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15 ene 2023

Reseña: The New Nomads, de Felix Marquardt

Felix Marquardt, The New Nomads: How the Migration Revolution is Making the World a Better Place (Londres: Simon & Schuster, 2021). 278 páginas.

Hace ya más de una década que participé en calidad de intérprete en dos rondas (la primera y la tercera) de negociación de un TLC. Los Tratados de Libre Comercio abogan por la libre circulación de productos, servicios y capitales entre países. Es la expresión jurídica y política de la fuerte ola globalizadora iniciada en la segunda mitad del siglo pasado e intensificada en este siglo XXI.

Un TLC es el triunfo más obvio y palpable del modo de producción y gestión capitalista. Australia, por ejemplo, ha hecho de los TLC un ‘modo de vida’: es país signatario de dieciséis TLC firmados y en marcha con otros veintiocho. Es innegable que los australianos nos hemos beneficiado mucho de ellos. El nivel de vida que hay en Australia es ciertamente envidiable.

Sin embargo, la libre circulación de productos, servicios y capitales no incluye a las personas. Y a pesar de ello, la gente sigue emigrando. A países como Australia, sí, pero también a la Unión Europea, a Estados Unidos o a cualquier otro lugar donde alguien con las ganas, las destrezas, los conocimientos o las aptitudes que sean requeridas podrá labrarse un futuro.

La tesis que expone Marquardt en The New Nomads es, en cierto modo, palmaria. La Historia nos (de)muestra que el hecho de cambiar de lugar de residencia para tratar de encontrar una vida mejor forma parte de la experiencia de los seres humanos desde siempre. El fenómeno que Marquardt señala es el hecho de que los desplazamientos en el siglo XXI no siguen las mismas rutas o direcciones que solían seguirse en siglos anteriores (para muestra un botón: pongamos por caso las masivas salidas de irlandeses, italianos o españoles en el siglo XIX). La migración es ya, de hecho, multilateral y multidireccional.

El libro presenta infinidad de casos personalizados, gente joven a la que el autor entrevista. Explica que, aunque históricamente la posibilidad de emigrar estuvo siempre reservada a las elites, “Hoy en día, cualquier europeo de todos los orígenes, salvo los más pobres, puede posiblemente coger un autobús rumbo a un país extranjero y experimentar algo del mundo al otro lado del horizonte. […] Todos hemos oído alguna vez la frase ‘saber es poder’, pero para la mayoría de las civilizaciones antiguas, saber era viajar. Para los griegos o los fenicios, literalmente no existía la educación sin viajar, ni se daba el viajar sin una educación. Lo que convertía a alguien en educado (y poderoso) era el hecho de que había viajado.” (p. 57, mi traducción).

Una curiosa observación que realiza Marquardt en torno a las tendencias migratorias en esta segunda década del siglo XXI es el hecho del rápido crecimiento que está teniendo la migración entre países del hemisferio sur: “Esta migración no es del tipo que obsesiona a los economistas, ni tampoco del tipo que irrita a los votantes y lleva a los populistas al poder en Occidente. Pero representa una herramienta esencial para el desarrollo en los países que cuentan con las más pequeñas emisiones de gases invernadero (las de África representan entre 4 y 5 por ciento de las emisiones globales” (p. 90, mi traducción). Es decir: puesto que los desplazamientos poblacionales siempre acarrean movimientos de capital, este tipo de migración resulta ser una suerte de ayuda al desarrollo mucho más eficaz que los métodos empleados hasta ahora. “Se precisa dinero, tesón y coraje para convertirse en migrante, y quienes escogen hacerlo nunca son los más vulnerables en sus países de origen y, por esa razón, la ayuda exterior que se gasta con la esperanza de disuadir la emigración tiene el efecto opuesto: el desarrollo exitoso en casi todos los países que antes eran pobres ha dado lugar a un incremento, en lugar de una reducción, de la emigración.” (p. 91, mi traducción)

The Monument to Migrants, Lake Vasto, Perth, Western Australia. Fotografía de Calistemon.

