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3 mar 2025

Reseña: A Thousand Moons, de Sebastian Barry


Sebastian Barry, A Thousand Moons (Londres: Faber & Faber, 2020). 251 páginas.

Si todavía no has leído la novela de Barry Days without End, que precedió a esta en tres años, es mejor que dejes de leer esta reseña. A Thousand Moons continúa la historia de los protagonistas de Days without End, el irlandés Thomas McNulty y el mestizo John Cole, que al final de la historia narrada en la primera novela se han asentado en una plantación de tabaco de Tennessee propiedad de Elijah Magan. En la casa conviven los dos exsoldados (con su hija sioux, Winona), el propietario Magan y dos exesclavos, la cocinera Rosalee Bouguereau y su hermano Tennyson, además de otros peones.

Son tiempos difíciles. Si bien es cierto que la Guerra de Secesión ha terminado, no lo es menos que para los Confederados no lo ha hecho (y, dada la situación sociopolítica actual en los EE.UU., podría decirse que la conflagración del siglo XIX mantiene vivos ciertos rescoldos bajo una apariencia de normalidad democrática). En A Thousand Moons, sin embargo, la protagonista principal y la voz narradora es Winona, cuyo nombre en lakota, su lengua materna, era una flor, ‘Ojinjintka’, la rosa.

Han pasado varios años y Winona se ha hecho mujer. John le dio a su hija una excelente educación. Sabe leer, escribir y llevar las cuentas, por lo que pronto consigue trabajo en las oficinas de un abogado del pueblo, el Sr. Briscoe. La vida en la granja y en Paris, en la parte occidental de Tennessee, no está libre de peligros. El principal para Winona, Cole, Rosalee y Tennyson es el racismo. Nos dice Winona que, en la mente de muchos de los sureños derrotados, asesinar a una persona india no es un delito porque esa persona, para ellos, no es persona. Es nada.

Hay un jovencito de origen polaco en Paris, Jas Joski, que corteja a Winona. Una noche ella es víctima de una brutal violación. No sabe quién ha sido. Sus padres adoptivos quieren justicia, pero sin pruebas es difícil conseguirla. Días después, es Tennyson quien sufre un violento ataque que casi lo lleva a la tumba.

Una vez recuperadas las fuerzas, Winona decide investigar por su cuenta. Se corta el pelo y se viste con ropas de hombre. Montada en una mula, sigue a las tropas federales que buscan acabar con los rebeldes sureños. Es así como conoce a otra joven india, Peg, a quien está a punto de dejar morir después de que Winona reciba un disparo de ella. Pero ese encuentro fortuito se convierte en el comienzo de una gran historia de amor.

¿Hay justicia para todos? El edificio del Juzgado del condado de Henry en Paris, Tennessee.

Cuando Joski aparece muerto a cuchilladas, todos los indicios apuntan a Winona, que es arrestada y sentenciada a muerte. Siendo de raza india, Winona no tiene ni un atisbo de esperanza de que la justicia blanca no la vaya a ejecutar.

Como ya me sucedió con Days without End, Barry me ha hecho disfrutar de la historia y de cómo está contada. Es una novela en la que el lector va a deleitarse por un lado con su lirismo y lo coloquial de la expresión de Winona, pero no esquiva para nada la brutalidad y la crueldad de los episodios violentos que sufren los protagonistas. Tiene un enorme mérito que la creación de una voz como la de Winona sea plenamente convincente.

A Thousand Moons (una expresión de la mitología nativa americana para referirse a un largo tiempo) la publicó en castellano la editorial AdN (Mil lunas) en 2021, con traducción a cargo de Susana de la Higuera Glynne-Jones.

22 feb 2025

Reseña: Godwin, de Joseph O'Neill

Joseph O'Neil, Godwin (Londres: 4th State, 2024). 277 páginas.

