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27 nov 2024

Resena: Smart Ovens for Lonely People, de Elizabeth Tan

Elizabeth Tan, Smart Ovens for Lonely People (Sydney: Brio Books, 2020). 249 páginas.

Hace ahora seis años que reseñé la novela Rubik de esta autora australiana residente en Perth. En su momento dije que Rubik era una especie de pasatiempo compuesto de muchas piezas que había que encajar igual que el cubo. De manera que tenía ganas de hincarle el diente a este conjunto de veinte relatos cortos. La decepción no puede ser mayor.

Los temas que trata Tan son muy similares a los de la novela: indaga en las inquietudes socioculturales de nuestra época, las imposiciones del tecno-capitalismo neoliberal y las absurdas tesituras que se plantean en torno a conspiraciones que los personajes se esfuerzan en principio por comprender y posteriormente por apartar de sus vidas.

Pero, personalmente, en su casi totalidad estos relatos me han dejado indiferente, y en algunos casos, completamente irritado, dado lo inanes que me resultan. De todos ellos, el único que salvaría de la hoguera es el que da título al libro: ‘Hornos inteligentes para gente solitaria’. Tras superar una crisis existencial no especificada, Shu recibe un horno de la marca ‘Neko’ (un horno hablante e ‘inteligente’) que, además de ayudarle a preparar comidas muy sanas y apetitosas, le hace compañía y le sirve de analista.

En cualquier caso, yo recomiendo emplear el tiempo necesario para su lectura en otros menesteres. Hay tanto que leer y el tiempo es finito.

13 ene 2018

Reseña: Rubik, de Elizabeth Tan

Elizabeth Tan, Rubik (Sydney: Biro Books, 2017). 328 páginas.
Entre varios otros propósitos, este blog trata de prestar una atención especial a la literatura australiana y busca darla a conocer a lectores que, a menos que tengan una inclinación particular por lo que sucede en estas tierras, rara vez podrán acercarse a algunos de los nuevos creadores que empiezan a destacar en la escena literaria down under.

Rubik (sí, el título, como puedes deducir de la portada, está inspirado en el famoso juguete en forma de cubo inventado por el arquitecto húngaro Erno Rubik). El libro recibió muy buenas críticas en blogs y revistas más o menos alejadas de la literatura mainstream australiana, y lo he visto descrito en algún lugar como ‘ficción experimental’. Incluso hay quien le atribuye el distintivo de novela.

Hete aquí una novela. Descuartízala, hazla añicos y después, trata de recomponerla.
Fotografía de  Lars Karlsson. 
En realidad, Rubik es un rompecabezas compuesto de relatos relacionados entre sí por personajes, motivos y temática. Me resisto no obstante a entender el libro como una novela. Llamadme conservador y reaccionario si queréis (son cosas de la edad, sin duda, y mi resistencia a formar parte de esa gran hermandad global del smartphone es una prueba irrefutable de ello).

Una novela siempre ha implicado la creación cronológica de una narración – ésta se puede presentar de maneras y formatos diversos que incluso generen rupturas de órdenes (pre)establecidos, y no por ello nos rasgamos las vestiduras. Pero la esencia de una novela está en su génesis; una serie de relatos vagamente conectados, y posiblemente generados (algunos de ellos) a posteriori no terminan de constituir una novela.

No obstante lo anterior, a la hora de hacer una valoración de Rubik, lo cierto es que deja un buen sabor de boca y crea una buena impresión. Elizabeth Tan ha escrito un libro que exige la atención del lector (pese a que su insistencia en aspectos tan propios del siglo XXI como las redes sociales, las tecnologías de la información/comunicación, o la mención exhaustiva de marcas comerciales y detalles de productos que rayan en lo absurdo).

Rubik se sitúa en Perth, la más remota ciudad grande del mundo, aislada del resto de Australia por el desierto. La autora nació allí, pero su visión de la ciudad es bastante crítica. De hecho, muchas de los relatos que componen Rubik tienen un trasfondo de sociedad distópica impregnada de matices amenazantes y para nada placenteros. Por ejemplo, en ‘Coca-Cola birds sing sweetest in the morning’ [El canto de los pájaros de Coca-Cola es más dulce por las mañanas], quizás el más completo y satisfactorio de todos los relatos de Rubik, la protagonista, Audrey Kwai, trabaja para el gobierno en un Ministerio de la Segunda Naturaleza, así llamado porque su función es la fabricación de pájaros e insectos artificiales, patrocinados por diversas multinacionales, y que han reemplazado a los verdaderos seres vivos que poblaban parques y reservas naturales. El cometido de Audrey es reparar los especímenes estropeados de aves y bichos que el público devuelve en máquinas especiales.

Los temas que trata Tan en Rubik son varios: la muerte (el primer relato, titulado ‘Rubik’, cuenta el absurdo accidente que le cuesta la vida a Elena Rubik al salir de una estación de servicio donde había comprado un pastel de carne), la interacción del ser humano con otros seres humanos a través de la tecnología, la elasticidad de la realidad frente a la ficción o el consumismo exacerbado por las tendencias virales (en ‘Luxury Replicants’, el protagonista, Michael trabaja de vendedor en una tienda hipster donde cada día llegan nuevos productos):
“El producto recién llegado hoy es el Kit Message-in-a-Bottle. Consiste en una caja, que es del tamaño de un estuche para gafas, la cual contiene una botellita de gas, un corcho, un lustroso papelito, una vela y un paquete de bolitas de cera roja. El papelito incluye útiles indicaciones sobre el mensaje que debes poner en la botella. ‘Esta botella fue soltada en [lugar] el día [fecha] por [nombre].’ Así pues, se supone que tienes que sellar la botella con la cera. La vela es para derretir la cera. El Kit Message-in-a-Bottle vale $24,95.” (páginas 243-4, mi traducción)

Como propuesta narrativa distinta y arriesgada, Rubik tiene sin duda bastante brillo, y uno puede ver por qué el conjunto le resultará atractivo a los millennials. Relatos compuestos únicamente de emails, relatos que ofrecen cinco desenlaces alternativos, Rubik es una metanarración planteada como un gran pasatiempo, con buenos detalles aunque, para mi gusto, bastante paja. Pero ya se sabe que soy un carroza, que se niega a tener teléfono móvil en plena segunda década del siglo XXI.

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