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27 nov 2024

Resena: Smart Ovens for Lonely People, de Elizabeth Tan

Elizabeth Tan, Smart Ovens for Lonely People (Sydney: Brio Books, 2020). 249 páginas.

Hace ahora seis años que reseñé la novela Rubik de esta autora australiana residente en Perth. En su momento dije que Rubik era una especie de pasatiempo compuesto de muchas piezas que había que encajar igual que el cubo. De manera que tenía ganas de hincarle el diente a este conjunto de veinte relatos cortos. La decepción no puede ser mayor.

Los temas que trata Tan son muy similares a los de la novela: indaga en las inquietudes socioculturales de nuestra época, las imposiciones del tecno-capitalismo neoliberal y las absurdas tesituras que se plantean en torno a conspiraciones que los personajes se esfuerzan en principio por comprender y posteriormente por apartar de sus vidas.

Pero, personalmente, en su casi totalidad estos relatos me han dejado indiferente, y en algunos casos, completamente irritado, dado lo inanes que me resultan. De todos ellos, el único que salvaría de la hoguera es el que da título al libro: ‘Hornos inteligentes para gente solitaria’. Tras superar una crisis existencial no especificada, Shu recibe un horno de la marca ‘Neko’ (un horno hablante e ‘inteligente’) que, además de ayudarle a preparar comidas muy sanas y apetitosas, le hace compañía y le sirve de analista.

En cualquier caso, yo recomiendo emplear el tiempo necesario para su lectura en otros menesteres. Hay tanto que leer y el tiempo es finito.

19 feb 2024

Reseña: Instructions for the Drowning, de Steven Heighton

Steven Heighton, Instructions for the Drowning (Windsor, Ontario: Biblioasis, 2023). 217 páginas.

Steven Heighton falleció en 2022 a los 61 años. Este volumen recoge sus cuentos, una estupenda colección de narraciones breves que en su mayoría aparecieron por primera vez en revistas diversas. Además de componer música, Heighton publicó varias novelas y volúmenes de poesía y recibió varios premios y menciones honoríficas. Los temas que trata en Instructions for the Drowning son todo un abanico: el envejecimiento, el dolor (sea causado, recibido o autoinfligido), la muerte y su dignidad, las relaciones familiares y conyugales, o la insondable crueldad del azar y las circunstancias que de repente pueden cambiar una vida.

El libro toma el título del primer cuento: en él, Ray recuerda las instrucciones que le dio su padre respecto a cómo manejar la tarea de rescatar a alguien que se esté ahogando. Durante unas vacaciones junto a un lago, su esposa parece estar pasando apuros en el agua. Sin dudarlo se lanza a rescatarla y sigue las instrucciones que le dio en su momento su padre: «…no tendrías elección, […] a alguien que se esté ahogando le tendrías que noquear en seco. Un puñetazo corto, limpio al lateral de la mandíbula ꟷese sería el golpe preferible. Después de eso, podrás completar el rescate con facilidad y remolcar a la víctima hasta la orilla». (p. 3-4, mi traducción) La reacción de su mujer es de autodefensa y la relación entre los dos empeora como resultado de un consejo equivocado.

En el segundo cuento, ‘Repeat to Failure’, un joven casi se mata cuando en el gimnasio intenta levantar un peso excesivo cuando no hay nadie cerca que pueda ayudarle si comete un error o le cae encima la mancuerna. Que es lo que le ocurre.

En ‘Expecting’, una joven pareja encuentra una billetera al lado de la carretera mientras regresan de un almuerzo dominical. Ella está en un avanzado estado de embarazo y dará a luz muy pronto. Él se obsesiona con devolver la billetera y contacta con el dueño. Tras varias conversaciones, discuten acaloradamente porque han pasado las horas y el hombre que ha perdido la cartera no aparece, pese a haberle asegurado que iba a recogerla enseguida. A mitad de la noche comienza el parto y acuden al hospital. Unos días después encuentra en su buzón una nota escrita en la cara posterior de un folleto publicitario: «TU ME OLVIDAS PERO YO NUNCA TE OLVIDO». Al poco tiempo, se mudarán de barriada.

Uno de los cuentos mejor elaborados es ‘Professions of Love’. En esta historia, un cirujano plástico convence a su mujer, que ha sufrido una embolia, de que ha llegado la hora de que él la opere y le quite algunas arrugas. Ella accede, pero tras despertar de la anestesia ella detesta los cambios. Mientras que como lectores podemos ser testigos de la tragedia que la operación resulta ser para ella, el cirujano demuestra ser un tipo egoísta que sobrevalora sus dotes de cirujano y, por sus aires de superioridad, resulta ser extremadamente condescendiente con todo el mundo. Es un magnífico ejemplo de cómo Heighton ironiza con sus personajes y los despoja de sus máscaras, algo que sucede también con el padre en ‘Desire Lines’, que obliga a su hijo Niko a salir de caminata en medio de una fortísima helada. El hielo del río se rompe bajo sus pies y el chico cae al agua: «No hubo ningún crujido ni ningún chapoteo, solamente el sonido, débil y delimitado, de alguien que traga agua. El chico estaba totalmente inmerso en el río oscuro y se esforzaba por salir de allí. Cuando salió a la superficie, el susto y el escalofriante frío le bloqueaban la garganta y los pulmones. Hizo un intento por soltar un grito, pero apenas le salió un jadeo. Su padre seguía avanzando a grandes zancadas, con la cabeza agachada como si estuviera decidido a alcanzar la orilla más rápido ꟷcomo si también él ahora sintiera el frío y el cansancio» (p. 153-4, mi traducción)

Casi todos los protagonistas de los cuentos de Heighton en Instructions for the Drowning son varones. Todos ellos parecen vivir una lucha en la elaboración de un sentido y unos lazos con quienes comparten el espacio y el tiempo. Y, sin embargo, el subtexto es que se trata de una lucha interna, un conflicto que nunca termina de resolver sus propias contradicciones. Heighton escribe sobre este enorme conflicto tan intrínsecamente humano con una prosa sencilla y sincera en la uno encuentra numerosos destellos de poesía. Tratándose de una publicación póstuma, cabe decir que ninguna de las narraciones del volumen flojea. Todos estos cuentos te aportan algo: esa condición humana que nos hace reconocer que muchos de nuestros esfuerzos vitales se topan siempre con la posibilidad del fracaso. Es lo que nos hace humanos e imperfectos.

Nos dejó su talento: Steven Heighton dirigiéndose al público en septiembre de 2017 en el Festival de Escritores de Eden Mills, Ontario. Fotografía de Dan Harasymchuk.

Un excelente libro de un autor que, por desgracia, no nos legará nada más.

31 ene 2022

Reseña: The Souvenir Museum, de Elizabeth McCracken

Elizabeth McCracken, The Souvenir Museum (Londres: Jonathan Cape, 2021). 239 páginas.
Hay dos aspectos de esta colección de relatos breves de McCracken que llaman poderosamente la atención. Por un lado, la habilidad con la que la autora captura el habla de personajes variopintos, incluso de distintas procedencias geográficas. Y por otro, las sorprendentes imágenes y percepciones que transmite en sus historias. The Souvenir Museum comprende un total de doce cuentos, de los cuales cinco tienen como protagonistas a Jack y Sadie (aunque en ‘A Splinter’, una historia sobre el adolescente británico que escapa desde Nueva York a Londres para aprender el arte de la ventriloquía, solamente Jack hace acto de presencia).