El llamado deporte rey es el motivo empleado como telón temático de fondo de esta peculiar obra del turco-irlandés O’Neill. Y en realidad, es un pretexto para crear una deliciosa novela a dos voces con una intención de denuncia del colonialismo contemporáneo que es la industria internacional del futbol profesional.

Aviso: esta reseña contiene spoilers. El año es 2015. Mark Wolfe trabaja como escritor técnico dentro de una cooperativa. Lo suyo es escribir solicitudes para becas de investigación, literatura médica, guías de consulta y referencia técnica, etc. Pero hay que no termina de compensarle, y se enfrasca en una fuerte discusión con el conserje.

En verdad, Mark está padeciendo ese hastío inherente a la percepción de que el mundo se encuentra colmado de estupidez: «Me refiero a la estupidez moderna, o sea, una estupidez que es intencional, comunicable y extrañamente codiciosa, y que está aumentando en todas partes a tal ritmo que a veces pienso que no son únicamente los polos glaciares los que se derriten: hay también un continente indetectable de estulticia congelada que se está fundiendo». (p. 17, mi traducción)

La Cogerente de la cooperativa, Lakesha, le sugiere que se tome un par de semanas de asueto y descanso. El momento coincide con una llamada de auxilio de su medio hermano Geoff, que vive en Londres y que sueña con convertirse en ojeador, descubrir al siguiente Messi y ganar una fortuna que le permita vivir de rentas para el resto de su vida.

Aunque Mark no se habla con la madre de ambos, accede a cruzar el Atlántico y echarle un cable al hermano, quien se ha roto una pierna y no puede viajar. La misión de Mark es sencilla: Ir a Francia, encontrar a un viejo ojeador de futbol llamado Lefebvre y mostrarle un video de un partido en el que se ve a un quinceañero de Togo al que llaman Godwin. Lefebvre tiene que confirmar que se trata de Godwin, ese portento futbolístico del que creen que obtendrán una fortuna en un futuro.

Lefebvre le asegura a Wolfe que Didier Drogba fue su gran descubrimiento.
Drogba con la camiseta del Chelsea el día 23 de agosto contra Leicester City. Fotografía de Brian Minkoff-London Pixels. 
Una vez en Francia, tras varios episodios que le confirman su creencia del estado general del mundo en la segunda década del siglo, Wolfe cree detectar que el francés ha reconocido al prodigio togolés, firma un contrato con Lefebvre y se dispone a embarcarse en la aventura de viajar a Benín, no a Togo, con Lefebvre. Cuando despierta a la mañana siguiente, Lefebvre ha desaparecido. También el contrato que habían firmado la noche anterior, de gran consumo etílico, por cierto. De manera que decide regresar a Pittsburgh.

Entretanto, en la Cooperativa se ha producido una remodelación en el esquema de liderazgo. Sin comerlo ni beberlo, Mark se convierte en Gerente, junto a Lakesha, gracias a los votos por poder que ha conseguido Edil. Ella encarna la maldad, según Lakesha. Poco después, Edil acusa a ambos cogerentes de prácticas corruptas. Si crees que el argumento se va por los cerros de Úbeda, no temas: la narración de Lakesha es tan absorbente como la de Mark. Y todo va a confluir de una modo inesperado.

Transcurrido cierto tiempo, Lefebvre un atardecer aparece en Pittsburgh y llama a la puerta de la casa de Mark y su esposa Sushila. Lo que sigue es un largo, a ratos hilarante, capítulo narrado por un irritadísimo y cáustico Mark. El francés habla y bebe, bebe y habla, y habla un poco más. Tras una larga arenga sobre la pobre situación del futbol en los EE.UU., lo malo que es el futbol femenino, sus muchos viajes a África y sus grandes conocimientos de la historia del balompié, procede a contarles que sí, que encontró a Godwin, en Benín. Que es tan bueno como suponían tras ver aquel video. Y que ha sido la madre de Mark, Faye, y su hermano Geoff, quienes se les han adelantado en el fichaje del muchacho.

