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22 oct 2017

Reseña: El Sistema, de Ricardo Menéndez Salmón

Ricardo Menéndez Salmón, El Sistema (Barcelona: Seix Barral, 2016). 327 páginas.
La palabra sistema (del griego σύστημα ' reunión, conjunto, agregado' — identifica una serie de reglas, estamentos y procedimientos que disponen el funcionamiento de un grupo o colectividad, o en términos generales, la sociedad. En esta novela de Menéndez Salmón, el Sistema es un conjunto (un archipiélago, nos dice el Narrador, el protagonista de El Sistema) en el que hay dos grupos enfrentados. Por una parte, los Propios del Sistema, autoerigidos en legítimos defensores de la civilización; como en toda narrativa que se precie debe haber un antagonista, en este caso ese papel corresponde a los Ajenos, exteriores, bárbaros, peligrosos. Nosotros y ellos. Nada nuevo bajo el sol.

El Narrador lleva cinco años trabajando en una Estación en la costa de una isla llamada Realidad. Su misión es vigilar el litoral y avisar al Sistema de cualquier incidente, especialmente el avistamiento de Ajenos, personas cuya ideología es contraria al Sistema y busca socavarlo. Cuando llegan dos ingenieros que instalan una Caja a la cual le prohíben acceder al Narrador, las cosas empiezan a cambiar rápidamente. Con el paso de los días, el Narrador se derrumba; tras un tratamiento médico, regresa a la Estación y es testigo de la llegada de Ajenos, pero no la reporta. Le asignan un compañero llamado Buena Muerte, comprueba con incredulidad cómo se distancia de su familia y finalmente abandona su puesto.

Un estupendo puesto de vigía para pasar un finde. Acantilados cerca de Garie Beach, al sur de Sydney. Fotografía de Timothy M Roberts.
El resto de la esquematizada trama es una extraña odisea del Narrador, quien es internado en una Academia del Sueño hasta la caída del Sistema y la invasión de Realidad por parte de los Ajenos. De allí se embarca con su celador/doctor, Klein, en una gabarra infernal que los Ajenos conducen hasta el Gran Norte y finalmente hasta otra isla donde hay una absurda estructura arquitectónica denominada la Cosa.

El Sistema es una densa novela de ideas. Son muchas (y desde luego, muy buenas) las que explora el Narrador. Pero son tantas que en ocasiones la estructura novelística se resiente. Menéndez busca examinar el deterioro de la sociedad posmoderna que, según parece, estamos viviendo en estas primeras décadas del siglo XXI. La sociedad que el Sistema defiende por todos los medios — sean lícitos, limpios o justos no parece importarle a nadie — es sin duda ignominiosa, pero no tan distante de la que ha producido, por poner un ejemplo palpable, un 50% de paro juvenil en esa “isla” que Menéndez da en llamar Realidad y que tanto ha defraudado a una generación entera de sus ciudadanos.

El Narrador se ve desde un principio como pieza del mecanismo del Sistema, y sus actos subversivos se recogen en tres cuadernos, que corresponden a las tres primeras partes de El Sistema. En sí, la novela es un gran juego metaliterario — además de las citas que el autor recoge en la nota final del libro, hay una infinidad de ecos literarios, que divertirá sin duda a quien le atraiga esa clase de pasatiempo.

A mi parecer, esta novela del autor de Derrumbe tiene dos problemas. El primero es, obviamente, la patente trabazón conceptual del empeño del autor: son tantas las ideas que la trama se atasca en ellas. El segundo lo identifico en la decisión deliberada del autor de escoger tres puntos de vista para cada una de las cuatro partes. La primera, ‘En la Estación’, nos presenta al Narrador a través de la tercera persona. En la segunda, ‘En la Academia del Sueño’, el Narrador nos habla en primera persona. Ese salto no debiera ser tan importuno si en las otras dos se mantuviera algún atisbo de coherencia. Pero no es así: en la tercera parte el Narrador se habla a sí mismo en segunda persona, un recurso efectista, pero en mi opinión poco exitoso. Por último, en la cuarta parte, ‘En la Cosa’, la narración vuelve a la tercera persona con una voz omnisciente. Si lo que buscaba Menéndez Salmón era sembrar el caos, no hay duda de que se ha acercado al objetivo. Pero su novela flaquea como resultado de esos vaivenes.

La interminable curiosidad por conocer.... y conocernos.
Clave para la interpretación de la novela resulta el cuadro de Rembrandt La lección de anatomía del doctor Tulp. Pienso que Menéndez identifica el cuadro — esto es, la representación artística — como concreción de la belleza en tanto que máxima creación humana. El tema de fondo de El Sistema sería pues la regeneración de la humanidad. En todo caso, esta novela no deja un buen sabor de boca: a ratos uno no tiene claro si está leyendo ficción o un tratado de literatura filosófica. Quizás algún día el Narrador nos lo pueda explicar, pero lo dudo.