Hay también espacio para algunas críticas (más que probablemente justificadas) hacia las elites y las “Mentes Brillantes” que de forma periódica se reúnen en algún lugar del mundo para hablar de soluciones a los muchos males que nos afectan. Denuncia el escritor multinacional la profunda inmadurez de lo que él denomina solucionismo: “la idea de que todo lo que nos hace falta hacer es ponernos a pensar todos juntos e ‘idear algo’ que nos permita ‘lidiar con’ los principales problemas de nuestro tiempo. Esos problemas, desde la migración al colapso climático y la sexta extinción de especies que está ya en marcha, desde los asombrosos niveles de desigualdad en el mundo a la naturaleza inherentemente ecocida del súper-organismo metastatizado al que llamamos economía global, no son ‘problemas’. Son situaciones precarias. Los problemas tienen soluciones […] las situaciones precarias no. […] En este contexto, nuestra tendencia moderna a buscar ‘soluciones’ no es solamente equivocada. Es un pasivo, una deuda. No podemos ‘solucionar’ esos problemas, por muy brillantes que podamos ser. Hemos de vivir con ellos.” (p. 216, mi traducción)  

Aunque este libro de Marquardt se aleja mucho de la teorización e incide mucho más en los testimonios y las impresiones que decenas de personas le han aportado para su escritura, no está exento de algunas importantes reflexiones. Por ejemplo, la que hace en la página 121: “No obstante, quizá lo más importante que nos enseña la emigración es que el lugar de donde uno venga y el lugar al que uno se dirija no son más que meras proyecciones de los verdaderos interrogantes de la vida: ¿Quién eres? ¿Quién deseas ser?”

No es que The New Nomads revele algún dato o razonamiento espectacularmente novedoso. Sin embargo, es una lectura amena y fácil que aporta perspicacia y muchos matices personalizados al tema de la migración en esta época tan convulsa. Imagino que no entrará a formar parte de la lista de libros indispensables de los dinosaurios intelectuales que militan en partidos políticos xenofóbicos. Eso significa que, de entrada, es un buen libro.

8 nov 2020

Ressenya: Passport to Here and There, de Grace Nichols

Grace Nichols, Passport to Here and There (Hexham, Bloodaxe Books, 2020) 80 pàgines.

La poeta guyanesa Grace Nichols ha publicat enguany aquesta col·lecció de poemes, un més dins d’una llarguíssima trajectòria que va iniciar a l’any 1981. Es tracta d’un llibret amb un títol molt suggeridor (es podria traduir com Passaport per a viatjar aquí i allà). El llibre es divideix en quatre seccions, amb temàtiques prou diferenciades.

La primera secció es titula ‘Rites of Passage’, i inclou poemes sobre la seva infantesa a Guyana, com ara el primer, ‘If I were to meet’, una bellíssima reflexió de la experiència vital, i que s’inicia amb aquests versos:

If I were to meet the ghost

of my childhood running

with slipping shoulder-straps

and half-plaited hair

beside a brown expanse

of memorising water

and the mellow faces of wooden houses

half-hidden by a weave

of coconut, mango guenip trees.

I would say this was her childscape

this was where she was shaped

like first words formed on slate –

Es tracta d’una evocació de la noieta que ella va ser, reflexionant sobre el lloc on es va criar. Destaca el neologisme ‘childscape’, un deliciós mot creuat, una mena de paisatge memoritzat des de la infància que evoca l’indret tant físic com mental on Nichols va créixer, una ciutat colonial, Georgetown, amb cases de fusta mig ocultes per arbres caribenys, des de les quals podia veure’s l’aigua bruta i marró de l’oceà atlàntic.

En un altre poema d’aquesta primera secció, ‘Picture my Father’, l’autora ens duu de nou a la seva infància des de la imatge rememorada del seu pare, mestre d’escola, “treballant/ amb tot el pertret de l’imperi./ Quaranta fidels anys d’esser mestre / repartint disciplina, harmonia, estructura”.  Són aquests poemes de remembrança, d’una vida que només existeix en els records de la ciutat on va néixer, com ara ‘Georgetown Romance’ o ‘Sweet Fifteeen’, l’edat quan Nichols va enamorar-se “d’Otis Redding” mentre a classe el mestre, el senyor Owen, “entreteixia el Tractat de Tordesillas/ amb bromes sobre ell i la bona senyora Owen/ que sempre trigava una eternitat per vestir-se./ Tant, que quan finalment baixava les escales/ ell les pujava per haver-se d’afaitar un altre cop”.

"Cap altra cosa que fer que cercar refugi/ del caos de la Plaça del Mercat Stabroek/ i de l'or candent del sol a l'hotel Eldorado/ i submergir-se en la frescor/ del Museu de Georgetown"
El Mercat Stabroek, a Georgetown. Fotografia de Kevin Gabbert. 

