueva
Zelanda o como los indios de Norte América, tendríamos que haberles comprado la
tierra, y haberles dado medios de subsistencia cuando la tomamos. Mas como
resultaron ser débiles, pobres e inexpertos, los hemos desalojado sin pago ni
recompensa alguna. Protestamos contra esto en tanto que es un acto de tan
cobarde y sórdida tiranía – de una deshonestidad tan vil y flagrante – como el
mundo ha visto y verá. Nosotros, el pueblo de esta colonia, tenemos en esta
instancia la posición de embusteros y timadores, y no mereceríamos que esta
tierra, que ha sido adquirida tan indignamente, prosperase con nosotros.”
Desde 1856 a 2013 las cosas han cambiado, pero no tanto. Como dice Peter Gebhardt, "Washing the blood away doesn't wash away the stain", es decir, que por mucho que se haya lavado la sangre, la mancha permanece (Macbeth de esto sabía lo suyo).
Por el futuro de mis hijos, que han
nacido en esta tierra, yo me niego a celebrar la injusticia en la que se
fundamenta esta Australia en 2013.