La sorpresa mayúscula es que, para poder llevar a Godwin a una academia de futbol donde el chico se desarrolle como futbolista y persona, la madre lo ha adoptado.

En la parte final es Lakesha la que cuenta el cómo, el cuándo y el porqué de que sea ella quien finalmente se convierte en tutora pro tempore de Godwin. Toda la familia Wolfe muere en un accidente de aviación camino de Benín, Lefebvre se hace cargo de Godwin y Sushila convence a Lakesha para que participe en el proceso de convertir a Godwin en jugador de futbol.

El tema subyacente es, naturalmente, la explotación colonialista del capital humano de jóvenes cuyas destrezas los hacen candidatos para una explotación cruda. La realidad es que son muchísimos los jóvenes del tercer mundo que sueñan con triunfar en las grandes ligas europeas, pero solamente un par de puñados de ellos se hacen verdaderamente ricos. El futbolista es mercancía humana. Wolfe cree ver en Godwin una oportunidad de aventura, una escapada que le signifique su granito de arena para reducir esa estupidez planetaria que desprecia, pero cae en la tentación que crea el dinero fácil del legado postcolonial que supone la explotación de esos jovencísimos jugadores. O’Neill hábilmente sitúa el lugar donde Lefebvre encuentra a Godwin en la misma playa donde apenas doscientos años antes los esclavistas cargaban los barcos con destino a América repletos de jóvenes africanos capturados.

Un libro audaz y brillante, una historia bien contada, en parte con un humor agrio, en la voz de Mark Wolfe, y en parte con fría seriedad, en la voz de Lakesha. De momento, no ha sido traducido.

29 oct 2024

Reseña: Old God's Time, de Sebastian Barry

 
Sebastian Barry, Old God's Time (Londres: Faber & Faber, 2023). 261 páginas.

Tom Kettle, policía retirado viudo, pasa ahora sus días mirando el mar desde un pisito anexo a un castillo en Dalkey, en el extrarradio de Dublín. Su único vicio son los cigarros y la curiosidad por la gente que observa desde su balcon. Se está acostumbrando a la soledad y añora las visitas de su hija y las cartas de su hijo médico, que se fue a trabajar y vivir a los Estados Unidos. Un día recibe la visita (un tanto intempestiva, pues ya anochece) de dos colegas de la Garda, Wilson y O’Casey. El motivo es que los detectives están investigando un caso no resuelto de la década de los 60 que implicó a dos sacerdotes católicos acusados de violar a niños y niñas bajo su cuidado. Las denuncias cayeron en el saco roto de la jerarquía católica, pero uno de los dos pederastas (a los que Kettle y su colega por entonces investigaban) murió en circunstancias nunca aclaradas; el otro ha decidido recientemente elevar gravísimas acusaciones en torno al caso. ¿Quién lo ajustició? ¿En qué circunstancias? ¿Recuerda Kettle algo del caso que pudiera haber olvidado u obviado?

Cliff Castle, en Dalkey, le sirve a Barry para darle a Kettle un lugar donde sobrevivir a la tragedia y mimar su tristeza en la nostalgia. Fotografía de William Murphy.

Revolver en el pasado siempre resulta ser algo complejo y difícil porque la memoria nos falla a todos. Barry plantea una narración íntima, adoptando siempre el punto de vista de Kettle, que recuerda cómo conoció a June, su mujer, y la confesión que ella le hizo durante la noche de bodas: había sido víctima de abusos sexuales de un sacerdote. Como tantísimos niños irlandeses en su época, también Kettle, huérfano de padre y madre, sobrevivió a los maltratos de su infancia y entiende perfectamente el ansia de justicia que tiene June.