El relato que abre el volumen, ‘The Irish Wedding’, derrama su humor cáustico en cada una de las páginas. Jack y Sadie acuden a la boda de la hermana de Jack en Irlanda. La familia de Jack es en realidad inglesa y todos demuestran tener un sentido del humor harto inusual, entre lo manifiestamente escatológico y el sarcasmo más puro y duro. Sadie, estadounidense de pura cepa, revienta la ceremonia del corte de la tarta nupcial cuando el padre de Jack pronuncia una frase intraducible (“The bride and groom will now cut the cheese”) en honor a la parte holandesa de la boda que tanto en Canadá como en los Estados Unidos tiene una acepción muy tosca: soltar un pedo.

Pero no sería cierto decir que los cuentos de The Souvenir Museum son una colección cómica. No lo son, a pesar de recoger muchas escenas humorísticas y presentar personajes extravagantes. McCracken parece tener una predilección por extranjeros que se comportan como peces fuera del agua. En “Mistress Mickle All at Sea” la protagonista es una personalidad televisiva americana de regreso a Dover en un ferry que se bambolea en el fuerte oleaje del Canal de la Mancha. Tras una conversación con un artista que, tal vez sin quererlo, la ridiculiza, juguetea con la idea de lanzarse por la borda.

En vez de buscar trocitos de vasijas o antiguas botellas, yo me iría directo al pub a probar el agua de la vida local, uisge beatha. Una de las playas de la Isla de Mull. Fotografía de Lesbardd.

En “Proof” David Levine comparte un viaje a Escocia con su padre Louis y espera tener el éxito que siempre había imaginado: comprarle una falda escocesa, algo que siempre había querido pero que su madre, recientemente fallecida, le había denegado a Louis. Pero el anciano caballero prefiere recoger trozos de cerámica y vidrio de colores en las playas de Mull, una de las Hébridas Interiores.

Uno de los más sugestivos relatos es “It’s Not You”, en el que la narradora rememora una estancia intensamente alcoholizada en un hotel cuando era joven, tras un profundo desengaño emocional, y allí flirtea con un famoso locutor. Confiesa la narradora en un interludio del relato: “¿A quién amo yo en este cuento? A nadie. A mí misma, un poco. Ah, sí, al camarero, con el bigote diacrítico que mostraba encima de una dentadura blindada. Me encanta el camarero. Siempre me encanta el camarero.” (p. 53, mi traducción)

Como hace con el ya mencionado bigote diacrítico, McCracken deja caer metáforas extraordinarias y audaces símiles. El hotel mencionado en el párrafo anterior, The Narcissus Hotel, “se encontraba situado en la orilla de un lago y admiraba su imagen reflejada.” Los zapatos de una pareja de ancianos viajeros en “Proof” dan la impresión de ser “dos pares de patatas asadas.” La multitud de niños en una de las piscinas del parque acuático le recuerdan a Ernest el cuadro de Théodore Géricault Le Radeau de la Méduse.

Cada vez más resulta evidente que nos encaminamos a una situación de «Sálvese quien pueda».
Relatos en los que el paso del tiempo nunca termina de cicatrizar las heridas de la pérdida de los seres amados, The Souvenir Museum entretiene sin entusiasmar. Aunque la autora tiene una indudable habilidad para explotar la parte de la historia que posee un potencial risible, con frecuencia el material narrativo es tan desalentador y sombrío que el efecto global es contraproducente, si no completamente macabro.

10 ago 2021

Reseña: Collected Short Fiction, de Gerald Murname

Gerald Murnane, Collected Short Fiction (Artarmon: Giramondo, 2018). 471 páginas.
Como mucha otra gente, suelo leer las opiniones que otros y otras escriben acerca de los libros que he leído. No creo que sea tan mala idea comprobar a posteriori si coincido o no en la valoración de un libro en particular. El hecho es que no me sorprendió para nada descubrir que alguien confesase que había abandonado la lectura en la página 139 de este volumen que recoge una buena parte de los relatos breves de Murnane en un periodo que abarca desde 1979 hasta 2002.

La razón de ese abandono es lo de menos, pues cada lector es libre de decidir si quiere seguir o no leyendo lo que tiene entre sus manos. Murnane escribe lo que escribe, mucho más para sí mismo que para sus potenciales lectores. Ahí estriba lo que resulta, a fin de cuentas, sumamente paradójico en la obra de Murnane: el autor escribe de/desde su mundo interior (insiste hasta la saciedad que el “mundo real” no forma parte de su ficción). Su escritura es siempre una propuesta de puente que brinda una entrada mediante la lectura, pero es siempre el autor quien dicta los términos. Quizás citando un fragmento (de ‘Boy Blue’) se entienda lo que quiero decir:

“Esta es una historia acerca de un hombre y su hijo y la madre del hombre. Al hombre recién mencionado se le llamará en esta historia el hombre o el padre; al hijo recién mencionado se le llamará en esta historia el hijo o el hijo del hombre; a la madre recién mencionada se le llamará en esta historia la madre o la madre del hombre. Se mencionarán otros personajes en esta historia, y cada uno de esos personajes se distinguirá de los demás personajes, pero ninguno de los personajes tendrá lo que pudiera considerarse un nombre por parte de cualquier persona que lea u oiga la historia. A toda persona que lea estas palabras u oiga estas palabras leídas en voz alta y desee que los personajes de la historia tuvieran cada uno un nombre se le invita a considerar la siguiente explicación, pero a recordar al mismo tiempo que las palabras de la explicación forman parte de esta historia.

Estoy escribiendo estas palabras en el lugar que muchas personas llaman el mundo real. Casi todas las personas que viven o han vivido en este lugar tiene o ha tenido un nombre. Cada vez que una persona me dice que él o ella prefiere que los personajes de una historia tengan un nombre, supongo que dicha a persona le gusta fingir, cuando está leyendo una historia, que los personajes de la historia están viviendo o han vivido en el lugar donde esa persona está leyendo. Otras personas pueden fingir sea lo que sea que quieran fingir, mas yo no puedo fingir que algún personaje en una historia que yo u otra persona haya escrito sea una persona que vive o ha vivido en el lugar donde me hallo sentado escribiendo estas palabras. Considero que los personajes de las historias, incluida la historia de la cual es parte esta oración, están en el lugar invisible que con frecuencia denomino mi mente. Me gustaría que el lector o el oyente advierta que he escrito la palabra están y no la palabra viven en la oración previa. (de ‘Boy Blue’, p. 284, mi traducción)

Murnane abre por lo tanto una ventana al lector, pero la construye a su manera y es tan estrecha que quien le lee está siempre constreñido por sus condiciones. Su escritura es mera autoficción, en el sentido de que nunca se evade de su propio mundo interior y recalca su intrínseca naturaleza ficcional.

El volumen ayuda, por otro lado, a entender mejor la trayectoria literaria de este singular (e inclasificable) autor australiano. Los temas son recurrentes: resurgen en sus relatos de la misma manera que aparecen en sus novelas: las combinaciones de colores de los jinetes en carreras de caballos que tienen lugar en el hipódromo de su imaginación. Libros cuyo contenido se olvida y reaparece en forma de imagen o sensación de haber creado una imagen en el momento de su lectura. Imágenes de paisajes inventados de lugares nunca visitados o solamente vistos en películas o en sellos filatélicos.