Els poemes de la segona secció es centren en Anglaterra, i particularment en Londres, la metròpoli a la qual va emigrar Nichols fa més de quaranta anys. Hi ha poemes dedicats al té, la beguda “que parla d’una joia/ relaxada i d’un retorn a la teva essència”, i d’altres merament descriptius o evocatius, com ara dos sonets sense rimar intitulats ‘Viewing the Thames’ i ‘In the Shade of a London Plane Tree’. En el primer d’aquests, la ciutat del Tàmesi es descrita amb un “àlbum de fotos”, els records de l’autora, que llavors no podia veure les “mantes abandonades que marcaven/ els grups dels sense sostre”.

És la tercera part del llibre, ‘Back-Homing’, la que més interès assoleix, segons la meva opinió. Es tracta d’una sèrie de sonets, també sense rima, en els quals l’autora descriu moments de la seva recent visita a Georgetown. En el primer, ‘Landing’ [Aterratge], la primera sorpresa: no res pot esborrar el somriure dels llavis al arribar a casa, “ni tampoc el funcionari d’immigració/ qui, mentre fulleja el meu passaport britànic,/ em concedeix exactament els catorze dies d’estància/ que he sol·licitat, en el país on vaig néixer.”

La mar amenaça la ciutat, i els dics s'han fet necessaris a Georgetown. Fotografia de Dan Sloan.

Un altre esbalaïment es duu Nichols quan, en un autobús local, li diu “sorry” al home descamisat assentat al seu costat. ‘Wha yuh sorry fa?’, li contesta. Havia oblidat l’excés de cortesies, els massa ‘sorries’ dels anglesos, “que només aconsegueixen incomodar la teva gent.”

El darrer sonet d’aquesta secció és una elegia per Georgetown, la ciutat de la seva infantesa, que ara ha “d’acceptar les noves monstruositats de formigó/ que fa no res han brollat al costat/ de la teva tènue bellesa de fusta/ les teves artèries bloquejades de canals i carrerons?”

Carrer principal de Georgetown, en un quadre de Leila Locke. Fotografia d’Indra Khanna.

La quarta secció porta per títol ‘Interesting Times’, i és un recull de poemes amb temàtiques diverses, uns homenatges a artistes de Guyana i d’altres dedicats a amics, e inclou un mena d’epitafi per a Derek Walcott, el gran autor caribeny.

Si la tasca més important i significativa de la poesia és la de retenir les experiències i els records que ens inspiren certes persones o llocs, Passport to Here and There compleix la seva comesa. Un gran llibret que recomano.

10 jun 2019

Reseña: Strangers on a Pier, de Tash Aw

Tash Aw, The Face: Strangers on a Pier (Nueva York: Restless Books, 2016). 78 páginas.
Al comienzo de este breve ensayo del malasio Aw nos confiesa que, cuando viaja por Asia, la gente no parece diferenciarlo de los pobladores locales por su rostro. Es algo similar a mi experiencia en partes de Sydney, donde algunas veces me han sorprendido en paradas de autobús o estaciones de tren al dirigirse a mí en árabe o en turco porque mi interlocutor asumió que yo procedía del mismo lugar que ellos.

Strangers on a Pier [Extraños en un muelle] forma parte de una serie de Restless Books, que lleva por título The Face. Tash Aw cuenta la experiencia migratoria de su familia, que emigró desde el sur de China a Malasia. Es una reflexión que tiene mucho de viaje introspectivo. Desde la salida de su abuelo hasta su propia niñez y juventud, Aw se interroga sobre el fenómeno migratorio y sobre cómo ha ido evolucionando éste en tiempos recientes.

Es una lectura muy entretenida, tanto por la temática que plantea como por la manera de abocar al lector a interrogantes que deberá responderse. Aw escribe sobre su familia de forma muy emotiva, pero nunca olvida que lo hace para un lector, invitándolo a mirar hacia fuera y hacia dentro: “Y en medio de ese silencio me pongo a pensar: eso es lo que me frustra de un tipo particular de emigrante: los que se desprenden por completo de su bagaje cultural para asimilarse con éxito a su nuevo entorno (a diferencia del otro extremo: los que se aferran desesperadamente a los recuerdos de su tierra natal y no pueden esperar al día en que se jubilen y regresen al país del que acaban de salir). Pues el problema con los que olvidan es que la necesidad de hacer borrón y cuenta nueva en su país de adopción no comienza y termina simplemente con su llegada a las nuevas tierras: continúa después de aquélla, repitiéndose hasta que encuentra una zona de impacto histórica y conveniente, que le es emocional e intelectualmente tranquila, para que se forme una nueva narrativa sobre ellos, una trayectoria elogiosamente positiva que lucha por un nítido arco narrativo, completado con unas dosis de dolor cuidadosamente empaquetadas (que en última instancia quedan superadas, claro está) que puntúan el ascenso hasta el confort, el éxito y la felicidad.” (p. 35, mi traducción)