En Old God’s Time, Barry aborda el tremendo efecto que los traumas pueden tener sobre la memoria. No es que quiera revelar nada del desenlace, pero la manera en que Barry gestiona el progreso de la narración hacia el final de esta novela es, en una palabra, magistral. Aunque Barry va dejando caer algunas pistas aquí y allí, la realidad del dolor y el sufrimiento por los que ha pasado Tom Kettle solamente se hace manifiesto después de más de ciento cincuenta páginas. Tom Kettle se ha quedado completamente solo en el mundo: no solamente ha perdido a June, también perdió a sus dos hijos en diferentes circunstancias, nada agradables.

No sorprende, pues, que Kettle viva en una especie de fantasía, rodeado de fantasmas propios y ajenos, de visiones desdibujadas y recuerdos diluidos por el paso del tiempo. Y tampoco debería sorprendernos, pues, que en el desarrollo de la novela existan contradicciones, cronologías alternativas que chocan entre sí, un pasado que, idealizado o no, aprieta las tuercas del presente en el que tiene que sobrevivir Kettle. Es, en definitiva, la historia de la relación de Irlanda con los crímenes de la Iglesia Católica, asunto que otros autores irlandeses han novelado. Por ejemplo, Emma Donoghue y su portentosa The Wonder.

Me queda claro que este es un autor al que de verdad vale la pena leer. Ya me lo había demostrado en Days without End. La tensión narrativa en el caso de Old God’s Time gira en torno a la cuestión de si fueron Tom y June los responsables de la muerte del sacerdote pederasta. Barry, por supuesto, deja ese cabo suelto. Que cada lector construya su propio desenlace.

Old God’s Time se publicó el año pasado tanto en castellano (Tiempo inmemorial, en Alianza Editorial, traducida por Laura Vidal) com en català (Temps immemorials, a l'Editorial Proa, amb traducció a càrrec d'en Marc Rubió).

27 ene 2024

Reseña: The Little Red Chairs, de Edna O'Brien

 
Edna O'Brien, The Little Red Chairs (Londres: Faber & Faber, 2015). 299 páginas.

A un pueblecito del oeste de Irlanda (Cloonoila) llega un extraño. Es un hombre vestido de negro, luce una llamativa barba blanca y habla con acento del este de Europa. En poco tiempo se granjea la confianza de muchos de los habitantes del pueblo, incluso la del sacerdote local. Se instala y abre tienda como curandero y terapeuta sexual. Con sus dones y habilidades, su negocio atrae especialmente a las mujeres, entre ellas a Fidelma, una mujer casada de reputada belleza que no ha conseguido tener hijos con su esposo Jack, varios años mayor que ella.

El caso es que el extranjero, que se hace llamar Vlad, parece ser un hombre erudito, le sobra carácter y tiene un atractivo carisma para la mayoría de los y las jóvenes de la localidad. Su secreto, sin embargo, se revela mediada la narración. Se trata de un criminal de guerra fugado, un carnicero de la guerra de Bosnia.

¿Las tres caras del mal? Radovan Karadzic, criminal de guerra, cuando fue arrestado en noviembre de 1984. La foto la recuperó el fotógrafo Rikard Larma en 1992, quien la encontró en una papelera. O'Brien se inspiró en su huida de Austria y posterior arresto.
Antes de que la verdadera identidad del terapeuta se haga pública, Fidelma cede a la tentación de que sea el extranjero quien la impregne en un habitación de hotel lejos del pueblo. Es aquí donde la novela da un vuelco inmenso. Durante una excursión en autobús del club de lectores locales, la Garda irlandesa obliga a detener el vehículo y arresta a Vlad. Fidelma se queda atónita y no acierta a entender el riesgo que corre.

Al poco tiempo del arresto, aparecen en el pueblo otros tres extranjeros que buscaban a Vlad. A Fidelma la obligan a salir de casa y la secuestran. Lo que sigue es un episodio brutal, salvaje y horroroso. Fidelma pierde el bebé, pero salva la vida. Para sobrevivir, decide irse de Irlanda y escapa a Londres, donde sale adelante gracias a la bondad y la humanidad de varias emigrantes.

