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11 feb 2015

Reseña: Your Fathers, Where Are They? And the Prophets, Do They Live Forever?, de Dave Eggers

Dave Eggers, Your Fathers, Where Are They? And the Prophets, Do They Live Forever? (San Francisco: McSweeny's, 2014). 212 páginas.


El mercado editorial estadounidense tiene por costumbre añadir al título de los libros la etiqueta que identifica para el lector potencial el género al que pertenece. Véanse las palabras “A Novel” que siguen al largo y algo rebuscado título (procedente de Zacarías 1:5) de la última entrega de Dave Eggers, prolífico autor donde los haya. Pero el mero hecho de añadir una etiqueta a un título no convierte necesariamente a dicho producto en representante del género que identifica la etiqueta.

Me explico. Your Fathers, Where Are They? And the Prophets, Do They Live Forever? apenas llega a las 200 páginas, si es que alcanza dicha cifra. Dado que el libro consiste en una serie de diálogos (no hay ningún narrador ni ‘acotaciones escénicas’), por su longitud se halla más cerca de una nouvelle que de una novela propiamente dicha. De hecho, recuerda más a la parte dialogada de un guión de cine que a una obra de teatro; si fuera necesario catalogarlo, se podría decir que es un drama de rehenes, el consabido marco de diálogo entre secuestrador y su rehén. Pero en este caso, se trata de hasta seis rehenes, encadenados todos en un lugar diferente.

La obra se inicia en el Edificio 52, donde el treintañero Thomas ha encadenado a Kev Paciorek, astronauta de la NASA, a un poste. El edificio parece ser un hangar de una vasta base militar en la costa oeste estadounidense. Thomas somete al astronauta a un severo interrogatorio. Desde un principio es evidente que Thomas está muy enojado con el sistema: no puede comprender que su país haya abandonado el programa de la lanzadera espacial mientras “acabamos de gastarnos cinco billones [utilizo la acepción oficial de billón] de dólares en guerras inútiles. Eso se podría haber gastado para ir a la Luna. O a Marte. O en la lanzadera. O en algo que nos inspire de alguna manera, carajo. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que hicimos alguna cosa que inspirara a alguien, coño?” (p.25, mi traducción)

A medida que Thomas va desgranando la naturaleza y las causas de sus diversos y profundos resentimientos (progresivamente secuestra con ayuda de cloroformo a un congresista tullido retirado y veterano de la Guerra de Vietnam, a un antiguo maestro de su escuela primaria, a su propia madre y a un policía de su ciudad) el núcleo de la historia se mueve más hacia la muerte (asesinato más bien) de su “mejor” amigo Don Banh a manos de la policía de Marview, en un acto de violencia gratuita e injustificada, en una época en la que Don estaba pasando por una crisis existencial.

Pasados unos cuantos días Thomas añade a los cinco rehenes a Sara, una joven veterinaria a la que Thomas ha conocido por casualidad en la playa y de la que se ha enamorado a primera vista. Naturalmente, voy a abstenerme de dar más detalles que pudieran crear la impresión de un desenlace revelado antes de tiempo, en lo que se suele llamar destripe.

Thanks so much, Ms Kakutani! Fotografía: KristiEpperson
La principal crítica de The New York Times, Michiko  Kakutani, le pegó con una vara muy tiesa a Eggers por esta obra: “resulta ser una obra de ficción prolija, predecible y fatigosa, a la que le falta la sabiduría emocional y la prosa deslumbrante que han distinguido gran parte de la obra anterior de este autor” (mi traducción). A mí, que no soy nadie, me produce una cierta fruición saber que no estoy en absoluto de acuerdo con ella. Así como me maravilló What is the What (2006), me decepcionó y mucho The Circle, y me dejó bastante irritado A Hologram for the King (regalaré mi ejemplar al primero que me lo pida, por cierto – gastos de correo a cuenta del destinatario, claro está). En cambio, con Your Fathers, Where Are They? And the Prophets, Do They Live Forever? Eggers sí sabe capturar la atención del lector. Un personaje desequilibrado emocionalmente pero no violento como Thomas busca respuestas a preguntas muy pertinentes. En un dificultoso trabajo de dotación de voz propia a un personaje solamente mediante sus palabras en diálogo con otros personajes, Eggers lo utiliza como filtro a través del cual observar la realidad actual estadounidense, perdida en la búsqueda de un sueño que se ha desvanecido. No puede ser fácil construir un argumento complejo solamente con diálogos, pero Eggers lo hace.

