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28 jul 2018

Reseña: How to be Both, de Ali Smith

Ali Smith, How to be both (Melbourne: Penguin, 2015). 372 páginas.
Es raro que una editorial corra riesgos hoy en día. El caso de How to be Both es un ejemplo casi perfecto de cuándo vale la pena tomar ese riesgo. Me explico: la novela se compone de dos partes (ambas reclaman para sí ser la Primera) y, de hecho, circulan diferentes ediciones donde la que aparece en segundo lugar en mi ejemplar es la primera. Se reduce a un juego autorreferencial, pues el título alude a ese enigma: ¿cómo ser dos cosas diferentes al mismo tiempo?

De modo que la duplicidad es parte de la esencia temática del libro. Vida y muerte; lo masculino y lo femenino; realidad y ficción; y Smith hace gala de un virtuosismo lingüístico sin parangón.

En la parte de George (una chica de Cambridge que recientemente ha perdido a su madre tras una extraña reacción alérgica a un medicamento), Ali Smith nos abre una ventana a la vida interior de una adolescente en duelo. George rememora momentos compartidos con su madre, en especial un viaje a Italia, donde contemplaron ensimismadas los frescos de Francesco del Cossa. Mientras su padre trata de olvidar el dolor mediante la bebida, George se enfrasca en el recuerdo, trata de cuidar de su hermano pequeño, Henry, y descubre una especial amistad en una chica de la escuela, Helena, con quien comparte ideas, locuras, sentimientos. Tanto en esta parte como en la del pintor, Smith trabaja el lenguaje con un envidiable virtuosismo: los juegos de palabras, la omnipresente ironía, la técnica narrativa, las perspectivas.

Sant Vicent, amb el dit estés. Francesco del Cossa, segle XV.
En un momento en que George y Helena debaten qué tipo de trabajo presentar en una de sus asignaturas, se plantean escribir lo que un pintor del Renacimiento diría de su vida mientras está en el purgatorio, esperando renacer. ¿Es la parte de Francesco del Cossa lo que las dos adolescentes, avispadas ellas, inteligentes y dotadas de una muy cáustica visión del mundo, escriben para su clase de Historia del Arte? Probablemente no, pero el juego de ficción y espejos que construye Smith sobre esa base es, en una palabra, magistral.

Del Cossa entra en escena (es un decir) cuando George está haciendo un escrutinio del número de personas que prestan atención al retrato de San Vicente Ferrer en la Galería Nacional de Londres. Intrigado por lo que hace la joven (al principio lo confunde con un chico), su espíritu se aferra a George y la sigue allá donde va, quedando sumamente admirado de una suerte de tableta votiva que casi siempre lleva en sus manos George, una tableta que, en este siglo XXI, permite ver y crear “pinturas” muy realistas y ver imágenes en movimiento.

Francesco del Cossa, Alegoría de abril, frescos en el Palacio Schifanoia de Ferrara.
Mientras la parte del pintor exige (aparentemente) mayor concentración por parte del lector, en la parte de George abundan escenas hilarantes – en particular los diálogos (es un decir) de la joven huérfana con la psicóloga de la escuela, la Sra. Rock.
“Es martes, así que toca la Sra. Rock.
Creo que puede que no sea una persona muy apasionada, dice George.
Desde Navidad la Sra. Rock ha dejado de repetirle a George lo que George le dice. Su nueva táctica es sentarse y escuchar sin decir nada, para luego, cerca del final de la sesión, contarle a George alguna especie de historia o improvisar con una palabra que George haya usado o algo que le haya chocado a causa de algo que ha dicho George. Eso significa que ahora las sesiones son principalmente monólogos, más un epílogo a cargo de la Sra. Rock.
Se lo he preguntado a mi padre esta mañana, dice George, si pensaba que yo era una persona apasionada y me ha dicho: pienso que eres indudablemente una persona con mucha energía, George, y que hay indudablemente mucha pasión en esa energía tuya, pero yo sé que estaba como engatusándome. Y no es que mi padre tendría ni idea de si soy apasionada o no, digo yo. Y bueno, entonces mi hermano va y empieza a hacer sonidos como de besuqueos, con el dorso de la mano, y mi padre se ha puesto como muy incómodo, y entonces ha cambiado de tema, y entonces cuando hemos salido por la puerta de casa para ir al cole, mi hermanito estaba de pie junto a la furgoneta de mi padre, en la entrada para el coche, y no paraba de hablar de la gran pasión que se sentía por la energía del motor, que en la energía del vehículo uno podía sentir mucha pasión, y yo me sentí estúpida, como una idiota por haber abierto la boca y haberle dicho algo a alguien en voz alta.
La Sra. Rock sigue ahí sentada, más callada que una estatua.
Y así son ya dos las personas que hoy realmente no van a hablarle a George.
Tres, si uno cuenta a su padre.
George siente que se le viene encima una terquedad mientras permanece allí sentada, en ese sillón para estudiantes en el despacho de la Sra. Rock. Sella la boca. Se cruza de brazos. Mira el reloj. Pasan solamente diez minutos de la hora. Quedan otros sesenta minutos de esta sesión (es un doble periodo). No piensa decir una sola palabra más.
Tic tic tic.
Cincuenta y nueve.
La Sra. Rock sigue sentada junto a la mesa delante de George, como una masa continental separada de una isla para la que ya haya salido hace tiempo el último ferri del día.
Silencio.” (p. 128-9, mi traducción)

