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13 dic 2015

Reseña: Barracuda, de Christos Tsiolkas

Christos Tsiolkas, Barracuda (Crows Nest: Allen & Unwin, 2013). 513 páginas.

Ay, ese viejo mito de que no existe la división de clases en la sociedad australiana… Más que mito, es una falacia, una falsedad muy fácil de desmontar y de percibir tan pronto como uno tiene que desenvolverse en círculos sociales diferentes de los asignados por un sistema caduco que siempre ha buscado mantener ciertos privilegios de clase, de extracción social, incluso de raza.

Estamos en la década de los 90, y Daniel Kelly es un muchacho de Melbourne de padre de origen escoces/irlandés y de madre griega. Viven en un barrio de clase trabajadora; es una de tantas familias que bregan por salir adelante. En la piscina, sin embargo, Danny cuenta con el empuje y el talento necesarios para que alguien se fije en él y maneje algunos hilos con el fin de que le ofrezcan una beca en una elitista escuela privada para chicos a la que Tsiolkas bautiza en un principio como ‘Cunts College’ y no se molesta en momento alguno en identificar de otra manera. En la piscina Danny demuestra su potencia y entrega, pero fuera de ella, en ese mundo de los compañeros ricachones y privilegiados, se siente, valga el juego de palabras, como pez fuera del agua.

¿Qué hace entonces un muchacho de humilde extracción para defenderse y hacerse un hueco entre la elite? Pues golpearles donde les duele y donde puede hacerse respetar: derrotándolos, triunfando en la piscina. Ser el más rápido, el más fuerte. El Mejor, con mayúsculas.

Australia vive del y para el deporte. Sin los deportistas que triunfan en la escena internacional, ¿por qué se nos conocería en el resto del mundo? El problema para muchos de esos que aspiran a labrarse un nombre en el deporte es que, si hay un ganador y no eres tú, ello te convierte automáticamente en un perdedor. Por desgracia, para muchos no hay término medio ni escala de grises. Y uno de esos es Danny Kelly, al que por su fiereza y agresividad los compañeros del equipo de natación de la escuela bautizan como Barracuda.

La estructura de Barracuda resulta ser quizás tan interesante como la novela misma. Aunque contiene naturalmente muchos elementos de una Bildungsroman, Tsiolkas opta por mover al lector, de manera continua y algo sugerente, entre el pasado del Danny adolescente y el presente de Dan, el hombre ya adulto que busca no solo su redención sino una forma de vivir que le sea mínimamente aceptable tras haber fracasado en la piscina y ver cómo el sueño sobre el que había construido un mundo se ha hecho añicos. Dividida en dos partes bien diferenciadas (‘Breathing in’ y ‘Breathing out’), Barracuda tiene temas tan numerosos como calles puede tener una piscina olímpica: la familia, el racismo, la división de clases, el nacionalismo, la pasión (o la obsesión) por el deporte, el sexo y la violencia (muchos de ellos temas ya explorados en The Slap y más recientemente en Merciless Gods).

Así, la primera parte sigue la trayectoria de Danny hasta el momento crítico en que se quiebra el sueño y se abre el mundo bajo sus pies. Al sentimiento de fracaso, de vergüenza, de no ser nadie, Danny responde con una agresividad y una violencia insospechadas. Esa reacción marcará su vida de manera indeleble. El chico que soñaba con ganar medallas olímpicas y alcanzar la gloria termina en los juzgados y sirviendo condena. ¿Cómo sobrevivir al salir y volver al mundo real? El proceso tiene que ser necesariamente largo y doloroso.

Los dientes de una simpática barracuda. Fotografía de Etrusko25
De Tsiolkas se suele decir que escribe con la provocación como objetivo obvio. Barracuda es quizás menos provocadora que The Slap o Merciless Gods, en el sentido de que, en base al desenlace que Tsiolkas propone, resulta evidente que el sistema impone su inherente conservadurismo. No hay tampoco ironía, por supuesto, ni sarcasmo. No parece que Tsiolkas crea que en la vida de Dan pueda haber algún atisbo de comedia. Lo que hay es una invitación a sostener una mirada fría y desapegada a la respuesta emocional de Danny ante su fracaso. Su rechazo visceral a todo lo que huela a sentimientos de lástima es una de los hilos argumentales mejor desarrollados. Además, la alternancia entre una narración en primera y en tercera persona aporta matices ricos y variados al desarrollo de la trama, presentada por Tsiolkas al lector en forma de una madeja cronológica bien organizada, pese a su complejidad.