Así, la víctima del criminal de guerra y su pasado se convierte en heroína en Londres, cobrando la fuerza y la conciencia para rehacer su vida y enfrentarse al protagonista que encarnaba el mal y simulaba ser alguien que sanaba a las personas, entendía la poesía y la belleza del arte.

Algunas reseñas de la novela destacan su posible falta de cohesión y estructura porque hay constantes cambios de punto de vista narrativo; incluso se producen alternancias entre la primera persona con la tercera persona para un mismo personaje. Desde mi punto de vista, no obstante, la primera parte de la novela es un excelente compendio de cuentos y narraciones breves que presentan la variada riqueza que esconde un pequeño pueblo irlandés como el de esta historia. La asimetría enriquece antes que resta. Dada la llegada de un extraño al ecosistema humano de Cloonoila, O’Brien comparte las impresiones que causa Vlad en ellos y los ocurrentes intercambios en torno al curandero y sus inusuales costumbres.

Es un hecho innegable. The Little Red Chairs pasa de la comedia al horror en apenas unas páginas; también en la vida real se puede pasar de la completa felicidad al terror en pocos segundos. La novela aguijonea nuestra conciencia moral. Invita a hacerse preguntas difíciles. Por ejemplo: ¿Debemos desconfiar de los extraños? ¿Nos hacemos cómplices de un agente del mal cuando no aprendemos o no sabemos reconocerlo? ¿Hasta qué punto es la inocencia una excusa válida para no admitir la complicidad con el mal? En el caso de la protagonista de esta novela de O’Brien, la inocencia sufre y paga un precio demasiado alto.

Para mí, esta es una excelente novela corta, que vale la pena explorar. La publicó en castellano Errata Naturae como Las sillitas rojas (la traducción a cargo de Regina López Muñoz). Que jo sàpiga, encara no ha estat publicada en català.

27 jun 2022

Reseña: The Wonder, de Emma Donoghue

Emma Donoghue, The Wonder (Londres: Pan Macmillan, 2016). 291 páginas.

Pocos años después de la Gran Hambruna Irlandesa (desde 1845 a 1849), una niña de un pueblecito del interior de Irlanda, Anna, dice estar sobreviviendo durante semanas sin comer nada, que subsiste gracias al maná celestial que le llega del cielo. El fenómeno rápidamente cobra notoriedad. Al poco tiempo, empieza el turismo religioso; su propia familia cree que la niña va camino de la santidad. Entre el médico local, el párroco y otros notables de las cercanías organizan su vigilancia las veinticuatro horas del día para cerciorarse de que no haya engaño alguno. Para ello, contratan a una monja y a Elizabeth Wright, enfermera inglesa curtida en la Guerra de Crimea y alumna aventajada de Florence Nightingale.

¿Es todo un montaje? Para Lib Wright, Anna posee una fuerza de voluntad a prueba de bomba. La exhaustiva búsqueda de alimentos no arroja resultados. Con el paso de los días, el deterioro físico de Anna empieza a ser evidente: se le hinchan las extremidades, se le cae el pelo. ¿Qué poderosa razón ha llevado a Anna a la determinación del ayuno absoluto? ¿Es la autoridad de la Iglesia la que está detrás de todo?

Aunque parece que la narración no avance todo lo rápido que el lector quizás querría, hay un motivo evidente. Han de transcurrir las dos semanas de la vigilancia hasta que se produzca un desenlace. Y cuando éste ocurre, la novela rinde.

El dato histórico revelador es el hecho de que en esa Irlanda rural, cerca de cincuenta casos de niñas en ayuno ocurrieron entre los siglos XVI y XX. En el caso de Anna, la niña afirma (con el beneplácito del párroco local) que el maná celestial la mantiene. De las conversaciones que mantiene con la niña, la enfermera empieza a desenredar la madeja: el objetivo de Anna es salvar el alma de su hermano, que murió un año antes. La niña cree a pie juntillas que con su ayuno y sus rezos conseguirá que su hermano vaya al cielo.