How to be Both es una novela muy atrevida, tanto en su formato como en su contenido, además de un curiosísimo homenaje a un pintor desconocido. Como en There but for the, Smith es juguetona y seria. Algo que no te dejará indiferente.

El llibre ja va ésser traduït al català (Com ser-ho alhora) per Dolors Udina Abelló, publicat al 2015 per l’editorial Raig Verd.

22 nov 2016

Reseña: Public Library and Other Stories, de Ali Smith


Ali Smith, Public Library and Other Stories (Londres: Penguin Books, 2015). 220 páginas.

De Canberra, la ciudad en la que vivo, se suele decir que es aburrida, que le falta vida y que carece de carácter. Quizás haya algo de cierto en todo ello. Es sin embargo una ciudad con un elevadísimo nivel educativo y cultural, y para fortuna de muchos de sus residentes, cuenta con una red de bibliotecas públicas simplemente fabulosa. Tan buena, tan magnífica es, que los usuarios pueden sugerir la adquisición de libros, DVD, audiolibros, CD, novelas gráficas, etc., y la mayoría de las veces, la red de bibliotecas del Territorio de la Capital Australiana los comprará. Es una amplia red que cuenta con 9 sucursales, distribuidas en los distintos barrios y centros urbanos que integran esta singular ciudad, cuya población ronda ya los 400.000 habitantes. Es posible encontrar libros en muchas lenguas diferentes, amén de películas, documentales, guías turísticas, casi cualquier cosa.

¿Cuáles son las virtudes de una biblioteca pública? Esa es una de las muchas preguntas que trata de contestar esta colección de cuentos de Ali Smith, quien compagina sus relatos de ficción con textos basados en comentarios de o suministrados por amistades y conocidos de la autora, que son todos ellos usuarios de las bibliotecas públicas del Reino Unido.

La Biblioteca Nacional de Australia, que también ha padecido drásticos recortes en los últimos años. Fotografía de fir0002
El mismo gobierno que conducirá al Reino Unido fuera de la Unión Europea emprendió desde 2010 una brutal campaña de austeridad que cerró cerca de 1000 bibliotecas públicas y que, hasta la fecha – es solamente un cálculo – ha eliminado unos 14 millones de libros de sus estanterías. ¿Para qué leer, teniendo al alcance de la mano fútbol, cerveza y las portadas de The Sun? Claro que la situación en otras partes del mundo no es mucho mejor: hay un Presidente de Gobierno que alegremente admite que solo lee un periódico deportivo. Así va el mundo.

Public Library and Other Stories es por lo tanto una apasionada defensa de algo tan decididamente comunal como es la biblioteca pública. Pero Smith no dedica sus historias a las bibliotecas como edificios o lugares de encuentro con los libros, sino a los libros mismos, a la literatura. Y lo hace desde la libertad de la creación literaria, desde el ingenio y la diversión que la caracterizan como autora. Los juegos de palabras, los extraños y remotos vínculos que surgen en sus historias, son impagables.