Como era el caso en The Slap, los diálogos agregan unas grandes dosis de verosimilitud a la narración. La prosa directa y sin adornos de Tsiolkas nos lleva a una realidad cruda, dura, implacable. Utilizando como telón de fondo las figuras de Torma (el entrenador de Daniel) y del padre, Neal Kelly, Tsiolkas construye el conflicto interno e íntimo del muchacho que aspira a la gloria, pero en última instancia, hay también residuos de un importante conflicto generacional.

A diferencia de The Slap, que fue publicada en España tan pronto como fue llevada en forma de miniserie a la pequeña pantalla, Barracuda todavía no ha sido traducida al castellano. Lo cual es una pena.

16 nov 2015

Reseña: Merciless Gods, de Christos Tsiolkas

Christos Tsiolkas, Merciless Gods (Crows Nest: Allen & Unwin, 2014). 323 páginas.

En una reseña de Tsiolkas que logré publicar hace ya años (digo logré, porque a los pocos meses su petulante editor me mandó a la porra, y con muy malos modos) en una revista de cuyo nombre me acuerdo, pero el cual no pienso molestarme en reproducir aquí, terminaba mi opinión con el siguiente párrafo: “El lector que busque una novela de prosa elegante, cuidada y florida, que no indague en The Slap, pues no la encontrará. Encontrará en cambio un relato fascinante de lenguaje crudo y directo, con múltiples opciones y perspectivas, ante el que cabe esperar cualquier respuesta lectora, excepto la indiferencia. Y precisamente de eso Tsiolkas puede asumir todo el mérito.”

Lo que dije entonces de The Slap es igual de válido para las narraciones de este primer volumen de cuentos de Christos Tsiolkas, que abarcan prácticamente dos décadas. Si hay algo que distingue al escritor greco-australiano radicado en Melbourne es su capacidad para sobresaltar (si no asustar) al lector acomodaticio. Para muestra, este inolvidable botón con el que comienza ‘The Hair of the Dog’, el tercero de los cuentos de Merciless Gods: “Mi madre es más conocida por hacerles una mamada a Pete Best y a Paul McCartney en los baños del Star Club de Hamburgo una noche a principios de la década de los 60. Ella decía que el pene de Best era más grueso, el más grande de los dos, pero que el de McCartney era el más bonito. – La polla de Paul era elegante, – le gustaba decir. Sé también que había escupido el semen de ambos hombres en un pañuelito, y que ninguno de los dos había mirado al otro mientras ella los atendía por turnos. Después, había compartido un cigarrillo con Paul.” (p. 67, mi traducción)

A la mayoría de los protagonistas de las narraciones en este singular volumen les sucede algo que va a trastocar su entendimiento del mundo de arriba abajo. El trasfondo es siempre australiano, aunque algunas de ellas tengan lugar en otros lugares: ‘Tourists’, por ejemplo, sitúa a una pareja de turistas australianos bastante desorientados en Nueva York. El hombre, Bill, descubre con vergüenza que en la Gran Manzana no deja de ser un pueblerino. Cuando acuden a un museo a ver una exposición de Edward Hopper, el portero les trata con una pizca de condescendencia. Al alejarse de la entrada, Bill le sisea un comentario a Trina (“What a stuck-up black cunt”) que naturalmente le asquea a ella y a una pareja de ancianos que se encontraban también delante de la puerta del ascensor. Enojadísima, se separa de él durante el resto del día. Será una autorrevelación, íntima, hiriente, pero muy propia, que Bill nunca olvidará.

Como era el caso de The Slap, estas narraciones hurgan en las debilidades y en las heridas abiertas de la sociedad australiana, heridas profundas que no afloran a simple vista para el visitante que no sepa dónde mirar o buscar los puntos conflictivos: racismo, homofobia, violencia, abuso del alcohol y de sustancias estupefacientes, la historia de desposesión de los pueblos indígenas y su perpetua exclusión en los márgenes de la sociedad, religión y nacionalismo extremo.