La turba es elemento energético esencial en el interior de Irlanda. Una pila de turba cortada en Connemara. Fotografía de Chris N. Illingworth.
Donoghue confronta esa disposición científica y recelosa de la enfermera directamente con la religiosidad y el carácter folclórico de la población rural del interior de Irlanda. Una vez más, la creencia ciega en lo que un viejo sacerdote diga puede llevar a una niña a la muerte. ¿Podrá salvarla Lib Wright?

Como novela histórica, The Wonder ofrece a quien la lea la posibilidad de conocer perspectivas que hoy en día nos parecerían absurdas e inaceptables. La trama está bien resuelta y eso importa. O eso creo.

The Wonder se publicó en 2019 en Ediciones B (El prodigio) en traducción a cargo de Paula Vicens Martorell.

25 nov 2020

Reseña: Modern Times, de Cathy Sweeney

Cathy Sweeney, Modern Times (Londres: Weidenfeld & Nicolson, 2020). 151 páginas.

Estoy seguro de que alguna vez habrás leído ese descargo de responsabilidad que aparece en muchas obras de ficción y en películas, que dice algo así: “Todos los personajes y situaciones que figuran en este libro (filme) son ficticios y cualquier similitud con personas reales vivas o muertas es una mera coincidencia”. En el caso de Modern Times, este pequeño volumen de los cuentos de Cathy Sweeney, lo anterior es prácticamente innecesario. No habrá quien se identifique con sus personajes, tenlo por seguro.

Podría comenzar diciendo que Sweeney, en cierta medida, se pasa casi todas las convenciones literarias por el forro de sus caprichos. Es decir, que le dan completamente igual. Son cuentos de la vida moderna, sí, pero la autora posee una visión muy personal, extraña, grotesca y excéntrica, de lo que es la vida moderna y de los males que nos aquejan.

De hecho, son cuentos de muy fácil lectura: la mayoría son muy cortos (solo uno de ellos supera las diez páginas), Sweeney escribe con un estilo cincelado, cortante, va muy al grano. Son bosquejos brutales en su simplicidad de personajes abandonados a su suerte, personas que han conseguido la habilidad de enfrentarse a defectos, carencias y fracasos, y que en muchos casos recurren a la imaginación y la originalidad para reinventarse y redefinirse.

Es por ejemplo el caso de ‘A Theory of Forms’, en el que una maestra cuenta cómo fue expulsada de la escuela en la que trabajaba: “Probablemente me habría quedado para siempre en esa escuela si no hubiera tenido sexo con uno de los estudiantes con problemas de aprendizaje.” (p. 88, mi traducción) Al ver una postal en el tablón de anuncios del trabajo (una postal de Roma que muestra una escultura de mármol) la mujer rememora el episodio que le valió la expulsión: “Cuando mi marido está fuera de la ciudad, a veces saco la postal del bolso y me quedo mirándola largo rato. A veces me estiro en la cama y me masturbo. Luego me tapo con el edredón, veo la tele y como papas fritas de un cuenco. No soy infeliz. Algunos días estoy hasta lo contrario de infeliz.” (p. 90-91, mi traducción)

¿Terapia conyugal voluntaria?