Como es de esperar en una colección de cuentos, unos son mucho más atractivos que otros. Un motivo recurrente en casi todos ellos es el texto como elemento de la comunicación humana y la degradación que sufre de forma constante. Por ejemplo, este fragmento de ‘The Definite Article’: “…estaba de camino a una reunión urgente sobre financiación. Era posible en el clima actual que se retiraran los fondos, de modo que teníamos que tener urgentemente una reunión urgente para escoger el tipo correcto de retórica. Ello aseguraría la estrategia correcta de desarrollo que a su vez aseguraría que la financiación no concluiría de esta manera en este momento. Había hecho el viaje entero en metro, diciéndome una y otra vez: urgente, asegurar, factibilidad, margen, evaluación, gestión, racionalización, estrategia de desarrollo, desarrollo estratégico, el clima actual, el estímulo de proyectos, valores esenciales, no debiera concluir, de esta manera, en este momento. Pero también tenía que ser no amenazador, el lenguaje que teníamos que usar para asegurar que, etc., de modo que subí las escaleras machacándome la frase ‘sin problemas sin problemas sin problemas’, y luego me paré un instante en la salida del Metro porque (¡ay!) me dolía mucho el ojo, algo se me había metido en el ojo sin saber cómo ni por qué.” (‘The Definite Article’, p. 155-6, mi traducción).

Del resto destacaré tres: en primer lugar, ‘The Beholder’, una narración cuya narradora, enferma, se va desintegrando lentamente. También ‘Say I Won’t Be There’, que cuenta con Dusty Springfield como médium en un relato sobre un cementerio para el que las autoridades tienen planes de transformación urbanística, y ‘After Life’, en la que un hombre tiene que desmentir su muerte por segunda vez, diez años después de haber tenido que desmentir su propia muerte en un accidente mientras hacía turismo en España. Un detalle curioso: el título del libro no corresponde a ningún relato. No hay ninguna historia que lleve por título ‘Public Library’.

Cuando desde las instituciones parece orquestarse una campaña dirigida a restringir (cuando no suprimir o eliminar) el acceso a la cultura y los instrumentos de educación y formación del pensamiento crítico entre la juventud, este libro es un pequeño grito en lo que parece ser un desierto. Habrá que continuar demostrando que las bibliotecas son un bien indispensable. Por mi parte, tras la pérdida de nuestra hija Clea, de seis años y nueve meses en 2009, traté de marcar la diferencia para la comunidad educativa de un pequeño pueblo samoano, Lalomanu. Seis años después de su inauguración, la BibliotecaClea Salavert sigue en pie, quizás sin haber logrado buena parte de los objetivos que nos habíamos marcado con su construcción. ¿Ha valido la pena la enorme generosidad de familiares, amigos y extraños? ¿Ha valido la pena el esfuerzo? Quizás sea pronto para decirlo, pero si alguno de esos niños de Lalomanu han descubierto que hay otros mundos posibles al alcance de su imaginación, algo bueno habremos hecho.
The Clea Salavert Library, Lalomanu, Samoa

10 sept 2015

Reseña: There but for the, de Ali Smith

Ali Smith, There but for the (Nueva York: Pantheon Books, 2011). 236 páginas.

Siempre me han encantado los juegos de palabras, los retruécanos, las combinaciones juguetonas de letras. “¿Quién te lo contó?”, le preguntaba yo a mi hija Clea cuando ella tenía tres o cuatro años, y sin esperar respuesta, le decía: “Me lo contó el melocotón”. Creo que, en gran medida, el hecho de haber podido aprender otras lenguas me ha servido para apreciar aún más si cabe el aspecto lúdico del lenguaje.

El hechizo que el lenguaje ejerce sobre nosotros es uno de los aspectos más atractivos de esta penúltima novela de la escritora escocesa Ali Smith. Ya el título (There but for the) es un juego de palabras, resultante de la yuxtaposición de la primera palabra de cada una de las cuatro partes en que se divide el libro. Es, por lo tanto, potencialmente intraducible, aunque se trate de una expresión que en realidad está inacabada. Cabe de entrada preguntarse dónde queda, o qué es, ese “there” al que nos refiere el título: es posiblemente un objetivo, un destino, al que se podría llegar, si no fuera… ¿por qué?