Sin recurrir a un discurso abiertamente teorizante, Tsiolkas hace en sus cuentos uso de la narración en primera persona para plasmar una visión cruda del mundo: turistas, exiliados, presidiarios, padres y madres, drogadictos, camioneros, parejas homosexuales (tanto gay como lesbianas), chaperos y hasta un fundamentalista bisexual. Estos son los narradores de Tsiolkas.

Sus temas son obviamente muy políticos. Lo interesante, lo que hace de Tsiolkas un narrador tan singular, es la combinación de violencia y sexo, la contraposición de dos comportamientos humanos que con frecuencia – y por desgracia, me apresuro a añadir – van juntos. El autor nos invita (nos reta más bien) a ser testigos de un feroz ataque al sistema sociopolítico imperante por medio de dos facetas del lenguaje: lo inadmisible (el tabú) y lo obsceno (el exabrupto). En el relato titulado ‘Genetic Material’, un hombre de edad madura rememora un día de su niñez en la playa cuando le propinó a su padre, a quien adoraba como a un dios, un puñetazo. Ahora, de visita en la residencia de la tercera edad donde está internado su padre, quien padece demencia, cuida de él, lavándolo cuando sufre incontinencia. Mientras lo limpia con una esponja, a su padre le sobreviene una erección y fantasea con que hay una mujer que está acariciándolo. El hijo masturba a su anciano padre hasta que éste se corre. Después va a lavarse las manos, pero antes se lleva el dedo a la boca y prueba el semen de su padre. “Me lo llevo a la boca. Tengo sabor a mi padre. Mi padre tiene sabor a mí.” (p. 144, mi traducción)

Podría realmente destacar cualquiera de los relatos de Merciless Gods, pero el primero, que da título al libro, merece un comentario aparte. Un sábado noche en una casa de Melbourne un grupo de amigos, que en su mayoría han alcanzado ya el éxito profesional, se han reunido para cenar y pasar una velada juntos. Tras la cena y la ingesta de alcohol y algunas drogas deciden jugar. El juego consiste en contar una historia a partir de una palabra (“venganza”) que sacan de un sombrero. A medida que avanza la noche las confesiones se vuelven más serias y las tensiones crecen. Cuando le corresponde contar una historia a Vince, éste narra un episodio de su niñez en el que fue ridiculizado, y después cómo durante un viaje por Turquía unos cuantos años antes, en compañía de otro turista de origen kurdo, llevó a cabo su venganza. Cuando llegan al este del país, Vince describe cómo se vio envuelto en un incidente en el que un jovenzuelo le robó el dinero. La naturaleza de la venganza es aparentemente tan brutal y tan atroz que tanto los anfitriones como los invitados (uno de los cuales es el narrador) quedan sometidos a un durísimo examen moral que los dejará a unos derramando lágrimas y a otros encolerizados. Para ese grupo de amigos será “la última cena”.

Merciless Gods [Los dioses inmisericordes] lo completan ‘Petals’ (escrito inicialmente en griego y traducido por el propio Tsiolkas al inglés), ‘Hung Phat!’, ‘Saturn Return’, ‘Jessica Lange in Frances’ (un extraordinario relato de violencia sexual), ‘The Disco at the End of Communism’, ‘Sticks, Stones’, ‘Civil War’, ‘The T-shirt with a Fist on it’ y una serie de tres relatos con el título ‘Porn’ pero con temática muy diferente. Es uno de los mejores volúmenes de cuentos que he leído en los últimos años, y ciertamente como lector no me parece que ninguno de ellos sobre. Ojalá se publique en castellano, o en català. Pura dinamita.

6 oct 2011

The Slap, de Christos Tsiolkas, en la pequeña pantalla esta semana

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La adaptación televisiva de esta novela de Tsiolkas, que ha sido un gran éxito en Australia, empezará a emitirse por el canal ABC1, de la televisión pública australiana, este jueves.