No es fácil explicar cómo es la obra de Murnane a quien no lo haya leído. En el relato titulado “In Far Fields” narra cómo se ve a sí mismo realizando una descripción de su mente a una estudiante en su curso de escritura creativa: “Durante los años mencionados en el primer párrafo de esta obra de ficción, a veces les decía a uno u otro de mis estudiantes en mi despacho que cualquier persona a quien le pagasen por enseñar a otras personas cómo escribir obras de ficción debería poder escribir, en presencia de una o varias de esas otras personas, la totalidad de una obra de ficción nunca escrita previamente y explicar al mismo tiempo qué había supuestamente causado que cada una de las oraciones de la obra fuese escrita tal como había sido escrita. Entonces escribiría una oración en una hoja de papel. Luego le leería la oración en voz alta a mi estudiante. Luego le explicaría a mi estudiante que la oración era el relato de un detalle de una imagen en mi mente. Explicaría además que la imagen no era una imagen que yo hubiera visto recientemente en mi mente por vez primera ni una imagen que yo viese en mi mente a largos intervalos, sino una imagen que veía en mi mente con frecuencia. Explicaría que la imagen de la que yo había comenzado a escribir estaba conectada por medio de fuertes sentimientos a otras imágenes en mi mente.

Entonces pasaría a decirle a mi estudiante que mi mente consistía únicamente de imágenes y sentimientos; que había estudiado mi mente durante muchos años y en ella no había encontrado otra cosa que imágenes y sentimientos; que un diagrama de mi mente semejaría un mapa vasto e intricado de imágenes para sus pequeños pueblos y con sentimientos por las carreteras que cruzan la campiña abundante en pastos que hay entre los pueblos. Cada vez que hubiese visto en mi mente la imagen de la que había comenzado a escribir justo en ese momento, le diría a mi estudiante, había sentido esos fuertes sentimientos que conducen de esa imagen lejana hacia la campiña repleta de pasto de mi mente y hacia otras imágenes, incluso si pudiera no haber visto todavía ninguna de esas otras imágenes. No dudaba, le diría a mi estudiante, que uno tras otro detalle de una tras otra de esas otras imágenes aparecería en mi mente mientras seguía escribiendo acerca de la imagen de la que había comenzado a escribir en la hoja de papel que tenía ante mí.” (‘In Far Fields’, pp. 218-9, mi traducción)

Las carreteras que cruzan la campiña abundante en pastos que hay entre los pueblos. Entrada a Warrugul, Victoria. Fotografía de Mattinbgn.
Todos los relatos que se incluyen en este volumen recopilatorio aparecieron en revistas o volúmenes diversos. Pese a su uniformidad y la recurrencia de motivos en la mayoría de ellos, hay uno que resalta porque difiere de todos los demás: ‘Land Deal’. En apenas cinco páginas y (lo que es inusual en Murnane) en primera persona del plural, Murnane adopta la voz del pueblo indígena que poblaba lo que es hoy en día Melbourne (Bunurong Boon Wurrung y Wurundjeri Woi Wurrung, de la nación Kulin) para narrar el tratado por el que vendieron su tierra a John Batman en 1835:

John Batman. Fotografía de Biatch 

“Ciertamente no teníamos motivos para quejarnos en aquel momento. Los hombres venidos de ultramar explicaron amablemente todos los detalles del contrato antes de que lo firmáramos. Por supuesto, había algunos asuntos menores que debiésemos haber cuestionado. Mas hasta los más avezados de nuestros negociadores se distrajeron al ver el pago que se nos ofrecía.

[…] Habíamos reconocido una correspondencia casi milagrosa entre el acero y el vidrio y la lana y la harina de los extranjeros y esos metales, telas y alimentos sobre los que tan frecuentemente postulábamos y especulábamos, o con los que soñábamos.” (‘Land Deal’, p. 45, mi traducción)

El relato se publicó por primera vez en 1980. Es evidente que, en 2021, por el tema en el que incide la técnica utilizada por Murnane no se sostiene. El mundo ha cambiado mucho desde 1980. Quizás no tanto como quisiéramos, pero no podemos dejar de aspirar a algo mejor.

4 mar 2021

Reseña: Vampires in the Lemon Grove, de Karen Russell

Karen Russell, Vampires in the Lemon Grove (Nueva York: Alfred A. Knopf, 2013) 243 páginas.

El comienzo de esta colección de cuentos de la estadounidense Karen Russell (la autora de Swamplandia!) le exige al lector sentir un poco de compasión por una pareja de vampiros, casados durante siglos y que con el paso del tiempo han terminado por estar obsesionados con saciar su sed con líquidos que no sean la sangre. ¿Para qué sacrificar vidas de jóvenes vírgenes cuando una limonada puede servirte y mantenerte en la vida eterna con un sabor inigualable? Él, Clyde, describe así su primer sorbo de la deliciosa bebida:

“Cuando arribamos a Sorrento, estaba escéptico. El jarro de limonada que pedimos tenía un aspecto turbio, adulterado. El azúcar se amontonaba en el fondo. Pegué un trago y un pequeño limón se me quedó atascado en la boca; no hay ninguna palabra lo bastante hermosa para ese primer sabor, la primera sensación que tuve al clavarle los colmillos a ese limón. Era tonificante y amargo, con una leve insinuación a sal marina. Después de un escozor inicial – una especie de efervescencia química a lo largo de las encías – desde la punta de cada uno de los colmillos un reconfortante vacío se desplazó hasta mi cerebro enfebrecido. Estos limones son el analgésico perfecto para un vampiro.” (p. 7-8, mi traducción)

Más refrescante que una pinta de sangre, ¿no? Fotografía de Prasad SR 

En todos los cuentos hace acto de presencia un aspecto fantástico o sobrenatural, que deja al lector perplejo y constantemente a la espera de una solución más lógica, no necesariamente convencional, que cuando llega te deja casi siempre satisfecho.

Por ejemplo, ‘Reeling for the Empire’ nos lleva a una especie de fábrica de seda en el Japón imperial, en la que residen unas chicas muy jóvenes a las que han esclavizado tras haberlas transformado en gusanos de seda mediante la ingestión de una pócima mágica.

De los ocho relatos del libro, quiero destacar dos. El primero es ‘Proving up’, en el que un chico de 11 años, Miles, ha de transportar una ventana de vidrio a través de los llanos de Nebraska para demostrar que la casa construida por una familia local, los Sticksel, cumple con el requisito de contar con una ventana y lograr así el título de propiedad del gobierno en Washington. La ventana ha de estar en su sitio cuando el inspector federal haga su visita. La casa de sus amigos es, posiblemente, idéntica a la que ha construido su padre: “Es nuestro hogar, aunque parezca un jadeo de la tierra. El piso está hecho con terrones de tierra; el tejado está hecho de terrones de tierra, endurecida por el sol de Nebraska – y si alguna vez volviera a llover, entrará la lluvia y nos caerá en la cabeza durante días. El colchón está alzado sobre una caja hecha de postes de madera de ciruelo silvestre. Mi madre cubre el fogón con el envejecido mantel de lino de mi abuela para que no caigan en nuestra cena las lagartijas, los ratones de campo, los topos, las serpientes de cascabel y las arañas amarillentas.” (p. 88, mi traducción)

Campos de trigo de Nebraska.
Aunque a sus once años Miles está deseando demostrar su madurez y hombría, nada más ponerse en marcha una ventisca intempestiva le hace extraviarse y, para colmo, pierde el caballo. ¿Con quién se encontrará en medio de la nieve? ¿Llegará a tiempo de prestarle la ventana a los Sticksel?