Un tema recurrente en la colección es la desintegración de la vida matrimonial. En ‘The Chair’, una mujer confiesa que ella y su marido han adoptado la costumbre de someterse mutuamente a sesiones de tortura en una silla eléctrica para poder tolerarse, dejar ir la ira que los atenaza y mantener el vínculo conyugal en marcha: “Cada vez que las cosas alcanzan su punto más bajo (quizás se le haya olvidado a mi marido que tenía que fregar los platos, o a mí me haya dado por fantasear con tener sexo con un colega del trabajo), pienso en una ocasión, hace ya unos cuantos años, cuando estaba mi marido en la silla. Acababa de administrarle la última descarga y estaba a punto de desatar las correas, cuando me di cuenta de que del oído le salía un hilillo de sangre. Cosas así, está claro, no se supone que deban pasar, pero nada hay que sea perfecto, ni siquiera la silla. Recorrí con el dedo el fino hilo de sangre desde su oreja hasta la mandíbula, y entonces, distraídamente, me llevé el dedo a la boca y saboreé toda la belleza y el dolor del mundo que jamás hayan existido, en un estallido de cerezas metálicas. No es algo que pueda olvidarse, eso.” (p. 95, mi traducción)

Si bien no todos los relatos alcanzan el mismo impacto, es innegable que, en general, Sweeney podría escandalizar a mucha gente. En ‘The Birthday Present’, un hombre recibe como regalo de cumpleaños una muñeca sexual completamente personalizada hasta el más mínimo detalle. Tras la muerte del marido, la mujer empieza a pasar horas y más horas en el cuarto que él había creado para su entretenimiento con la muñeca.

Y para almorzar hoy tenemos...
Modern Times es una bocanada de aire fresco en la narrativa actual. Lacerante, inconcebible y original, como las primeras líneas del cuento que abre el volumen, ‘A Love Story’: “Había una vez una mujer a la que gustaba tantísimo el nabo de su marido que le dio por llevárselo al trabajo en la fiambrera del almuerzo. Era al comienzo de su matrimonio y le marido todavía no había decidido qué podía llevarse ella y qué no (todavía estaban enamorados), de manera que le consintió ese pequeño pecadillo.” (p. 1, mi traducción) Si eso te ha parecido excepcional, el cuento termina así en la página siguiente: “Lo curioso fue que, años más tarde, cuando el marido, de uvas a peras, se llevaba la mano a la entrepierna y encontraba que el nabo seguía allí, bien colocado, experimentaba una intensa, aunque fugaz, nostalgia por los viejos tiempos.” 🤣🤣🤣.


21 sept 2017

Reseña: Days without End, de Sebastian Barry

Sebastian Barry, Days without End (Nueva York: Viking, 2016). 259 páginas.
El jovencísimo Thomas McNulty, quien con apenas 11 tiernos años de edad ha escapado de la hambruna en Irlanda que ha matado a toda su familia, conoce a John Cole, otro joven huido de la miseria, en algún lugar de Missouri. Podrían haberse enzarzado en una pelea a navajazos o a puñetazos, pero se hacen amigos y empiezan a compartirlo todo.

En su deambular llegan a una ciudad minera del medio-oeste, en donde encuentran un cartel en un salón-bar que ofrece trabajo a “chicos limpios”. El trabajo consiste en disfrazarse y maquillarse de mujeres, cantar delante de los mineros que no han visto a una mujer en años, y luego bailar con ellos. No es mal trabajo para quien no tiene oficio y sí mucha hambre.

Pero los años no pasan en balde – ni siquiera para dos adolescentes que se ganan la vida como travestis de salón – y tan pronto les salen los primeros pelos faciales el dueño del negocio tiene que deshacerse de ellos. En mitad del siglo XIX, las grandes planicies del centro de los Estados Unidos están abiertas a la aventura – la fiebre del oro está atrayendo a millones hacia el oeste del país, y para Thomas y John alistarse en el ejército no representa un gran dilema moral. En un mundo en el que “Los que no intenten robarme me darán de comer. Así es en América” (p. 258), ese sentido de la aventura está guiado por el instinto por la supervivencia.
Fort Laramie (ca. 1858-1860), en un cuadro de Alfred Jacob Miller (Walters Art Museum).
Thomas y su idolatrado John Cole viajan al oeste y participan en las campañas contra las naciones indígenas. El relato de estos combates es espeluznante. Thomas describe la injusticia, la brutalidad, las matanzas en uno y otro bando con una nota de realismo honesto, con significativa equidistancia respecto a la violencia propia de los ejércitos. Su narrativa está ribeteada de momentos líricos sobre elementos que, quizás en otros relatos, no se harían merecedores de ellos: el calor apabullante de las marchas por los llanos en verano, el frío mortífero de las ventiscas y heladas que deben soportar los soldados montados en escuálidos caballos, la suciedad y el hedor de los campamentos donde pernoctan.