Y al final del muelle, un destino: otra vida en una cultura distinta, una cadena en la que uno habrá necesariamente de hacerse eslabón... mas siempre cadena a fin de cuentas. Un muelle en Malaca hacia 1905. Fotografía de Carl Josef Kleingrothe.

Como integrante de la tercera generación de una familia emigrante, Aw puede evaluar los efectos de esa emigración en su familia y al tiempo autoevaluarse como integrante de una sociedad multicultural y plurilingüe, como lo es la de Malasia. Especialmente significativas me han parecido sus reflexiones en torno al sistema educativo malasio, sus experiencias y conclusiones.

Como primera incursión de Tash Aw en el ensayo, Strangers on a Pier es una pequeña joya. Escrito con muy buen gusto, abunda en delicadeza y está dotado de una estructura muy bien cuidada. Al autor le gusta llevarte a conclusiones que quizás partan de su vivencia personal, pero con las cuales no es difícil identificarse:

“[…] Mi madre está quitando el polvo de los estantes acristalados en la parte superior de los armarios con un plumero, como debe de haber hecho a lo largo de los años mientras crecía, y le está diciendo a mi abuelo que mi hermana llamó la semana pasada, hecha un mar de lágrimas, desde Singapur. Se había ganado una beca del gobierno singapurense y estaba viviendo con una cuadrilla de quinceañeras como ella en un dormitorio universitario a casi dos horas en autobús del Instituto Raffles para Niñas, donde estaba recibiendo el tipo de educación que mis padres siempre habían querido para ella. Cuando habíamos visitado el dormitorio, incluso mi padre, curtido como estaba por una niñez espartana, había dicho escuetamente: “No es muy bueno.” Ahora mi hermana tenía morriña, se sentía sola, estaba estudiando un horario de locura solamente para seguirle el ritmo a las adolescentes más motivadas del sureste de Asia. Sobresalientes en todo todos los años, o pierdes la beca. Quería volver a casa.
Mi abuelo deja escapar un ruidito extraño; algo parecido a una risita, pero que no suena para nada jovial. No le conmueve esto, lo encuentra ridículo. Llegó sin nada a Malasia siendo un niño, sin otra cosa que una camisa sobre sus espaldas; no entiende el significado de la palabra morriña. Mi madre trata de hacerle entender cómo se siente mi hermana; es difícil, está completamente sola, las otras chicas son mezquinas. Y entonces mi abuelo dice simplemente: “Pero, si somos inmigrantes.” Como si eso lo explicase todo. Como si la adversidad, la morriña, la melancolía y la nostalgia vayan a ser siempre parte normal de nuestras vidas. Como si no tuviésemos ninguna expectativa razonable de que las cosas sean diferentes. Por la facilidad con que aceptó lo que él vio como su destino (igual que como mi padre había aceptado su niñez) de pronto vi que nunca iba a poder comunicarme con él, con este hombre amable y cariñoso cuya sangre yo había heredado, cuya cultura había absorbido sin discusión.” (pp. 76-78, mi traducción)

Somos migrantes… ¿Eso lo explica todo?

20 may 2018

Reseña: Exit West, de Mohsin Hamid

Mohsin Hamid, Exit West (Londres: Penguin Random House, 2017). 229 páginas.
“We are all migrants through time.” (p. 209) Con esta frase concluye Hamid el antepenúltimo capítulo de esta original novela. Es innegable que, al nacer, todos nos convertimos en migrantes, pasando por el curso del tiempo. Los únicos que no completan esa migración son los que nos dejan prematuramente, antes de poder terminar ese viaje que llamamos vida.

El escenario inicial de Exit West es una ciudad anónima (si bien por la descripción que hace el autor uno se inclina por situarla en el país natal del autor, Pakistán) asediada por militantes sanguinarios. Los dos personajes, Saeed y Nadia, son jóvenes, tienen empleo – qué raro – y aspiran a construir un futuro. Saeed trabaja para una agencia publicitaria, mientras que Nadie lo hace para una compañía de seguros. Ambos asisten a uno de esos cursillos vespertinos de formación permanente que con frecuencia sirven más que otra cosa para que alguien conozca a otro alguien.