El otro relato que, en mi opinión, es especialmente destacable, es ‘The Graveless Doll of Eric Mutis’ que narra un hombre ya maduro que rememora cómo él y sus amigos en la escuela secundaria agredían y acosaban a un chico más pequeño que ellos, Eric Mutis. Meses después de que Eric haya desaparecido de sus vidas, encuentran en una sima del parque a donde van a beber cerveza una especie de espantapájaros que parece una copia o una imitación de Eric. Lo que sigue es la confesión de los execrables actos de tortura y tormento que llevaron a cabo los jóvenes, y cómo el narrador llega a entablar una incierta amistad con Eric y lleva a cabo una traición vergonzosa.

‘The New Veterans’ plantea que la masajista que está tratando a un soldado traumatizado tras la guerra de Iraq de la terapia puede manipular las emociones del hombre desplazando los elementos de un enorme tatuaje que lleva en la espalda, el cual rememora el día en que un compañero, Arlo, murió tras un ataque con bomba en el arcén. Russell ejecuta un detallado estudio en torno a los efectos de la memoria en nuestras emociones, apuntando algo bien sabido: que la narración del trauma no solamente recrea los hechos, sino que ayuda a superarlos.

Pero no todos los cuentos me han parecido tan redondos como los anteriores. Dos de ellos son entretenimientos que rozan lo absurdo: ‘The Barn at the End of Our Term’ coloca a un conjunto de expresidentes de los EE. UU. reencarnados en cuerpos de caballos en una granja, mientras que ‘Dougbert Shackleton’s Rules for Antarctic Tailgating’ narra en clave de humor deportivo las opíparas comilonas de kril que disfrutan las ballenas todos los años en las aguas cercanas a la Antártida.

Como recopilación de cuentos, Vampires in the Lemon Grove no decepciona de ninguna manera. Russell tiene la habilidad de pasar de un sencillo boceto psicológico a lo fantástico y rociarlo todo con una visión global humorística muy necesaria en estos tiempos que nos ha tocado sobrevivir. Una buena propuesta para quien guste del cuento bien ejecutado.

Vampires in the Lemon Grove lo publicó Tusquets a finales de 2014 en castellano, con el bastante ridículo título de Vampiros y limones, en traducción de Victoria Alonso Blanco.

29 dic 2020

Reseña: The Start of Something, de Stuart Dybek

Stuart Dybek, The Start of Something (Londres: Jonathan Cape: 2016). 345 páginas.

Dybek es un autor norteamericano de origen polaco. La suya es una larga trayectoria literaria. Su primer libro de cuentos, Childhood and Other Neighborhoods, se publicó en 1980, y a éste le siguieron cinco volúmenes de cuentos más. The Start of Something es una selección de su obra narrativa, reuniendo cuatro cuentos extraídos de cada uno de los libros seleccionados, excepto del primero, que contribuye solo tres.

Los relatos están presentados en orden cronológico inverso. Para quien no conozca su obra (como era mi caso), la propuesta del editor lleva por lo tanto a la lectura de los más recientemente publicados primero y los más antiguos (cuarenta años ya) en último lugar. Con todo, los tres relatos finales (es decir, los tres procedentes de Childhood…) resultan ser tan frescos y atrayentes como los más recientes. Y no obstante, Dybek demuestra haber aplicado mucha mayor complejidad en la elaboración y desarrollo de los cuentos en la segunda década del siglo XXI que en los años 80. El ejemplo perfecto de esto es ‘Tosca’, donde la trama da tantos vuelcos que el lector no termina de saber hacia dónde se encamina la historia. El narrador rememora a tres amistades que en su día confesaron que estaban viviendo sus vidas como si fueran una ópera. El relato se inicia con la escena de una ejecución (como en Tosca, la ópera de Puccini) pero la trama no sigue una línea convencional. ¿Es un relato sobre el arte y las impresiones que nos causa? Posiblemente.

La colección señala una preocupación muy marcada en la narrativa de Dybek: el regreso al pasado a través de la memoria, y hacer ese pasado presente a través de la escritura y, por consiguiente, la lectura. En ‘Waiting’, un escritor acude a un taller de poesía en medio de la naturaleza y es testigo de la dolorosa confesión que hace otra persona. Pero el relato da un brusco giro para contarnos una historia de amor en la que el narrador estuvo profundamente inmiscuido y de la que salió trasquilado.

La siguiente historia se titula ‘The Caller’, y casi se podría asegurar que está narrada desde el punto de vista de un teléfono, que suena y suena en medio de la noche en el apartamento vacío de un pintor, Rafael, que ha desaparecido misteriosamente. Dybek utiliza el insistente timbre del teléfono para enlazar las distintas líneas argumentales que se cruzan en ese dormitorio desocupado. Todos los que llaman tienen algo que contarnos. Y en la conclusión, es el teléfono mismo el que, desesperado, “enloquecido por el rechazo, ya no quiere que le respondan. Es como una alarma que, en vez de servir de aviso, desea ser esa cosa misma contra la que avisa: un robo, o un incendio que arde ya fuera de control. El timbre del que llama es como la sirena de una ambulancia que quiere ser el accidente mismo: una colisión frontal o un atropello con fuga del conductor, un asalto callejero, un tiroteo desde un coche.” (p. 70, mi traducción)

En ‘Paper Lantern’ (aparecido en The New Yorker en 1995), el narrador cuenta cómo el laboratorio donde trabaja queda calcinado cuando uno de sus compañeros olvida apagar un quemador al salir para el almuerzo. Al ver las llamas, recuerda la fotografía que guardaba de una examante, y un viaje que hicieron a Chicago, y en el retorno vieron un gran incendio. Las llamas la excitaron tanto que empezó a masturbarse en el coche, y un camionero la vio y empezó a seguirlos, dándoles las luces. Él hizo varias fotos de ella desnuda, que guardaba escondidas en el laboratorio que ardía ante sus ojos atónitos.

En otro de los mejores relatos de la selección, ‘We Didn’t’, un hombre recuerda la noche en que estuvo a punto de tener su primera experiencia sexual con su primera novia en la playa de un lago cercano a Chicago. La tensión del momento estalla cuando aparece la policía: ha aparecido una chica embarazada, ahogada en el lago. La muerte de la joven cambia para siempre la relación entre ellos, y el relato se adentra en la derrota del narrador, el ahora adulto que revive el fracaso, el rechazo, el desencuentro.

Al final no lo hicieron. La playa de Chicago. Fotografía de My Core Competency is Competency en Wikicommons.  