Benvinguts al poble de Fort Laramie! 250 persones bones i sis rondinaires. Fotografía de Phil Nickell.  .
De la guerra contra los indios Thomas y John regresan con los bolsillos casi vacíos, como era de esperar, pero acompañados de Winona, hija de un jefe sioux, a la que tratarán desde entonces como a una hija. Vuelven a trabajar entre candilejas, y esta vez es Winona la que encandila al público. Pero entonces estalla la guerra civil entre Norte y Sur; Thomas y John vuelven a alistarse, dejando a su hija bajo los cuidados de su patrón y amigos. Tras varias batallas, descritas con todo lujo de detalles, pero siempre con el mismo tono ecuánime, son capturados y llevados al campo de prisioneros de Andersonville en Georgia. A algunos prisioneros los confederados los ejecutan sin más: a los de raza negra y a los que les prestan ayuda a los anteriores.

Monumento a los prisioneros de guerra en Andersonville (Georgia). Fotografía de David F. Ellrod. 
Concluida la guerra marchan a Tennessee a vivir y trabajar en la granja de un viejo amigo, aunque en el camino tendrán que hacer frente a una banda de forajidos sureños. ¿Habrán alcanzado por fin el sosiego que les permitirá vivir tranquilos? Para nada. Una mañana aparece Starling Carlton, viejo conocido de las campañas contra los sioux, que viene a llevarse a Winona para hacer un trueque de prisioneros. La hija de Thomas y John Cole por la hija del mayor Neale, que ha sido secuestrada por los indios.

La novela avanza hacia su desenlace a ritmo certero. Los giros y sorpresas son constantes, y no deja nunca de cebar la curiosidad del lector. Una historia que abarca veinte años de la historia del país cuya posterior influencia en el mundo sería decisiva, y del cual John Cole comenta (y podría comentar ahora): “Everything bad gets shot at in America . . . and everything good too [En América le disparan a todo lo que es malo… Y a todo lo que es bueno también].” Ahí tienes una idea que, aparte de actual e innegable, da muchísimo que pensar.

Lo que le otorga una excelente homogeneidad y coherencia textual a Days without End es la voz del narrador que crea Sebastian Barry. El verbo de Thomas McNulty tiene ese acento natural tan peculiar, un verosímil registro que uno puede todavía escuchar en partes de los EE.UU. – aunque se esté perdiendo en la neblina de los tiempos – y que a mí me recuerda a las películas de John Ford, en especial al posiblemente irrepetible John Wayne.

Ahora que el tuitero narcisista quiere prohibir que personas transgénero presten servicio en el ejército, viene de perillas esta obra de ficción en la que dos hombres mantienen su relación a lo largo de un largo tiempo en que el horror y el salvajismo que entraña toda guerra podría haberlos separado, y salen no solo vivos sino formando una familia con una joven víctima de algo en lo que ambos han participado.

Esta es una obra que debería quedar en esas odiosas listas de mejores creaciones literarias de esta década. De momento, Days without End fue galardonada con el Costa Novel Award de 2016, y recientemente estuvo en la lista larga de preseleccionados para el Man Booker, aunque no ha pasado el corte: Barry no está entre los seis finalistas.

6/1/2022: El libro está publicado en castellano como Días sin fin, en Alianza, con traducción a cargo de Susana de la Higuera Glynne-Jones.

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