San Diego a la izquierda, Tijuana a la derecha. Decida usted, si le dejan. Fotografía: Gordon Hyde.
Y eso es exactamente lo que ocurre. Tras intercambiar unas pocas palabras, Nadia acepta ir a tomar un café una semana después de la primera invitación de Saeed. Nadia lleva siempre una larga túnica negra, pero de desplaza en motocicleta por la ciudad y vive sola. Saeed vive en otra parte de la ciudad con sus padres. La sociedad en la que viven ejerce un fuerte control patriarcal sobre las mujeres.

Pero incluso en sociedades tan asfixiantes como ésta, nos dice Hamid, es posible escaparse. Los dos tienen teléfonos móviles, fuman de vez en cuando algún porrito, escuchan los discos de vinilo que tiene Nadia. Para subir al pisito, Nadia le baja con una cuerda una túnica y las llaves dentro de una bolsa, y Saeed se hace pasar por su hermana. Incluso un día toman hongos psicodélicos.

Mientras, los militantes se están haciendo dueños de la situación. El caos se extiende, las antenas de acceso a internet dejan de funcionar, el suministro de electricidad desaparece. A la madre de Saeed la mata un francotirador. Hay que huir, eso está muy claro. Pero ¿cómo? ¿Y dónde?

Es en esta coyuntura en la que Hamid introduce un elemento fantástico: por todo el mundo hay un número de puertas mágicas que llevan a otras partes del mundo: Saeed y Nadia atraviesan una de esas puertas tras pagar una buena suma de dinero y llegan a Miconos. Es el primer destino de su larga travesía global, que los llevará (siempre cruzando esas oscuras puertas fantásticas) a Londres y finalmente a Marín, en California.

La novela tiene dos estratos muy diferenciados. Por un lado, está la historia de amor de Saeed y Nadia. El aspecto de la sexualidad entre ellos, que el autor explora de modo un tanto solapado, le añade una pizca de interés a una subtrama que quizás no lo tendría por sí misma (Saeed es un mojigato). Por el otro lado, la historia de Saeed y Nadia es en realidad la historia de millones de personas y su posibilidad de encontrar un atisbo de esperanza y resiliencia gracias a la emigración a otras partes del mundo.

Protegiendo a Europa en África. La ignominiosa valla de Melilla. Fotografía de Stephane M Grueso.
En el relato sobre Saeed y Nadia, Hamid esparce cortos episodios, deliberadamente imprecisos, de personas que cruzan esas puertas en diversos lugares del mundo: mientras una mujer duerme en su apartamento de Surry Hills en Sydney, alguien sale del baño y escapa por una ventana abierta; agentes del FBI toman la casa de un marine jubilado en San Diego cuando detectan la presencia de extranjeros en el área.

Narrada con un lenguaje que busca la abstracción como estrategia, y que recuerda a las estrategias retóricas de los cuentos orientales más clásicos y antiguos, Exit West fuerza al lector a sumergirse en un espacio global. Lo consigue porque, con los dos personajes no anónimos de la novela, Hamid te pone un espejo delante para que te veas reflejado en esa realidad que enfrentan tantos millones de seres humanos que únicamente quieren escapar de la guerra, de la muerte, de la pobreza, de la desolación.

No, éste no soy yo.
Se abre una puerta y entra Mohsin Hamid, que lleva en sus manos una gran novela. Pero me parezco un poquito, ¿no? 
Fotografía de Mr Choppers.
Exit West, que estuvo en la lista final de obras candidatas al Booker del año pasado, ya ha aparecido en castellano (con un título tan innecesariamente esclarecedor como engañoso: Bienvenidos a Occidente) en traducción de Luis Murillo y publicado por Reservoir Books; y també en català, amb el títol Sortida a occident, en edició de Periscopi i traducció d’Albert Nolla.

20 abr 2014

Reseña: Unaccustomed Earth, de Jhumpa Lahiri

Jhumpa Lahiri, Unaccostumed Earth (Londres: Bloomsbury, 2009). 333 páginas.