En parte Eggers logra su objetivo porque los sorpresivos cambios de tono en Thomas son la mayoría de las veces muy convincentes, en especial cuando interroga con sobrado sarcasmo a su madre (a la cual acusa de haberle arruinado su vida) y al maestro de la escuela primaria. Menos creíbles son sus declaraciones de principios (“Soy un hombre con moral y con principios”, repite una y otra vez), y el secuestro de la veterinaria riza el rizo de la credulidad del lector, pero no deja de ser pasable.

Puede que el medio formal utilizado por Eggers no sea el más indicado, puede que sea algo ambicioso o simplemente peque de abusar de ciertas tendencias posmodernistas. No es, desde luego, el más flexible para una obra de ficción. Sin embargo, a través del perturbado Thomas el autor hurga en cuestiones muy relevantes y actuales: ¿estamos preparando/educando a los jóvenes para una vida que no va a hacerse realidad? ¿Por qué seguimos, como colectivo humano, sin un plan compartido para asegurar la dignidad y el bienestar de todos los habitantes del planeta? ¿Sirve de algo la vida que llevamos?

Aunque las preguntas que anteceden te interesen (personalmente sí creo que sean relevantes), no creo que secuestrar a media docena de personas y someterlas a un riguroso interrogatorio te vaya a dar respuesta alguna. Por si se te pasa por la cabeza.

21 jul 2014

Reseña: The Circle, de Dave Eggers

Dave Eggers, The Circle (Londres: Penguin, 2013). 491 páginas.

¿Cómo saber que quien un día lea estas líneas no pondrá mi nombre en una de las diferentes listas negras de disidentes que pueden estar confeccionando agencias de seguridad y vigilancia en la Red? Imposible saberlo. Y en el fondo, no es que me importe demasiado, a decir verdad. Por decir algo que es lugar común: El constante e imparable avance e intromisión de las nuevas tecnologías en nuestras vidas (tanto en su vertiente privada como en la pública), ¿no tiene algo de siniestro?

La penúltima entrega del estadounidense Dave Eggers, The Circle (recientemente se ha publicado otra novela suya) tiene como protagonista a una jovencita Mae Holland, que hace poco hace egresado de la universidad y que gracias a la influencia de una amiga y excompañera de casa suya, Annie, consigue un puesto de trabajo en un imperio tecnológico, una gran empresa de las redes sociales tan dominantes en esta prodigiosa era post-postmoderna (¿es eso, no?) que nos ha tocado vivir. La compañía se llama The Circle, y cuenta con un fastuoso y extenso campus cercano a San Francisco. “’Oh, Dios mío’, pensó Mae. ‘Es el Cielo’.” Hete ahí la primera oración de la novela.

The Circle vendría a ser la (verosímil hasta cierto punto) suma de todas las grandes empresas que ofrecen sus servicios y productos en el mercado virtual: Facebook, Google, Apple, Twitter, Linkedin, PayPal, y añada usted todas las que quiera. La dirigen los ‘Tres Sabios’ (otra posible traducción de este trío, por cierto, sería ‘Los Tres Reyes Magos’), y se dedica a reclutar a lo más granado y prometedor de entre los mejores ingenieros, diseñadores, programadores, arquitectos, etc., disponibles en el gran e inagotable mercado global.

Para una explicación detallada de la significación de los nombres que asigna Eggers a los personajes de esta novela, recomiendo la reseña titulada ‘When Privacy is Theft’ [Cuando la privacidad es un robo] que hizo en su día la canadiense Margaret Atwood para The New York Review of Books, y que puedes encontrar aquí.

La trama de The Circle contiene guiños a muchas otras obras que la han precedido: 1984, por supuesto, y Un mundo feliz de Huxley, pero también poemas clásicos como el ‘Infierno’ de Dante o ‘Kubla Khan’ de Coleridge. A medida que Mae va adaptándose a su nuevo trabajo y a la sociedad que The Circle está construyendo como modelo exportable a todo el mundo, su personaje resulta, al menos en mi opinión, menos plausible, menos creíble.