18 abr 2012

Reseña: Derrumbe, de Ricardo Menéndez Salmón


Ricardo Menéndez Salmón, Derrumbe (Barcelona: Seix Barral, 2010). 189 páginas.

Será una coincidencia (o no), pero estaba terminando de leer esta ominosa novela de Menéndez Salmón cuando por TV aparecieron las imágenes de un asesino, alguien que hace casi un año ejecutó con frialdad a 77 personas, un mamarracho oriundo de Noruega y cuyo nombre prefiero no mencionar (toda divulgación gratuita que se haga de ese miserable estará siempre de más). En los reportajes que acompañaban a las imágenes del juicio y que llegaban desde Europa, el verdugo parecía totalmente seguro de sí mismo; la única emoción que trascendió fue un atisbo de lágrimas cuando se hizo alusión a su ‘manifiesto’, con el cual quería justificar sus repugnantes acciones.

Hay en Derrumbe una escena que guarda cierta (aunque lejana) similitud: la de la inmolación de los Arrancadores, el trío terrorista que vuela en mil pedazos Corporama, una suntuosa instalación tipo parque temático que era el orgullo de los biempensantes ciudadanos de la ficticia ciudad de Promenadia. Pero esta novela es mucho más que eso: hay en Derrumbe mucha reflexión, mucha filosofía no siempre explicitada, y una historia narrada con un lenguaje que por momentos es exquisitamente lírico. Como si el terror y el horror solamente se hicieran admisibles mediante la sublimación del lenguaje, con la poesía.

Derrumbe se compone de tres partes: ‘Mortenblau’, ‘El mundo bajo la caperuza del loco’ y ‘Padres sin hijos’. En la primera parte, el detective Manila forma parte del equipo policial que investiga al asesino de los zapatos cuya motivación parece ser simplemente el deseo de matar y el ritual que ha perfeccionado (siempre deja un zapato suelto de su víctima anterior); en el relato, el narrador nos lleva de una escena de crimen a otra, a veces en el momento del asesinato, otras veces en el descubrimiento del cadáver por parte de la policía.

Del asesino sabemos que lee a Montaigne, a Huysmans y Kafka. Que mata a su madre para ahorrarle el sufrimiento de la enfermedad que padece.

Un día a la mujer de Manila (embarazada de casi seis meses) un desconocido en el autobús le pone la mano en la barriga, después de exigirle a un pasajero que desocupe el asiento para ella. Poco tiempo después, en un abrupto salto en el tiempo de la narración, el narrador desvela por boca de uno de los detectives que a la mujer de Manila la mató el asesino en serie y que “le devoraron la placenta tras dar a luz”.

Dice Manila en una de sus reflexiones que “se trata del Mal…Estamos tratando con el Mal, en mayúsculas. Una de las palabras más cortas; uno de los viajes más largos.”

Mientras, un grupo de tres estudiantes, aburridos de las clases que reciben, decide constituirse en un grupo de filósofo-terroristas y atacar el consumismo burgués y autocomplaciente de la ciudadanía promenadiana. Empiezan por meter agujas en los envases de leche, luego envenenan el agua de las fuentes públicas, y finalmente coronan su campaña de terror contra Promenadia haciendo explotar Corporama.

Curiosamente, es un ciudadano medio, Valdivia, el que se constituye en personaje principal de la segunda parte del libro; es a través de su mirada como vemos la amenaza de los Arrancadores primero, y los resultados de sus actos después. Valdivia es espectador del terror, pero a la postre es también víctima de éste en tanto que su hija Vera se desgaja del núcleo familiar para (re)construirse (su novio era uno de los Arrancadores, cosa que ella no sabía) una personalidad en torno al recuerdo de los filósofos del terror.

No se trata por tanto de una novela de misterio; nada más lejos de la realidad. Derrumbe es un libro denso y rico, en el que se paladean tanto la prosa como las interrogantes a las que nos conduce el narrador.

Menéndez Salmón no deja abierta la trama. En la tercera parte, Valdivia asiste impotente a la degradación moral de su hija. Manila recobra a su hijo cuando el asesino se entrega y hace entrega de sus cuadernos, una especie de diario en el que ha escrito el horror. Al autor le interesa hacernos pensar en el Mal, en su esencia. No debemos olvidar que los seres humanos somos capaces de crear para el goce estético (el arte), pero también que somos capaces de provocar el miedo, el terror, la destrucción. Dice el narrador de Derrumbe de los tres saboteadores mientras estos limpian las agujas: “Los monstruos habían devorado la obra de arte”. También el innombrable noruego se ha referido a su masacre como un acto “espectacular y sofisticado”.

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