A un pueblecito del oeste de Irlanda (Cloonoila) llega un
extraño. Es un hombre vestido de negro, luce una llamativa barba blanca y habla
con acento del este de Europa. En poco tiempo se granjea la confianza de muchos
de los habitantes del pueblo, incluso la del sacerdote local. Se instala y abre
tienda como curandero y terapeuta sexual. Con sus dones y habilidades, su negocio
atrae especialmente a las mujeres, entre ellas a Fidelma, una mujer casada de
reputada belleza que no ha conseguido tener hijos con su esposo Jack, varios años
mayor que ella.
El caso es que el extranjero, que se hace llamar Vlad,
parece ser un hombre erudito, le sobra carácter y tiene un atractivo carisma
para la mayoría de los y las jóvenes de la localidad. Su secreto, sin embargo, se
revela mediada la narración. Se trata de un criminal de guerra fugado, un
carnicero de la guerra de Bosnia.
Al poco tiempo del arresto, aparecen en el pueblo otros tres
extranjeros que buscaban a Vlad. A Fidelma la obligan a salir de casa y la
secuestran. Lo que sigue es un episodio brutal, salvaje y horroroso. Fidelma
pierde el bebé, pero salva la vida. Para sobrevivir, decide irse de Irlanda y escapa
a Londres, donde sale adelante gracias a la bondad y la humanidad de varias emigrantes.
Así, la víctima del criminal de guerra y su pasado se convierte
en heroína en Londres, cobrando la fuerza y la conciencia para rehacer su vida
y enfrentarse al protagonista que encarnaba el mal y simulaba ser alguien que sanaba
a las personas, entendía la poesía y la belleza del arte.
Algunas reseñas de la novela destacan su posible falta de
cohesión y estructura porque hay constantes cambios de punto de vista narrativo;
incluso se producen alternancias entre la primera persona con la tercera
persona para un mismo personaje. Desde mi punto de vista, no obstante, la
primera parte de la novela es un excelente compendio de cuentos y narraciones
breves que presentan la variada riqueza que esconde un pequeño pueblo irlandés como
el de esta historia. La asimetría enriquece antes que resta. Dada la llegada de
un extraño al ecosistema humano de Cloonoila, O’Brien comparte las impresiones
que causa Vlad en ellos y los ocurrentes intercambios en torno al curandero y
sus inusuales costumbres.
Es un hecho innegable. The Little Red Chairs pasa de la
comedia al horror en apenas unas páginas; también en la vida real se puede
pasar de la completa felicidad al terror en pocos segundos. La novela aguijonea
nuestra conciencia moral. Invita a hacerse preguntas difíciles. Por ejemplo: ¿Debemos
desconfiar de los extraños? ¿Nos hacemos cómplices de un agente del mal cuando
no aprendemos o no sabemos reconocerlo? ¿Hasta qué punto es la inocencia una
excusa válida para no admitir la complicidad con el mal? En el caso de la protagonista
de esta novela de O’Brien, la inocencia sufre y paga un precio demasiado alto.
Para mí, esta es una excelente novela corta, que vale la pena explorar. La publicó en castellano Errata Naturae como Las sillitas rojas (la traducción a cargo de Regina López Muñoz). Que jo sàpiga, encara no ha estat publicada en català.
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