Dybek es un narrador exquisito, siempre atento a pormenores descriptivos. Los giros narrativos presentes en muchos de estos relatos son inusuales, pero no es el único en hacer de ello una virtud. En muchos de los relatos abundan las referencias metaliterarias, artísticas y musicales. Por ejemplo, ‘Córdoba’, que comienza así: “Mientras nos besábamos, se abrió el volumen con tapa de cuero de las Obras Completas para mostrar una fotografía de Federico García Lorca, con su lunar prominente junto a la patilla de su pelo engominado, peinado hacia atrás, que se le escurrió a ella y resbaló por el sofá de seda verde hasta caer sobre la alfombra china sin apenas hacer ruido.” (p. 99, mi traducción)

Del resto de relatos, me atrevo a destacar ‘The Palatski Man’ y ‘Chopin in Winter’. El primero narra las aventuras de un niño y su hermana en las afueras de Chicago. El segundo nos lleva al edificio de apartamentos donde viven varias familias de emigrantes polacos, y cómo la música puede ayudar a evocar momentos, rostros y tragedias.

Una estupenda selección, que por desgracia no ha sido traducida al castellano ni al catalán. El único de sus cinco libros de cuentos traducido al castellano es La costa de Chicago, traducido por José Luis Amores para Pálido Fuego, y publicado en 2019.

25 nov 2020

Reseña: Modern Times, de Cathy Sweeney

Cathy Sweeney, Modern Times (Londres: Weidenfeld & Nicolson, 2020). 151 páginas.

Estoy seguro de que alguna vez habrás leído ese descargo de responsabilidad que aparece en muchas obras de ficción y en películas, que dice algo así: “Todos los personajes y situaciones que figuran en este libro (filme) son ficticios y cualquier similitud con personas reales vivas o muertas es una mera coincidencia”. En el caso de Modern Times, este pequeño volumen de los cuentos de Cathy Sweeney, lo anterior es prácticamente innecesario. No habrá quien se identifique con sus personajes, tenlo por seguro.

Podría comenzar diciendo que Sweeney, en cierta medida, se pasa casi todas las convenciones literarias por el forro de sus caprichos. Es decir, que le dan completamente igual. Son cuentos de la vida moderna, sí, pero la autora posee una visión muy personal, extraña, grotesca y excéntrica, de lo que es la vida moderna y de los males que nos aquejan.

De hecho, son cuentos de muy fácil lectura: la mayoría son muy cortos (solo uno de ellos supera las diez páginas), Sweeney escribe con un estilo cincelado, cortante, va muy al grano. Son bosquejos brutales en su simplicidad de personajes abandonados a su suerte, personas que han conseguido la habilidad de enfrentarse a defectos, carencias y fracasos, y que en muchos casos recurren a la imaginación y la originalidad para reinventarse y redefinirse.

Es por ejemplo el caso de ‘A Theory of Forms’, en el que una maestra cuenta cómo fue expulsada de la escuela en la que trabajaba: “Probablemente me habría quedado para siempre en esa escuela si no hubiera tenido sexo con uno de los estudiantes con problemas de aprendizaje.” (p. 88, mi traducción) Al ver una postal en el tablón de anuncios del trabajo (una postal de Roma que muestra una escultura de mármol) la mujer rememora el episodio que le valió la expulsión: “Cuando mi marido está fuera de la ciudad, a veces saco la postal del bolso y me quedo mirándola largo rato. A veces me estiro en la cama y me masturbo. Luego me tapo con el edredón, veo la tele y como papas fritas de un cuenco. No soy infeliz. Algunos días estoy hasta lo contrario de infeliz.” (p. 90-91, mi traducción)

¿Terapia conyugal voluntaria?

Un tema recurrente en la colección es la desintegración de la vida matrimonial. En ‘The Chair’, una mujer confiesa que ella y su marido han adoptado la costumbre de someterse mutuamente a sesiones de tortura en una silla eléctrica para poder tolerarse, dejar ir la ira que los atenaza y mantener el vínculo conyugal en marcha: “Cada vez que las cosas alcanzan su punto más bajo (quizás se le haya olvidado a mi marido que tenía que fregar los platos, o a mí me haya dado por fantasear con tener sexo con un colega del trabajo), pienso en una ocasión, hace ya unos cuantos años, cuando estaba mi marido en la silla. Acababa de administrarle la última descarga y estaba a punto de desatar las correas, cuando me di cuenta de que del oído le salía un hilillo de sangre. Cosas así, está claro, no se supone que deban pasar, pero nada hay que sea perfecto, ni siquiera la silla. Recorrí con el dedo el fino hilo de sangre desde su oreja hasta la mandíbula, y entonces, distraídamente, me llevé el dedo a la boca y saboreé toda la belleza y el dolor del mundo que jamás hayan existido, en un estallido de cerezas metálicas. No es algo que pueda olvidarse, eso.” (p. 95, mi traducción)

Si bien no todos los relatos alcanzan el mismo impacto, es innegable que, en general, Sweeney podría escandalizar a mucha gente. En ‘The Birthday Present’, un hombre recibe como regalo de cumpleaños una muñeca sexual completamente personalizada hasta el más mínimo detalle. Tras la muerte del marido, la mujer empieza a pasar horas y más horas en el cuarto que él había creado para su entretenimiento con la muñeca.

Y para almorzar hoy tenemos...
Modern Times es una bocanada de aire fresco en la narrativa actual. Lacerante, inconcebible y original, como las primeras líneas del cuento que abre el volumen, ‘A Love Story’: “Había una vez una mujer a la que gustaba tantísimo el nabo de su marido que le dio por llevárselo al trabajo en la fiambrera del almuerzo. Era al comienzo de su matrimonio y le marido todavía no había decidido qué podía llevarse ella y qué no (todavía estaban enamorados), de manera que le consintió ese pequeño pecadillo.” (p. 1, mi traducción) Si eso te ha parecido excepcional, el cuento termina así en la página siguiente: “Lo curioso fue que, años más tarde, cuando el marido, de uvas a peras, se llevaba la mano a la entrepierna y encontraba que el nabo seguía allí, bien colocado, experimentaba una intensa, aunque fugaz, nostalgia por los viejos tiempos.” 🤣🤣🤣.


8 oct 2020

Reseña: The Pier Falls, de Mark Haddon

Mark Haddon, The Pier Falls (Londres: Jonathan Cape, 2016). 321 páginas.
Hay un tema que estructura en cierto modo todos y cada uno de los relatos de este libro de Haddon: la supervivencia. Hay en todos ellos un trasfondo oscuro, apesadumbrado. Construye un telón de fondo en el que el peligro, lo desconocido, la desesperanza y la negativa a aceptar la muerte caracterizan a los protagonistas. Hay, asimismo, una violencia inusitada en algunos de ellos, aunque no sea un aspecto que el autor parezca hacer prominente.

El único de los cuentos que componen The Pier Falls que ya había leído es el último de la colección, ‘The Weir’ [El azud], que apareció en The New Yorker hace casi cinco años. Cabe decir que son todos, sin excepción, relatos redondos, que rozan la perfección. Están repletos de acción y momentos cruciales que sacuden la atención del lector.

A weir on the River Serpis. Photograph by 19Tarrestnom65.

El primero, el que da título al libro, tiene la textura y el tono de un informe periodístico casi impersonal de una catástrofe. Es como si el narrador estuviese a bordo de un dron, o volando en las alas de un ave que observase la escena que tiene lugar abajo: el desmoronamiento de un muelle en una de las ciudades costeras de Inglaterra. La narración avanza paso a paso, detalle a detalle, como si se tratase de uno de esos reportajes televisivos o radiales en vivo, en los que las cifras de víctimas se van incrementando a medida que la magnitud del desastre se hace cada vez más patente. El narrador-observador se detiene en momentos de angustia, debilidad, sorpresa, rendición o lucha por la vida, pero sin sensacionalismo alguno, con la naturalidad o la imperturbabilidad de un espectador emocionalmente distante.