Hay, por supuesto, mucho más que juegos de palabras en There but for the. Hay una situación de tintes absurdos que funciona como detonante de la trama: en mitad de una cena en casa de los Lee, Genevieve y Eric (o GenEric, jaja), justo antes de que Gen sirva la crema quemada del postre, uno de los invitados, Miles, sube al piso de arriba, se encierra en el cuarto de los invitados y se queda allí sin decirle nada a nadie. Solo al día siguiente se dan cuenta los dueños de la casa de lo que ha sucedido. En la primera parte, ‘There’, es una mujer escocesa llamada Anna Hardie la que acude a la casa en respuesta a la petición de ayuda de Genevieve, quien ha encontrado su dirección de email en el móvil que Miles dejó en su abrigo.

"¿Te gustaría pasear por el túnel luego? ¿Sí, quizás?, le dijo la niña a Anna. Lo construyeron en 1902 y pasa por debajo del río, ¿has pasado por él alguna vez?" (p. 12, mi traducción). Fotografía de John Sparshatt.
La segunda parte, ‘But’, es una de las sátiras más mordaces que he leído en mucho tiempo sobre el sistema de valores de la clase inglesa acomodada, una burla feroz de la insoportable hipocresía, petulancia y prejuicios de los que hacen gala los anfitriones y sus amigos más cercanos. En esta segunda parte se incluye el relato de la cena anterior al encierro de Miles desde la perspectiva de Mark, un cincuentón gay que había conocido a Miles unos días antes durante una representación de The Winter’s Tale groseramente interrumpida por el pitido de un teléfono móvil.

La tercera parte, ‘For’, nos traslada a una habitación de un hospital en Reading, donde la anciana May Young pasa sus últimos días, empeñada en evitar por los medios que sean necesarios que la trasladen a una residencia de la tercera edad que detesta. Cuando aparece Josie, una joven a la que Miles Garth le ha encargado que vaya a visitarla en el día del aniversario de la muerte de su hija Jennifer ocurrida décadas antes, May aprovecha la ocasión y huye del hospital en compañía de Josie y un amigo suyo.

En la última parte, ‘The’, el personaje central es Brooke, la niña de 9 años que en cierto modo sirve de nexo entre las tres partes anteriores, y que estaba presente en la cena en casa de sus vecinos Eric y Gen cuando Miles se refugió en el cuarto de los invitados. Brooke está casi obsesionada con los juegos de palabras y posee unas increíbles dotes lingüísticas para una niña de tan corta edad, además de una inacabable curiosidad y una importante propensión a la cháchara, pero es por boca de Brooke que Smith considera las cuestiones narratológicas más pertinentes de la novela, y por ende en torno a la ficción como género. ¿Qué es un hecho? ¿Qué es la historia?, se pregunta y pregunta una y otra vez Brooke a los adultos con los que pasa largos ratos. Puede ser que la seriedad de estas cuestiones esté muy por encima del intelecto que cabría esperar de una niña, pero Smith crea un personaje ciertamente creíble además de divertido, que nos fuerza a enfocar nuestra atención en la historia de Miles y en las tramas secundarias.

A Smith parece gustarle provocar al lector y desafiar los gustos acomodaticios imperantes, como ya pude comprobar en los relatos de The Whole Story and Other Stories. Además de la alteración del lenguaje que suponen los numerosísimos juegos de palabras de los que parecen disfrutar todos los personajes (a Mark le habla su difunta madre desde el más allá en pareados, Anna Hardie ha renunciado recientemente a su puesto en un “Centro de Permanencia Temporal”, May Young rememora su juventud y la vida de su familia en clave a ratos humorística, a ratos conmovedora) la novela cuenta con características un tanto díscolas e inusuales: es un desafío literario a la literatura facilona de usar y tirar.

