Jhumpa Lahiri, The Lowland (Londres: Bloomsbury, 2013). 340 páginas.
Como en el caso de
The Lives of Others, de Neel
Mukherjee, la trama de la última novela de Jhumpa Lahiri, The Lowland, se relaciona con la revuelta naxalita en Bengala. Una
de las más importantes diferencias entre ambas radica en que, en la segunda, la
historia se traslada bien pronto a la costa este de los Estados Unidos, en
concreto a Rhode Island; mientras que en The
LIves of Others los protagonistas nunca salen de la India. Hay otras
sustanciales diferencias, por supuesto: Lahiri escribe con impresionante aplomo,
sin concesiones a la galería, mientras que Mukherjee tendía a rizar el rizo del
argumento y abusaba tanto de una sintaxis a ratos arcaizante como de un
oscurantismo léxico francamente innecesario.
Casitas playeras en Matunuck, Rhode Island. Fotografía de Swampyank. |
Dos hermanos,
Subhash y Udayan, un año y pico más joven, crecen durante los años posteriores
a la independencia en un barrio de Calcuta alejado del centro de la ciudad y
cercano a una hondonada que las lluvias monzónicas llenan todos los veranos y
en la que juegan los niños de la zona. Los dos son inteligentes y en la escuela
les dan alegrías a sus padres, una pareja bastante tradicional de las clases
humildes de Bengala. Pero son, como suele ser el caso entre hermanos, bastante
diferentes entre sí. Mientras que Subhash es más bien ponderado y poco dado a impulsos
no razonados, Udayan suele ser precipitado en sus decisiones. Ambos lograrán,
no obstante, destacar en lo que estudian. Subhash decide marcharse a Rhode
Island a completar su tesis doctoral en oceanografía, mientras que Udayan se
queda en Calcuta, introduciéndose cada vez más en los círculos universitarios
en apoyo de la guerrilla maoísta de Naxalbari.
Donde Udayan y Gauri se conocen, el lugar en donde el maoísmo sembraba sus semillas. Fotografía procedente de ndtv.com |
Pasan los meses y
los años, y la distancia entre los hermanos se hace mayor, el contacto se
reduce a unas pocas cartas esporádicas. En una de ellas Udayan le comunica a su
hermano que se ha casado con una joven, Gauri. Apenas un año después llega a
Rhode Island el telegrama que le anuncia la muerte de Udayan, justo cuando Subhash
ha visto terminado un idilio amoroso con una mujer que estaba separada de su
marido. De inmediato regresa a Calcuta.
Lo que allí
encuentra es una casa en duelo. Sus padres no reconocen a Gauri como miembro de
la familia. ¿En qué circunstancias murió Udayan? ¿En qué medida tuvo Gauri relación
con su muerte? Lahiri irá dando respuestas a estas preguntas poco a poco. Pero
para complicar todavía más la situación, Gauri dará a luz un bebé que será de
Udayan, y al que sus abuelos tratarán de separar de su madre.
Subhash no lo
duda: le ofrece a Gauri la posibilidad de irse a los Estados Unidos y dejar atrás
Calcuta. Se casa con ella, y adopta a la niña que nace, Bela, como hija suya. En
Rhode Island podría continuar con su carrera profesional y cumplir el sueño
americano. Casa, familia, trabajo, dinero. Pero Gauri no está por la labor.
Querrá su independencia a toda costa (independencia que se cifra en el estudio
de la filosofía europea), y el precio de esa emancipación lo pagará sobre todo
Bela. Cuando regresan de una visita a Calcuta, Subhash y Bela se encuentran la
casa vacía. Gauri se ha marchado a California. Desde ese momento, Subhash tendrá
que criar a Bela él solo.
En la segunda
parte de la novela, Lahiri concentra la atención del lector en Bela, su proceso
de madurez y posterior independización. Las relaciones entre padres e hijos y el
concepto de identidad de los emigrantes son los temas explorados en una narración
marcada por una prosa sobria, que dibuja a personajes muy humanos en sus imperfecciones,
especialmente a Gauri, cuya vida se debate entre la pérdida de Udayan, su deseo
de libertad y la carga que le representa Bela.
También la muerte
de Udayan supone un fuerte punto de inflexión en la vida de Subhash: a su
regreso a Calcuta, el contraste entre la cultura a la que ya se ha aclimatado y
las rígidas (y ciertamente crueles) tradiciones de Bengala representan un
dilema de índole personal que deberá acometer con serenidad y sapiencia.
Aunque no se
trate de una narración todo lo lograda que pudiera haber sido, con The Lowland Lahiri ejecuta un ambicioso ejercicio
narrativo en torno a la identidad del emigrante, concentrándose en las pequeñas
vicisitudes personales antes que en los grandes asuntos históricos del cambio
de siglo. Los cambios constantes en los puntos de vista narrativos ayudan a
sostener un intenso ritmo narrativo que solamente decae en las últimas quince o
veinte páginas. Al igual que el imparable progreso y desarrollo urbano hace
desaparecer la hondonada en la que jugaban de niños los dos hermanos, la trama se
pierde y zozobra hasta el melodrama en los dos últimos capítulos, en mi opinión
completamente innecesarios.
The Lowland la publicó en castellano Salamandra en 2014 (La hondonada) en traducción de Gemma Rovira.