Hace ya dos años, en 2009, publiqué una reseña que hice de la novela en la revista Espéculo, y que llevaba por título ‘Una sonora bofetada a la conciencia’. Si te interesa, esa reseña la puedes leer aquí. Al año siguiente, y en otro artículo que publicó la revista Caràcters, de la Universitat de València, mencionaba que The Slap se había colado casi por sorpresa en la lista de las 20 novelas australianas preferidas por los lectores australianos, lo que demostraba el impacto que estaba teniendo aquí.


Tsiolkas crea un relato de ritmo rápido y lenguaje directo, lleno de exabruptos; es el lenguaje de las calles de Melbourne, para el que Tsiolkas demuestra tener un oído excelente. Con su tema central, Tsiolkas rasca por debajo de los miedos y prejuicios de la clase media australiana, planteando un estudio sin demasiada empatía por los personajes; lo que encuentra es mucha hipocresía y una enorme bajeza moral.


Podría sugerirse que lo que Tsiolkas presenta al lector es un dilema ético; y, como la mayoría de dichos dilemas, no parece que tenga una fácil respuesta. En la trama, de hecho, tienen lugar dos bofetadas, que recibe un mismo niño, una al inicio de la novela y otra justo al final. Lo que Tsiolkas ofrece al lector entre la una y la otra es la posibilidad de indagar, con una mirada bastante profunda, en la intimidad de ocho personajes. Ninguno de los ocho sale bien parado, por cierto.


Puedes ver el video promocional de la serie arriba. Dado que la novela ya ha sido traducida y publicada en castellano, es de suponer que muy pronto llegue a las televisiones del resto del mundo. Las primeras reseñas de la adaptación televisiva (para los que tienen la suerte de ver el ‘sneak preview’) son bastante elogiosas: por ejemplo, la del editor de la sección literaria de The Australian, Stephen Romei, que puedes leer y/o ver aquí (en inglés).

8 may 2011

Australia en Babelia

Glass House National Park, Queensland
El conocido suplemento literario semanal de El País, Babelia, dedicaba este fin de semana (7-8 de mayo) unas páginas a la literatura australiana, coincidiendo con la publicación de la traducción al castellano de la novela de Christos Tsiolkas, The Slap. Cabría suponer que se trata en principio de una buena noticia; puesto que, literariamente hablando, Australia no existe para una ingente mayoría de europeos (y no es ninguna exageración), cualquier tipo de divulgación debiera ser bienvenida.

Sin embargo, la cuestión primordial es que, en esas exiguas páginas que el grupo Prisa decide dedicarle a la literatura australiana (casi exclusivamente a la narrativa), sigue predominando una visión harto sesgada y alejada de lo que es la realidad de este país.

La idea que se tiene sobre la literatura australiana actual en los cenáculos progres madrileños es cuando menos inexacta. Es un error generado obviamente por el desconocimiento del país y de su realidad. El tópico de la ‘tiranía de la distancia’ – una frase acuñada por el reputado historiador Geoffrey Blainey para describir las relaciones políticas de Australia con sus fundadores británicos –lamentablemente ha de aplicarse al conocimiento que tienen los medios informativos españoles de Australia; lo que es peor, sigue sucediendo cuando los grandes avances tecnológicos existentes debieran subsanar la falta de contacto físico y directo que permite un mejor conocimiento de la sociedad y la literatura que se genera en su seno.

Uno de los artículos que se incluyen en este número especial sobre literatura australiana ejemplifica muy bien el problema al que hago alusión arriba. Tras hacer un repaso meramente nominal a algunos nombres de autores, cuyas obras comienzan a adornar las estanterías de las librerías españolas, y hacer una valoración basada únicamente en los datos que las contraportadas de esos libros puedan aportar (no en la lectura de las obras), el autor, Winston Manrique Sabogal – y, digamos en su descargo, como muchos otros antes que él – cae en la perogrullada simplona de la ignorancia y el desconocimiento:

‘La australiana es una literatura joven, apenas pasa de la centuria. Y es el resultado de un país hecho con partes de todo el mundo. Una diversidad y pluralidad en su raza cuyo ADN ha heredado su creación literaria. El mundo y la vida desde las antípodas.'
Si la literatura australiana es joven, es porque como país, Australia es joven, mas no imberbe. La literatura australiana no es, como parece afirmar el articulista de Babelia, una suerte de tela elaborada con retales ‘de todo el mundo’. Rayano en la sandez es el comentario que le sigue: ‘diversidad y pluralidad en su raza cuyo ADN ha heredado su creación literaria’. ¿Pero de qué raza habla? ¿Con un ADN literario? Como metáfora, es más bien pobre; como análisis (si es que es eso a lo que aspira) anda muy desacertado. La obtusa obsesión hispánica con ponerle etiquetas raciales a todo también impera al otro lado del charco, según parece. La obligación de llenar una página con palabrería lleva a algunos a escribir auténticas simplezas (o en todo caso, tonterías que no siempre están bien escritas: en el artículo abundan las erratas, algo que se da con excesiva frecuencia en el caso de este periodista).

Uno no puede esperar conocer la literatura de otro país desde el sillón de su casa, y mucho menos desde la mesa de una cafetería madrileña. Por un lado, no es nada fácil hacerse una idea más o menos precisa a través de la traducción de la literatura. Por otro lado, a veces las traducciones dejan realmente mucho que desear respecto al grado de fidelidad deseable en toda traducción. La novela de Tim Winton que se menciona en el artículo, Música de la tierra, traducida en la editorial Destino, es uno de los más claros ejemplos de traición al original que uno haya podido ver en tiempos recientes (realicé un análisis, en inglés, de ese horror de ‘traducción’ que puede leerse aquí, en PDF).

De la lectura del mencionado artículo se desprende por tanto una enorme ignorancia de la realidad de la literatura australiana por parte de su autor. Autor australiano que no ha sido traducido parece ser autor inexistente para el gacetillero. En la excesivamente incompleta lista de narradores australianos que elabora no figuran importantes autores – muchos de ellos todavía en activo – como Murray Bail (aunque éste sí ha sido traducido), Robert Drewe, Alex Miller, Peter Goldsworthy, Mandy Sayers, Brian Castro, Thomas Keneally, Frank Moorhouse, Robert Dessaix, Rodney Hall o David Ireland, ni notables escritores ya fallecidos como George Johnston, Xavier Herbert, Randolph Stow o Thea Astley. ¿Es únicamente desconocimiento, o es resultado de la indolencia?

El párrafo que hace las veces de conclusión del artículo que comento es harto ilustrativo del hecho de que en España los consabidos y ya rancios estereotipos acerca de Australia y su cultura sigan prevalentes en las mentes de demasiados. A pesar de ello, un poco se ha debido avanzar. Dice así:

‘Una literatura que va más allá de etiquetas y del imaginario colectivo de la Australia del otro lado del mundo, del pasado como penal de los ingleses, de tierras a conquistar como el clásico western y que el cine ha potenciado con películas como Mad Max, Cocodrilo Dundee o la Australia, de Baz Luhrmann, con dos de sus estrellas, Nicole Kidman y Hugh Jackman.’

Lo que no se menciona es que Australia fue un rotundo fracaso en el país donde fue filmada…

Cabe asimismo mencionar que este reportaje especial sobre la narrativa australiana actual cuenta al menos con la aportación, breve pero más ajustada a la realidad, de un académico norteamericano, el editor de la revista Antipodes, Nicholas Birns. Su introducción, traducida al castellano, se puede consultar aquí.

Por cierto, me temo que no es únicamente Winton el que es víctima del pobre conocimiento de Australia y del lenguaje coloquial australiano por parte de algunos traductores españoles. En la página 12 de La bofetada (Barcelona: RBA, 2011, traducción de Ana Herrera), en el diálogo entre Hector y el dueño de la tienda de la esquina, el Sr. Ling le pregunta a Hector: ‘You change smoke?’ La traducción al castellano (‘—¿Cambia de humo?’) desconoce el hecho de que en Australia, smokes es sinónimo de cigarettes, y por tanto la única traducción posible (no solamente porque es mucho más acorde con el contexto sino porque resulta, al menos, comprensible) sería ‘¿Cambia de marca?’. El Sr. Ling, casi con toda seguridad, es un inmigrante chino cuyo inglés es un tanto macarrónico. De ahí la parquedad de su vocabulario y la pobreza de su sintaxis.

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