"El reloj galvano-magnético de Shepherd es un reloj esclavo. Un reloj esclavo es un reloj dirigido por un reloj maestro, cuyo mecanismo está en otra parte diferente del reloj esclavo. El reloj galvano-magnético de Shepherd tiene también marcadas 23 horas en lugar de las 12 habituales, como si fuese un reloj de duración doble con un 0 en la parte de arriba donde tendrían que estar la medianoche y el mediodía, para hacer un total de 24. Lo que quiere decir que a veces es la nada en punto. ¡La nada en punto! ¿Qué hora es? Es la nada y cuarto. Es la nada y media. Doctor, doctor, creo que soy un reloj. Bueno, pues no le dé usted mucha cuerda al asunto. Un chiste de los días antes de las pilas para relojes y de los relojes digitales." (p. 189-90, mi traducción). Fotografía de Christine Matthews 

Smith es juguetona al escribir, crea un texto inteligente e ingenioso, y deja algunas frases de un humor sutil pero inolvidable: “La verdad, es un alivio que el cuarto cuente con baño propio”, explica Genevieve respecto al cuarto para invitados el que se ha encerrado Miles. Pienso que la trama está manejada con mucha soltura, y los tiempos narrativos son los adecuados para cada uno de los personajes. Todo en ello en pos de una feroz sátira de la sociedad del tercer milenio. There but for the será un durísimo reto de traducción para quien se enfrente a ella. Por mi parte, ya tengo ganas de hincarle el diente a How to Be Both, la última entrega de Ali Smith, que se publicó hace ahora un año. Como suele decirse: ‘Watch this space’.

13 abr 2015

Reseña: The Whole Story and other stories, de Ali Smith

Ali Smith, The Whole Story and other stories (Londres: Penguin, 2003). 178 páginas.

Hay libros que te dejan una enorme interrogante después de su lectura. Con unos, puede tratarse del consabido regusto amargo que te causa su patente mediocridad (“¿Quién tomó la decisión de publicar este bodrio?”). Con otros, la pregunta puede girar en torno a si un enfoque alternativo o someter al texto a una revisión severa mejoraría el libro de manera sustancial. Ninguno de los dos casos anteriores puede aplicarse a este volumen de relatos (el tercero de la novelista escocesa y el primero suyo que he leído).

La principal característica de los relatos de The Whole Story… es que no son cuentos en el sentido más tradicional y acostumbrado de la palabra. En todos ellos prima el artificio narrativo por encima del argumento, y el resultado es que su lectura pueda parecer a ratos una pizca cargante. Es decir, una vez establecida la idea generadora del relato, la autora parece preferir concentrarse en lo más abstracto y teórico de la creación ficcional en vez de desarrollar los personajes y crear una línea argumental plausible, que no implica necesariamente verosímil. El planteamiento es por tanto sumamente entretenido, incluso hilarante en ocasiones (por ejemplo, en el caso de ‘May’, una mujer se enamora perdidamente de un árbol, y lo hace hasta las últimas consecuencias, mientras que la reacción de su marido ante este inesperado enamoramiento es llevado también al extremo de lo insólito).

Teniendo en cuenta la fecha de publicación de este volumen (2003), cabría naturalmente apostillar que se trata de un conjunto harto original en las técnicas de construcción experimental del relato, riesgoso y aventurado en el tratamiento del aspecto argumental de una historia como algo si no accesorio, al menos secundario. Dudo que sean muchos los lectores que declaren sentirse plenamente satisfechos con la lectura de estos relatos de Smith. Doce años después, no resultan una lectura fácil, pese a que las ideas que los sostienen son en casi todos los casos originales, insólitas, brillantes.

Tomemos por ejemplo el primer relato, irónicamente titulado ‘The Universal Story’, en el que la intervención (casi me atrevería a denominarla una constante intromisión o intrusión) de la voz narradora es patente desde la primera oración:

Había una vez un hombre que moraba junto a un camposanto.
Bueno, vale, no era siempre un hombre, en este caso particular era una mujer. Había una mujer que moraba junto a un camposanto.
Aunque, a decir verdad, en realidad nadie usa esa palabra hoy en día. Todo el mundo dice cementerio. Y ya nadie dice moraba. En otras palabras:
Había una vez una mujer que vivía junto a un cementerio. Cada mañana al despertarse miraba por la ventana de detrás de la casa y veía…
De hecho, no es así. Había una vez una mujer que vivía junto – no, en – una librería de lance. Vivía en el piso de la primera planta y llevaba la librería que ocupaba todo la planta baja. (p. 1, mi traducción)  
El relato sigue progresando a fuerza de saltos, y pasa de la librera a una mosca que se posa en el lomo de un libro, un ejemplar de El gran Gatsby, para volver a la mosca y su historia vital y retomar luego la historia de ese ejemplar de la novela de Fitzgerald y cómo pasó de mano en mano hasta terminar en la librería, en la que un joven entraría una tarde y compraría no solamente ese ejemplar sino todos los ejemplares de la novela de que disponía la librera, para luego entregárselos a su hermana, artista experimental que construía barcos con materiales extraños que irremediablemente se hundían al poco de botarlos en el agua. El relato, pues, no tiene ni un auténtico principio ni un verdadero final, y diríase que ése es el elemento definitorio del ‘cuento’ (y por extensión, de todo el volumen) que parece querer resaltar Smith.

