Son pocas las veces que un escritor, al edificar
por partes la historia que quiere contar, exige que sea el lector el que tiene
que descifrar claves y acertijos y dar con las pistas que le ayuden a entender
el todo de la propuesta narrativa. Si eres un lector o lectora que con gusto
acepta ese tipo de reto, entonces Trust es una novela cuya lectura debes
acometer lo antes posible. Pero también aviso: esta reseña contiene algunos spoilers.
Trust son cuatro “libros” (no por su longitud sino por
su concepto). El primero es ‘Bonds’ (el primer juego de palabras de los muchos
que Hernán Díaz incluye en el libro: bond relaciona las obligaciones
financieras con los vínculos familiares) y lo escribe un autor ficticio, Harold
Vanner. En él se cuenta la historia de Benjamin
Rask y su mujer, Helen. Rask es un todopoderoso potentado económico que multiplica
su fortuna con el desastre bursátil de 1929. En su versión de la historia, Vanner
achaca a la perversidad del marido el decaimiento de la salud mental de Helen
en lo que, a los ojos de Vanner, se convierte en una tortura, terminando en su internamiento
y muerte en una residencia suiza.
El segundo ‘libro’ es la autobiografía de Andrew Bevel, multimillonario
orgulloso de su aptitud para convertir el dinero en mucho más dinero a pesar de
las crisis que afectan a otros. En esta segunda parte Hernán Díaz realiza una valiente
apuesta: hace que la biografía de Bevel quede inconclusa, con marcadores de
secciones que se deberían completar con datos, anécdotas, episodios o datos
varios. Los paralelos entre la historia de Rask y la de Bevel son, en todo
caso, muy evidentes.
En el tercer ‘libro’ aparece Ida Partenza (nótese que el
apellido de este personaje, secretaria de Bevel, contratada en 1938 para
ayudarle a escribir la autobiografía ꟷla segunda sección del libroꟷ se puede
traducir como «desviación»). Es también una autobiografía, pero buena parte de ella se encamina
a contarnos cómo Bevel confecciona, forja, manipula y fabrica la memoria de su
esposa Mildred, fallecida recientemente. Lo mejor de esto es que Díaz adopta determinadas características del género de la novela detectivesca y de misterio y suspense para hacer añicos la
narrativa que había construido hasta ese momento. Cuando Bevel fallece de modo
completamente inesperado, Ida Partenza pierde lógicamente su trabajo y el
proyecto de biografía del millonario.La Bolsa de Nueva York. Fotografía de Jeffrey Zeldman, vecino de Manhattan.
El círculo de la novela se cierra con la cuarta sección,
el diario secreto de Mildred que Partenza encontró en la casa de Bevel y que
sustrajo poco antes de su muerte. El diario de la señora Bevel deja en
evidencia al marido, mostrando que era ella la que poseía la inteligencia y las
dotes matemáticas para enriquecerle a él.
En una
entrevista titulada “El dinero es una ficción” a Milenio, Díaz observa que «en las grandes
epopeyas del capital hay gente que tiene un megáfono y una voz que se proyecta
ensordecedoramente en todos los ámbitos de la sociedad, y hay otra gente que ha
sido desplazada y amordazada, y entre esa gente me interesaban las voces de las
mujeres que habían sido ignoradas en la historia del capital». Para llevar a cabo esa denuncia, el autor arriesga mucho:
opta por hacerle creer al lector una versión del pasado, pero a medida que
avanza la novela desmonta esa versión con mucho ingenio y exquisito estilo. No
es únicamente el dinero lo que es ficción: también puede serlo el pasado si uno
tiene tanto poder como pueden concederle el dinero y el sistema socioeconómico reinante.
El libro fue premiado con el Premio Pulitzer de 2023 y, lógicamente, se tradujo rápido, el mismo año. Curiosamente, tanto la versión en castellano (Fortuna, en Anagrama, con traducción de Javier Calvo) como la versión en catalán (Fortuna, en Edicions del Periscopi, amb traducció de Josefina Caball) obvian el juego de palabras del título original en inglés. ¿Puede uno fiarse? No olvides lo que reza el lema oficial de los Estados Unidos: In God We Trust. Cosas del mercado editorial, supongo.
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