El muelle de Eastbourne ardió hace ahora poco más de seis años. Por fortuna, nadie perdió la vida. La fotografía es de Jeff & Brian, residentes de Eastbourne 

Otros relatos en los que los protagonistas pugnan por sobrevivir incluyen ‘The Island’, ‘The Woodpecker and the Wolf’ y ‘The Boys Who Left Home to Learn Fear’. El segundo plantea una expedición interplanetaria a Marte que queda incomunicada con la Tierra y en la que van muriendo uno a uno los expedicionarios, hasta que solamente queda una mujer, que además está embarazada. ¿Llegarán a tiempo los integrantes de la misión de rescate, o será una expedición para realizar el entierro de todos? El planteamiento del tercero es similar, en tanto que se trata de una misión de rescate al corazón de la Amazonía; pero desde el primer momento todo parece salirles mal.

Luego están los relatos con un desenlace inesperado, inusual y chocante. En ‘Bunny’, Leah, una mujer que aparentemente no tiene ningún porvenir asegurado, se muda a la casa de Bunny, un joven que padece de una extrema obesidad. Sin ambiciones ni prospecto alguno en su vida, Leah comienza a ofrecerle a Bunny el cariño y la amistad que nunca ha tenido en su vida. El relato posiciona al lector ante un inesperado dilema moral, y la ambivalencia que parece adoptar el narrador es, como mínimo, desconcertante.

‘Breathe’ describe el regreso del extranjero tras muchos años de Carol, una mujer de mediana edad, a la casa de su anciana madre. Lo que encuentra le resulta intolerable: una casa sucia, abandonada, y una mujer que vive en medio del más absoluto descuido. En un arrebato inesperado Carol se pone a limpiar y poner orden en la casa, mas choca con el antagonismo de la madre y la fuerte oposición de su hermana, que nunca salió de la ciudad. En ‘The Gun’ un hombre rememora una tarde de infame recuerdo cuando acompañó a un amigo al bosque y mataron un ciervo, al que luego descuartiza el hermano del amigo.

Sin duda el mejor de todos (y en esto casi todo el mundo parece estar de acuerdo) es ‘Wodwo’. Es el más largo y el que más disfruté de este libro. Lo que comienza como una velada navideña de la familia Cooper deviene en una pesadilla, pero Haddon juega con la línea temporal lógica de la narración insinuando inesperados giros en las vidas de los personajes, probables desgracias que les sobrevendrán. Hacia el final de la cena, alguien llama a la puerta en medio de una nevada que marca récords históricos. Se trata de un hombre muy alto y barba entrecana, de raza negra, que lleva un gorro de lana negra, un largo abrigo negro y pantalones de camuflaje militar. En el interior del abrigo esconde una escopeta. Les propone un juego. Lo que tiene que pasar pasa, pero el hombre se levanta a los pocos minutos y sale de la casa por donde ha venido, dejando el salón perdido de sangre y restos de vísceras.

¿Quién ha sido el que ha apretado el gatillo? Pues Gavin, el más famoso de los hijos de los Cooper, un personaje arrogante, tan ostentoso como frívolo. El extraño le ha dicho, antes de partir, que el próximo año volverían a jugar. Lo que sigue es el descenso a los infiernos en vida de Gavin. Un peregrinar por el lado oscuro de la vida, donde a la falta de empatía de los demás y la autodestrucción le siguen toda clase de penurias, desdichas y humillaciones. ¿Volverán a verse por Navidad Gavin y el extraño?

Para cerrar, ‘The Weir’: un cuento en el que un hombre solo, deprimido y solitario salva a una chica que se ha arrojado al río en un azud. Con el paso del tiempo, es la chica la que, en cierto modo, parece haberle salvado a él.

Haddon compone excelentes relatos con retazos breves y sutiles que perfilan rápidamente a sus protagonistas y te lanzan directamente a la arena de sus dudas y pugnas por sobrevivir en un mundo que es siempre dificil, si no abiertamente hostil. Muy recomendable, en mi opinión.

El libro se publicó en 2018 en castellano. Lleva por título El hundimiento del muelle, en Malpaso, y fue traducido por Jaime Blasco Castiñeira.

13 ago 2020

Reseña: The Permanent Resident, de Roanna Gonsalves

Roanna Gonsalves, The Permanent Resident (Crawley: UWA Publishing, 2016). 285 páginas.
Con la clausura de fronteras y las fuertes restricciones al movimiento de personas que la pandemia ha traído, el programa migratorio que contribuye al sostén de la economía australiana ha cesado en 2020. Los migrantes que estaban aquí antes del cierre de fronteras están tratando por todos los medios de conseguir el estatus de residente permanente, el título de este libro de narraciones breves de Gonsalves, escritora natural de Goa (India).

El libro consta de dieciséis relatos en los que se contemplan y refieren las vicisitudes, las ambiciones soñadas y no logradas, las esperanzas quebradas y la pérdida de identidad, pero también los pequeños triunfos (que siempre son menos). Casi todos tienen como protagonista a una mujer india católica. Los relatos narran las dificultades a las que se enfrentan a su llegada a Australia. Quieren dejar atrás aspectos deleznables de su cultura de origen (el intolerable sexismo tan perfectamente detallado en ‘Up sky down sky middle water’, por ejemplo).

Las circunstancias pueden ser diferentes en algunos casos. En ‘Curry Muncher 2.0’, una joven india es testigo de la agresión racista que sufre su compañero de trabajo en un restaurante. Tras una odisea nocturna por los barrios de Sydney, el joven decide no presentar denuncia porque está esperando conseguir la residencia permanente.

En ‘CIA (Australia)’ una anestesista de origen indio presiona a la recepcionista del hospital para que calle sobre un error en el quirófano que desemboca en tragedia. Otro relato, titulado ‘The Dignity of Labour’, nos cuenta cómo el matrimonio de Deepak y Nina se viene abajo tras haber emigrado a Australia. Mientras el marido se ve obligado a realizar trabajos por debajo de la categoría a la que estaba acostumbrado en India, Nina estudia un posgrado. La fricción degenera en un terrible caso de violencia doméstica, que dejará a Nina con secuelas permanentes.

Uno de los mejores del volumen, en mi opinión, es ‘The Skit’. Una estudiante india de un MBA en una universidad australiana ha escrito un sketch y decide compartirlo con otros compatriotas en una reunión social. Tras leérselo, todos empiezan a hacerle sugerencias para que lo cambie, de manera que no hiera la susceptibilidad de los posibles lectores australianos. Gonsalves capta con sutilidad las voces, las inflexiones y manierismos lingüísticos de los comensales. Entre todos la convencen de que ha de cambiar el desenlace de su historia y hacerlo más del agrado de las autoridades para no poner en riesgo sus posibilidades de obtener la residencia permanente. La historia funciona muy bien como parábola de lo que hay que tragar para hacerse un hueco en la sociedad australiana.
¿Y qué contaba el sketch de Lynette? Pues esto:

“Era la primera vez que leía sus escritos en voz alta ante alguien, por no hablar de un grupo de personas. Al principio titubeó un poco, y al lengua se le enredó con las primeras frases del diálogo. Mas bien pronto interpretó el silencio reinante en la sala como interés, y se animó a seguir.