Que el viento le hinche las velas...

Otros relatos se configuran en torno al diálogo entre dos personajes (marido y mujer, preferentemente), que aportan sus puntos de vista en torno a un mismo argumento que no termina de desarrollarse ni alcanza un desenlace propiamente dicho. Es el caso del ya mencionado ‘May’; también ‘Being quick’, en el que una mujer cree tener un encuentro fortuito con la Muerte en una estación de trenes, y tras la parada forzosa del tren en el que regresaba a casa a causa de un accidente mortal en otra estación, decide regresar a casa siguiendo las vías del tren hasta que unos trabajadores la obligan a salir de la vía férrea. Y en 'Believe Me', este diálogo plantea la infidelidad confesada por un yo al que el interlocutor responde con una rocambolesca inversión de los términos que la primera confesión había establecido, explorando los límites de la confianza y la veracidad que se ponen a prueba en toda relación sentimental y forzando al lector a un posicionamiento frente a estos bosquejos de personaje: ¿es el yo hombre o mujer? ¿Y su interlocutor? ¿Qué tipo de relación percibe usted, lector, en esto que le propongo?

Otros relatos cuentan con tres voces (o personajes, si se prefiere) y sus correspondientes puntos de vista. ‘Paradise’ lo componen tres relatos de un mismo día contados por tres hermanas huérfanas en un pueblo cercano a Loch Ness. Kimberley McKinley es la gerente del turno de noche de la hamburguesería local cuando unos ingenuos chicos locales tapados con pasamontañas tratan de llevar a cabo un atraco. Gemma trabaja a bordo del barco que lleva a los turistas (“fuckers”, según la tripulación) por el loch, vendiendo paquetes de papas, refrescos y bebidas espirituosas cuando el bar está abierto. La más pequeña, Jasmine, se emborracha entre las tumbas del cementerio local. En un hogar sin padres, Kimberley es imperturbable y madura, Gemma esconde un carácter avinagrado detrás de una fachada servicial, mientras que Jasmine…es Jasmine. Es ciertamente un relato memorable.

Del resto de relatos de The Whole Story and other stories cabría destacar dos: ‘The Start of Things’, en el que Smith vuelve a adoptar el juego de las dos voces para contarnos una pelea conyugal que (aparentemente) termina en reconciliación cuando ambos se dan cuenta de que se han quedado fuera de la casa en medio de una fuerte nevada. Y 'The Heat of the Story', un curioso cuento de Navidad, en el que tres mujeres de distintas edades entran ebrias a la misa del gallo, arman un considerable escándalo y terminan en la calle contándose historias, expulsadas de la iglesia por el sacerdote.

Los demás relatos se titulan ‘Gothic’, ‘Erosive’, ‘The Book Club’, ‘Scottish Love Songs’ y ‘The Shortlist Season’, del que incluyo aquí un párrafo traducido.

Semilla de sicómoro Fotografía: Lofaesofa (Laurence Livermore)


Llevaba unas hojas enganchadas en la capucha del suéter. Se cayó algo. Cuando llegó al piso rebotó bastante alto e hizo un ruido sorprendentemente seco para ser algo tan pequeño, y lo recogí. Era una semilla de sicómoro, su única aleta estaba nervada como una especie de piel y le daba a la semilla un aspecto surrealista: una pequeña avellana voladora, un ala a la que le hubieran acoplado una cabeza encogida, un pez que era casi todo él aleta. Pero el dependiente de la galería detrás del mostrador de venta de postales me estaba observando con algo de interés, de modo que volví a poner la semilla en el interior del suéter junto con las hojas, lo doblé y me lo puse encima del brazo y escuché cortésmente cómo me decía que la entrada era gratuita, que los folletos sobre la exposición eran también gratuitos y que los catálogos ilustrados costaban £16,30. (p. 144-5)

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