Realmente no sé cuándo (o quizás debería decir si alguna vez) me cansaré de leer literatura en la que se destila el tema de la emigración, del trasplante de individuos desde un lugar en la Tierra, desde una cultura y una lengua a otra parte del planeta, en la que deberán desenvolverse en medio de otra cultura y emplear otra lengua (o incluso otras lenguas). Dada mi propia condición de emigrante en Australia, posiblemente nunca me aburra este tema.

Esto no quiere decir que para quien nunca haya salido de su tierra, la temática de la emigración no pueda resultar tan atractiva e interesante como cualquier otra. Pero dado que el fenómeno migratorio es una realidad extendida por todos los rincones del mundo y que el número de personas involucradas en él está alcanzando dimensiones nunca vistas, no debería extrañarnos que la emigración se esté convirtiendo en tema literario por antonomasia.

Jhumpa Lahiri nació en Londres, y es de origen bengalí. Es sin embargo una escritora estadounidense. Unaccustomed Earth se publicó en 2008 y recibió muchos elogios, hasta el punto de que The New York Times lo designó mejor libro del año. Es un volumen dividido en dos partes bien diferenciadas: por un lado, cinco cuentos de variada extensión con un tema común a todos ellos: historias de la comunidad bengalí emigrante en los EE.UU. La segunda parte, titulada ‘Hema and Kaushik’ se compone de tres relatos de una misma trama que en realidad (al menos en mi opinión) debieran haberse publicado por separado en forma de nouvelle. Porque esta segunda parte es un todo distintivo y autónomo, con un argumento bien diferenciado del resto de relatos de la primera parte, el conjunto del libro se resiente.

El primer cuento es el que le da título al volumen. Narra la visita de un viudo bengalí a su hija, casada con un norteamericano y con un hijo pequeño. La familia se ha mudado recientemente a la costa oeste desde el este. Embarazada de su segundo vástago, a Ruma le preocupa la posibilidad de que su padre quiera quedarse con ellos definitivamente. A él, en cambio, le preocupa cómo reaccionará su hija si le dice que ha conocido a una mujer, otra viuda, con la que va a viajar por Europa. Es un estupendo relato en el que lo deliberadamente silenciado por los personajes cobra mayor significación que todo lo dicho, y que Lahiri resuelve de manera extraordinaria: el nieto de tres años le quita la postal que el viejo Dadu había escrito a la Sra. Bagchi y la entierra en el jardín, donde la encuentra Ruma. La revelación de la nueva realidad vital de su padre sobreviene a través de una chiquillada.

En ‘Hell-Heaven’ la voz narradora es la de Usha, una jovencita en Boston, hija de emigrantes bengalíes. La madre de Usha le impone las costumbres de su India natal. Recluida en su apartamento mientras el padre trabaja de sol a sol, las visitas de un joven bengalí, Pranab, se convierten en el mayor aliciente diario en su vida. Cuando Pranab decide casarse con una norteamericana, Deborah, la madre de Usha se siente traicionada por el compatriota del que estaba secretamente enamorada.

El tercer relato se titula ‘A Choice of Accommodation’. Amit y su mujer Megan acuden a la boda de una amiga del primero, Pam. En el transcurso de la boda Amit bebe demasiado y termina perdiéndose la fiesta tras quedarse dormido en la habitación del hotel. Es en mi opinión el más flojo del conjunto, con algunos huecos en la trama y un desenlace algo forzado o gratuito. ‘Only Goodness’, por el contrario, se desarrolla en la costa este de los EE.UU. y en Londres. Rahul, el hermano pequeño de Sudha, deja los estudios y abandona a su familia por causa del alcohol. Lahiri explora magistralmente los malentendidos y los conflictos culturales que se producen entre los emigrantes y la segunda generación, los hijos nacidos en la “tierra desacostumbrada”. Cuando Rahul, al parecer ya rehabilitado, visita en Londres a Sudha, a su marido inglés Roger y el hijo de ambos, sucumbe a la tentación del alcohol, con consecuencias que podrían haber sido trágicas.

El último de los relatos de la primera parte del libro, ‘Nobody’s Business’, cuenta la amistad que se va desarrollando entre una joven india, Sangeeta, y uno de sus compañeros de casa, Paul. Él se calla no solamente el interés romántico que siente por ella sino también las humillaciones y vejaciones a la que le somete su novio egipcio. Unas extrañas llamadas telefónicas serán el detonante del final de la relación de Sangeeta con su novio, pero también darán lugar a la indiferencia y casi menosprecio de ella por Paul.