Tras un absurdo tropiezo con la ley que la pone en una situación algo comprometida, Mae recibe el perdón de uno de los Tres Sabios a cambio de convertirse en distintivo viviente y en vivo de la empresa, omnipresente portadora, gracias a la red y a millones de cámaras asociadas a la causa de la transparencia, de los valores de aquella: sin la capacidad crítica necesaria para poder siquiera atisbar las consecuencias finales de sus decisiones, Mae prostituye su cuerpo, su mente y, si me apuran, hasta su espíritu, apuntándose con facilidad simplona a la visibilidad permanente de su vida y a la venta de los eslóganes tecno-fascistas de The Circle: “Los secretos son mentiras. Compartir es cuidar. La privacidad es un robo.” ¿No se acuerdan ustedes de que “Hacienda somos todos”? Que se lo pregunten al Bigotes o al Bárcenas, a ver qué piensan al respecto.

Todo lo hace Mae en aras de la transparencia, la verdadera democracia, la erradicación de la pobreza, el crimen, la protección de los niños indefensos. Únicamente puede desconectar la señal de audio de su transmisión continua cuando entra al baño a hacer sus necesidades: la transparencia también tiene sus límites. En una alusión muy pertinente a la situación a la que parece encaminarse la sanidad pública en las llamadas democracias occidentales, Mae consigue colocar a sus padres bajo la cobertura del seguro médico de la empresa (su padre padece esclerosis múltiple), pero el precio humano que ellos deben pagar por ese ‘lujo’ les resulta al poco tiempo intolerable.

Atwood señala en su reseña que Eggers “maneja sus materiales con admirable ingenio y entusiasmo”, y si bien advierte de que “no es ‘ficción literaria’ de esa clase” [ha mencionado a Chejov un poco antes] sino “un entretenimiento, pero exigente”, yo discrepo. La idea fundacional de The Circle, o esa especie de luz atisbada entre tinieblas que invita o provoca la creación de una obra literaria (o de arte, en términos más amplios), es muy buena. Es cojonuda y extremadamente relevante.


Pero la puesta en escena cojea. Al igual que me ocurrió con A Hologram for the King (reseñada hace más de un año aquí), no me sentí conectado con la novela en casi ningún momento, quizás porque me parece detectar un trasfondo artificioso, como si Eggers nunca se hubiera en serio a sí mismo. Además, me parece bastante pretencioso que un autor divida una novela de 491 páginas en tres ‘libros’, de los cuales el tercero contiene solamente dos páginas y media. Quizás a alguien se le haya olvidado que antiguamente muchos libros solían incluir un ‘epílogo’, cuya función primordial era la de atar cabos. Claro que estas son observaciones que solamente se le podrían ocurrir a un viejo ludita que ni tiene cuenta en Facebook, ni puñetera falta que le hace.

18 feb 2013

Reseña: A Hologram for the King, de Dave Eggers


Dave Eggers, A Hologram for the King (Londres: Hamish Hamilton, 2012). 312 páginas.

Parece innegable que el delicado equilibrio del orden político-económico mundial está desplazándose hacia el este, y que el declive del gran imperio americano es ya una realidad palpable en muchos aspectos, no solamente los económicos. Uno de los grandes aliados de los EE.UU. en el Oriente Medio, el reino saudí que tanto dinero maneja gracias a los pozos de petróleo que esconde su desierto, es el escenario de esta última novela de Dave Eggers.

De Eggers solamente había leído hasta hoy la magníficamente narrada, a ratos espeluznante historia de un joven refugiado sudanés, Valentino Achak Deng, que huye de la guerra y del horror, What is the What. Si con A Hologram for the King Eggers trata de involucrarnos y despertar nuestra simpatía por un mediocre vendedor cincuentón estadounidense, que trata de conseguir un último éxito comercial para escapar de la sima en la que se ha ido metiendo a grandes zancadas, no lo consigue. Alan Clay, tal como lo presenta Eggers, no despierta ninguna simpatía. Más bien lo contrario.

