En torno al cruce clandestino de la frontera entre México
y Estados Unidos hay todo un universo de libros y películas (me vienen a la
cabeza dos: La Bestia y The Three Burials of Melquiades Estrada, ambas
muy recomendables). El recién condenado expresidente del país receptor de
migrantes prometió construir un muro que extendiese la divisoria que el Río
Bravo del Norte marca de forma natural. Como todas sus promesas, tenía mucho de
bravuconería y muy poquito de realidad.
Border Hacker cuenta la rocambolesca historia de cómo uno de esos migrantes,
Axel, es expulsado del país donde ha crecido (Estados Unidos) y deportado a Guatemala
en un proceso tan absurdo (y posiblemente alegal) que resulta fascinante y
francamente asombroso. Que alguien criado en las calles de Queens sea deportado
a Guatemala donde ni siquiera lo reconocen como ciudadano guatemalteco no es
una simple anécdota: es un motivo de vergüenza ajena.
El narrador principal es sin embargo Levi Vonk,
periodista, antropólogo y alma caritativa que decide invertir su beca Fullbright
en apuntarse al Viacrucis Migrante, una de las caravanas de personas que en la
segunda década del siglo cruzaban México desde su frontera sur con la idea de
llegar al vecino del norte. En realidad, no han cambiado tanto las cosas diez
años después, pues desde el norte de Colombia, y atravesando en condiciones
infrahumanas el Tapón del Darién de Panamá, el flujo de personas hacia Norteamérica
no cesa en absoluto.
Hay quien le quiere poner puertas al campo (o al desierto en este caso, Arizona), pero nunca podrá ponérselas al hambre. Fotografia de Mobilus In Mobili. |
La historia: Levi conoce a Axel en uno de los refugios para migrantes en México. Axel es ya un veterano de la ruta migratoria y rápidamente se da cuenta de que Levi no durará mucho tiempo si no cuenta con alguien que vele por su salud y su vida y le ayude en un entorno extraño y peligroso. Cuando Levi oye el acento neoyorquino de Axel, comprende que su historia personal debe ser única, singular y audaz.
El relato tiene de todo: sinsabores, peligros, amenazas y
algunos (pocos) momentos de cierta alegría que experimentan ambos en la ruta
migratoria. Vonk denuncia las malas artes de toda una nebulosa de personajes
que rodean y se aprovechan de estas personas desesperadas en una red que les
tienden todo tipo de canallas, algunos lo bastante cínicos como para afirmar
que están del lado de la justicia y la decencia. Por ejemplo, los propietarios
de albergues que coaccionan cuando no esclavizan a quienes buscan trabajo para
no morir de hambre mientras esperan su oportunidad de viajar a la frontera;
abogados con aspiraciones políticas; siniestros personajes que buscan sexo o dinero
a cambio de protección; e incluso la figura del sacerdote, la figura falsa que
finge querer, proteger y atender las necesidades de los inmigrantes.
El contraste entre la experiencia de Axel y la
ingenuidad de Levi Vonk da mucho juego. Las ‘confesiones’ en primera persona de
Axel agregan una perspectiva picante al caldo de cultivo del estudio
periodístico que realiza Vonk. Conforme pasan los años, Levi descubre que Axel está
ocultando detalles o inventándoselos. Y cuanto mejor lo conoce, más tiende a desconfiar de la
veracidad de sus explicaciones.
Un gran reportaje periodístico acompañado de las
muy certeras observaciones de un personaje misterioso y semioculto, que sobrevive
en la ilegalidad y se gana la vida hackeando por dinero y favores. Border
Hacker es asimismo una denuncia del programa conocido como Southern
Border, que Obama instauró como remedio a la molesta llegada de emigrantes
a un país que se fundó en la inmigración y en la ocupación de las tierras de los
primeros pueblos. ¿Por qué será que esos países que, en los siglos XVIII y XIX,
se nutrieron de emigrantes europeos a porrillo y ahora, en el XXI, invierten
billones en implementar políticas de disuasión de la emigración (cuando no de
absoluta violación de derechos humanos). Yo vivo en uno de ellos y tengo
algunas respuestas a esa pregunta, pero no es el momento ni el lugar para
compartirlas.
Este es un libro trepidante, pero es también un poco desazonador por momentos. No sé si hace falta decir que algunas de las personas que Axel menciona en su relato no llegaron vivas a la orilla norte del Río Bravo.