Elizabeth Tan, Rubik (Sydney: Biro Books, 2017). 328 páginas.
Entre varios
otros propósitos, este blog trata de prestar una atención especial a la
literatura australiana y busca darla a conocer a lectores que, a menos que
tengan una inclinación particular por lo que sucede en estas tierras, rara vez
podrán acercarse a algunos de los nuevos creadores que empiezan a destacar en
la escena literaria down under.
Rubik (sí, el título, como puedes deducir de la portada, está inspirado en el
famoso juguete en forma de cubo inventado por el arquitecto húngaro Erno
Rubik). El libro recibió muy buenas críticas en blogs y revistas más o menos
alejadas de la literatura mainstream australiana, y lo he visto descrito en
algún lugar como ‘ficción experimental’. Incluso hay quien le atribuye el
distintivo de novela.
Hete aquí una novela. Descuartízala, hazla añicos y después, trata de recomponerla. Fotografía de Lars Karlsson. |
En realidad, Rubik es un rompecabezas compuesto de
relatos relacionados entre sí por personajes, motivos y temática. Me
resisto no obstante a entender el libro como una novela. Llamadme conservador y
reaccionario si queréis (son cosas de la edad, sin duda, y mi resistencia a
formar parte de esa gran hermandad global del smartphone es una prueba irrefutable
de ello).
Una novela
siempre ha implicado la creación cronológica de una narración – ésta se puede
presentar de maneras y formatos diversos que incluso generen rupturas de
órdenes (pre)establecidos, y no por ello nos rasgamos las vestiduras. Pero la
esencia de una novela está en su génesis; una serie de relatos vagamente
conectados, y posiblemente generados (algunos de ellos) a posteriori no terminan
de constituir una novela.
No obstante lo
anterior, a la hora de hacer una valoración de Rubik, lo cierto es que deja un buen sabor de boca y crea una buena
impresión. Elizabeth Tan ha escrito un libro que exige la atención del lector
(pese a que su insistencia en aspectos tan propios del siglo XXI como las redes
sociales, las tecnologías de la información/comunicación, o la mención
exhaustiva de marcas comerciales y detalles de productos que rayan en lo
absurdo).
Rubik se sitúa en Perth, la más remota ciudad grande del mundo, aislada del
resto de Australia por el desierto. La autora nació allí, pero su visión de la
ciudad es bastante crítica. De hecho, muchas de los relatos que componen Rubik tienen un trasfondo de sociedad
distópica impregnada de matices amenazantes y para nada placenteros. Por
ejemplo, en ‘Coca-Cola birds sing sweetest in the morning’ [El canto de los
pájaros de Coca-Cola es más dulce por las mañanas], quizás el más completo y satisfactorio de todos los relatos de Rubik, la protagonista, Audrey
Kwai, trabaja para el gobierno en un Ministerio de la Segunda Naturaleza, así llamado
porque su función es la fabricación de pájaros e insectos artificiales, patrocinados
por diversas multinacionales, y que han reemplazado a los verdaderos seres
vivos que poblaban parques y reservas naturales. El cometido de Audrey es
reparar los especímenes estropeados de aves y bichos que el público devuelve en
máquinas especiales.
Los temas que
trata Tan en Rubik son varios: la muerte (el primer relato, titulado ‘Rubik’,
cuenta el absurdo accidente que le cuesta la vida a Elena Rubik al salir de una
estación de servicio donde había comprado un pastel de carne), la interacción
del ser humano con otros seres humanos a través de la tecnología, la
elasticidad de la realidad frente a la ficción o el consumismo exacerbado por
las tendencias virales (en ‘Luxury Replicants’, el protagonista, Michael trabaja
de vendedor en una tienda hipster
donde cada día llegan nuevos productos):
“El producto recién llegado hoy es el Kit Message-in-a-Bottle. Consiste en una caja, que es del tamaño de un estuche para gafas, la cual contiene una botellita de gas, un corcho, un lustroso papelito, una vela y un paquete de bolitas de cera roja. El papelito incluye útiles indicaciones sobre el mensaje que debes poner en la botella. ‘Esta botella fue soltada en [lugar] el día [fecha] por [nombre].’ Así pues, se supone que tienes que sellar la botella con la cera. La vela es para derretir la cera. El Kit Message-in-a-Bottle vale $24,95.” (páginas 243-4, mi traducción)
Como propuesta narrativa
distinta y arriesgada, Rubik tiene sin
duda bastante brillo, y uno puede ver por qué el conjunto le resultará atractivo
a los millennials. Relatos compuestos
únicamente de emails, relatos que ofrecen cinco desenlaces alternativos, Rubik es una
metanarración planteada como un gran pasatiempo, con buenos detalles aunque, para mi
gusto, bastante paja. Pero ya se sabe que soy un carroza, que se niega a tener teléfono
móvil en plena segunda década del siglo XXI.