‘Hema and Kaushik’, la segunda parte del volumen, está algo menos relacionada con el tema de la emigración. Los dos primeros relatos (escritos en primera persona, a diferencia del tercero, ‘Going Ashore’, en el que domina una voz narradora omnisciente) cuentan la infancia de cada uno de ellos y de cómo sus vidas se cruzaron en los primeros años de una adolescencia precoz y difícil para ambos por causas diferentes. Mientras que el tono confesional del primer y el segundo relato es generalmente adecuado, la tercera parte (el encuentro casual de Hema y Kaushik en Roma, muchos años después de aquellos meses en que convivieron en la casa de la primera) suena a veces a desencuentro romántico, incluso a novela del corazón. El trágico desenlace que escoge Lahiri (situándolo en una playa de Tailandia el 26 de diciembre de 2004) a mi parecer no termina de arreglarlo.

A Lahiri se le ha criticado que su universo literario está muy circunscrito a la comunidad india de los Estados Unidos, e incluso dentro de ella, a una clase social alta, bastante privilegiada. Aunque no me cabe duda alguna de que las preocupaciones e inquietudes que estudia y retrata a través de las experiencias de sus personajes sean perfectamente válidas y auténticas, el universo narrativo de Unaccustomed Earth resulta ser demasiado específico. El sari con que los padres bengalíes vestían a sus hijas cuando las llevaban a fiestas no termina de desprenderse y revelar qué pasaba con esas jóvenes cuando terminaban la educación secundaria y acudían a la universidad. Pese a la elegancia y simplicidad de su prosa (o quizás precisamente a causa de ellas), Lahiri pasa de puntillas sobre el conflicto intergeneracional e intercultural que tiene lugar en todas las comunidades emigrantes. A diferencia de libros como We Need New Names de NoViolet Bulawayo o Ghana Must Go de Taiye Selasi, estos cuentos de Jhumpa Lahiri no terminan de ahondar y buscar qué clase de raíces pueden encontrarse o romperse en la tierra ajena e impropia en que vive el emigrante, porque uno queda en un extraño limbo, y deja de ser de allí pero nunca es totalmente de aquí.

21 jun 2012

Una definición de qué es ser escritor: Ariel Dorfman



Ariel Dorfman habla con Philip Adams en Late Night Live:

“Lo que me resulta interesante es que me hallo en una situación en la cual observo el mundo como un latinoamericano cuando estoy en los EE.UU., y como un estadounidense[1] cuando estoy en Latinoamérica o en Europa. De modo que puedo combinar, puedo observar, como un extraño, las cosas, y después de todo, eso es lo que es un escritor; un escritor es alguien que convierte cosas que son extrañas en cosas que resultan familiares. Eso es, claro.”


[1] Dorfman dice ‘americano’, pero en realidad quiere decir ciudadano de los EE.UU.

27 feb 2012

Reseña: The Happiest Refugee, de Anh Do


Anh Do, The Happiest Refugee (Crows Nest: Allen & Unwin, 2010). 232 páginas.



La autobiografía no es un género que se haya prodigado mucho entre mis lecturas en los últimos años, y pienso que la razón estriba en que las vidas de los demás raramente me atraen tanto que quiera descubrir más sobre ellos. Sin embargo, hace poco dos personas distintas y en contextos muy diferentes me mencionaron y recomendaron este libro, The Happiest Refugee, del australiano nacido en Vietnam Anh Do, y por esa razón decidí hacer una inmersión en el género de las memorias.

Anh Do es muy conocido en Australia por sus frecuentes apariciones en TV, donde ha hecho de casi todo. Confieso no obstante que apenas lo he visto en acción en TV, puesto que suele trabajar en los canales comerciales, a los que casi nunca me asomo, y en todo caso no creo que fuera justo valorar este libro en virtud de su perfil público como comediante o presentador en TV.

Lo interesante de este libro es sin duda el origen de la familia Do en Australia. Cuando hizo el viaje en un cochambroso barco pesquero con sus padres y hermano pequeño Khoa, Anh Do era muy pequeño. La narración de la atroz travesía desde el delta del Mekong hasta que son rescatados y finalmente trasladados a un campo de refugiados constituye un relato sobrecogedor y electrizante por lo genuino que es, aunque esté basado fundamentalmente en el testimonio de sus padres y otros familiares que los acompañaban.

