Daniel Alarcón, The KIng Is Always Above the People (Nueva York: Riverhead Books, 2017). 240 páginas.
“El lugar en el
que naces es, simplemente, el primer lugar del que huyes.” La emigración como
tema fundamental de la vida contemporánea es el trasfondo de esta brillante
colección de relatos del estadounidense y peruano Alarcón, de quien ya leí hace
unos años At
Night We Walk in Circles,
novela que no dudo nunca en recomendar a quienes me preguntan por aquí en Canberra sobre
Perú y su especial coyuntura política.
En este volumen
Alarcón se adentra en la cuestión de la transformación que padecemos al
emigrar. Cada vez que regresamos a ese lugar que es el primero del que uno huye,
y que algunos dan en llamar patria (no es, desde luego, mi caso), nos
redescubrimos y nos redefinimos.
De los diez
relatos que componen The King is Always Above
the People, dos destacan por su longitud, que los acerca a la categoría de nouvelle. Son ‘The Provincials’ y ‘The
Auroras’. En el primero, el joven Nelson, que está a punto de reunirse con su
hermano en los Estados Unidos, viaja con su padre Manuel al pequeño pueblo de
donde es originario. Su cometido es ser el albacea del testamento de un
familiar que ha fallecido recientemente. Su visita es recibida con alegría y
(aparentemente) sana envidia de los lugareños que todavía recuerdan a Manuel
como un excelente estudiante que demostró ser muy valeroso al irse a la
capital. Por la noche se reúnen con algunos conocidos en un restaurante, y
Nelson se hace pasar por su hermano (quien ya lleva varios años emigrado) y a
medida que el alcohol les va soltando la lengua a todos, Manuel es objeto de
duras críticas. Alarcón incluye el guion de un curioso sainete tal como lo
imagina Nelson, cuya verdadera vocación es el teatro y el cine. Que en el lugar
de donde nos hemos marchado a veces se nos reciba con muy poca simpatía puede
ser algo amargo, por la razón que sea, es una de las más palpables realidades
del emigrante. Una vez te marchas, ya no perteneces ni a un sitio ni a otro.
Tierra de nadie.
‘The Auroras’ es
una divertida (aunque tenga un desenlace amargo) recreación contemporánea del
mito de Ulises y Circe. Narrada en tercera persona, cuenta cómo un profesor de
literatura huye de la capital a una ciudad portuaria tras el fracaso de su
matrimonio. Allí conoce a Clarisa, mujer de un marinero que está de viaje.
Clarisa lo invita a quedarse con ella. Con el paso de los días el profesor
queda más y más enmarañado en la especie de telaraña que la joven Clarisa le ha
tendido, atendiendo a sus amigas mientras ella está fuera de casa. Clarisa le
lanza un reto tras otro, y el joven profesor cae en una trampa tras otra, hasta
esclavizarse.
De los demás
cuentos, me llamó la atención el primero, ‘The Thousands’. Narrado en primera persona
del plural, cuenta un episodio bastante habitual en Perú: la toma de tierras para
llevar a cabo asentamientos en lugares donde no existía antes población alguna.
Recuerdo que uno de nuestros guías en Ica señalaba hace un par de años en el
horizonte un pequeño barrio alejado de la ciudad y explicaba que eran
“ilegales”.
En ‘República and
Grau’, cruce de calles que pudiera perfectamente existir en el centro de Lima,
un chico de 10 años es enviado a trabajar como lazarillo de un viejo ciego que
mendiga en uno de los semáforos del centro de la ciudad. Cuando el chico no
trae a casa el dinero que su padre esperaba conseguir, se emplea con violencia.
El ciego, por su parte, es casi un calco de su homónimo en el Lazarillo de Tormes. Como en el anónimo
del siglo XVI, el desenlace es violento e inesperado, pero deja muy buen sabor
de boca.
También cabe
destacar ‘The Ballad of Rocky Rontal’, cuyo aliciente es que está narrada en
segunda persona. Es la historia de un niño abocado desde su niñez a la
violencia de las bandas, el crimen y la cárcel. ¿Puede rehabilitarse alguien
que ha mamado la violencia desde muy pequeño?
Imagen procedente de asiasociety.org |
Alarcón escribe
con buen criterio, la suya es una prosa nítida y agradable, y se adivina un sutil matiz irónico
en sus descripciones. El título del libro procede de un grabado del artista
iraní Ardeshir Mohassess (1938 –2008). En otras partes del mundo, en un gesto
un poco más generoso y sin duda civilizado, se limitan a poner el retrato del
rey boca abajo.