El relato era una amalgama de muchos otros relatos sacados de los periódicos de ese año. Una chica viene a Sydney con un visado de estudiante, asiste a una escuela privada donde aprende peluquería. Como a muchas otras antes que ella, su agente de migraciones, la escuela privada y el hombre que le estampó el visado en el pasaporte le han prometido la residencia permanente en Australia, la llamada RP. La matrícula cuesta mucho más de lo que publicitaba el folleto. Cuando ella se queja al encargado de asistencia social a los estudiantes, él se muestra muy comprensivo, la invita a su casa y después de un vaso de vino empieza a besarla. Al principio ella opone resistencia, como la buena mujer de las películas indias y las escuelas religiosas, pero él es muy mono, muy ardoroso y sabe qué hacer. Sucumbe a sus reclamos y a los que su propio cuerpo le hace. En medio de esa pasión, sin embargo, él le dice: «Llámame Mountbatten.» Luego, con los ojos cerrados, sin apenas aliento procede a llamarla guarra zorra apestosa a curry. Ella se queda pasmada. Se marcha de allí a toda prisa y decide presentar una denuncia por abuso sexual y racismo ante los juzgados locales. Él rebate las alegaciones y, utilizando los recientes escándalos de amaños de partidos de críquet entre la India y Australia, contraargumenta que ella estaba intentando comprarlo con sexo. La historia alcanzaba su desenlace en una dramática escena en la sala del tribunal: la chica es deportada y el funcionario sale impune.” (p. 42-43, mi traducción)

Aunque Gonsalves se esfuerza por mostrarnos los temores y las desagradables experiencias por las que pasan muchas inmigrantes indias en Australia, la principal pega que se le puede poner a este volumen de relatos es la excesiva uniformidad de sus tramas y temáticas. Son relatos insistentemente centrados en un grupo social específico: ciudadanas indias católicas en Australia. De las tramas no se transmite conocimiento alguno de otros grupos étnicos o sociales, ni siquiera de esa mayoría apática anglosajona que elige cada tres años a políticos y políticas que se adhieren a planteamientos abiertamente racistas. Es como si el resto de la sociedad fuera simplemente un paisaje de fondo para la exhibición de un grupo muy particular de emigrantes.

Cooks River, pintura de William Henry Broadhurst, de la colección de la Biblioteca Estatal de Nueva Gales del Sur.
Casi todos los relatos se ubican en Sydney, pero no muestran la poderosa riqueza multicultural que el país y su moderna sociedad ofrece. Quien solamente lea esta colección de relatos se va a crear una imagen muy distorsionada de la vida en las ciudades australianas en la primera mitad del siglo XXI. Sin duda al circunscribirse a los estratos sociales que la autora conoce bien la noción de autenticidad de lo que escribe está casi garantizada, pero ¿es suficiente para abrirse paso entre la comunidad literaria de una Australia multicultural? Lo dudo.

19 abr 2020

Reseña: Battleborn, de Claire Vaye Watkins

Claire Vaye Watkins, Battleborn (Londres: Granta, 2012). 288 páginas.
El título original (nacido de la batalla) de este, el primer libro de Watkins, hace referencia al nacimiento del estado de Nevada durante la Guerra Civil estadounidense. Es una sorprendente colección de relatos. La sorpresa, pienso yo tras la lectura, no radica tanto en el formato de los cuentos como en el contenido. Son casi todas historias sobre perdedores que nunca se dan por vencidos, muy en consonancia con esa mitología “blanqueante” del lejano oeste que desde Hollywood se nos ha vendido durante décadas. La diferencia, y con mucho, es que en los relatos de Battleborn no hay héroes, sino seres humanos, debilitados por la desventura, el infortunio o simplemente por sus erradas decisiones. Vamos, como casi cada uno de nosotros, ¿no?
"Duane Moser - 4077 Pincay Drive - Henderson, Nevada 89015
Apreciado Sr. Moser: La tarde del 25 de junio, durante mi última excursión a Rhyolite, iba por Cane Springs Road, unas diez millas en las afueras de Beatty, cuando tropecé con lo que parecían ser los restos de un accidente. Me bajé del coche y eché un vistazo. El valle estaba totalmente reseco." (p. 25, mi traducción).
Henderson, Nevada. Fotografía de Ken Lund (Reno, Nevada).  
De los diez cuentos que componen Battleborn voy a destacar tres. El primero de esos tres lleva por título ‘The Last Thing We Need’. Es en realidad una serie de cartas que un habitante de Verdi (Nevada) le escribe a un desconocido llamado Duane Moser tratando de aclarar lo que parecen ser los restos de un accidente de carretera que encontró. Naturalmente, las cartas nunca reciben respuesta. Pero Watkins va agregando elementos a la trama con cada una de las misivas, al tiempo que el que las escribe revela más detalles sobre sí mismo. Lo que comienza como un intento de indagar en la circunstancias vitales de un desconocido se va transformando en una paulatina confesión del remitente por entregas.

Moneda de 50 centavos que conmemoraba en 1925 los 60 años de la llegada de los buscadores de oro a California. Liberty: In God We Trust, reza el lema. 

‘The Diggings’ es un relato narrado en primera persona sobre un par de hermanos jóvenes de Ohio que emprenden viaje hacia California en busca del codiciado oro, el metal sobre el que se construye buena parte de la historia del oeste de los Estados Unidos en el siglo XIX. El viaje está repleto de penalidades y peligros, y cuando ya la esperanza de sobrevivir está bajo mínimos un burro salva a los hermanos. La fiebre del oro afecta a ambos de manera diferente. Mientras Errol enloquece en busca de la veta que lo haga rico, Joshua tiene los pies en el suelo y, gracias a las visiones que le asaltan de vez en cuando, sabe tomar decisiones. Es una historia en la que Watkins mezcla violencia, muerte y racismo, donde la desesperación de los perdedores abre literalmente un agujero bajo sus pies hasta engullirlos.

El tercer cuento que quiero destacar se llama ‘Man-o-War’, en el que un viejo minero solitario encuentra a una adolescente inconsciente en el lecho seco de un lago. El viejo acude allí todos los años la mañana del 5 de julio, a recoger los restos no utilizados de los fuegos artificiales que los jóvenes dejan abandonados tras las fiestas improvisadas del 4 de julio. El viejo Harris decide llevarse a la chica a su remoto rancho apartado del mundo. Allí, Magda se recupera poco a poco; Harris se da cuenta de que la chica está embarazada, y en su mente se va formando una idea, un absurdo proyecto de corte caballeroso y romántico que se hace añicos tan pronto como aparece el padre de la chica. La respuesta de Harris es brutal: su frustración la paga el único amigo que tiene este mundo árido, desolado e ingrato.

Los otros relatos inciden también en episodios que echan abajo a personajes frágiles, humanos en sus debilidades o caprichos. ‘Rondine al Nido’ cuenta la escapada nocturna de dos chicas jóvenes a Las Vegas, donde tras mucho alcohol y tomar malas decisiones, terminarán siendo abusadas sexualmente por un grupo de jóvenes. ‘The Past Perfect, the Past Continuous, the Simple Past’ es un título simplista para un buen relato, en el que un turista italiano pierde a su mejor amigo en las montañas, y perdido como está empieza a frecuentar un burdel, donde su presencia e interacción con las personas que allí viven causará un dramático final.