Clay viaja a Jeddah como jefe de un equipo de la empresa para la que trabaja, Reliant (la ironía del nombre no debe escapársele a nadie, supongo). Su misión es tratar de conseguir del gobierno del rey Abdullah la suculenta contratación de servicios informáticos y de comunicación para un gran y lujoso centro financiero que los saudíes están construyendo junto al Mar Rojo. Esto, según parece, es cierto. El proyecto está en marcha, nos asegura Google.

Clay, quien está arruinado y divorciado, sufre al llegar a Jeddah un insomnio que parece más resultado de su propia inseguridad y del hastío que siente por su propia vida que el consabido jetlag que nos afecta a todos los que no tenemos otro remedio que viajar en clase turista de una punta a otra del planeta.

El joven equipo de técnicos de Reliant tiene que hacer una demostración de lo avanzada que está la tecnología IT en los EE.UU., haciendo aparecer el holograma de una persona con la que conversan, y que está en Londres, en el interior de una enorme carpa (sí, has leído bien), donde los saudíes los han alojado.

En el edificio que alberga las oficinas de la empresa promotora de la ciudad en construcción, Clay conoce a una mujer nórdica, quien le proporciona una botella de alcohol destilado de alta graduación. Solo y aburrido en su habitación de hotel, y preocupado por un bultito que tiene en la espalda, a Clay solamente se le ocurre hacerse un tajo en el bultito, a ver si sale algo. Muchas toallas ensangrentadas después, y tras un poco más de alcohol, el Sr. Alan Clay consigue dormirse.

La trama es tan retorcida e incoherente como el propio Clay. En la tienda, desprovista de wifi y en la que el aire acondicionado a veces falla, los técnicos y Alan se pasan los días esperando la visita del rey Abdullah. Agobiado en la tienda, Alan sale al bochornoso calor del desierto para curiosear en las intimidades del reino saudí. Una idea poco recomendable.

Hay también una salida nocturna, en la que acompaña a Hanne, la mujer nórdica, a una fiesta en una embajada europea, donde invitados en bañadores y bikinis se lanzan a una piscina a sacar las pastillitas que alguien tira al agua. Otra noche Clay acude a cenar a la casa de Hanne (con invitación incluida a compartir un baño muy íntimo con ella); en la cena y tras esta, Clay vuelve a quedar como un idiota.

Lo poco que, en mi opinión, puede salvarse de esta novela que, vaticino yo, no pasará a la historia, es el personaje de Yousef, el chófer privado que lleva en su coche destartalado a Clay a KAEC (las siglas KAEC corresponden a ‘King Abdullah Economic City’, lugar que como digo, es real, se está construyendo, y que por cierto se pronuncia… redoble de tambores… yes! ¡Como CAKE! ¿A que es sumamente divertido e ingenioso? Vaya un pastel…) cada vez que Clay se despierta a las tantas con una resaca de espanto y descubre que ha vuelto a perder el autobús. Perdón por el largo paréntesis…

Entre Yousef y Alan parece surgir algo que podría haberse convertido en amistad, si no fuera porque Clay es socialmente tan inepto, además de culturalmente incompetente; es un idiota fracasado que puede meter la pata varias veces seguidas y aun así creerse exento del desprecio que se merece de los locales.

Cabe por supuesto también la posibilidad de que como lector, esté siendo un tanto duro, casi intransigente. También estoy en mi derecho, puesto que he gastado mi dinero en un libro que no me convencido en absoluto.

Puede que uno debiera leer A Hologram for the King como una moderna fábula alegórica, a la que le faltaría mucha necesaria carga irónica. Es ahí donde pienso que cojea claramente la novela: vendría a ser una representación de los profundos desengaños a los que se ha visto abocada la clase media norteamericana (y por ende, la occidental en general) desde que las empresas multinacionales que manejan este cotarro que llamamos economía mundial comenzaron a globalizar el mercado del trabajo aceleradamente, y la fabricación de productos se trasladó a Asia, a África o a las mismas maquiladoras a orillas del Río Bravo del Norte. Si es así, puede que haya muchos lectores que disfruten de esta novela. Evidentemente, a mí no me ha gustado. Después de What is the What, esperaba mucho más de Eggers, y A Hologram for the King me ha decepcionado.

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