De la enorme multitud de refugiados que salieron de Vietnam tras el final de la guerra, muchos terminaron acogidos en Australia. En muchos de los pueblos australianos del interior no es raro que el consabido restaurante chino que existe ya en más de medio mundo lo regente una familia vietnamita. En un caso del que me llegaron ecos muy tardíos, las habladurías, maliciosas e infundadas, apuntaban a la ‘misteriosa’ desaparición de perros y gatos callejeros cuando los ‘asiáticos’ abrieron el restaurante.

La narración de esa horrenda travesía en barco en busca de una vida mejor huyendo del régimen comunista de la posguerra no tendría nada de singular. Como la que narra Anh Do hubo muchas. Un relato ficcional – naturalmente, basado en testimonios de personas reales – lo hizo ya en su momento otro autor australiano de origen vietnamita, Nam Le, en la colección de cuentos titulada The Boat, y que ya reseñé hace casi dos años (aquí). The Boat ya ha sido traducida al castellano, por cierto, pero parece haber pasado desapercibido para los lectores en lengua castellana.

Los cerca de cuarenta adultos y niños que se apiñaban como podían en el reducido espacio del pesquero podrían muy fácilmente haber perecido en su travesía. Como suele acontecer en la vida de cualquier persona, es la casualidad (el azar, o si alguien prefiere llamarlo así, el destino) la que rige los acontecimientos y nos cambia la vida para bien o para mal. En el caso de Do, el azar quiso que, en el transcurso de los dos ataques por parte de piratas que sufrieron en su singladura por el océano Índico no fueran asesinados ni los echaran por la borda, ni que por causa de la tempestad que les sorprendió no se hundiera el barco, ni que murieran deshidratados o de inanición cuando las reservas de agua y de víveres se les habían prácticamente agotado. Los rescató un buque alemán in extremis.

Tras su posterior llegada a Australia, la historia de la familia Do es la de muchísimas otras familias de emigrantes – un relato de enormes (pero no siempre insalvables) dificultades, de mucho esfuerzo, de privaciones, de afán de mejora, de tentativas que triunfan y de inversiones que fracasan, de desencantos y de alegrías. En el caso de Do, cuando su padre abandona la casa familiar y desaparece de sus vidas (Anh tiene un hermano y una hermana, ambos más jóvenes que él), la curva del grado de estrechez se acercó peligrosamente a la desgracia.

Conforme avanza en el tiempo y se acerca al presente, el libro se va transformando no obstante en una colección algo deslavazada de anécdotas, que nos cuentan cómo tomó la decisión de no hacerse abogado y convertirse en comediante, decisión que le llevó a triunfar en el mundo del espectáculo, y cómo consiguió convencer a la chica de quien siempre estuvo enamorado de que se casase con él. Esta es en mi opinión la parte menos interesante: pasa de puntillas por cuestiones que pueden ser de mucho más interés para el lector. Vuelve a establecer el contacto con su padre, pero de las largas conversaciones que mantuvieron muchas noches a lo largo de los años apenas se nos ofrece un resumen.

Do quiere centrar más la atención del lector en la “felicidad” que tiene, y que conste que tiene todo el derecho a hacerlo: dados los terribles inicios de su vida, el que haya llegado adonde ha llegado en Australia no puede ser solamente fruto del azar o la casualidad, tiene que haber mucho mérito por su parte.

Lo que se echa en falta (y pienso que con toda probabilidad habría enriquecido el libro un 200%) son algunas reflexiones sobre la vida en la Australia actual o sobre la situación – similar a la que provocó la huida de los Do de Vietnam – de los miles de refugiados (afganos en su mayoría, pero también iraquíes e iraníes) en los campos de detención gestionados por empresas privadas que ganan las subcontratas del gobierno. Son personas y niños a quienes los gobiernos australianos de ambos signos (conservador y laborista) han estigmatizado con la anuencia de los principales medios de comunicación (en vez de comunicación, ‘mindless entertainment’ es una descripción mucho más rigurosa). No puedo creer que Anh Do no haya siquiera considerado la situación – seguro que lo ha hecho. ¿Por qué no hacer que pase a formar parte de su relato?

Adoptando la perspectiva del momento actual de su vida, Do desborda un optimismo que, personalmente, me resulta casi insufrible. No oculta que es un devoto cristiano, pero tampoco hace aspavientos de su fe – cosa que se agradece – ni achaca a un supuesto ser superior la fortuna de seguir vivo, haber triunfado en la vida a los 33 años o haber hallado “la felicidad” (sea eso lo que sea). Puede que la suya sea una historia notable, pero a mí no me cautivó.

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