Un dato curioso: Battleborn cuenta con dos traducciones diferentes al castellano. La publicó el año pasado en España Malas Tierras con el título de Nevada y traducción de Ce Santiago, pero un año antes ya la había publicado en Chile Laurel Editores, con el mismo título, en traducción a cargo de María José Navia. Puede que haya ahí un modesto trabajo de investigación para quien quiera indagar si cabe teorizar sobra una localización de la traducción literaria.

27 dic 2019

Reseña: Australia Day, de Melanie Cheng

Melanie Cheng, Australia Day (Melbourne: Text, 2018). 252 páginas.
La fecha del 26 de enero es la que más divisiones provoca en la sociedad australiana. En el ámbito gubernamental es el día nacional porque celebra la llegada de la Primera Flota de soldados y convictos al mando de Phillip en 1788. Para los verdaderamente nativos de estas tierras es un día que conmemora la invasión y ha sido denominado Día del Duelo, reconociendo las masacres recurrentes que sufrieron los habitantes de los Primeros Pueblos de esta isla-continente.

Que Cheng haya elegido ese día para dar título a esta colección de cuentos es significativo. Aparte del hecho de que ‘Australia Day’ sea el primer relato, la fecha remite a una concepción muy particular de lo que es Australia, incluso ahora, casi en la segunda década del siglo XXI, cuando cabría suponer una visión más moderna, postcolonial del país. Sin embargo, la renuencia al cambio es uno de los aspectos que, tras mis casi veinticuatro años aquí, sigue siendo de los más intrigantes de la sociedad australiana.

En su debut literario Cheng nos regala una muy buena compilación de experiencias que abarcan tanto el punto de vista del emigrante como el del “underdog”, el que lleva siempre las de perder en el juego de la vida. Son en su mayoría relatos bien estructurados, con personajes sutilmente delineados sobre la base de unos pocos trazos. Todos los cuentos en Australia Day se sustentan en la noción del realismo: incluso en los diálogos uno puede reconocer a personas con quienes quizás podrías haber cruzado alguna palabra en alguna circunstancia profesional, quizás.

Quizás donde más claramente se percibe ese realismo es en su tratamiento del racismo ‘accidental’ que tanto aflora en la vida diaria en Australia. En ‘Australia Day’, Stanley Chu, nacido en Hong Kong, acompaña a su amiga Jessica Cook a la granja de la familia, en el interior de Australia, donde la transformación social lleva décadas demorando su llegada. 

Es el 25 de enero, y Stanley será el blanco de los dardos de tipo racial, unos sutiles, otros más palpables, que le caerán durante la cena con los padres de Jessica y al día siguiente, durante la barbacoa a la que acuden todos los amigos (blancos anglosajones) de la infancia y adolescencia de Jessica. Es un tipo de brusquedad que personalmente he escuchado unas cuantas veces, expresado en frases en las que se mezclan un tono agresivo y palabras de doble sentido. Una provocación latente cuya única razón de ser es el racismo, azuzado por una fuerte inseguridad económica e identitaria.

La M31, Hume Highway, en la entrada a Melbourne. Un auténtico tostón de carretera. Fotografía de malinhett.
Al día siguiente, Stanley y Jessica regresan a Melbourne, a sus trabajos en hospitales y rutinas urbanas. Las palabras del día anterior son la causa de que ninguno de los dos hable durante el viaje: “Cuando regresan a Melbourne al día siguiente, Stanley insiste en que quiere conducir él. Se siente bien cogiendo el volante entre sus manos y conduciendo el coche por el camino de grava. Ya no le duele la cabeza, pero la luz del sol es insoportable. Jessica le presta sus gafas de sol. A mitad de camino paran a llenar el depósito y se compran una Big Mac Meal en el McDonald’s. Jess le va dando patatas fritas a Stanley mientras avanzan a toda velocidad por la autovía en dirección a la gran ciudad. No hablan. Solamente miran la banda negra del asfalto y el cielo azul despejado a través del parabrisas, y de vez en cuando las señales de precaución en un rutilante amarillo.” (p. 20, mi traducción)

Esa brecha que comienza a abrirse en el camino de regreso es la misma que dos jóvenes madres, una de origen árabe y otra blanca, decidirán que es mejor mantener después de pasar unos minutos juntas en ‘Toytown’ mientras sus niñas juegan juntas.

‘Fracture’ es otro de los relatos que indaga en las fracturas sociales de la Australia contemporánea. El protagonista es Deepak, doctor indio-australiano de segunda generación, que conduce un Porsche y mantiene una relación de conveniencia mutua con su jefa, Simone, en el hospital. Las cosas se tuercen cunado un hombre mayor, curiosamente de apellido Ferrari, acude al hospital por una fractura en la pierna, y el tratamiento no tiene el éxito esperado. A sus 60 años, sin opciones de recuperar su trabajo, Tony Ferrari necesita un culpable. ¿Quién mejor que el doctor indio? El título hace referencia a la fractura emocional, personal y profesional que sufre el doctor cuando las quejas de Ferrari llegan hasta las más altas instancias. Aunque cabe decir que ése no será el final del calvario de Deepak.

En ‘Muse’, el relato más largo del volumen, Cheng se zambulle en la vida de un viudo que querrá recuperar la energía vital a través del dibujo. Cuando le propone trabajar como modelo a una joven a la que ha conocido en un taller nocturno, la ilusión se resquebraja junto con su salud. Es un relato muy redondo, muy bien trabajado y concluido.

El cuento que cierra el libro se titula ‘A Good and Pleasant Thing’. La protagonista es la Sra. Chang, emigrada (como Stanley Chu, y como la propia Melanie Cheng) desde Hong Kong a Melbourne. La ocasión es el cumpleaños de su nieto, que, casualmente, es el 26 de enero. Pese a que ha comprado todos los ingredientes para hacer el arroz favorito de su nieto, sus hijas deciden que el almuerzo celebratorio será en un restaurante del centro, en el barrio chino, llamado Jardines Celestiales. La comida es para la viuda Chang una gran decepción: “La comida era mediocre. Los chicharrones de cerdo paraban correosos y difíciles de masticar, el brócoli estaba ya frío y el arroz se les había pasado. Cuando terminaron de comer, la Sra. Chan sacó un palillo de uno de los diminutos jarroncitos que había sobre la bandeja giratoria y tapándose la boca trató de quitarse un trocito de brócoli que se le había quedado entre los dientes. ’ (p. 237, mi traducción) En este relato, la generación mayor de los emigrantes reniega del país de acogida porque no puede producir comidas de la calidad a la que estaba acostumbrada en Hong Kong.

Chinatown, Melbourne. No es Hong Kong, y nunca lo será. Fotografía de brightsea.
Esta es un buena e incisiva colección de relatos sobre la vida contemporánea en Australia, en los que además de la migración y lo foráneo de la existencia de muchos emigrantes en el país, Cheng trata temas como el duelo, la indiferencia hacia los más vulnerables y la familia como estructura social amenazada por cambios imparables. Un excelente debut.

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